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Capítulo XXIII

Maratón Nuevo Año 🥂: 1/3

SeokJin estaba inmerso en un sereno mar de relajación, con una pequeña sonrisa hundido en las aguas perfumadas.

Nayeon, respetuosamente, se encontraba de pie a un lado y sin mirar a su bello señor aun cuando este le solicitaba algo.

—Nayeon, puedes retirarte si así lo deseas— comentó, algo incómodo por su presencia al estar desnudo con ella.

—Milord sabe que debo estar aquí, el marqués lo pidió— la doncella respondió, obediente como siempre.

—Nayeon... de seguro tienes cosas más importantes para hacer que verme bañar— Jin rió, oculto tras aquel dosel de gasa que cubría la bañera.

—Para nada, Milord— mintió la nombrada, su mirada baja por respeto.

En realidad, ella deseaba irse desesperadamente a cumplir esa misión que Sir Jeon había encomendado.

Sin embargo, el Marqués Kim había ordenado que todos los sirvientes cuidasen bien de la salud de su primo, ahora que estaba comprometido.

Sobre todo, porque aquel era un verano bastante caluroso, más para un hipotenso.

—Hablando del marqués— el castaño, suave como la seda, interrumpió el silencio.

Jin tomó entre sus dedos una copa de vino blanco dulce en una mesa a su lado.

—¿Si, Milord?

—¿Iremos a la Villa Kim para el verano o permaneceremos en la capital?— preguntó tras comer un puñado de uvas, al igual que el vino, dispuestos para su baño.

"¡Me siento un romano!" había exclamado divertido al entrar viendo aquel refrigerio.

—No lo sé, Milord— aun más confundida que el contrario, respondió su camarera.

Jin rió sinceramente; aunque no supiera que había otros en su contra conspirando, él solo estaba feliz por su inminente casamiento con su amado.

Cualquier cosa podía hacerlo reír o solo sonreír, porque Jin nunca había experimentando un amor tan fuerte.

—Entonces... parece ser que ambos estamos en la misma, ninguno sabe nada— siguió riendo, algo que Nayeon vió más que extraño.

Un golpe en las puertas de sus aposentos alertaron a ambos, con lo que Nayeon se marchó para abrir diligentemente.

—Su Señoría.

Nayeon se reverenció ante la sorpresiva presencia del gran amor de su señor, Taehyung.

—Buenos días ¿podría hablar con Lord Kim?— preguntó el barón de cabello plateado, su sonrisa cuadrada adornando su apuesto rostro.

—¿Quién es?— preguntó el nombrado desde el tocador.

Nayeon sabía que a Jin nunca le agradó recibir visitas de esa forma tan íntima ¡menos si se estaba bañando!

Pero se trataba de su esposo o futuro esposo, mejor dicho. Y, además, aquella supondría su oportunidad para mantener a ambos fuera de sus aposentos para conseguir las cartas.

—Su Señoría, aguarde por un momento, por favor— sin que el mencionado tuviera tiempo de responder, se marchó.

Nayeon regresó donde Jin que continuaba bebiendo, sorbo a sorbo, su vino blanco.

—El Barón Kim está aquí... él insiste en verlo ahora mismo ¿lo hago pasar?— mintió, sin pestañear, la castaña.

—Dile que lo veré en cuanto salga, Nayeon— respondió el contrario, tras comer un par de sabrosas uvas.

—Milord, dice que es algo un tanto urgente— le mintió, una vez más, desesperada.

—B-bueno...

SeokJin sintió sonrosarse sus tersas mejillas de porcelana y pensó que sería inapropiado; aun así, era su prometido.

—E-está bien— titubeó, algo avergonzado, pero sonriente.

—¿Hago que pase?— Nayeon preguntó para confirmar.

—Si, cierra las cortinas— con su mirada centrada en un par de uvas en sus manos, asintió.

Nayeon desplegó las cortinas del dosel de fina gasa blanca, para que apenas la silueta de esa belleza se distinguiese.

—Su Señoría puede pasar— la doncella regresó con el barón, que quiso ocultarle que había estado acariciando las suaves sábanas de su Jinnie.

Aun tenían su dulce perfume, esa embriagadora fragancia a jazmín con almizcle.

—¿Lord Kim va a verme así, mientras se b-baña?— intentó mantener su mente tan sana como le fuera posible.

—Por favor— le indicó que la siguiera hacia el tocador.

Taehyung no podía evitarlo al evocar imágenes del hermoso prometido suyo, sin ropa y en una tina de agua.

Una invitación al pecado.

—Eh... si— respondió, sin más siguiendo a Nayeon hacia ese tocador de aire caluroso.

La doncella anunció al barón debidamente, antes de darles tiempo a solas a los tortolitos.

En ese tiempo, ella tendría la libertad de hurgar en ambos aposentos para encontrar las cartas. O el "dossier".

—Con permiso, Jin— el barón de cabello plateado se notaba bastante nervioso.

—S-si, barón, puede pasar— igual o más nervioso se lo oía al nombrado tras el dosel.

Taehyung observaba a Jin del otro lado de unas cortinas de delicada gasa blanca, como si fuese un etéreo ángel.

Uno etéreo e inalcanzable que se escudaba hasta de su mirar

—No es necesario que hables así, que me trates tan formal, si ahora estamos...— no acabó la frase, dado que estaba muy nervioso ante la situación.

Jin carraspeó, sintiendo que el calor de sus mejillas y el de la bañera, lo sofocaban.

—¿Qué te trae por aquí?— le preguntó, para cortar un poco la tensión del ambiente.

—Pues, en verdad...— se rascó la nuca algo avergonzado.

—¿Qué sucede, Tae?— nunca se había atrevido a llamar al barón por un sobrenombre.

No sabía qué lo había poseído en aquel momento, aunque le causó un cosquilleo agradable en sus suaves labios carmesí.

Taehyung sonrió como nunca al oír las palabras de su lindo prometido ¡qué tierno!

—En realidad, solo quería oír tu hermosa voz y ver tu bello rostro— confesó, sonrosado.

Jin sonrió para si, detrás de la cortina, jugando con su anillo de compromiso.

Taehyung, entonces, se sintió envalentonado para avanzar, con una media sonrisa.

—Pero, estas cortinas impiden que pueda ver tamaña be...

—¡Ni lo intentes!

Jin lo detuvo con su voz antes de que Taehyung siquiera un dedo pusiera sobre la cortina de gasa que los separaba.

—Perdona, bonito, es que no me pude contener— el barón rió bastante avergonzado.

—Pues, intenta hacerlo antes que te mande sacar de aquí— estaba seguro que el castaño tenía el ceño fruncido.

Taehyung, entonces, un tanto decepcionado por todo, tomó asiento en la banqueta frente a la mesa tocador.

Jin sintió como si el ambiente de la tibia habitación hubiese ensombrecido su plática. Y se sintió culpable.

Su prometido era un cachorro actuaba y sentía como uno.

—No... no fue mi intención el hacerte sentir mal, Tae— con un suave tono tímido, confesó el castaño.

—Entonces ¿no quieres que me marche de aquí?— con la felicidad escrita en su rostro, saltó de la banqueta.

—¡Por supuesto que no!— replicó el castaño, ofendido, y corrió lentamente la cortina.

Solo un poco para que el otro pudiera ver su mano, pero no para que viera otras cosas.

—Nunca querría sentirte lejos de mi, siempre quiero que los dos estemos unidos— con un tono más cariñoso, continuó.

Su delicada mano marfileña y suave como la seda mostraba el contraste con ese anillo de diamante en su dedo.

—Siempre estaremos juntos.

Taehyung se arrodilló al lado del dosel de gasa blanca, y le dio un casto beso en la mano suave y perfumada de Jin.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.

Y así, con el cortinado de gasa blanca en medio, el menor se quedó arrodillado, acunando la delicada mano del mayor, que se sentía tan enamorado.

Mientras tanto, en uno de los salones del piano nobile de el gran Palacio Kim, el marqués recibía a un invitado.

Yoongi había llegado a palacio de sorpresa, y Heechul nunca se negaría a abrir sus puertas a un querido amigo.

—Mis felicitaciones, que gran noticia saber que se casará tu primo— por supuesto que lo era, eso significaba que había ganado la apuesta.

Corrección, significaría eso en un mundo donde no existiese el intrigante demonio Park.

—Muchas gracias, mi querido amigo, es esa ocasión perfecta celebrar— respondió Heechul con una gran sonrisa.

Bebió un sorbo de su té antes de proseguir, aunque Yoongi estuviese en su mundo.

—Pero Jin no quiere una gran fiesta... solo la familia reunida en la villa— se quejó Heechul, con un pequeño puchero.

—Creo que ese es el menor de tus problemas, amigo— con el tono austero, confesó Yoongi.

—¿A qué te refieres?— con su esculpida ceja enarcada, el de cabello oscuro preguntó.

Yoongi suspiró, regresando la taza de porcelana francesa al platillo decorado de flores.

—No creo que hayan muchos a los que les agrade esto— le respondió el albino, para que el contrario preguntara.

Heechul estaba muy intrigado puesto que, si había alguien o un grupo de personas que no quisieran que la boda se diera movería cielo y tierra para así encontrar a cada uno.

¡Nadie le arruinaría a su lindo primito la felicidad del amor!

—¿Conoces a alguno?— preguntó el marqués mayor.

—El Conde Park— respondió, simplemente, y sonriendo a sus adentros cuando vio como lucía el contrario.

Se miraba confundido y casi turbado por la revelación.

—Hará lo que sea para que la boda no se lleve a cabo— con una expresión neutral, contó lo que moría por contar.

—¿Tanto así?

—Podrías pensar que Jimin es un ángel, pero es peor que un lobo con piel de cordero— el albino aseguró, bebiendo del té nuevamente.

Heechul permaneció en total silencio, pensativo, mientras que Yoongi le platicaba sobre sus acciones en la compañía petrolera de un emir.

La noche había caído sobre el deslumbrante Palacio Park, y todos dentro se encontraban a punto de dormir.

Jimin, sin embargo, se hallaba en su estudio detrás del gran escritorio de caoba negra con adornos de plata pulida.

Esperaba que nuevamente, se presentase Jungkook ante él

—Sir Jeon.

Se anunció al caballero desde detrás de las puertas, las que fueron abiertas para él.

—¿Por qué cada vez me citas más tarde?— preguntó, con el tono un tanto burlesco.

¡Esperaba que el Conde Park decidiese, por fin, entregarse en cuerpo entero a él! Iría al horario que fuese para eso.

—Porque, a esta hora, todos a excepción de los sirvientes, se encuentran en su cama— con la misma sonrisa burlona y su cabeza reposada sobre ambas manos, respondió.

—Creo que es porque tu ya te has impacientado para darme esa noche— canturreó con el mismo tono, tomando asiento en un cabriolet frente a él.

Jimin esbozó aquella sonrisa que, en alguien diferente, se podría llamar tímida.

Pero, el Conde Park Jimin era cualquier cosa menos tímido.

—Cumple tus deberes, así, te daré todas las noches que tu desees— sus aterciopelados belfos rosados sonrieron.

—¿Has encontrado una forma de que regrese donde Kim?— preguntó el de hebras oscuras descansando su codo sobre el lustroso escritorio.

—Lord Kim es una muy buena persona, según tu ¿no?— con un tono de burla, repitió esas palabras que Sir Jeon le había dicho miles de veces.

Jungkook solamente asintió al recordar la bondad escrita en su bello rostro de porcelana y sus bonitos ojos brillando.

—Es realmente como una de esas princesas de Disney— sin pensarlo, suspiró sonriente.

Jimin, aunque no lo mostrase en su expresión, detestaba el hecho que Jungkook estuviese enamorado del idiota ese, aun si no se diera cuenta. Y dichas palabras lo confirmaron.

—Bueno, tus apreciaciones no me importan en lo absoluto.

Si tendría que decir la verdad, se sentía celoso y traicionado, temía que los sentimientos de el otro arruinaran su plan.

—¿Estás celoso, mi bebé?— le preguntó en tono burlesco, tal como si pudiese leerlo.

—No, porque nadie es mayor que yo como para superarme, mucho menos, ese Kim— con altanería, le replicó.

—¿Estás seguro de eso?— con su ceja enarcada, Jungkook le preguntó con una sonrisa.

Jimin suspiró frustrado, antes de caminar hacia donde Jeon para besarlo profundamente, como nunca había hecho.

Tan inmersos estaban ambos en aquella relación prohibida, que no escucharon la puerta abrirse suavemente.

—¿Estás tu seguro de eso?— retrucó Jimin tras recuperar el aliento, sentándose.

Jungkook, en las nubes, solo asintió con una boba sonrisa.

—Ahora, escúchame bien. Si Kim es tan buen samaritano, no se negará a recibir a una persona enferma ¿verdad?— comentó Jimin, sin expresión.

—¿Hablas de mi?— Jungkook preguntó, titubeando.

—Si sabes fingir, si— Jimin le mintió, sin pestañear.

Para él, una traición como la suya, se pagaba con sangre o sufrimiento. Y sabría como se lo proporcionaría.

—Estando más cerca de él, no habría nadie que sospeche de un pobre enfermo— razonó el contrario con una sonrisa.

Podría estar cerca de ese bello chico que lo hacía sentir... un tanto extraño, a decir verdad, pero eso lo animaba.

—Exactamente, pero tengo un pequeño presente que darás a nuestra querida presa— el de cabello rubio, con una sonrisa de Cheshire, le informó.

Presentó a Jungkook con una delicada botella de un cristal cortado elegante.

—Esta es una reproducción a pedido mio de uno de los más populares aceites perfumados con el que ponían de humor a las concubinas de los sultanes otomanos— informó.

Jungkook admiró la hermosa botella con aceite afrodisíaco mandado traer de Estambul, la otra parte del mundo.

—¡Y uno tuvo más de veinte hijos! Si sirvió para sultanas, de seguro servirá con Kim desprecio era evidente en su tono de voz.

Jungkook sonrió de lado, con una idea en mente: si estaba seguro de sus habilidades de galán, pero ese aceite podría despertar las pasiones de ese puritano Lord Kim.

—Tendré a Kim SeokJin en mi cama en cuestión de segundos entonces— sonrió Jungkook al tomar el frasco de cristal.

De pronto, ambos escucharon pasos apresurados alejándose de la puerta del estudio por el corredor hasta perderse.

—¿Oíste eso?

Jimin se encaminó hacia unas puertas que, ahora notó, veía entreabiertas... mientras que un destello en el piso le llamó la atención ¿qué era?

Un pendiente de diamante.

—Lo oí, pero creo que alguien oyó más de la cuenta— con el tono sombrío, apretando ese pendiente en sus manitas, el conde sentenció.

¡Hola, amigos!

Me costó mil borradores que este capítulo fuese de mi agrado, espero que les haya agradado también.

Me encantó el comienzo, el baño con el dosel de gasa 😀 "Jin la Sultana" haha.

Bueno, como siempre digo, muchas gracias a todos los que apoyan esta historia. Y me harían muy feliz con un voto o un comentario.

¡¡Que este nuevo año esté colmado de bendiciones y le deseo a todos, queridos, que sus deseos se cumplan!!

¡Besos!

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