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Capítulo XXXVII

Los días pasaron, también las semanas e incluso los meses y las flores que otrora habían adornado los jardines de toda Corea, se marchitaban, dando paso a un frío otoño.

Las hojas anaranjadas, con un color parecido al caramelo teñían las copas de los árboles mientras la gente se abrigaba entre gruesas capas.

Los días ya no eran ni cálidos, ni amigables, a pesar de la temporada del monzón, como lo habían sido en verano, sino que ahora eran oscuros y casi temibles al rugir la brisa.

En el magnífico Palacio Park, una extraña calma se había asentado entre sus habitantes en la forma de una especie de paz armada entre los primos.

Chanyeol había logrado, con admirable paciencia, regresar al favor de Jimin al ayudar en calmar sus nervios a causa de el miedo a ser descubierto como el asesino de Juhyun, la muchacha que había muerto en su jardín tras "misteriosas circunstancias" segun el rubio había testificado.

—Primo, nunca pensé que te vería así— susurró para si el mayor, mientras el nombrado dormía, en su gran cama con baldaquín de cortinas azules.

Chanyeol intentaba contener su sonrisa, puesto que temía que el rubio despertase de su profunda ensoñación.

Pero, claro, eso sería bastante difícil o casi imposible cuando del té, preparado por Jooheon se trataba.

—¿Quién te ha visto y quién te ve, querido ChimChim?— esta vez, el de cabello oscuro si sonrió cuando se acercó al nombrado, acariciándolo con falsa ternura.

—Milord— habló el criado de su absoluta confianza, luego de haberse encargado de que la taza del rubio fuese lavada a la perfección —, ¿desea algo más ahora?

Chanyeol meneó la cabeza, y se volteó hacia el criado.

—Necesito muchas cosas— aseguró el de cabello castaño, con una sonrisa raramente vista en su rostro —, pero solo este maldito es quien me lo puede dar.

Estaba a punto de hacer que el "Conde Park" pagase por su criminal existencia, aunque el día no sería ese. Aun.

—Tu ocúpate del té, querido amigo— ordenó suavemente el lord de profunda voz, con sonrisa de lado a lado —, que nunca le falte a Su Señoría.

Jooheon sonrió al igual que su señor, retirándose tras hacer una corta reverencia.

—¿Puedes oírme, Jimin?— el castaño preguntó, acariciando el rubio flequillo de su primo
—Y, si no me oyes a mi, ¿acaso puedes oír a las almas que torturaste? ¿Sus quejidos son atormentantes como creo?

El rubio conde se removió entre sus sábanas, una mueca de disconformidad o dolor en su hermoso rostro.

—Mmm...— gimió en sueños el conde, suspirando.

—Eso es— susurró Chanyeol a su oído calientemente, lo que causó que los vellos rubios de su nuca se erizasen —, siente el dolor del conde, la condesa, el pequeño niño, tu madre, tu carnada, mi Baekhyun...

Esas últimas palabras fueron susurradas con ira, tomando las sábanas con fuerza en sus puños por el mero dolor del recuerdo de esa vida, de esa preciosa vida que aquel rubio demonio le había arrebatado.

—Pues, pronto te reunirás con todos ellos— le aseguró el castaño acomodando su cama
—, porque te haré sufrir tanto que desearás estar muerto. Y, cuando eso pase, ellos serán los que continúen tan noble tarea por mi.

Chanyeol se puso de pie y fue hacia las puertas de la gran recámara, con una sonrisa en su rostro pensando en lo que haría luego.

Estaba seguro que su invitada se prestaría a un ínfimo vuelo de 10 horas en una "alfombra mágica" para encontrarse con el conde. ¡Estaría encantada de tomar el té con él!

—No quiero llevarme todo el crédito de arrastrarte allí— el mayor comentó al paso, abriendo ambas puertas con elegantes decoraciones —, no quiero que pienses que fui yo solo quien transformó tu vida en un infierno. Pero que estás en mis manos, es indiscutible.

Con la misma sonrisa que no había abandonado su rostro, el castaño cerró las puertas de los aposentos tras de si y se encontró en el pasillo con una apresurada Seulgi.

—¿Ibas a algún lado?— preguntó recargándose contra el marco de la puerta.

Seulgi conocía bien su lugar, pero también sabía hacia dónde soplaban estos nuevos vientos.

Y como dice el dicho, el ama de llaves de palacio estaba bien con Dios y con el Diablo.

—Milord— le dedicó una muy corta reverencia —, me temo que no hemos podido ubicar a Lady Park en su mansión, es posible q-que no se encuentre en Estambul— informó la del cabello azabache.

—Esmirna— Chanyeol guiñó un ojo antes de marchar, con una felicidad inusual luego de la muerte de su amado, a sus aposentos.

Tarareando una canción, que inundaba el enorme palacio.

En los frondosos jardines del Palacio Kim, esa helada brisa otoñal soplaba las marchitas hojas de sus árboles.

Sin importar las inclemencias del frío clima de esa tarde ya pronta a hacerse noche, una figura se encontraba sentada en la pérgola blanca.

Arropado en un grueso abrigo de capa estilo Inverness color taupe y con un par de guantes de cuero color marrón en sus manos, Heechul meditaba.

¿Cómo habían llegado hasta donde estaban? ¿Cómo había un corazón roto destruído la vida entera de su primo? Con un "prontuario" como el suyo, sería casi imposible subsistir en la sociedad coreana.

Porque, no contento con ser homosexual en una sociedad que aceptaba a regañadientes e hipócritamente, también se le sumaba la mancha de una prolongada internación en un hospital mental en un país en donde esa sola insinuación ya era causa de despido.

Aunque, en muchos casos, el despido no sería necesario si nunca obtiene el empleo.

Nunca, ni en sus pesadillas de la infancia, el Marqués Kim se hubiese imaginado que esto sucedería con su primo, con su familia entera.

—Su Excelencia puede enfermarse con este frío— se sorprendió al escuchar la voz de su mayordomo quien se le aproximaba lentamente —. Y no quiero que se enferme.

Kyuhyun confesó, apenado, al darle una taza de humeante chocolate caliente al marqués con sus manos descubiertas y sus dedos helados.

Heechul lo miró por un largo rato en silencio, hasta que su rostro mostró una sonrisa. A pesar de todo lo malo que les sucedía, el castaño seguía ahí con ellos, apoyándolos...

Apoyándolo a él, su único amor incondicional desde la tierna adolescencia que ellos habían compartido.

—¿Por qué has salido así, tan desabrigado?— preguntó, una vez que hubo tomado la taza en sus enguantadas manos.

—Porque quería apresurarme para que Su Excelencia no se enfermase— se excusó, algo avergonzado, el castaño con las mejillas sonrosadas.

Heechul sonrió tiernamente y palmeó el lugar a su lado, para que el menor se sentase.

—N-no sería apropiado...

Pero una mirada de Heechul silenció cualquier protesta, y el castaño tomó asiento a un lado de su señor.

—¿E-en qué tanto piensa?— preguntó, titubeante, luego de un prolongado silencio en el cual el marqués había bebido parte de su dulce chocolate.

Heechul suspiró —En la vida, en como nos juega malas pasadas, en... en... realmente, en todo pienso— confesó.

Kyuhyun lo comprendió, después de todo, era un duro golpe tras otro en la vida del amable marqués luego de la llegada de su sobrino.

Pero, aun así, no pretendía hecharle toda la culpa a este, puesto que ni se imaginaba el escándalo que un amor, que basado en mentiras, pudo con la reputación de una de las familias más ilustres.

—Desde que la marquesa expulsó al barón de palacio, a veces siento como si todo esto hubiese sido un mal sueño— confesó el mayordomo, con un aire apenado.

Taeyeon se había deshecho de quien creía responsable por la desgracia de su sobrino. Y, por lo tanto, el Barón Kim se había marchado de sus vidas.

—A veces, quiero salir para buscarlo y pedirle que me dé una explicación, al menos— admitió el marqués, sonando apesadumbrado, con un aire sombrío —, pero, luego, me doy cuenta que solo servirá para empeorarlo todo.

Kyuhyun se sorprendió tanto por esa revelación, como por el gesto del marqués de darle sus guantes para calentar sus heladas manos.

—¿Usted cree que el amor lo empeora todo?— preguntó el mayordomo quien, tras hacer frente a su señor, había sido obligado a ponerse un par de guantes que no creía fueran a la "altura de un sirviente".

—Depende con quién sea— el marqués contestó, frotando las manos ahora enguantadas del castaño para calentarlas.

Kyuhyun lo miró por un momento en absoluto silencio mientras contemplaba si era lo correcto hablar o callar.

—Yo estoy enamorado de usted, Su Excelencia— con su voz en un susurró, confesó el mayordomo finalmente.

Heechul le sonrió con gran ternura, antes de dar un beso en la punta de su nariz, que le causó un gran sonrojo.

—Sabes que amarme es muy difícil— contestó, poniéndose de pie para marcharse —, si me amas, estarás condenado a perder tu alma.

Heechul suspiró pesadamente mientras que los ojos oscuros de Kyuhyun se llenaban de lagrimas.

—Como a todos los que han amado a la nobleza— acabó el de cabello azabache.

—Estoy dispuesto a perder mi alma por estar con usted mi vida entera— tomó las manos delicadas de su señor y se las llevó a su palpitante pecho
—, se lo puedo prometer.

Heechul no sabía qué responder ante esa confesión tan sincera, puesto que nunca se había imaginado que Kyu lo amase así de profundo.

—Quédate a mi lado— pidió el marqués de hebras oscuras con un tono sedoso, contra el pecho del menor —, no puedo prometerte nada, pero solo... quédate a mi lado.

Kyuhyun besó sus cabellos y sonrió como ese enamorado que siempre había sido.

—Cuente conmigo.

¡Hola, amigos!

Regresé... con un capítulo muy chotoso, pero quería actualizar. Y esto es lo que se me ocurrió.

Les pido disculpas por ser malo, por ser corto, pero les prometo que la próxima va a ser mucho mejor 😀.

Les quería comentar que estoy publicando una nueva llamada Madonna de Kazán
... por si les interesa, no sé.

(Shameless self-promo ON)

Gracias por leerme y si me regalaran una estrellita o un comentario, me harían muy feliz.

SUPERAMOS LAS 500 ⭐!!! Quería agradecerles a todos los que lograron esto. Los adoro a todos.

¡Besos!

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