Una desenfrenada carcajada salió de lo más profundo de mí.

—¡Cuanta hipocresía! —dejé escapar en voz alta.

—Controla a tu esposa o llévatela de aquí— le dijo la bruja de su madre.

—A mí nadie me controla, mucho menos ese idiota.

—Te creí diferente. Confié en ti, pero no eres más que una basura. No te quiero volver a ver nunca más en mi vida—en sus ojos se reflejaban la viva expresión de decepción, probablemente la misma que tuve hace tanto, cuando descubrí la clase de hombre con quién estuve.

Ella se ve una buena mujer, merece mucho más que lo que este infeliz le pueda brindar.

—Te llevaré a casa—le dije, pero ella negó con la cabeza.

—Lamento tanto no haberme dado cuenta, señora—sus ojos se pusieron brillosos—. Gracias por haberme quitado la venda de los ojos— ella salió corriendo de la casa y fui la única que estuvo a punto de ir tras ella, él ni siquiera se inmutó, a sabiendas de que está embarazada y el hijo que espera es suyo.

—Búscala, no la dejes ir así— le dijo su madre, pero él no se movió—. Martín, ¿qué está pasando por tu cabeza? Ve a buscarla.

—No. Es mejor así. ¿Para qué darle falsas esperanzas?

—Quiero que me digas qué está pasando aquí, Martín.

Todos los presentes estaban impactados. Nadie se atrevía a alegar nada, ni siquiera el viejo alcahuete de su padre.

Bueno, no pensé que tendría que acudir al plan b, pero si tanto quiere ponerme las cosas difíciles, perfecto, yo también puedo lucirme.

—Cuéntale lo que está sucediendo o se lo cuento yo, mi amo—le dije.

Se alejó de su mamá, caminando ligeramente hacia mí.

—Feliz cumpleaños, madre. Mi esposa y yo nos retiramos.

—¿Realmente crees que vas a poder callarme? —sonreí—. Callé mucho tiempo y ahora no estoy dispuesta a hacerlo más.

—Solo una cosa te pido y ni eso puedes hacer— dijo en voz baja.

—Su queridísimo hijo aquí presente no quiere que se enteren de que… —me agarró el brazo bruscamente y lo empujé tan fuerte que lo hice caer sobre la mesa de cristal de la sala, haciendo que esta se rompiera en miles de pedazos.

Jamás había sentido tanta fuerza en mi vida. Por primera vez experimentaba el enorme y gran placer que me causaba ir en contra de todo y todos.

Fueron a asistirle, pues casi ni se podía parar por el fuerte impacto que recibió en la espalda.

—¡Detengan a esa loca! ¿Cómo te atreves a hacerle esto a mi hijo?

—Estoy bien—Martín levantó la mano, apoyándose con la otra de su cuñado—. Ya basta de discusiones, por favor.

—Aún no he terminado. Todos ustedes apoyan a Martín, porque su infidelidad para ustedes es justificada, porque es hombre y porque, según ustedes, no cumplí con mi “obligación” como esposa y mujer de darle un hijo. Ahora bien, si fuera al revés, si fuera yo quien le soy infiel porque no cumple con su “obligación” como esposo o no me sirve como hombre, me pondrían una etiqueta en la frente de ser una perra barata indecente e infiel. Pues sí, lo admito; soy esa grandísima perra que tanto me dijeron que era. Caí en la tentación y no tienen idea de cómo lo disfruté. Su hijo fue testigo de cómo otro hombre tomó ese lugar que siempre le quedó tan grande—reí—. Así que, ahí te lo devuelvo, bruja, quédese con él y, por favor, póngale una correa para que no venga detrás de este monumento que ya tiene un nuevo dueño.