• Regalo •
Perdí por completo la noción del tiempo. No hubo rincón de la habitación que no hubiera pasado por nuestro cedazo. El calor consumía nuestra piel. El deseo inquebrantable e incontrolable se vio reflejado en toda la dulce miel que dejó sembrada en mí y goteando de la barbilla de mi marido.
Es perverso, pero no sé quién de los dos es peor; si él por todo lo que hizo o yo, por disfrutar plenamente de todo.
Caímos rendidos. Estaba tan exhausta, llena y feliz que me quedé dormida entre sus fuertes y grandes brazos. Había olvidado que mi marido estaba ahí amarrado todavía. Lo recordé cuando la alarma del celular de Kyllian sonó, avisando que era hora de despertar. El sol apenas se estaba asomando y mi esposo se había quedado dormido, pero despertó al mismo tiempo por el sonido.
—No sé cómo puedes dormir en esta cama tan pequeña e incómoda. Para la próxima hagámoslo en la mía—sugirió Kyllian.
—Se despertó— le avisé, refiriéndome a mi esposo, pero él solo captó el doble sentido.
—El siempre está despierto cuando te tengo cerca. Hagámoslo una vez más— susurró cerca de mi oído, provocándome escalofríos.
—¿Qué estás diciendo, loco? Tenemos que ir a trabajar.
—Ni me lo recuerdes. Debería tomarme unas vacaciones contigo. Lo planificaremos mejor más adelante, ¿te parece? —se sentó en el borde de la cama—. Buenos días, viejo panzón. ¿Descansaste? Ah, olvidaba que no puedes hablar. Para lo mucho que “trabajas”, es para haber invertido en una cama mejor— se levantó, recogiendo su ropa del suelo y vistiéndose.
Me cubrí con la sábana mientras observaba desde el otro extremo cómo Kyllian se acercó a mi esposo.
—Solo una pequeña advertencia para ti; como te atrevas a desquitarte con mi diosa por lo que aquí sucedió, el puño de ayer será nada comparado al infierno que te haré vivir—retomó la postura, soltando las sogas y quitándole la mordaza a mi esposo, pero él ni se movió—. Bien, mi reina, iré a mi apartamento, pero nos encontraremos en el trabajo. Si en algún momento me extrañas o te sientes sola, así como anoche, no dudes en llamarme. Con mucho gusto le llego a donde me pidas—me arrojó un beso en el aire y con una sonrisa salió de la habitación.
Sonreí como una tonta por su locura. Jamás había conocido un hombre tan descarado y perverso como él.
Vi a Martín levantarse de la silla y ni siquiera se atrevió a mirarme, simplemente se metió al baño. Todavía quedaban residuos de los fluidos de Kyllian en su barbilla y sonreí.
Tal vez no deba sentirme tan feliz por haber llegado a este extremo, pero no puedo evitarlo.
[...]
El cumpleaños de mi suegra llegó. Mi esposo no me había dirigido palabra alguna, de hecho, desde esa noche, ha venido directamente a la casa y no se había encontrado con la amante. Lo admito, ha estado actuando extraño en muchos aspectos, ni siquiera me ha discutido o reprochado nada. Aunque, la verdad es que, es el menos indicado para hacerlo.
Elegí el mejor vestido negro que tenía en el armario. Me puse regia, me maquillé, luego dejé mi cabello suelto. Deslicé por mis grandes piernas unas medias semitransparentes con lazos en ambos muslos que eran cubiertos por el traje y encajaban con mi lencería. Los tacones altos y negros le daban el último toque.
Me sentía hermosa, empoderada y feliz, porque había llegado por fin el día para desprenderme de toda esa familia. Además, luego de la fiesta, iba a encontrarme con Kyllian en su apartamento. Razón suficiente para sentirme ansiosa.
Mi esposo entró a la habitación y se quedó parado en el umbral de la puerta, observándome fijamente.
—¿Vas a ir al cumpleaños de mi madre?
—¿Hay algún problema con que vaya?
—Solo te pido que te comportes.
—¿Comportarme? ¿Y alguna vez no me he comportado? Siempre he bajado la cabeza cuando tu loca madre me insulta y me humilla. Ni siquiera tú sales en mi defensa. Dime una cosa; ¿cuál es tu verdadero temor, mi amor? ¿Que le diga que tengo un amante y te haga pasar vergüenza o pisotee tu orgullo y ego frente a toda tu familia? No te preocupes, eso no pasará.
Observó mi cuerpo de arriba abajo y desvió la mirada.
—¿Qué miras? ¿Vas a pedirme que me cambie de ropa porque luzco como una mujer desvergonzada e indecente que te hará quedar en ridículo frente a tu querida familia?
—Te espero en el auto.
—No iré contigo.
—Lo ideal es que nos vean llegar juntos.
—Pues no me importa lo que sea o no ideal. Tengo una cita esta noche a la cual no puedo faltar. A no ser que quieras llevarme y dejarme en la casa de mi amante.
Tensó la mandíbula y se dio la espalda para irse.
No hay mejor placer que ver su amargura.
[...]
Su amante no le había dicho una sola palabra a Martín, si hubiese abierto la boca, él habría impedido que viniera sola a toda costa.
Ella se veía muy hermosa, hasta llevaba un regalo en las manos para mi suegra. Hasta siento un poco de lástima por ella, al no estar enterada de mis verdaderas intenciones.
Llegamos a la casa de mi suegra juntas. Le agarré la mano para ayudarle a subir el escalón de la entrada y luego abrí la puerta, donde se encontraba toda la familia reunida. Todos hicieron silencio cuando me vieron llegar, pareciera que hubieran visto un fantasma.
—Buenas tardes a todos. Lamento llegar un poco tarde, pero no podía venir con las manos vacías. Después de todo, hoy es un día muy especial; es el cumpleaños de la bruja mayor; mi queridísima suegra.
Mi esposo se levantó de la silla del comedor, fue tan brusco que la dejó caer. Se quedó mirando hacia nuestra dirección. Sus ojos querían salirse del rostro y los de mi suegra y demás familiares ni se digan.
—Feliz cumpleaños, suegrita. He aquí tu primer regalo; ella es tu nueva nuera y lleva el nieto que tanto ansiaba tener. Pero esa no es la única sorpresa que le tengo guardada—me quité el anillo, enseñándoselo entre mis dedos—. Aquí le devuelvo el anillo de la discordia, el que tanto le ardió que lo llevara puesto, al no ser merecedora de su hijo. Ahora puede acomodárselo por donde mejor le quepa— le arrojé el anillo hacia la mesa, dándome la espalda para así mismo como vine, irme, pero oí la voz de mi esposo y lo que dijo me hizo frenar en seco.
—Es cierto que Rebecca está esperando a mi hijo y no voy a desprenderme de esa responsabilidad, mamá, pero yo amo a mi esposa y no estoy dispuesto a divorciarme de ella por nada del mundo.
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