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En ningún lugar o dimensión estaba a salvo. Mis pesadillas siempre buscaban la manera de acabar con mi existencia, incluso existió una vez el día en el que yo mismo quería y deseaba con ansias acabar con mi propia existencia, pero ese deseo fue lo que me trajo justamente a este momento, a esta realidad tan extraña.
Estoy caminando con mi reflejo, o mejor dicho con Zayden mi yo de otra dimensión, y una chica preciosa llamada Linnaea que por lo que comprendo también solía ser una Agibílibus antes de mí y de otros seis. Eso sin agregar el hecho de que comparto el cuerpo con mi otra versión de esta misma dimensión. Que confuso ¿No? Todo esto es muy abrumador incluso para mí, sin embargo, intento adaptarme a esta nueva realidad, sin aun poder despegarme por completo de mi antigua realidad. Debía admitir que ya no volvería a mi hogar, nunca más.
—Debemos pensar muy bien cual será nuestro siguiente paso. —expresa de pronto Zayden mientras sigue caminando a pasos apresurados junto a la extraña criatura felina. No había tiempo que perder. Todavía sigo luchando en apegarme a la loca idea de que aquella criatura es real y no producto de mi imaginación.
Cada paso que damos nos adentra más en esta dimensión misteriosa, mientras mi mente se llena de pensamientos sobre lo que acaba de ocurrir minutos antes. Me siento abrumado por la responsabilidad que recae sobre mis hombros desde que fui elegido como el guardián del equilibrio en el multiuniverso. Al menos eso fue lo que le entendí a Linnaea y a Zayden quienes intentaron explicarme y prepararme con lo que necesitaba saber durante todos estos largos días de camino, despertando así todas mis alarmas.
Era inevitable no pensar en la maldición que ha caído sobre mí. Los caballeros de Damodok me acechan en las sombras, listos para cumplir su siniestro propósito, ahora me preguntaba si podre sobrevivir a lo que ahora debía de enfrentar. Y la verdad de todo esto; es que no me consideraba una clase de héroe, tampoco podía creer el hecho de que tuviera ciertos poderes que debía de activar para poder enfrentarme a un destino incierto que muchos intentaron proteger antes de mí.
Ni siquiera podía ser capaz de hacer magia sin tener que fracasar en el intento. Admiraba lo fuerte y ágiles que eran los chicos a comparación de mí. Ellos debían seguir siendo el Agibilíbus, y no yo.
Me detengo rápidamente y niego varias veces con la cabeza para decir: —No pienso cruzar esa cosa. —Señalo desde donde me encuentro, justo al otro extremo en donde se ubicaba la chica rubia y mi reflejo. Un viejo y oxidado puente que se atraviesa en mi camino y protege a los viajeros del profundo y oscuro lago.
—Debes cruzarlo, solo así llegaremos a tiempo. ¡Apresurarte! —grita desde la lejanía el chico peliblanco.
—Te dije que no haría más que atrasarnos.—le escuche decir a la chica rubia quejándose con Zayden.
Fruncí el ceño en cuanto escucho su fastidiosa queja. Cinco días, solo eso basto para poder conocer muy bien su pésimo mal humor cada vez que las cosas no siempre solían salir como ella lo planea, y para descubrir lo impaciente y arrogante que muchas veces puede llegar a ser. A diferencia de Zayden tenía que admitir que el chico sí que tenía paciencia, mucha de hecho, siempre tan positivo y carismático, era tan amable con todos que ya estaba comenzando a darme diabetes.
—Sabes que desde aquí puedo escucharte, ¿No?
—¡Solo apresura el paso, chillón! No deseo patear aún tu profético trasero.—Bramó Linnaea perdiendo la poca paciencia que me tiene. Nuevamente se colocó su capucha y me ignoro por completo.
Hago gestos en silencio murmurando e intentando imitar su mal carácter para luego atreverme a dar cinco pasos apresurados en el viejo y oxidado puente, pero al hacer esto sale un chirriante sonido que activa todas mis alertas. Rápidamente y con el temor de que pronto se caerá me aferre con fuerza a las barandillas centrales.
—¿Por que a mí me tiene que suceder este tipo de cosas? —me quejó sin parar de soltarme de mi agarre.
«Sabes, si yo tuviera el completo control de nuestro cuerpo de seguro ya estuviéramos al otro extremo» intervino Zuko en mis pensamientos.
—Como si fuera tan fácil. —Susurre.
Sentí el aire caliente en mi piel, y noté que mi corazón latía con fuerza. El puente me parecía más pálido y desvencijado. Con el metal desgastado y completamente oxidado. El viento arrastraba ramas secas por el suelo y yo me preguntaba cómo alguien había podido considerar seguro cruzar este puente en algún momento.
—Solo..., ¡Espéreme...! —Grito al observar que se alejan. — ¡Tienen que esperarme! ¡No me pueden dejar aquí!
Pienso para ir a correr detrás de ellos y seguirle el paso, pero el agua del lago era oscura y profunda, y el reflejo de las nubes se veían en sus aguas turbias. Yo sabía que tenía que cruzar, pero el miedo me inmovilizaba. Tenía la sensación de que algo malo iba a pasar si seguía adelante, y la voz de mi cabeza me decía que no me moviera. Zuko sabía que algo no estaba bien, lo escuchaba susurrarme: «No te muevas chico" algo no anda bien»
Pero sabía que tenía que cruzar, así que hice un esfuerzo para dar el siguiente paso, y al hacerlo, el metal, debilitado y corroído, se rompió y el puente se partió, hundiéndose lentamente en el agua del lago.
No me dio tiempo de seguir avanzando cuando ya me vi al borde, y en cuestión de segundo ya me veía aventándome con una de las rejillas con que se suponía que me estaban sosteniendo.
—¡AAAA...! ¡AYUDA!
Yo caí al agua helada y sentí como me quedaba sin aire en los pulmones. Espere oír las voces de los chicos y turbulencia en los alrededores, pero nada de eso llego sin importar el tiempo de espera. Aunque los minutos transcurrían y la necesidad de respirar me apretaba la garganta cada vez más y más a cada segundo, seguía atrapado allí. Intente nadar con todas mis fuerzas, pero había algo que no me permitía salir a la superficie, me absorbía como una extraña energía que no permitiría que saliera por más que me esforzarse.
«¡Vamos a morir muchacho!»
«¡Vamos a morir!»
«¡No quiero morir otra vez! ¡No,no quiero!»Era lo único que resonaba en mi mente, la voz irritante y chillante de Zuko, que me mantenía aun despierto.
Seguí descendiendo, hundiéndome en la oscuridad. Sentí como si se me estuviera clavando algo en la espalda, eran como si me rasguñaran sin cesar, y entonces comencé a escuchar ecos de risas extrañas susurrándome cosas incoherentes, y en un instante me encontré flotando en una cámara redonda, con más puertas abiertas a mi alrededor, y una ventana que mostraba un cielo negro, estrellado.
Ya no se trataba del extraño cielo de Outherglands, lo supe al notar la ausencia de aquel cielo en donde la inusual e enigmática Luna pareciera observar cada paso que das. Sí, hablo de ese cielo en donde debería haber estrellas y no gigantescas esferas repletas de burbujas coloridas.
Entonces lo comprendí todo; Había llegado a otro mundo, y aunque sabía que no era real, no podía evitar sentir miedo. Poco a poco empecé a oír voces, una voz susurraba mi nombre, una voz que parecía provenir del fondo del universo, y otra voz más fuerte decía:
—Te hemos esperado Agibílibus...
Me sentí atemorizado, aterrado y confuso. ¿Qué estaba sucediendo?, estaba intentando procesar lo que estaba sucediendo. En segundos me vi envuelto en una neblina iridiscente que me transporto a un lugar desconocido.
La escena se desplego frente de mí como un recuerdo vivido. ¿Acaso estaba viajando en el tiempo? O es que se trataba de otra dimensión similar a la mía que era lo que estaba ocurriendo. ¿Es esto uno de los grandes poderes de un Agibílibus?
Estaba mi yo de dieciséis años parado en la orilla de un lago tranquilo, recordando la voz de mi dulce hermanita que no paraba de murmurar la fastidiosa melodía pegadiza que escucho de un comercial de cosméticos. Ella jugaba animadamente en la orilla de un puente de piedras, justo en donde se ubica un viejo templo.
Desde que mis padres se divorciaron muchas cosas tuvieron que cambiar, desgraciadamente todo fue demasiado rápido y tan repentino, tuvimos que adaptarnos a no ver más a nuestros padres estar juntos, a no ver a papá en casa, las largas discusiones entre ellos aumentaron más luego del divorcio, y el vacío fue creciendo. Cada vez mis padres se sentían más distantes de mi hermana y de mí, lo único que solía animarme era tomar fotografías de todo lo que llamase mi atención. Mi cámara podía captar el mundo que muy pocos pueden ver; podía ser colorido, extravagante, gótico e incluso nostálgico.
Como adoraba venir cada fin de semana al famoso lago de Torren, siempre con el mismo propósito; a fotografiar las aves, las hojas secas caer sobre la verdecida agua y las mariposas revolotear entre los pequeños faroles repleto de moho. Pero recuerdo que lo que de verdad estaba haciendo era pensar. Sí, pensar en mi vida, en que tenía la sensación de haber alcanzado todas las metas y de haber ido cumpliendo un sueño tras otro. «Soy feliz», me dije. Y creo que fue el tono que resonó en mi cabeza, esa leve interrogación, lo que de repente me hizo fruncir el ceño, sin apartar la vista de la superficie ondulante.
«¿Soy feliz?», cuestioné. No me gustó esa duda que pareció agitarse en mi cabeza, viva y reclamando mi atención. Cerré los ojos y pensé una vez más en aquella pregunta «¿Soy realmente feliz?».
Escuche una vez a mi hermanita reír y eso bastó para abrir los ojos y verla. Cuando lo hice, la vi tomar algo del templo; alzó un antiguo recipiente hasta que la luz del sol creó reflejos sobre la superficie de cristal. Era perfecto. Inmejorable. «¿Soy feliz?», me pregunte una vez más, «Claro que soy feliz». Había algo retorcido en el hecho de que las inusuales hojas permaneciesen allí dentro, resguardadas e intactas, que lograba calmar alguna forma la ansiedad que en ocasiones Hasley sentía en el pecho. Porque nadie podría dañar a esas hojas. No se perderían. Y, si al final terminaban convirtiéndose en polvo, lo harían lentamente, y no porque la suela de un zapato las aplastase sin miramientos. Mi hermana se había convertido en mi felicidad, a pesar de que la mayoría de las veces solíamos discutir la amaba, amo discutir con ella, bromear con ella, reír junto a ella y llorar a su lado, porque solo ella podía hacerme sonreír cada vez que sentía que todo se desmoronaba a mi alrededor, ella me entiende y yo a ella.
¿Cómo podía volver a vivir esa misma sensación de antes? Era solo eso un fragmento de unos de mis dolorosos recuerdos, pero aun no podía explicarme como podía vivir la misma situación dos veces.
—¡Ey! Niña no deberías jugar con eso —Escuché en la lejanía, y no le di mucha importancia a lo que el anciano estaba reclamándole a mi hermana. Solo me enfoque en fotografiar a mí al redor, olvidándome de lo más importante—. No deberías molestar a los espíritus que viven en el agua, esa reliquia protege nuestro mundo de entes cósmicos.
Bufé antes tal ridiculez. Tan viejito y con una gran imaginación de niño.
Muchos de los ancianos del pueblo solían temerle a tal absurda leyenda, esa misma a los que les prohibía a los visitantes de Torren tocar el antiguo recipiente que muchos consideraban como una especie de portal multiuniversal u ofrenda, que según los dioses protegían. Esa leyenda en la que un viejo y extraño recipiente resguardaba las hojas del tiempo y de los miles de universos. Sí, esa misma que cuenta que cada una de esas hojas fueron recolectadas por un Agibílibus de cada dimensión o Universo, con el propósito de mantener un equilibrio temporal.
—Hasley, entrégame esa cosa.
Ella se gira a verme con una expresión tierna de curiosidad, sus ojitos azulados adorables se fijan en mí mientras coloca el viejo recipiente de cristal repleto de extrañas hojas en mis manos, seguidamente se acerca a mí al notar que me atrevo a quitarle la tapa.
—Ya escuchaste al anciano, no creo que sea buena idea, Jayden.
—Son cuentos de niños. No te preocupes, no sucederá nada.—Le asegure.
—¡Niño pero que estás haciendo! ¡¿Acaso te volviste demente?!
Sin darle tanta importancia a los gritos del anciano me atreví a abrí el frasco con tanta confianza, asegurando que nada ocurriría y que todo se trataba de solo cuentos baratos que muchos ignorantes se apegaban.
Reí levemente en cuanto coloqué en la palma de mi mano una de las finas y extrañas hojas. Se sentía tan extraño, era como si un gran peso recayera en mi palma.
Entonces hubo un silencio.
Un profundo silencio.
El presentimiento de que algo malo iba a suceder se hizo más fuerte a cada momento, y los corazones de todos estaban latiendo con fuerza.
Yo, lo sabia.
Lo sabía muy bien.
Y lo había tomado como burla.
En ese entonces pensé que se trataba de una broma, una superstición ridícula. Ahora en este extraño lugar y sobre todo en mis más tristes recuerdos solo escuchaba el eco de sus risas... risas que desvanecieron con el tiempo, remplazadas por el eco sombrío de la tragedia.
El recuerdo se volvió más nítido, como si estuviera reviviendo ese fatídico día. Los destellos de luz sobre el agua se transformaron en destellos de recuerdos perdidos. Vi a mi hermana jugar alegremente cerca del lago, ignorando por mi culpa las advertencias Ancestrales que mi generación jamás tomo enserio. Vi la oscuridad acechante bajo la superficie, esperando pacientemente su oportunidad.
El eco de las risas se convirtió en un lamento silencioso mientras recordaba como mi hermana desapareció repentinamente bajo las aguas negras. El dolor y la impotencia regresaron con fuerza, como una marea impecable arrastrándome hacia la desesperación.
Entonces, en un lugar extraño donde los recuerdos cobran vida, comprendí la advertencia de la que me arrebato a mi hermana y la misma con la que fui maldecido para llevar el gran peso de todas las vidas perdidas en el tiempo de mi propia realidad. Ahora me encontraba atrapado entre dos mundos, con el eco siniestro de las risas convertido en un eco incesante de arrepentimiento y perdida.
Hasley... Lo siento...Lo siento mucho.
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🕰️Total de palabras: 2330
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