Capítulo XL
El clima de tenso luto en esa mansión era el mismo que ese de hace meses atrás, cuando esa vida tan preciada se había perdido para siempre.
Y, entonces, el conde con esa sonrisa de corazón, que ahora se había apagado para nunca más ser vista, había cerrado a su mundo del real.
El que yacía fuera de esas grandes puertas de hierro de su mansión, ahora fría como un enorme mausoleo. ¿Acaso esa realidad importaba ya?
Sus días hubiesen terminado mucho antes, de manera tan penosa como acabaron los del difunto Baekhyun meses atrás a causa de su roto corazón...
Si no hubiese sido por todas esas veces que Yoongi estuvo a su lado para atraparlo por si caía, para animarlo, para que -- a pesar de que su pasado no fuese ideal -- Hoseok nunca se sintiese solo en su dolor.
¿Cuándo fue que las flores perdieron su dulce fragancia, su belleza y sus colores?
¿Cuándo fue que el blanco, color elegante y símbolo de la pureza, se transformó solo en adornos de una tumba?
¿Cuándo fue que la sonrisa dulce que a tantos otros había embelesado, pasó de ser dulce a ser triste, melancólica?
¿Cuándo fue que su vida se transformó en un eterno luto o un interminable funeral?
Esas preguntas rondaban en la mente de Hoseok, quien se encontraba despidiendo a su difunto mayordomo quien se había quitado la vida.
En su atuendo negro con una banda de luto blanca que rodeaba su brazo y sin ni una expresión en su rostro a parte de esas lagrimas, acumuladas en sus ojos colorados, Hoseok se postró frente al altar.
Un altar simple, puesto en la habitación del difunto para que solamente los habitantes de la mansión lo despidieran, mientras su familia hacía lo propio en su intimidad.
El incienso ofrecido era tan fuerte que casi lo intoxicaba a aquel pelirrojo, mientras que ofrecía una flor al altar con la fotografía de Kihyun, rodeada por flores blancas.
Habían pasado por mucho juntos, y el conde siempre fue de considerar al servicio, una parte más de su familia. Y ese muchacho había sido uno de sus compañeros incesantes e incluso confidente.
Más aun, en los años en que el marqués -- que ahora había tomado un diferente rol para consigo -- había arruinado su vida luego de su romance con el maldito de Jimin.
Pero, cuando la ceremonia pequeña e íntima hubo terminado y Hoseok regresó a sus aposentos para descansar con su incipiente migraña, las ruedas de su silla rechinando causándole aun más dolor, el conde fue sorprendido por la abrupta llegada de la doncella amiga del difunto, Yeonhee.
—¿Qué sucede, Yeonhee?— el de cabello colorado preguntó, sin ánimos de lidiar con los asuntos del servicio de que se encargaba su madre, quien se había marchado a Singapur a "cambiar de aire".
—Señor conde, Ki... umm... el difunto Kihyun le h-ha dejado una carta que me encomendó entregársela en mano— con una titubeante voz, al borde del llanto, la doncella habló y luego ocultó sus lagrimas con un pañuelo —, ¡nunca pensé que acabaría de esta forma!
¿Una carta? Hoseok no se imaginaba qué podría haber escrito su mayordomo ahí. Y si era una carta postuma, que su unica amiga debía darle en mano, habría de ser algo muy importante. Pero, ¿qué?
Un sentimiento extraño, muy profundo e incierto se asentó en lo profundo de su ser. Y su miedo -- exacerbado durante esos meses de luto absoluto -- hacía que sus manos sudadas casi temblasen.
Había algo de todo eso que no le gustaba para nada, algo en su interior le decía a gritos que todo eso se trataba de un asunto oscuro. Muy oscuro. Y tenía pavor de siquiera tomar esa carta entre sus manos.
—Dámela— en contra de sus pesimistas pensamientos, el conde ordenó a la doncella en su hanbok color negro, que su señor había permitido por ese día tras la ceremonia.
—S-si, señor conde— asintió la doncella de una azabache melena, sumisa.
Yeonhee sacó un sobre blanco de entre los pliegues de su atuendo, secándose de a poco las lagrimas, para dárselo a su señor en mano como le había prometido a su difunto amigo antes de su muerte.
—No lo he leído, lo prometo— señaló la doncella, dado que temía que el conde la pudiese acusar de violar su privacidad
El Conde Jung no era de hacer ese tipo de planteos o acusaciones a su personal de servicio, pero desde la muerte del difunto vizconde, su dulce carácter había cambiado de la forma más drástica.
Se había tornado serio, más distante que nunca. Y, en una cierta forma, muy impaciente e incluso agrio. Amargado, tal como todos los viudos aunque el conde no lo fuera en si.
—Pero, ¿sabes qué es lo que dice?— preguntó, aunque no con mala intención. Él estaba genuinamente curioso.
—N-no, señor conde...— con cierto temor, Yeonhee negó.
—Yeonhee, esto es serio— el de hebras coloradas presionó el puente de su nariz —, esta es una carta postuma que me escribió alguien que se quitó la vida.
Yeonhee asintió con la cabeza lentamente, tratando aun de procesar el que su amigo hubiese tomado su vida... así como así, sin miramientos.
—Entonces, te ruego, dime cualquier cosa que sepas— el conde pidió, sintiendo como su pecho apretándose.
Yeonhee estaba en ascuas; no sabía qué podría decirle a su señor que le fuera de interés, ni tampoco recordaba mucho acerca del "pasado".
La repentina noticia de la muerte de su unico amigo, en la mañana poco antes de que tomasen el desayuno, le había ocasionado grandes lagunas en su memoria.
Habían cosas que, a causa del shock, no podía recordar.
—¿Y bien?— impaciente y con el miedo aumentando en su interior, aun si nunca hablase por sobre un suspiro, el conde insistió a su doncella.
—Pues, no recuerdo bien— dubitativa, comenzó Yeonhee
—, pero si recuerdo que tenía mucha más relación, reciente, con el Marqués Min.
Una interrogación se posó en la mente turbada de Hoseok; trató de comprender eso que podría implicar dicha nueva relación entre el marqués y el mayordomo que acababa de legarle una carta. ¿Acaso sería una preocupación, un alivio o un cuestionamiento más?
No entendía, puesto que nunca había escuchado nada acerca de Kihyun y Yoongi; la relación, en si, le resultaba un tanto confusa, cuando mucho.
Sin embargo, posaba muchos más interrogantes dentro del conde que lo que se le podría, quizás, ser respondido.
Hoseok, sin parsimonia ni esperar que interrogantes nuevos se le presentaran, solo abrió el sobre el silencio para poder leerlo rápidamente, así disipar sus dudas.
Por un largo tiempo, le serví al marqués de espía dentro de su mansión, pensando que era un buen hombre que solo quería recuperar su amor.
Pero, luego, me di cuenta que era solo un celoso peligroso y un gran manipulador.
Hoseok sentía como su pecho se contraía ante esas líneas, ante esa revelación profunda, mientras sus manos tomaban la carta con tal fuerza que, casi, rompían el papel.
¿A qué se refería con eso que decía de Yoongi? Podía no ser la mejor persona del mundo, pero ciertamente, no era un patán como lo describía.
La muerte del Vizconde Oh no fue un accidente, fue la unica manera para que el marqués se acercase a usted.
Su aparición repentina tras la muerte del Vizconde Oh debió haber sido un indicio, pero su buen corazón siempre le impidió ver la maldad.
Hoseok no daba crédito ante lo que leía, eso no era cierto... ¡no podía ser cierta tal cosa!
¿Cómo podría ser Min Yoongi un asesino de sangre fría?
¿Cómo podría haber quitado la preciada vida de su quien consideraba su unico amor?
¿Cómo podría Yoongi haber permitido que sus celos lo hicieran cometer tal pecado?
Eso no era posible, Hoseok se intentaba convencer entre ahogados respiros, sintiendo su pecho contraerse.
Sin embargo, Hoseok le creía aunque no tuviese evidencia contundente, dado que, aun muerto, Kihyun tenía lo que al marqués le faltaba.
Su confianza absoluta, pues habían estado juntos muchos más años que con Yoongi.
La muerte expiará todos mis pecados, pero nunca los de quien fingió una bondad que nunca tuvo, solo para matar al alma de quien decía amar.
Se lo ruego, no permita que el marqués pase sobre usted una vez más. Y sea feliz, lo deseo completamente de corazón, mi querido señor conde.
Hoseok estaba lagrimeando para el momento en que leyó las ultimas líneas de la carta, pues no daba crédito.
Todo, todo, había sido una vil mentira, manipulaciones de un marqués enfermo por una obsesión para con él.
El recuerdo de Sehun, con su seriedad, sus cortas sonrisas, su todo, pasó por la mente de Hoseok, mientras las lagrimas caían sobre sus mejillas.
¿Cómo era posible que todo eso hubiese sucedido?
¿Por qué a Sehun? ¿Por qué a él, cuyo sufrimiento parecía ser eterno ahora?
—¿S-señor conde?— Yeonhee le llamó la atención, muy preocupada al percatarse de lo consternado este se miraba.
—Retírate— ordenó, sin más; ni siquiera debió levantar su mirada de la carta empapada con sus lagrimas para saber que esa doncella ya se había marchado de sus aposentos.
Hoseok soltó un gemido, uno doloroso, lastimero. Y cayó al piso tras retorcerse sobre su silla de ruedas.
Se sentía adolorido, pero no en el cuerpo -- su cuerpo no sentía más nada ahora --, sino en el alma, en el corazón. Y el dolor era insoportable.
Se sentía débil. Y odiaba eso.
Hoseok no supo cuánto tiempo estuvo retorciéndose en el piso para ponerse, una vez más tras meses, de pie. Y lo unico que supo, es que no tardó en estar parado en sus dos pies, sosteniéndose en la cómoda de caoba.
Por fin, estaba de pie.
En el Palacio Park, el conde y el marqués -- aun ajeno a lo que estaba sucediendo con su amado de cabello colorado -- continuaban platicando.
Habían acabado ya con dos cafeteras completas y todas sus municiones en contra del otro, como para proseguir en una charla más amena.
—Pasando a un tema mucho más placentero para mi— el rubio habló, regresando a la mesa su taza de café vacía.
—No tengo intenciones de oír sobre tus amoríos, Jimin— el marqués arrugó su rostro con disgusto, como si no hubiese pasado por su cama también
—, si estás despechado por el hecho que te ha abandonado por Kim, desquítate con todos los tipos que quieras, pero no me lo cuentes.
Jimin forzó una sonrisa en sus esponjosos labios rosados, puesto que no consideraba ni admitiría ante nadie que Jeon lo había abandonado por ese loquito de Lord Kim.
Pero, por dentro, sabía que eso era la más pura verdad. Y el Conde Park no tomaba muy bien el decir la verdad.
—Como gustes, solo recuerda que la pasaste más que bien enredado entre mis sábanas, querido— el rubio se encogió de hombros, viendo como las mejillas del albino ardían, en vergüenza o ira, no sabía —. Y aun así, no era de eso lo que quería tratar contigo.
Yoongi asintió, señalándole para que continuase.
—¿No crees que ya es tiempo de coronarme como el unico ganador de esta apuesta?— el rubio preguntó, en sus labios, una media sonrisa burlona.
—Ya quisieras— rió Yoongi, al oír aquello antes de beber un sorbo de su café —, bien sabes que no conocemos cuál fue la naturaleza de aquella relación entre el barón y Kim. Hasta entonces, solo tendrás en tu cabeza una corona con espinas, Jimin.
Este, a punto de replicar, fue interrumpido cuando Seulgi entró con una reverencia y se acercó al marqués, quien solo asintió con la cabeza, antes de ponerse de pie.
—¿Sucede algo?— preguntó el conde, con una ceja enarcada.
—El Conde Jung me acaba de invitar a tomar el té— sonrió el albino marqués, mientras le traían su abrigo.
—Acabas de tomar café— con un tono burlón, Jimin retrucó.
—Pero cualquier cosa que beba contigo siempre sabe al más amargo veneno— habló el marqués, colocándose sus guantes de cuero —, y Hoseok hace de todo más dulce.
Jimin rió burlón, deseándole una buena tarde con su amor, aunque su sonrisa se tornó en un gesto de desprecio, cuando el marqués cerró las puertas.
—¿Notaste algo raro en la voz del conde?— preguntó a su ama de llaves, quien había permanecido en el salón.
—Habló una doncella— esta le respondió, casi cortante.
—Eso de por si es raro— con un tono intrigante, Jimin dijo.
Seulgi observó como este se sentó nuevamente y con un gesto le indicó que le sirviera más café.
—El conde no delega tareas a sus sirvientes— explicó para si mismo, en un susurro —, a menos que sea algo grave.
Jimin le indicó que se retirase mientras pensaba en todo lo que podría estar sucediendo con Hoseok, puesto que había tornado tanto impredecible como volátil tras la muerte de aquel apuesto vizconde.
¡Hola, amigos!
El Gran Sultán está aquí, ha regresado a su trono de su exilio en el Antiguo Palacio, Y LLEGÓ PARA QUEDARSE!!
Les he de confesar que una querida personita fue quien me inspiró a actualizar, agradezcan a LlBangtan_life por sus amenazas, 🤣, y que espero que sigas bien, niña, cuidando de tus cabras.
¿Quién diría que, después de dos meses, seguirían en el mismo día?
Prepárense para el próximo que no va a ser lindo.
Espero les haya gustado. Y, si gustan, agradecería sus comentarios o estrellitas.
¡Besos!
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