• Tuyo •
Decidí darle una oportunidad y leer todo el contenido para tomar una decisión.
Tomé el bolígrafo en las manos, no para firmar, más bien por si acaso encontraba alguna cláusula en la que no estaba de acuerdo y así marcarla, pero noté que llevó su puño a la boca, mirando directamente mis manos.
—¿Le ocurre algo?
—No. Continúa.
Aunque dijo eso, no podía concentrarme en los documentos, al notar que su comportamiento se tornó extraño.
¿Estará tramando algo? ¿Habrá algún truco sucio en estos documentos?
Eso fue lo que pensé en ese momento, por eso decidí ignorarlo lo más que pude para seguir leyendo, pues me intrigaba el contenido.
Una de las tantas cláusulas que llamó mi atención fue el hecho de que exigía que durante la hora de almuerzo él siempre debía estar presente. No obstante, tenía prohibido negarme a comer lo que me ofreciera.
¿Acaso no le gusta comer solo? Sigue siendo una condición bastante extraña.
Otra de las cláusulas estipulaba que él iba a decidir cómo, cuándo y dónde serían los encuentros, y que yo no podría negarme a cumplir con sus mandatos, siempre y cuando estos no involucraran el acuerdo de la tercera cláusula, donde menciona que no habrá penetración.
Sigo sin entender la razón por la que quiere esto conmigo, habiendo tantas mujeres en el dichoso mundo, solteras, jóvenes, delgadas y más bonitas que yo.
Había un punto clave debajo de esa cláusula, y es que decía que, ajeno a eso, todo era permitido, justo lo que dijo hace varios minutos atrás. Entre ellos, juego de roles, masturbación en conjunto, sexo oral, disciplina, dominación, sumisión, sadismo, entre otras prácticas sexuales que jamás en mi vida había oído hablar.
Los nervios me tenían sacudiendo el bolígrafo de un lado a otro entre mis dedos. Fue ahí cuando lo miré por encima de los papeles, al notar lo inquieto que se veía en la silla.
—No puedo firmar nada de esto. Es una locura. ¿Cómo se te ocurre pensar que haré esas prácticas raras con usted? Ni siquiera mis padres me pegaban cuando niña, ¿qué le hace pensar que permitiré que alguien como usted me golpee?
Esbozó una media sonrisa.
—Creo que hay un grave malentendido entre los dos, mi diosa. Aunque me encanta y disfruto de mi papel como dominante, me excita mucho más la idea de que me dominen. Tú eres la candidata ideal para ese puesto— se levantó de la silla y noté la gigantesca montaña que se había formado en su pantalón, algo que me dejó por unos instantes impresionada.
Lo seguí con la mirada al ver que estaba rodeando su escritorio para llegar a mí y sentarse en la otra silla que quedaba justo al lado. Levanté la mirada de la incomodidad.
—Mira estas piernas, son grandísimas y perfectas para aplastarme—agarró la mano en la que tenía el bolígrafo y la llevó a su boca, dejando plasmado un delicado beso—. Mira estas bellas manos, pequeñas pero fuertes; son perfectas para portar un látigo de cuero y golpearme hasta sangrar.
Sus mejillas se enrojecieron con facilidad cuando le oí dejar escapar un suave y sensual gemido. Mi vergüenza incrementó al ver que con la mano libre apretó esa montaña que debía en estos momentos ser una molestia para él.
—Eres traviesa. Como te gusta hacerme sufrir—apretó junto a mi pulgar el botón del bolígrafo para sacar la punta e hizo una expresión bastante pervertida.
¿Qué tiene este bolígrafo para que se haya puesto así?
Su voz se oye temblorosa y tan distinta.
—Firma. Y eso que has estado viendo con tanta hambre será tuyo; todo tuyo.
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