Capítulo XXVII
SeokJin se encontraba en sus aposentos esa noche, en ropa de cama, mientras Nayeon se encargaba de cepillarle aquel suave, pero corto cabello.
—¿Puedes creer su osadía?— preguntó ofendido, luego de haberle contado sobre como había sido tratado por aquella vulgar baronesa.
—Esa mujer no merece ni su indignación, Milord— replicó la camarera, mientras seguía cepillando su cabello —Pero esas cosas no ocurrirían si su prometido fuese Sir Jeon.
Jin se volteó bruscamente al oír aquello, asustándola.
—¿Cómo te atreves a insinuar una cosa así?— preguntó un agraviado lord a la doncella.
—B-bueno, digo— se notaba a la legua que ella estaba más que nerviosa por esa mirada de su señor —... la madre de Sir Jeon está muerta...
Jin alzó su mano para hacerla callar, tras voltearse para no verla a la cara ¿como era que olvidaba tan fácilmente todo lo que había sucedido, como para insinuar tamaña locura?
—Milord... p-perdone...
Las ornamentadas puertas de sus aposentos fueron abiertas sin previo aviso, y Heechul se abrió paso, luciendo... terrible.
—¿Qué sucede, primo?— con la duda palpable en su voz, el castaño le preguntó.
—Puedes retirarte— Heechul se dirigió a la doncella, quien se reverenció antes de salir.
El marqués instó a que Jin se sentara nuevamente sobre su cubrecama, tomando asiento a su lado —¿Pasa algo?
Heechul, apesadumbrado por los pensamientos rondando a su mente, tomó ambas manos del confundido Jin.
—Como supongo que sabrás, las cosas no están demasiado bien aquí en palacio— con su ténue voz, explicó el mayor.
Jin frunció el ceño.
—¿Tiene algo que ver con esa horrible baronesa?— harto de esa mujer estaban todos.
Jin no comprendía por qué su primo no la había echado aun de palacio. Si fuera por él, esa baronesa hubiese regresado a Geochang de una patada.
—Quiero que el barón y tu se vayan por un tiempo a la villa para descansar de este... aire... que se respira aquí ¿si?— con notable remordimiento, pidió su primo con ojos brillosos.
Sus oscuros ojos brillaban por aquellas lagrimas que trataba de no soltar frente a Jin.
Odiaba que otra persona, una de ese talante, lo tuviera en su poder ¡solo por unas malditas fotografías!
—¿Por qué me quieres alejar, primo?— le preguntó Jin, algo desconfiado ante eso.
—No quiero alejarte, Jin, solo pretendo cuidarte— cansado, suspiró el de cabello oscuro.
—¿De qué?
—De todo lo malo— tomó su dulce rostro entre sus manos para mirar directamente sus ojos almendrados —Tu eres demasiado puro y bueno, no quiero que arruinen tu amor ni tu vida, mi querido.
Jin se apartó lentamente para observar a su primo.
—Ahora, en verdad, me estás asustando— cada uno de los detalles de su rostro gritaban que había algo oculto.
Heechul se puso de pie de la cama, sin darle importancia a las palabras o precupaciones de su primo menor.
—Puedes estar asustado como gustes, pero ya de camino a la villa— instó a su primo a que se pusiera de pie también.
Pero, este se resistió y lo miró casi ofendido, aun sentado.
—¿Pretendes que me vaya en este momento, que escape de la capital como un refugiado? Me niego, primo— declaró de manera firme y decidida.
Se negaba a ser igual que esos desafortunados refugiados en la guerra que se hundieron al fondo del Rio Han* cuando su propio gobierno dinamitó ese puente por el que intentaban escapar, el Hangang*.
Esa historia funesta siempre había atormentado a Jin aun desde su infancia ¡nunca se iría como un refugiado, ni si ocupasen nuevamente Seúl!
—Jin, p-por favor, no lo hagas más dificil para mi— rogó con sus ojos casi llorosos el mayor de hebras oscuras.
Jin perdió completamente su orgullo al ver como su primo se quebraba frente suyo. Y así caminó hacia el mayor.
—Solo si me dices qué pasa— pidió delicadamente, con sus manos acariciando a Heechul para confortarlo.
Sin embargo, este ya no tenía fuerzas para seguir ocultando la verdad a su primo.
Aunque este pareciese solo un rostro bonito, era perceptivo, sabía cuando algo iba mal. Y no era ningún tonto.
—¡La Baronesa Kim me tiene amenazado! ¿Contento?
Jin se quedó helado ante esas palabras, aun con sus brazos rodeando al mayor. No podía creerlo, ni imaginárselo.
Ciertamente, la baronesa era una mujer despreciable, pero ¿quién demonios se creía para amenazar a su primo, a un marqués de la alta nobleza?
Jin estaba congelado en aquel mismo lugar, con su mente en blanco hasta que una mueca de desprecio apareció en sus bellas facciones.
—¡Que todas las maldiciones caigan sobre ella!
El marqués acarició el rostro de su primo, como para tratar de disuadirlo de aquellos feos pero acertados pensamientos.
Solamente quería que Jin se concentrase en otra cosa.
—Ahora, apresúrate— urgió a su primo, mientras que él se encaminaba a salir de aquella gran habitación.
Pero, al ver la expresión como de cachorro abandonado que portaba Jin, corrió a darle un fuerte abrazo.
—Te amo, primito— besó sus mejillas al despedirse de este con lagrimas en sus ojos.
Jin había sido dejado a solas, completamente a solas.
—Baronesa Kim, aun si usted no pueda oírme, aseguro que no ha conocido aun tormento alguno hasta ahora ¡seré peor que mil demonios!
Jin prometió con sus lagrimas propias en sus ojos, antes que se dispusiera a vestirse.
Sin embargo, de repente, una idea apareció en su mente. Y, con su teléfono celular, marcó el número de un conocido.
—Abogado, lamento molestar tan tarde, pero le aseguro que es por una buena causa— con incertidumbre, caminó de un lado al otro pensando que no querría hablar a esa hora.
Pero sonrió cuando Choi para nada se oía enfadado. Por eso, se sintió más esperanzado.
—¿Recuerda que me habló de la extorsión?— mencionó, con los dientes apretados, puesto que había sido Siwon quien le explicó al ingenuo chico sobre aquel crimen y su severidad.
Hablaron por media hora, en el trascurso de la cual muchos detalles fueron compartidos por ambas partes.
—Muchas gracias, Siwon, que tengas una buena noche— un tanto más aliviado, terminó la llamada y suspiró pesado.
Horas más tarde y ocultos de la vista de otros por el oscuro manto de esa madrugada de verano, ambos prometidos se marcharon de palacio rumbo a la campiña.
En el Palacio Park, la mañana siguiente había despuntado y hacía deslumbrar con aquella magnificencia suya.
En sus grandes aposentos, los criados acababan de concluir con su tarea de despertar, así como mantener bien vigilado a Chanyeol, tras una ducha.
—Pueden retirarse— ordenó con su profunda voz a los dos lacayos de su primo, mirando por la ventana más que a ese par de serpientes.
Suspiró profundamente, dado que hacía tiempo que gustaba de salir al jardín.
—Qué pena, Chanyeol— con una mueca de cara al espejo, imitó la suave voz del primo que lo mantenía allí.
Chanyeol, detenidamente, se observó en aquel gran espejo de marco dorado por un rato largo e interminable.
Su expresión denotaba tanto cansancio como dolor: sabía que estaba pagando caros los actos de su primo que otrora había apoyado solo para salir de la maldita miseria.
Pero ¿había valido la pena el pavimentar con sangre aquel camino a la gloria si el precio era la muerte del único amor de su vida? No.
—Pero ahora te haré pagar a ti también, asesino— susurró apretando los puños.
Seulgi, por otra parte, había sido ordenada supervisar los aposentos del castaño por el desconfiado conde.
—Puedes pasar ya— ordenó, luego de escanear la bandeja de desayuno en manos de un criado de librea.
Jooheon estaba encargado de llevar las comidas al lord que permanecía, virtualmente, en sus habitaciones bajo "arresto domiciliario" por el conde.
—Con su permiso— el criado se excusó, entrando en dichos aposentos sin ceremonia.
Chanyeol se volteó de pronto, al escuchar como las puertas eran abiertas por fuera. Pues, claro ¡si él no podía abrirlas!
—Milord— se reverenció, con la bandeja aun en sus manos, el criado de cabellos castaños ante el más alto.
—Adelante, Jooheon— con un atisbo de sonrisa, el alto instó a quien podría considerar un amigo en ese frio palacio.
—¿Cómo pasó la noche?— el de librea azul con blanco, sus manos cargadas de los platos que descargaba sobre la mesa de caoba, preguntó.
Jooheon había tratado al lord como tanto o más importante que su primo, desde siempre, gracias a su bondad.
—Soñé con Baekhyun— con el peso de sus palabras sobre su adolorido corazón, confesó el más alto —Otra vez.
Jooheon le dedicó una mirada cargada de pena —Milord, no se torture más, por favor.
Chanyeol solamente movió su mano, desestimando todas las preocupaciones de su amigo.
—Eso no importa—
sentenció, al tomar asiento en uno de los sillones orejeros de terciopelo color crema frente a esa chimenea de mármol.
Entre los dos sillones, la mesa de lustrosa caoba en donde su desayuno de café, jugo, frutas con pasteles estaba servido.
Pero no tenía apetito.
—¿Cómo está todo afuera?—
el castaño preguntó con una pequeña sonrisa en sus finos labios de un pálido rosado.
—Bueno...
Lady Juhyun, mientras tanto, se encaminaba hacia el salón desayunador para compartir con el conde esa mañana.
Y, de paso, preguntarle acerca de cuándo podría ver a quien este le había prometido.
Se reverenció al entrar ante la presencia suya —Su Señoría me perdone esta demora, sin embargo, las damas debemos lucir arregladas.
Jimin sonrió de una manera por demás forzada, mientras le indicaba que se sentase en la silla opuesta a la suya.
—Espero que haya amanecido bien, Milady— habló el rubio, con una indescifrable mueca en su rostro —Por lo menos... así luce esta mañana.
—Pues así me siento—
concordó la castaña, con una sonrisa en sus labios.
Juhyun tomó asiento con una sonrisa, mientras doncellas se encargaban de disponer tanto los bollos de canela, como las frutas y el té.
Realmente, no podía quejarse de su estadía en palacio, dado que nunca había tenido tanta servidumbre a sus órdenes.
—Sin embargo— comenzó la prometida del barón.
Jimin alzó una ceja ante eso y se preguntó si tendría alguna relación con el pendiente que aun guardaba consigo.
—¿Sin embargo?— inquirió el conde, queriendo oír más.
Seulgi, ominosamente, desde su lugar, supervisaba a todas las muchachas, mientras que ponía atención a la plática.
Como ama de llaves y, aunque maltratada, era la única en la que ese demonio confiaba, no había habitación donde no se apersonara.
—Sin embargo, he tenido una rara sensación... como si algo me faltase— explicó, un tanto titubeante por la duda.
Jimin la observaba de forma detenida, con una mueca bien escondida de total desprecio.
—¿No me diga?— frunció los labios ante la manera en que la castaña comía su desayuno despreocupada.
Jimin estaba seguro de lo que ella estaba hablando y ¿cómo se atrevía, incluso, a insinuar eso tan tranquilamente?
Como si nada.
—Quizás, alguna pertenencia se haya perdido en todas esas maletas, Milady— comentó el conde rubio, siguiendo con su juego de adivinanzas.
—Quizás— concordó la bella muchacha antes de continuar con su desayuno, tranquila.
Jimin miró de reojo a Seulgi, a quien le había encomendado la tarea de registrar incluso el más pequeño recoveco en sus habitaciones, mientras que él la conducía en un tour por los amplios jardines.
Ella había estado encantada y él había estado satisfecho tras comprobar sus sospechas esa noche, cuando su nueva ama de llaves le había mostrado el otro pendiente.
Sacado de aquel alhajero de marquetería de Lady Juhyun.
—Confío en que ya aparecerá, no se preocupe— le aseguró a sabiendas que a ella eso poco le importaba —Quizás... está más cerca de lo que piensa.
Juhyun asintió.
—Puede ser— limpió con una servilleta sus delicados labios
—Después de todo, si vivimos en la misma casa, no deberían haber secretos ¿no cree?
Un comentario desafortunado que solo logró intrigar más al despiadado rubio ¿acaso ella se estaba burlando de él en su propia cara, presumiéndole?
—Si me disculpa— se puso de pie, con falsa simpatía, y ella, por respeto, imitó esa acción —Creo que olvidé algo en mis aposentos.
Se retiró del salon con rumbo al segundo piso, a los mayores aposentos de palacio... los que por su afán de mantener a la tonta contenta, estaban cerca de los que le había otorgado.
¡La habría hecho dormir con los sirvientes a esa traidora!
—Maldita serpiente— para si, el rubio murmuró con odio al entrar y tomar aquel dichoso pendiente de la pequeña caja de porcelana, donde lo había escondido.
Pero, pronto, se dio cuenta de algo mucho mayor escrito con carmín rojo en su gran espejo.
"ASESINO DESPIADADO"
Jimin se sentía desfallecer, no sabía cómo lo había hecho... y aun así, estaba seguro que era ella la causante de todo.
Sabría, pronto, como ponerla en su lugar para que nunca se olvide del nombre Park Jimin por lo que le restase de vida.
¡Hola, amigos!
Capítulo choto... les ofrezco mis disculpas.
Hoy no tuve un buen día, mi mente parece estar jugando una muy mala pasada. Aun así, no es excusa.
Parece que la inspiración de esta historia ya no existe, se está agotando. Pienso en las que me gustaría escribir.
Pero, voy a seguir tratando de llegar hasta el final, aun con capítulos chotos como fue este 😀
Un par de definiciones ¿si?
*Rio Han: rio surcoreano que desemboca en el Mar Amarillo y pasa por Seúl.
*Puente Hangang: el puente principal sobre ese rio, que fue dinamitado durante una madrugada de Junio, 1950 al acercarse tropas enemigas en la Guerra de Corea, aun con cuatro mil refugiados.
(idea para otro TaeJinnn~)
Como siempre, gracias a los que apoyan a esta historia y espero no decepcionarlos.
Si gustan dejar algun voto o comentario, no los pienso obligar ni presionar.
P.D.: Este bajón fue del día que escribí este capítulo, no es el mismo en que publico ¡no me tomen por bipolar!
¡Besos!
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