• Planes •
Desperté en la cama con él. Me abrazaba tan fuerte que no quería ni levantarme, pero tenía que hacerlo por la presión que sentía en la vejiga. Ni siquiera recuerdo cuándo llegamos aquí. Lo último que recuerdo es habernos metido en la tina caliente, donde continuamos con el acto. Es la primera vez que duermo fuera de la casa.
Me duele cada partícula de mi cuerpo, sobre todo ahí abajo y la vejiga. Me costaba orinar ahora. Creo que hasta los intestinos me movió de sitio.
¿Ahora cómo oculto estas marcas en el cuerpo, especialmente las de su mano en mi cuello?
Es una bestialidad. Jamás me habían tomado de esta forma. Pero… no me arrepiento.
Me asusté al ver entrar a Kyllian al baño. Traía consigo una compresa fría y la puso alrededor de mi cuello.
—Déjalo puesto un rato.
—Gracias.
—¿No te duele mucho?
—Depende de lo que hablamos.
—De todo en general. ¿No te lastimé demasiado?
—Es cuestión de tiempo. Estaré mejor.
—Eso suena como un sí. Voy a preparar el desayuno. Puedes bañarte mientras tanto. Aquí encontrarás lo que necesites para el aseo en general.
¿Es mi intuición o está actuando raro?
¿Podría ser que está preocupado?
Sé que por mi aspecto actual, refiriéndome a las marcas y moretones que hay en mi cuerpo, causa cierta impresión e impacto, pero ellos no me duelen. Más me duele que no esté dentro de mí ahora mismo.
[...]
Me di un ligero baño. A esta hora se supone que ya estemos trabajando y no quiero darme mucho puesto.
Sobre la cama había un traje bastante casual de color azul y con diseños de puntos blancos. Asumí que lo había dejado ahí para mí, por lo que me lo puse y me quedó justo a la medida. Me hace ver muy joven.
Salí a buscarlo para hacerle saber que ya estaba lista y ahí estaba él, caminando de un lado a otro en la cocina.
Me encanta ver su gran espalda, en la misma que dejé mis uñas marcadas.
—Estoy lista. Si quieres puedo terminar de preparar el desayuno mientras te bañas. Sé que debes alistarte para el trabajo.
—Me bañé de nuevo un poco antes de que despertaras. Siéntate, mi reina.
Hice lo que dijo y me senté en la silla del comedor, sin perderlo de vista mientras estaba en la cocina. Por lo visto sabe hacer muchas cosas. Diría que muchísimas…
Mordí mis labios instintivamente al recordar con detalle cómo no me dio ni un segundo de respiro y me cogió como un salvaje demente.
Busqué el celular en mi bolso y me di cuenta de que tenía más de 77 llamadas perdidas de mi esposo, sin contar los 32 mensajes de texto donde me exigía que le respondiera y regresara a casa. Es la primera vez que me llama tanto. Parece que se quedó con la preocupación. Pero que no coma ansias. Pienso hacerle pagar por cada una de sus humillaciones y malos tratos, porque divorciarme no es suficiente.
—¿Buenas noticias, mi diosa? —oí la pregunta de Kyllian y levanté la mirada hacia él—. Hace tiempo no sonríes así.
—Digamos que todo está saliendo justo como quiero.
[...]
Ambos llegamos al trabajo y, aunque no tenía el uniforme, a él no le estuvo mal que estuviera vestida de manera informal. Creí que sería incómodo enfrentarlo después de lo que pasó, pero me siento tan a gusto ahora mismo y feliz por lo que sucedió anoche. No era algo que hubiera estado en mis planes, pero sucedió y no me arrepiento de ello.
Esto era lo que le hacía falta a mi vida. Esta adrenalina y emoción. Probar otra piel y hombría que no fuera la de mi esposo.
[...]
Decidí venir a visitar a su amante después de salir del trabajo. Por supuesto que no lo hice para buscar problemas o caer tan bajo por un hombre que no vale nada.
—Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle? —sonaba muy amable y lucía demasiado sonriente.
—Buenas tardes. ¿No me conoce?
—¿Conocerla? No, nunca la he visto.
Parece decir la verdad.
—Pero seguramente conoces a Martin; mi esposo—le mostré el anillo y se quedó viéndolo fijamente sin siquiera pestañear.
—¿S-su esposo?
—¿No sabías que Martin está casado conmigo?
—No. Él nunca me dijo que tenía esposa. De hecho, él dijo que íbamos a casarnos antes de dar a luz. Lo siento tanto, yo no sabía que él estaba casado, si lo hubiera sabido, jamás me hubiera metido con él, señora.
—¿Cómo creíste en él? Solo viene durante la noche a visitarte, ¿no?
—Él me dijo que vivía con su mamá y que trabaja mucho, pero que pronto íbamos a mudarnos juntos para darle lo mejor a este bebé.
—Entonces, ¿ese bebé que estás esperando es suyo?
—Sí.
Entonces, la del problema sí soy yo. El médico no se equivocó, por eso no he podido quedar embarazada. Al menos Dios me libró de tener un hijo con esa escoria.
—Yo terminaré con él. Le juro que no volveré a acercarme a su esposo.
—No. Estás esperando el bebé que él siempre quiso tener, por lo que, lo correcto sería que te quedes con él. Soy yo quien sobra aquí. ¿Puedo pedirte dos favores? No le digas que estuve aquí o que sabes sobre mí. El segundo favor es que me acompañes al cumpleaños de su madre la semana que viene. Ella se pondrá tan feliz de saber que será abuela y te recibirá con los brazos abiertos. Ese siempre ha sido su sueño.
—Pero eso puede ocasionar más problemas.
—No, ¿cómo crees? Martín y yo estamos viviendo bajo el mismo techo, pero desde hace mucho tiempo nuestra relación se acabó. Y solo quiero aclararte una cosa; el propósito de esta visita no fue para reprocharte nada o amedrentarte, de hecho, no hay ninguna mala intención en mí, solo quería desearles lo mejor. ¿Puedo saber cuánto tiempo tienes?
—Tengo siete meses.
Cargaba con tremendos cuernos. Por eso mis dolores de cabeza.
—Te sienta muy bien el embarazo. Se nota que eres una buena mujer y serás muy buena madre.
—Gracias, pero no puedo dejar de sentirme mal con esto. Desde el fondo de mi corazón, lamento todo lo ocurrido.
—Créeme, no tienes que disculparte por nada. Cuídate mucho y espero que todo salga bien. Vendré el miércoles en la tarde a recogerte y llevarte a la casa de tus suegros. Ten por seguro que te van a tratar bien y estarán encantados con la noticia.
Pobre mujer, no sabe lo que le espera al lado de Martín, pero ya ese no es asunto mío.
No puedo esperar a ver la cara de toda la familia cuando se enteren de esto. Estaré matando dos pájaros de un solo tiro.
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