Capítulo XXX
La elegante Villa Kim brillaba con el sol de la tarde, se podía respirar un aire de serenidad, mientras tanto que SeokJin se encontraba aun dormido.
Ya era poco más de mediodía, algo extraño para aquel quien siempre despertaba antes que todos. Pero, se le había hecho saber al reducido personal, el que Jin necesitaba descansar.
Plácidamente, escondiendo su tierna desnudez en el blanco de sus sábanas como un bebé, el castaño mantenía una linda sonrisa en sus labios.
Taehyung estaba sentado a su lado, en un taburete, mirando con adoración como su angel, su principito de porcelana, se reponía de la noche anterior; su primera noche.
—¿Qué habré sido en mi vida anterior para tener semejante regalo del Cielo?— preguntó a si mismo, en un susurro.
Nayeon, sin tener idea que el barón se encontraba adentro, abrió las puertas suavemente para que Jin no se despertara.
Pero se detuvo al escuchar las palabras que el Barón Kim le dirigía a este, mientras que le acariciaba el rostro con amor, causándole una sensación de enorme ternura cuando Jin se removió en la cama, contento, pero aun dormido.
Nayeon, entonces, comenzó a pensar en retrospectiva, todo lo que ambos habían pasado...
—JinJin, cuando sonríes, juro que podría poner el mundo a tus pies, amor mio— susurró, melosamente, Taehyung.
Quizás, solo quizás, el barón no era tan malo como Sir Jeon planteaba que era comparado a si mismo. Y lo más probable era que realmemte estuviesen enamorados.
Siendo así, ¿podría enmendar su grave error de caer en una trampa de intrigas?
—Su Señoría— se reverenció, haciendo que este se voltease lentamente al escuchar como hablaba suavemente.
—Oh, Nayeon, que suerte que estás tu aquí— el de cabellera plateada, se puso de pie.
Los dos se retiraron hacia un rincón de los aposentos, para hablar sin perturbar el sueño de Jin acerca de algo que ella sabía perfectamente.
Al inicio, no había estado tan entusiasmada, pero debía de acatar sus ordenes. Ahora, se convencía de que eso era algo correcto y necesario.
—¿Han llegado los invitados o aun están en camino?— con una mal disimulada emoción, el barón preguntó.
—Todos han sido acomodados aunque la princesa desea una habitación más grande— con una sonrisa, respondió.
Taehyung rió levemente antes de dirigir una mirada al bello castaño arropado en su cama con dosel —¡Los amigos de Jin son tan caprichosos como él!
Ambos compartieron una risa casi silenciosa, puesto que en la habitación, Tae no permitía ni que un ave se posase sobre el alféizar: su bebé dormía.
—¿Está preparado el salón?— preguntó el más alto.
—Completamente— asintió la castaña doncella.
—Entonces, ve a cambiarte, y yo lo despertaré— respondió el de hebras plateadas.
—Inmediatamente iré por mi uniforme, Su Señoría— antes de que pudiese salir, el barón la detuvo suavemente.
—Para nada, Nayeon— negó con la cabeza, confundiendo a la doncella de esas regordetas mejillas —Estás invitada.
Nayeon se sorprendió, aun así sus ojos se iluminaron.
—Gracias, Su Señoría— con la sonrisa incandescente en sus labios, se reverenció y salió.
Taehyung, entonces, caminó a hurtadillas hacia donde yacía su amorcito, para despertarlo con pequeños besos sobre sus delicadas facciones.
—Mmm... Tae— adormecido y con una sonrisa en sus labios, el castaño murmuró.
—Despierta, amor mio— con paciencia, ayudo a que Jin se sentara suavemente sobre la acolchada cama.
—Mno qero— habló contra la almohada, haciendo reír a su apuesto prometido.
No pudo evitar una sonrisa de ternura con la manera en que tallaba sus ojos almendrados, su alborotado cabello. Todo.
Era demasiado adorable.
—Se un niño bueno, JinJin, ¿o me quieres hacer enfadar?— con falsa seriedad, preguntó.
—No— sacudió varias veces la cabeza, antes de inclinarse hacia adelante para besar sus coloreadas mejillas.
Taehyung quiso besarlo en los labios, esos apetitosos belfos, pero Jin lo apartó pues no se había cepillado los dientes.
—¿Quieres que te ayude?— preguntó Taehyung, mientras el castaño envolvía su cuerpo como el de una momia en sus sábanas para levantarse.
—Es q-que... me da vergüenza que me veas así— admitió, su rostro tornándose carmesí.
Taehyung sonrió de lado y sus labios se posaron en el cuello del contrario —He visto más que eso ¿recuerdas?
Jin, sonrojado, lo apartó de su cuello antes de intentar saltar de su cómoda cama.
Taehyung, pícaro como lo era siempre, sonrió antes de darle un beso a su prometido sobre la lechosa piel de uno de esos hermosos hombros.
—¡Basta!— Jin exclamó dando un golpe en el pecho del otro, sonrojado hasta las orejas.
—Perdón, mi amor— aunque no lo sentía, se disculpó.
Taehyung aguantó esas ganas locas de arrancarle la sábana al castaño, mientras que este se dirigía al tocador, un tanto adolorido, en verdad.
—Apresúrate a vestirte, lindo, que tendremos un brunch— comentó el barón, restándole importancia al evento.
Jin asomó su cabeza desde la puerta del tocador, aun tenía el cepillo dental en la boca.
—¿Qué es un brunch?— aun con la boca llena, le preguntó, puesto que nunca había oído esa palabra antes.
Y los idiomas extranjeros no eran su fuerte, para nada.
—Es una mezcla de desayuno con almuerzo— respondió el de cabellera plateada.
Y, entonces, cayó en la cuenta de que seguramente era muy tarde para estarse levantando de la cama recién.
—Tranquilo, bebé— sintiendo su preocupación traducida en su rostro, el menor se acercó a besar su naricita —Si tu así lo deseas, detendré todos los relojes del mundo, para que no te altere la hora.
Jin sonrió, reposando sobre el hombro de Tae —Eres todo lo que siempre desee, cariño.
Taehyung besó sus cabellos y le sonrió ampliamente —¡Ya! JinJin, no te demores.
Pero, cuando salió esperando encontrarse nuevamente con su prometido, solamente vió a su doncella haciendo su cama como todas las mañanas.
—¿Nayeon?— le preguntó, un tanto confundido.
La muchacha frente a él lucía preciosa usando un entallado vestido de color celeste y unas perlas que le había regalado.
—¿Por qué tan arreglada?— preguntó nuevamente, aun la sábana cubría su desnudez.
—La pregunta es ¿por qué no se encuentra usted arreglado a esta hora?— retrucó Nayeon mientras que le presentaba su chaqué con chaleco rosa.
Jin no comprendía nada —No esperarás que me vista así en casa ¿o si?— preguntó.
Nayeon suspiró —Pues, yo no, pero sus invitados si, Milord.
Jin abrió los ojos de manera desmesurada al escucharla.
—¿Invitados?
—Pues, claro— respondió su doncella como si nada, con el cuidado de no arruinar como lucía —Los invitados que nos esperan en el salón.
Jin no llegaba a comprender, ¿por qué su prometido haría algo así sin avisarle antes?
Nayeon, percibiendo que no iría a ningún lado, le tendió esa elegante ropa, e hizo un ademán —Apresúrese.
Jin, entonces, salió del estupor en el que estaba sumido dado la catarata de noticias y fue al biombo para cambiarse.
Pero ¿para qué se cambiaba y se vestía hasta la doncella? No tenía la menor idea.
—¿Qué es esto?— preguntó a si mismo, al ver un pequeño papel doblado sobre el cojín de la bergère tras el biombo.
SeokJin, mi príncipe.
Sé que estarás confundido, y lo entiendo, pero te ruego que en tu prometido confíes.
~Taehyung.
Jin, luego de leer esa nota, no perdió un segundo en quitar la sábana de encima para así cambiarlas por el chaqué.
Observó, por un buen tiempo, como brillaba el diamante de su anillo de compromiso. Y lo besó, como si besase a Tae.
—¿Milord está listo?— desde el otro lado, preguntó curiosa y ansiosa su doncella.
—Ya estoy— Jin pronto salió a su encuentro y sonrió.
—Permítame— con una gran delicadeza, ella colocó algo en el hojal de su chaqueta.
Un pequeño adorno hecho de fragantes lavandas que hacía que resaltase el rosado de su chaleco y rocheu de seda.
—Gracias, Nayeon— le sonrió a la castaña, quien luego fue a abrirle las puertas para que el más alto saliese.
Aunque, no sabía ni para qué ni hacia dónde ni nada sabía.
—Milord— la otra doncella en la residencia de verano que lo había acompañado, le dedicó una reverencia.
Esta también estaba muy bien vestida, como si todos fueran a una fiesta. Y, entonces, abrió las puertas del salón.
En el salón con ventanales de cara a los verdes jardines, Jin se sorprendió al encontrar un grupo de personas que menos esperaba que estuviesen.
—¿Qué hacen ustedes aquí?— preguntó, sorprendido.
—Taehyung nos llamó a todos ayer por la tarde— Hoseok le dedicó su sonrisa de corazón, antes de abrazarlo.
El Conde Jung tenía tanto a su hermana, como a su novio, en ambos lados; los tres relucían en sus elegantes galas de día.
—Pero ¿por qué?— preguntó el castaño, aun no saliendo de su estupor, mientras saludaba a Yerin y a Sehun.
—Porque tu prometido tiene algo muy especial para ti— la hermana del conde sonrió de forma picaresca.
Jin no tuvo tiempo siquiera de preguntarse cuando alguien a su lado, se aclaró la garganta, para llamar su atención.
—¡Sana!— gritó emocionado a ver a su querida amiga, quien lo rodeó dulcemente con esas amplias mangas de su kimono
—¡Eres mi amigo, Jinnie-kun! Por supuesto que dejaría todo para acompañarte hoy— con ternura, sonrió la princesa, a quien había conocido gracias a su primo hacía meses.
La Princesa Minatozaki era la heredera del kazoku que, tras su abolición en su Japón natal había sido mediatisada con la venia del gobierno coreano.
—Sana— comenzó Jin —¿has venido desde Japón solo por... lo que sea que sucede aquí?— preguntó el castaño.
—Oh, no— rió la princesa del cabello oscuro —, siempre les digo eso a todos para que me dejen tranquila. Estaba aquí— sonrió la japonesa.
Jin estaba a punto de replicar, o al menos, reír con su amiga, cuando otra persona apareció con una sonrisa en su apuesto rostro. Siempre simpático.
—¿Pensabas que te escaparías de mi?— preguntó en su tono profundo, casi burlón.
Los ojos de Jin se iluminaron al encontrarse con su amigo, de la infancia: Lee Jaehwan.
El único noble que nunca, en su vida, lo había hecho sentir menos por ser el hijo de unos nobles de menor rango.
—¡Kennie!— el castaño tardó nada en saltarle encima a ese apuesto conde, bastante más alto que él, quien lo recibió a brazos abiertos —¿Cuándo es que llegaste?
El Conde Lee rió ante lo dulce e infantil que su amigo podía ser, a pesar de tener la misma edad ambos.
—Lo más pronto posible— un hombre de negocios ocupado, como él, necesitaba una muy buena excusa para escaparse de su oficina en Seúl.
Jin, entonces, miró a todos los variados invitados allí y hasta intentó preguntar qué era eso que los había llevado ahí, aun así, no pronunció palabra.
Taehyung estaba ahí, radiante con el sol entrando por esos grandes ventanales, parado al frente de una mesa, decorada con guirnaldas de flores.
—Por amor a nuestra amistad de la infancia— susurró Ken a su oído, sonriente —, ¿podrías darme el honor de escoltarte con tu prometido?
Jin se estremeció con aquellas palabras y la sonrisa que Tae le dedicaba, así que respondió asintiendo solamente.
El Conde Lee llevó al hermoso castaño del brazo, antes de entregarle su mano a la de su expectante prometido. Jin, sin importar los indicios... seguía sin entender nada.
—Kim Taehyung, te otorgo la más bella perla— soltando la mano del otro castaño, el más alto sonrió, antes de tornarse serio —, confío que lo tratarás como el príncipe que es.
Taehyung, respondió, lejos de estar intimidado gracias a esa sonrisita ingenua del precioso castaño —Pierde cuidado, me moriría mil veces antes que hacerle algún daño.
El Conde Lee era demasiado sobreprotector de su amigo, a quien consideraba como a un hermano menor. Y aunque él era todo sonrisas, si alguien se metía con su Jinnie, la pagaría muy caro.
—Tae ¿puedo saber qué es lo que está sucediendo aquí?— preguntó Jin en un susurro.
—¡Es una celebración!— respondió el de cabello plata, como si nada.
—Pero ¿de qué?— preguntó, nuevamente, el castaño.
Taehyung besó su mano —Sé que anoche pasamos la mejor velada romántica, pero había ido a tus aposentos solo para comentarte de eso.
Jin, entonces, con las mejillas sonrosadas ante el recuerdo, pudo acordarse que Tae solo había tocado la puerta antes... de todo eso.
—Este será nuestro secreto el tiempo que pasemos aquí. Ya podremos contarlo en Seúl a tu familia como regalo por el cumpleaños de tu primo— su prometido le sonrió con amor
Pero si Tae estaba a su lado y tomaba su mano, sus miedos se disipaban. Se sentía seguro, protegido. Se sentía amado.
Y nunca podría estar más agradecido por eso.
¡Hola, amigos!
Bueno, no soy muy bueno al momento de confundir a los lectores con lo que sucede. Me imagino que todos ya lo comprendieron ¿no? Y sino, mucho mejor 😀
Incorporé a un par de otros amigos de Jin que nunca se habían aparecido antes. Me parece que podrían seguir hasta el final.
Como siempre, gracias por darle amor a esta historia y agradecería una estrellita o un comentario al respecto.
¡Besos!
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