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Capítulo VI

La lentitud de sus firmes pasos es algo natural. Camina con elegancia, lo que hace que cualquier persona que se encuentre a su alrededor, lo mire.

Su belleza es exótica, totalmente diferente a la que ronda por aquí. Su cabello, castaño claro, sus ojos son de un hermoso tono café.

La refinada piel bronceada que posee es ligeramente sexy, le da un toque trópico.
Labios finos y unos dientes perfectos, muestra en una amplia sonrisa. Chico lindo, demasiado para ser real.

Se acomoda en su nuevo asiento y saca sus libros. Como es de esperar, no me dirige la palabra, ya que solo se concentra en la clase.

Así pasan dos largas y aburridas horas escuchando la voz de nuestra querida profesora, quien no deja de hablar sobre binomios, polinomios, ecuaciones y todas esas cosas insoportables.

Al menos no ha hablado sobre la trigonometría. —Digo en mi interior.

La campana suena y todos los estudiantes asaltan los pasillos en dirección a la cancha, todos menos yo. Aún sigo sentada.

Me dedico a observar cómo cada persona empuja a la otra para poder pasar.

Estoy en medio de una indecisión. No sé qué escoger. Tal vez debo de ir al homenaje, ya que si me ausento la policía lo encontrará extraño y seguirán investigando, sin embargo, ir me hará sentir como una hipócrita.

Me levanto del asiento y camino en dirección a la cancha pisoteado mis ganas de escapar de este lugar. Ser hipócrita es parte de ser humano, es parte de la supervivencia.

En cuanto llego al dichoso lugar, todos se encuentran posicionados en los asientos que quedan justo en frente de un tribunal con micrófonos. Los tres puestos se encuentran ocupados por el director de la institución, el jefe de policía y la alcaldesa.
Al lado de la mesa hay tres retratos; el de Jordánestá justo en el medio y a los extremos los gemelos.

Sinceramente, no creo que ellos merezcan tanto.

Me acomodo en uno de los últimos lugares con el fin de no estar cerca de nadie. Miro con atención al jefe de policía quien no aparta su mirada de mí, al igual que el director. Trato de pasar de ser percibida, pero me resulta imposible. Todos los presentes no dejan de mirarme o de hablar en voz baja. Es incómodo.

Inician hablando sobre lo "buen estudiantes" que eran y la "enorme pérdida que es para la sociedad", y como final el señor Brown jura que va a atrapar al asesino sin importar que. Típica escena cliché.

En cuanto finaliza el acto, cada persona regresa a sus asuntos y problemas olvidando por completo esta estúpida obra de payasos que acaban de realizar en honor a tres personas que se la pasaban fumando marihuana y haciéndome la vida imposible.

Al parecer, no soy la única hipócrita por aquí.

— Señorita Alba. — resuena una voz masculina a mis espaldas en cuanto cruzo la puerta de salida.

Me doy vuelta, observo con extrañeza en cuanto reconozco al director. Me limito a responder, amable. — ¿Diga?

— ¿Cree que podría pasar en unos minutos por mi oficina? — Pregunta con total seriedad.

— ¿Hay algún motivo para que lo vea en privado? — indago, confundida.

— Necesito hablar con usted. Tenemos algunos asuntos que resolver. — afirma relajado y confiado de sí mismo.

Tal pareciera que no le ha afectado tanto la muerte de su hijo por la manera en la que actúa.

— Esta bien. — acepto a regañadientes.
Esto me huele muy raro.

Después de pasar por algo de comida, me dirijo al despacho del director, tal y como me lo pide. La secretaria no se encuentra en su zona de trabajo, algo que lógicamente me parece más raro. Sin tanto que pensar, doy unos ligeros toques en la puerta y al no ser atendida, la abro con cuidado. La oficina está totalmente vacía. Camino unos pasos hasta la silla que se posiciona en frente del escritorio y espero pacientemente la llegada del Señor.

Unos minutos transcurren, siento fuertes pasos por detrás. De forma inmediata deduzco que se trata de la persona esperada. El sonido de la puerta al cerrarse me pone un poco nerviosa, pero me tranquiliza un poco al ver cómo el Señor se posiciona en frente de mí.

— Me gusta que seas obediente. — esboza una sonrisa amplia, satisfecho.

— ¿Que desea hablar conmigo señor director? — hablo, impaciente por salir de aquí.

— ¿Sabías que mi hijo tenía muchas fotos tuyas en su habitación? — comienza a hablar ignorando por completo mi pregunta.

— Señor, siento mucho lo que le sucedió a su hijo, pero por favor no me atormente con esas cosas yo no tengo la culpa, aunque... — interrumpe mis palabras.

— Él tenía una ligera obsesión contigo. ¿No es así? — el contacto visual desaparece, sus ojos viajan una y otra vez por todo mi ser— Creo que compartimos eso.

— ¿A qué se refiere señor? — interrogo asustada por su actitud.

— No me digas señor, solo llámame Albert — apoya su cuerpo sobre el escritorio.

¿Albert? ¿Quién es Albert? El nombre del director es José, no entiendo por qué razón se está cambiando ahora su identidad. Creo que la muerte de su hijo lo afectó más de lo que aparenta. Entiendo su dolor, pero no tiene que desquitarse conmigo.

Esta situación ya me está comenzando a dar escalofríos.

— Creo que lo mejor será que me valla — me levanto del asiento dispuesta a salir.

— No. Esta vez no vas a huir. ¿Sabes cuánto tiempo he estado esperando esto? — agarra con fuerza mi antebrazo impidiéndome la salida—  Cuando era joven me enamoré. Me obsesioné con una chica que era muy callada y que siempre estaba sola. Yo a diferencia de ella, siempre estuve rodeado de personas, chicas, muchas chicas, pero ninguna era como ella. Comencé a molestarla, seguirla a todas partes, traté que me notara. Busque su atención. Pero las cosas no salieron como quise. ¿Sabes por qué? Porque se enamoró de otro hombre, de tu papá.

— Si tiene algún problema que resolver con mi padre valla y hable con él, pero déjeme fuera de esto — sacudo mi brazo con fuerza tratando de soltarme del agarre, no obstante, es imposible. 

— Al final me alejé de esa chica, pero cuando me convertí en director de esta escuela nunca imaginé que me encontraría con alguien tan parecida a ella y que, además, es la chica que mi hijo siempre ha estado persiguiendo — sus ojos se abren como platos, ensancha una sonrisa dejando ver sus dientes, eufórico. —  Él te comenzó a maltratar y a hacer las cosas que yo le hacía a esa chica y yo no pude evitar conmoverme al principio, pero ¿Sabes que sucedió al final? De tanto verte también comencé a pensarte y seguirte todo el tiempo y ahora no creo que me pueda controlar. — pronuncia cada palabra con fuerza.

— ¿Acaso está loco? ¿Cómo puede decirle eso a una alumna? —Jadeo atemorizada por sus palabras.

Aún no logro soltar su agarre, es lo suficientemente fuerte como para evitar huir.

Observo a todos lados tratando de encontrar algo que pueda agarrar para golpearle y salir a pedir ayuda, pero no tengo nada a mi alcance como para cumplir dicha acción.

—¿Dime Alba me dejarás cumplir mis sueños y los de mi hijo? — su tono cambia a uno asqueroso, pervertido.

— ¡Déjame viejo repugnante! — grito al escuchar sus palabras.

Con la mano que mantengo libre de su agarre, tomo la mochila que reposa en la silla y se la lanzo con fuerza por la cara, logrando que suelte mi brazo. Sin tanto que pensar y sin soltar la bolsa, corro en dirección a la puerta, sin embargo, en cuanto llego, trato de abrirla, pero es imposible puesto que está cerrada. — ¿Acaso buscas esto? — muestra la llave en su mano la cual mueve tratando de captar mi atención.

Camina en paso rápido y firme hasta donde estoy, logra posicionarse en frente de mi cuerpo, el cual dobla de tamaño y fuerza.

Me toma con brusquedad por el cuello consiguiendo alzarme en el aire.  
No puedo hacer más nada que arañar su rostro y la mano que me sujeta, mientras que el cuerpo empieza a titubear del miedo.

— ¡S-suéltame! —exclamo con la voz entrecortada.

— Cumpliré el deseo de mi hijo por las buenas, o por las malas — aprieta más fuerte su agarre.

Su fuerza comienza a incrementar logrando que se me dificulte respirar. No puedo mover mis manos o mi cuerpo. Ya no hay nada que pueda hacer. A este paso...voy a morir.

*Fin del capítulo*




Estos capítulos vendrán intensos por lo que recomiendo que si no tienen la suficiente estabilidad emocional y mental no leer.

Disculpen la demora :)

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