Capítulo XXXIV
Los nubarrones de tormenta se cernían sobre la residencia del Marqués Kim, augurando el comienzo de la temporada de monzones veraniegos.
Mientras tanto, dentro de esa palaciega mansión, rugía otra tormenta. Y ciertamente esta era una mucho más dañina.
Por los pasillos, las doncellas murmuraban, algunas menos discretas que otras, sobre este gran escándalo que se había gestado entre esas decoradas paredes del Palacio Kim.
Nayeon, cautelosa, entró a los aposentos de su señor cuando la mañana había llegado, aun si estuviese oculta por dichos nubarrones oscuros.
La doncella sentía que todo lo que estaba ocurriendo era su culpa. Y la de nadie más.
—Milord— exclamó al entrar, sorprendida al verlo sentado en su cama, luciendo cansado, con sus tristes ojos colorados.
SeokJin ni siquiera se inmutó ante la presencia de Nayeon, permaneciendo enredado en las sábanas de seda de esa elegante cama polonesa.
—¿Qué sucede ahí afuera?— con una voz apagada, casi en un susurro, preguntó.
Ella no estaba preparada para revelar que todo el personal y posiblemente los medios, se habían enterado acerca de su relación con el barón. Y sobre su anterior compromiso.
Por ende, decidió sonreírle de manera forzada para intentar ahorrarle el mal momento.
—Nada, Milord— mintió, con una sonrisa asistiendo a dicho castaño para levantarse de su cama, en donde no había sido capaz de dormir.
Nayeon se apresuró a cubrirlo con una bata de seda antes de encaminarlo hacia el tocador, para refrescarse.
—¿Tu sabías?— preguntó tras un largo silencio, mientras se concentraba en el agua que caía del grifo.
Nayeon se sorprendió por eso, así como la manera en que se lo preguntó. Lord Kim sonaba como si estuviese muerto.
Y, de hecho, lo estaba. Estaba muerto por dentro desde que aquella cruel verdad le había sido revelada horas atrás.
Aun no podía procesarlo.
—¿Tu sabías que el barón ya estaba comprometido?— con un hilo de voz, le repitió.
Nayeon, en realidad, se había enterado hacía poco acerca de ese antiguo compromiso. Pero lo había sabido desde antes y eso, tampoco se lo diría.
—Milord, ¿cómo podría?—
la doncella castaña respondió, con una suave vocecita.
Nayeon se retorcía dentro de si, su propio remordimiento calaba hondo en la castaña y se sentía aun peor mientras secaba suavemente el rostro húmedo de Jin.
—Y si hubiese sabido, habría hecho todo lo posible por que no saliese lastimado— repuso la doncella, una mueca algo parecida a una sonrisa estaba plasmada en su rostro.
Jin observó por un momento a la muchacha en silencio. Y, fuera por el cansansio o solo por su bondad, Jin le creyó.
—Muchas gracias— le sonrió débilmente, entristecido, a la arrepentida doncella.
Nayeon no podía observarlo a sus ensombrecidos ojos, así que se marchó a prepararle el baño apresurada.
Pretendía ahogar todos sus pensamientos en esa bañera, pero Jin no encontró ningun atisbo de mentira en ella.
Confiaba ciegamente.
—Realmente, eres una buena amiga y una en las pocas que puedo confiar aquí— afirmó el castaño, mientras que ella ayudaba a quitarse la bata.
Jin miraba a Nayeon con esos ojos tan sinceros, tan dulces, y fue como una puñalada para la doncella castaña.
《¡Que todas las maldiciones caigan sobre mi por haberle hecho esto a alguien tan puro como él!》se repredió para sus adentros mientras salía de los aposentos para permitir a Jin bañarse en paz.
Sin pensarlo un segundo más, la castaña se encaminó hacia donde Sir Jeon dormía desde el colapso, esperando que su residencia fuese restaurada.
—¿Qué deseas, Nayeon?— el caballero de cabello azabache preguntó, somnoliento, al ver que ella entraba sin tocar.
—Que acabe toda esta locura, le está haciendo daño— con una voz casi quebrada por la emoción, le reprendió.
Jungkook la observó, casi sin darle importancia, hasta que se encogió de hombros.
—Lord Kim debe conocer esa verdad que su prometido le ha ocultado, no tengo por qué rendir cuentas a una sirvienta por mis acciones— respondió el despreocupado azabache.
Nayeon no lo podía creer, ya que podía haber jurado que ese maldito insensible estaba enamorado del mayor.
—El amor lo ciega a uno, pero también puede impulsarlo a otro a abrir los ojos— repuso, tomando asiento en el mueble a los pies de su cama.
—¿Qué quiere decir eso?
Jungkook suspiró —Amo a Jin, es por eso que no puedo verlo amar tan ciegamente a otro que lo ha dañado tanto con sus mentiras.
Nayeon no daba crédito a esas palabras tan hipócritas.
—Yo no sé si usted realmente ha perdido la cabeza o solo es un maldito cínico— escupió la doncella antes de marcharse, azotando la puerta.
Jungkook no respondió, solo quedó mirando fijamente esa decorada puerta que Nayeon acababa de azotar, silencioso y meditabundo.
—Si, he perdido la cabeza por Jin— susurró pesadamente, al cerrar sus manos fuertemente en puños —. Y pienso hacer lo necesario para tenerlo.
Jungkook se encaminó hacia el espejo de marco dorado en la pared sobre una consola de caoba, decorada con flores.
—Pronto, todo esto se habrá acabado— murmuró para si el de cabello azabache.
Con sus delgados dedos, Jeon acariciaba el marco dorado y sus decoraciones labradas.
—Siento tener que lastimarte de esta forma, dulce princesa, pero debes conocer la verdad y pronto te darás cuenta de la persona que merece estar a tu lado— sonaba como si tratase de convencerse a si mismo en lugar que a otros.
Podía percibir la manera que aquellas fresias amarillas que decoraban la cómoda, entre sus dedos, se marchitaban.
¿Acaso arruinaba todo lo que tocaba? Temía, siquiera, darse una respuesta a esa pregunta a si mismo, a solas. Jungkook no era un monstruo, aunque aseguraba que el amor puede transformar a un hombre en un monstruo o un ángel.
¿Qué era él? Esa pregunta era otra cuya respuesta temía.
Pero, por lo pronto, esperaría a que el resultado de todos los acontecimientos recientes no fuera tan devastador.
Mientras tanto, los marqueses se encontraban conversando en susurros en ese espacioso desayunador, donde aun los más jovenes no estaban.
Las doncellas que siempre se encontraban a la espera que fueran solicitadas durante el desayuno, se habían ido por pedido de Heechul.
—¿Quién pudo haber causado este escándalo?— preguntó el marqués, con un tono pesado a causa de su pena.
Sentía pena por los rumores que, seguramente, ya habrían hecho su efecto en su primo.
—No puedo creer que alguien sea tan cruel como para crear estos rumores— espetó su tía, bebiendo una taza de té.
Taeyeon conocía lo sensible que era su sobrino menor, así que estaba muy preocupada a causa de las vivencias de Jin durante su infancia.
—Me pregunto cómo estará el pobrecito, pero temo que si lo atosigamos, podría sentirse... aun peor— confesó Taeyeon a su sobrino, preocupada.
Heechul suspiró pesadamente sintiéndose sobrepasado por esa situación. Pero aun estaba cerrado a la posibilidad que el compromiso del barón fuese realidad.
—Solo rumores, solo eso— el marqués afirmó, concentrado en la consola a un lado de su mesa donde se encontraba la platería para el servicio.
La Marquesa Kwon no estaba tan segura de eso, aunque ella esperaba que aquel simpático barón no fuese una de esas personas adúlteras.
—Debemos escuchar eso de la boca de los protagonistas— la marquesa no pensaba emitir juicio alguno sin que el barón tratase el asunto.
Como si lo hubiese invocado, entró al salón Taehyung.
Parecía como si no supiera de lo que se hablaba en palacio y se notaba confundido.
—Su Excelencia, ¿sucede algo aquí?— le preguntó el de pelo plateado, confundido.
—Lady Bae Juhyun— con una mueca neutral, respondió una estricta marquesa.
Taehyung quedó helado en su lugar, mirándolos a ambos sin saber que responderles.
El barón no sabía todo lo que había ocurrido de la noche a la mañana, ni siquiera que Jin se había enterado.
—No sé de qué...
El marqués golpeó la mesa, la mueca en sus labios denotaba enfado —¿Por qué escondiste todo acerca de tu prometida a nosotros? ¡A Jin, sobre todo!
La realidad de la situación, así se le impuso a Taehyung de la misma forma que un torrente de agua helada.
¿Cómo se habían enterado de eso? ¿Se habría enterado Jin? Esas preguntas atemorizaron al barón en solo segundos y, frente a sus ojos, podía ver su mundo en llamas.
—Yo n-nuca quise hacer daño a quien amaba— confesó, de manera sentida, con el dolor impreso en cada palabra.
Taehyung sentía vergüenza al igual que incertidumbre, pues no sabía cómo ni por qué los marqueses sabían.
—¿Está hablando de SeokJin o de su prometida, barón?— la marquesa preguntó, de forma hostil, con el ceño fruncido.
—¡SeokJin es el unico al que amo, lo prometo! Pero... ese compromiso había sido una idea de mi difunto padre— susurró cabizbajo.
Se sentía un niño regañado... pero no le importaba aquello, tanto como le importaba que su príncipe de porcelana se hubiese enterado también.
—Aun así, nunca comentaste nada al respecto a nadie— el marqués recalcó, con cara de pocos amigos.
—Créame, Su Excelencia...
Kyuhyun entró, presuroso, al salón con una tableta.
—¿Qué sucede?— preguntó el marqués, sin despegar la vista del barón frente suyo.
—Su Excelencia debe ver esto, es urgente— le informó el castaño, mientras acercaba la tableta a su señor.
Heechul se horrorizó ante las palabras que leía en aquella noticia sensacionalista en uno de los tantos tabloides:
¡Escándalo!
El Barón Kim Taehyung, 23, mantenía una relación secreta con Lord Kim SeokJin, 26, aun estando comprometido desde hace años.
Fuentes anónimas cercanas a ambos han confirmado esta relación. Los siguientes son extractos de las cartas que los dos nobles intercambiaban en el trascurso de su romance de meses...
—Me temo que Lord Kim se haya enterado también— el mayordomo castaño repuso.
Taehyung sintió su corazón caer desde su pecho hasta lo más profundo de su ser.
Jin estaba sentado en silencio en la elegante duchesse de sus aposentos, la mirada perdida pero llena de dolor.
Los artículos de la prensa, así como los comentarios acerca de este escándalo, rondaban por su mente aun.
Jin caminó lentamente hacia una cómoda de caoba, sobre la cual se encontraba el gran espejo de marco labrado.
—¿Qué te sucedió, SeokJin?—
se preguntó a si mismo, luego de ver su reflejo por primera vez en el cristal.
Parecía como si el gran dolor de la traición y del escándalo, lo habían hecho envejecer.
La turbada mente del castaño trastornada a causa de cada una de las decepciones y las mentiras, solamente pensaba en restaurar su honor.
—Ya has causado demasiado daño a tu familia, a su honor, a su reputación— se habló a si mismo, aun mirándose en aquel espejo —, ¿podrías ser capaz de perdonarlo?
Sus palabras, murmuradas en un dolido suspiro, no tenían sentido alguno. Pero para una persona en su delicado estado emocional, eran justificables.
—Como la Reina Yun*— el de cabello castaño susurró para si, tomando una caja de plata labrada que, por meses desde su llegada, había ocultado de todos —, ese es mi destino— abrió dicha caja, suspirando.
Conocía las consecuencias de su desgracia, de la desgracia que había caído sobre toda su familia a causa suya.
Dentro de esa diminuta cajita de porcelana francesa, oculta en la más grande de plata, un agobiado Jin sabría encontrar la solución.
—Tengo sed— desapegado de la realidad, afirmó mientras que servía dicha bebida en su copa de cristal cortado.
—Jinnie, ¿me escuchas?— se sorprendió al oír la voz de su primo al otro lado.
Heechul estaba preocupado y también lo estaba el resto de la familia. Taehyung más que nadie, puesto que sabía que lo que sucediese sería su culpa.
Y nunca se perdonaría por el mal que cayera sobre su Jin.
—Jinchi... a-abre la puerta— pidió la marquesa, mostrando su preocupación.
El castaño miraba las puertas trabadas de sus aposentos con un atisbo de tristeza, mientras tomaba asiento sobre su cama con la copa en mano.
—¡JinJin, amor mio!— gritó el de cabello plateado, haciendo al mayor sonreír tristemente
—Por favor, sal... quiero que platiquemos, ¿si?
El mencionado suspiró, dado que sabía a dónde llegaría la charla. Todo era una mentira tras otra. Nada nunca podría remediarlo.
Excepto un vaso de agua.
—Por favor, perdónenme— el castaño rogó en un suspiro.
Entonces, vertió el contenido de la cajita de porcelana en el agua, haciendo que se tornase de un color amarillento.
Y, con lágrimas en sus bellos ojos, bebió hasta el fondo.
—¡SeokJin, abre la puerta!— gritó desesperado el marqués, intentando usar el picaporte.
—Su Excelencia, espere— un apresurado mayordomo fue a donde todos se encontraban y con la llave en mano.
En su habitación, Jin comenzó a sollozar antes que un fuerte dolor en su estómago dejara a castaño sin aire.
—Perdónenme, por favor— el efecto del veneno nubló todos sus sentidos, ni siquiera pudo darse cuenta cuando abrieron la puerta.
Kim SeokJin cayó en una muy profunda ensoñación a causa del veneno ingerido.
¡Hola, amigos!
Finalmente llegué a la parte que más había añorado. Eso significa que se acera el fin.
Un ítem para definir ¿si?:
*Reina Yun: reina consorte como la segunda esposa del Rey Seongjong, quien fuera ordenada cometer suicidio con veneno.
Espero que les haya gustado este capítulo --que quedó un poquito extraño-- gracias a los que apoyan mi historia. Y agradecería que dejasen comentario o una estrellita.
¡Besos!
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