Capítulo XXV
Maratón Nuevo Año 🥂: 3/3
Hoseok estaba de pie frente a un gran espejo enmarcado en oro labrado, dentro de uno de sus suntuosos salones.
Con un rostro radiante por la felicidad, no lograba que una sonrisa lo abandonase.
Sehun había estado siempre a su lado, como si se tratase del centinela enamorado, con sus presentes, cenas románticas al candor de las velas.
Incluso habían montado a sus caballos juntos en esos prados verdes del Royal Saddle*.
Cada día, el conde estaba más enamorado del más alto.
"Nunca olvides de sonreír" esa simple nota en sus manos, de puño y letra escrita por Sehun el dulce vizconde con el porte sensual, lo hacían sonreír.
—Eres un tonto— rió, cuando recordó haber despertado un buen día con aquella nota en la otra almohada.
Suspiró, tomando asiento en un sofá estilo cabriolet de un lustroso brocado escarlata.
—Si tan solo nunca te hubiese conocido...— susurró un tanto melancólico, mirando por los ventanales con cortinado.
El Marqués Min ya había sido relegado a amargos recuerdos puesto que sus amores tenían un nuevo dueño.
—Lord Kim.
Su invitado, su mejor amigo a quien estaba esperando para tomar el té, fue anunciado. Y entró con una reverencia.
—¡Jin, bienvenido!— el conde de cabellos del color del fuego fue hacia él a recibirlo.
Siempre tan hermoso, aunque lucía más radiante que nunca, con aquella dulce sonrisa.
—Gracias, Hobi— respondió, tras serle ofrecido asiento en una bergère a su lado.
—¡Luces radiante, Jin!— alabó el conde con aquella habitual sonrisa de corazón.
—Bueno... en realidad, insistí para vernos porque te quería contar algo en persona— admitió el sonriente mayor.
Salón más brillante que aquel no había sido visto en vidas al tener aquellas sonrisas.
—Dime qué es— inquirió un curioso Hoseok, acercándose.
Jin rió, mordiendo su labio de apetitoso color escarlata —Me casaré con el Barón Kim.
Hoseok permaneció, por buen tiempo, en absoluto silencio y el contrario temió que aquella noticia le hubiese caído mal.
Pero, de pronto, se alteró con los suaves sollozos del conde que intentaba ocultarlos.
—Perdóname, perdóname, no fue mi intención herirte— en un tono desesperado, intentó secar sus lagrimas.
—Por Buda, que eres tonto— rió entre lagrimas, pero no de pena, sino de alegría.
—¿D-de qué hablas?— con la confusión evidente, preguntó.
Hoseok puso su suave mano sobre su muslo —¡Estoy feliz por ti, querido amigo!
Jin, sonriendo dubitativo, aun así secó sus lagrimas.
—Es que lloro porque no creo tener nunca el valor de hacer lo que tu— explicó, mientras bebía un vaso con agua.
Jin asintió —¿Entonces... tu no estás ni triste ni enfadado?
Hoseok rió —¡Para nada! Solo que... tu eres tan valiente.
Jin se sonrojó ante aquello. Y negó con la cabeza.
—Para nada, no soy valiente... solo un tonto enamorado— le respondió, mostrando al otro una sonrisita tímida.
—Pero, Jin, no todos los tontos enamorados tienen ese valor de mostrarse así— le aseguró el conde, tomando su mano.
—¿Hablas de ti?— preguntó, inocentemente, como un niño sin tacto alguno.
Hoseok suspiró pesado —Si... en cierto modo, si, pero puede que todo haya cambiado.
Jin sonrió a su querido amigo, apretando su suave mano.
—Que tu desafíes los cánones de esta sociedad hipócrita me inspira mucho orgullo, mucha confianza también— Hoseok aseguró firmemente.
—No sabes cuanto valoro tus palabras, Hobi— con el llanto casi a flor de piel, Jin contestó.
—Serás el primer aristócrata en desposar a otro hombre— le comentó el conde, con algo de infantil entusiasmo —Y me muero por ver las caras de las viejas moralistas que ni saben que sus esposos duermen más con sus mayordomos que con ellas en todo su matrimonio.
Ambos cómplices amigos solo se echaron a reír escandalosa y alegremente como solo ellos dos sabían hacerlo.
Jin con aquella risa de juguete chillón y Hoseok, con una que sonaba como si estuviese falto de aire, ahogándose.
—¡Nunca faltan!— rió Jin con lagrimas picando sus ojos del color de las almendras —Esa típica viuda respetable que se ceba hablando de su esposo y el difunto...
—¡No hubo cementerio donde no la enterró!— interrumpió un risueño pelirrojo.
Las carcajadas -- sean por los nervios del pasado ataque de llanto o por ese sincero amor de amigos que se tenían -- no se hicieron esperar.
Los alarmantes sonidos de las risas de aquellos muchachitos llenaron el gran salón de té, el cual era mantenido en el más solemne de los silencios.
Por orden, por supuesto, de la condesa viuda -- que en aquel momento, por suerte, estaba de compras en Myeongdong*.
—Wow— exclamó en un leve suspiro Jin tras de un rato de cómodo silencio —Eso si que fue raro ¿no?
Hoseok soltó una risita —Si, la verdad que este lugar sonaba como un manicomio.
Primero el llanto. Y luego las risas incontenibles.
—Vendrás a mi boda ¿no?— preguntó tímido el castaño.
—Por supuesto que si, tonto, no me la perdería por nada— le dedicó su sonrisa, y a modo de promesa, se abrazaron.
Jin, de pronto, recordó que le quería preguntar a Hoseok de algo en particular.
Y se sintió muy avergonzado por haber monopolizado su plática con sus cosas.
—Conozco esa expresión— lo interrumpió el conde con una ceja enarcada —Sientes culpa por algo ¿qué es?
Jin parpadeó —¿Cómo puedes saber lo que pienso?
Hoseok rió suavemente antes de hacer sonar una campana de plata, alertando que era la hora del servicio.
—Eres como un libro abierto, Jinnie, hasta los ciegos saben que algo te sucede— en tono burlesco, respondió con una sonrisa —Dime, amigo.
Jin estaba a punto de hacerlo, cuando las decoradas puertas del salón se abrieron.
—Con permiso de Su Señoría.
Kihyun, el mayordomo, frente a dos doncellas con el servicio de té completo, entraron.
Jin, entonces, decidió que era apropiado guardar silencio al estar el servicio presente. Así le había enseñado su primo.
Hoseok, por supuesto, notó la incomodidad de su amigo y se imaginó de qué se trataba.
—Puedes hablar si quieres, no te preocupes— alentó, con los sonidos de la porcelana sobre la mesa de fondo.
Jin se notaba incómodo —Es... es que es algo personal.
Hoseok asintió, entendiéndolo perfectamente —¿Sobre ti?
Jin negó rápidamente —Sobre ti, ese es el problema.
Kihyun puso más atención en la conversación en susurros a mismo tiempo que observaba a las doncellas.
—¡Oh, entonces, habla!— con una sonrisa despreocupada y desprejuiciada, lo alentó.
Hoseok no tenía esas mismas reservas que otros nobles o su misma familia, de hablar con los sirvientes presentes. Jin no comprendía, pero se sentía un tanto aliviado por su soltura.
—Quería saber cómo estabas con el Vizconde Oh, bastante alegre si que te ves— le sonrió de manera picaresca al conde, que de pronto se ruborizó.
Hoseok sonrió, esa sonrisa era incluso mayor a todas las que había esbozado esa tarde.
—Sehun es maravilloso ¡hace que me sienta un niño con su primer amor!— exclamó, con un notable enamoramiento y un tanto avergonzado.
A Hoseok le encantaba hablar de su amorcito Sehunie, pero eso no quería decir que no se avergonzara o sonrosara por solamente mencionarlo.
Por supuesto, había olvidado un pequeño detalle: su madre tenía espías en todos lados, se rumoreaba que incluso entre los sirvientes...
Pero solo hablar del amor, le nubló el juicio.
—Siempre que me siento mal, él me hace sentir feliz. Y si me siento feliz ¡él me hace sentir aun más feliz!— sus pómulos altos le dolían por sonreír.
Kihyun escuchaba atento, tras haber acabado de disponer el servicio, permaneciendo a un lado a la espera de su señor.
—Me alegra tanto verte así de contento, Hobi, te mereces las mayores felicidades, más aun, un hombre que realmente te valore— le tomó su mano con una sincera sonrisa.
Jin adoraba ver la felicidad en el rostro de su amigo pintada, de saberlo tan enamorado del vizconde que -- a pesar de no conocerlo -- lo merecía mucho más que Min, cuya historia de amor con su querido amigo él acababa de conocer.
—¿Crees que, algún día...?— dejó la pregunta en suspenso, era bastante obvio.
—¡Cómo voy a saberlo!— con el rostro rojo de vergüenza, el conde exclamó sonriendo.
Kihyun había tomado nota de todos los detalles de la charla, puesto que los amigos habían olvidado su presencia —Eh... si Su Señoría no nos precisa.
Hoseok saltó un poco ante esa sorpresiva voz, volteándose a ver al mayordomo —Gracias, se pueden retirar.
Los tres dedicaron una corta reverencia a ambos, antes de salir del salón.
—Ninguna de ustedes hablará de lo que oyeron— les ordenó el mayordomo a las doncellas que lo habían acompañado.
—P-por supuesto que no— la más alta respondió, dado que la otra estaba tan intimidada, que solo asintió.
—Márchense. Y si alguien se llega a enterar de lo ocurrido, haré que se arrepientan— les advirtió severamente.
Las doncellas solo asintieron, marchándose de inmediato.
Kihyun aprovechó el tiempo a solas en el gran corredor para terminar esa grabación en su teléfono que había iniciado al entrar al salón.
Presuroso, envió la misma al marqués para que supiera el detalle a detalle de lo que su querido Hoseok sentía por el vizconde -- como se le había ordenado anteriormente.
¡Pobre Hoseok! Creía que no sería escuchado en su casa y habían enviado un espía.
—¡Bah! Odio esa palabra.
Yoongi estaba hirviendo de la rabia por la grabación que su "agente secreto" en el Palacio Jung había enviado, pero aun así decidió seguir su rutina.
Rutina que incluía encontrar en secreto al marqués en uno de los pabellones de su jardín para platicar sobre Jimin.
A la tibia sombra de una gran glorieta teñida de anaranjado por el sol que se ocultaba, ahí estaba Heechul.
Batiendo un abanico bordado en dorado para combatir ese calor veraniego, esperaba con impaciencia el marqués.
—¿Dónde estabas? Esperé por más de media hora— reclamó el de hebras oscuras al verlo aproximarse por el frondoso sendero que los ocultaba.
—Intenté llegar a tiempo, fue tu idea adelantar el horario y no logré dormir completa mis seis horas de siesta— explicó, como si hablase de algo obvio, el marqués albino.
—¿A quién le importan esas tontas siestas, Min Yoongi?— respondió acusatoriamente el de cabello oscuro que, pocas veces había sido visto de esa manera tan nervioso.
—Estoy aquí ¿no?— preguntó, intentando ocultar una media sonrisa que picaba sus labios.
Se notaba que sus palabras el día anterior habían hecho su efecto en Kim Heechul; ahora tenía un aliado contra aquella endemoniada bestia.
—Si, pues, te marcharás si no tienes nada importante para decirme— pocas veces había actuado tan fríamente.
Pero la felicidad de su primo estaba en riesgo. Y cortaría las cabezas que sean necesarias.
—Park es un tipo intrigante y es posible que use sus "dones" para complotar en contra del barón— el albino marqués ni pidió permiso del contrario al sentarse en un asiento blanco de esterilla.
Heechul lo miró, confundido, antes de tomar asiento en un sillón igual, adyacente.
—¿Por qué del barón?— con curiosidad, preguntó.
—Porque, a mi entender, es el único que esconde secretos— Yoongi explicó simplemente y se encogió de hombros.
Heechul comenzó a pensar y temía que Min estuviese en lo cierto ¡que su amado primito se casase con alguien con más secretos que una pirámide!
—¿Sabes de alguno?— con un tanto de cautela, preguntó, al sentir sus manos apretar ese abanico con fuerza.
A decir verdad, ninguno sabía bien el pasado de Taehyung o sus antiguos amores durante su vida en Geochang ¿y qué si se trataba de eso?
Sin embargo, para desgracia de ambos, si Yoongi hubiese sabido, el marqués estaría al tanto de aquella prometida.
Se hubiese ahorrado más que un enorme dolor de cabeza y una gran tragedia.
—No, aunque creo que Jimin tiene sus informantes aquí— el marqués le hizo saber, aun si no lo supiera él mismo.
Heechul, entonces, pensó qué clase de persona horrible era la que se complotaría con ese demonio para impedir...
—La Baronesa Kim— susurró, atónito ante su ceguera sobre aquella espantosa mujer.
Claro que ella se aliaría con el mismísimo Mara para que esa boda no se materialice, lo que significa arruinar la felicidad de su propio hijo.
—Diría que nunca le quites la mirada de encima, porque es claro que ella precia el honor más que a su hijo— Yoongi le quitó las palabras de la boca.
Heechul estaba tan indignado tan ofendido e impotente.
—¡Bruja! Sabía que ella tenía algo que ver con todo esto— con la fuerza de sus puños, el ofuscado marqués partió a la mitad el abanico.
Yoongi ni se inmutó.
—Quizás no sea la única, si es el ilustre Sir Jeon que pasa un buen tiempo con el conde día tras día— ahora, pensaba que era el turno de ese conejo.
Pero Heechul no lo pensaba y solamente lo consideraba ese muchacho enfermo que yacía descansando en una de sus habitaciones de huéspedes.
—N-no... Jungkook no— con el tono dubitativo, aseguró.
Yoongi arqueó una ceja, dado que no sabía nada sobre cual era la condición de salud ni la actual residencia de Sir Jeon.
—¿Por qué dices que no?— el albino preguntó, con una ceja enarcada. Y muy curioso.
—¡Heechul!
Una voz familiar, y repentina, sobresaltó a los marqueses al observar como Choi Siwon se acercaba por el sendero.
—¿Abogado? ¿Qué hace usted aquí?— preguntó a este, más que confundido.
—¡Pues, usted me citó, pero lo veo coqueteando con este tipo cuando se debe a mi!— habló, casi gritando, al llegar debajo de la cúpula del cenador.
Heechul no entendía nada de lo que estaba sucediendo ¡no había hablado con Siwon en días, menos para citarlo!
—¿Quién eres? ¿Por qué no lo dejas en paz, cretino?— con la agresividad, que nunca había demostrado, Siwon se dirigió rudamente a Yoongi.
—¡Choi Siwon, cálmese!— con un tono desesperado, aulló el marqués cortando la tensión, con lo que ambos voltearon a verlo —Yoongi, por favor.
Entendiendo, el Marqués Min se marchó sin ceremonia y el de cabello oscuro hizo que un furibundo Siwon se sentase a su lado en la banca.
—No sé que le sucede, pero le pido que se calme, porque me asusta— susurró Heechul, con sus delicados dedos haciendo lo que su madre solía hacer.
Ella solía trazar sus líneas de forma delicada, como leyendo su fortuna, para calmarlo con suaves susurros.
Se veían muy cerca; bastante para ser el marqués soltero y su abogado divorciado con el rumor de una infidelidad.
Pues claro que eso valía oro al entender del periodista, entre los setos oculto con su cámara gracias a una discreta pista de la Baronesa Kim.
El juego había empezado y la parte más divertida faltaba.
¡Hola, amigos!
Este fue bastante más largo que los anteriores, pero no fue relleno.
Un par de definiciones y los saluditos ¿les parece?
*Royal Saddle: es uno de los clubes equestres de lujo en la ciudad de Ilsan, cuna del querido canela pasión.
Donde también filmaron un clip de Gangnam Style.
*Myeongdong: distrito de la capital donde se encuentran parte de los grandes centros comerciales de lujo.
Saben qué pueden visitar en ese distrito ¿no? Una pista...
So beautiful, right~🎶🎶🎶
Como siempre, gracias a los que apoyan esta historia ya que sin ustedes, no tendría ánimos para seguir. Ustedes saben quienes son, los amo.
Me harían muy feliz con un comentario o una estrellita, ya que son contados con los dedos de una mano los que comentan. Pero, igual ¡doy las gracias a todos!
Terminó el maratón, pero les prometo que ahora "se viene lo chido".
¡Besos!
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