—Veamos, ¿en qué lugar te gusta más ser golpeado? ¿Será en el pecho? —resonó demasiado fuerte el golpe que le proporcioné en el pecho con el cinturón, aun así, él no mostraba dolor, más bien una expresión bastante retorcida, como si estuviera disfrutando esto a plenitud.

No puedo entenderlo. ¿Cómo alguien puede sentir placer de ser golpeado de esta manera?

Es curioso, lo admito. De cierto modo, me atrajo oírlo gruñir cuando lo golpeé en ambos muslos. Un error y hubiese podido golpearlo donde no debía.

Su piel se marca tan fácilmente. En ella se ve reflejado el golpe del cinturón. Tan rojizo y luce tan doloroso, pero su hombría cada vez se mostraba a punto de explotar.

—¿Tal vez te guste más en la espalda? — le proporcioné varios golpes seguidos en la espalda y su gruñido me puso los vellos de punta.

Se inclinó, adoptando la posición por completo de un perro y mostrando su trasero. Para ser un hombre, tiene buenas proporciones. Son grandes y redondas. Se nota que trabaja mucho para mantenerlas así. Tiene una piel bonita. Es una lástima que sea tan masoquista y quiere que lo golpee en ellas.

Por supuesto que ni siquiera le avisé, no hacía falta, si ese pervertido y desgraciado lo estaba esperando con ansias. Tanto así que cuando lo golpeé, me rogó por más, en un tono tembloroso y ronco.

El tiempo que llevo sin estar con mi esposo, es algo que juega en contra ahora mismo. Odio a este hombre por todo lo que me ha dicho y hecho, pero… mis bragas están tan mojadas ahora mismo.

¿Qué está pasándome? ¿Acaso me estoy volviendo loca?

Este hombre juega con mi cabeza. He estado cayendo como una tonta en su juego de palabras y seducción. Más que por él mismo, lo hace por mí, estoy consciente de eso. Lo peor es que lo está consiguiendo, pero no es un gusto que esté dispuesta a darle.

Tendió su cuerpo en el suelo, colocándose boca arriba. Su rostro estaba casi del mismo tono rojizo de su espalda.

No tengo idea de la fuerza correcta que debo emplear. La realidad es que al principio me había dejado controlar por la molestia e impotencia, pero ahora, una parte de mi lo hacía por gusto, al ver sus reacciones, notar sus temblores, oír su fatiga y constantes gemidos.

Es ridículo sentirme como la mala del cuento, cuando ha sido él quien me ha pedido esto y le gusta.

—¿Quién es el miserable ahora? — enrollé su hombría alrededor del cinturón y esbozó una torcida sonrisa.

—Quítalo con tu boca—dijo, refiriéndose al anillo.

Es imposible que haga tal cosa, ajeno de estar casada, era más bien, porque estaba consciente de que algo así no podría caber por completo en mi boca. El anillo está al final, jamás lo alcanzaría.

—¿Realmente te crees merecedor de que haga algo así por ti?

Se sentó de golpe, tumbándome de un movimiento rápido y ágil al suelo, y tomando el control esta vez.

—Cuidado con lo que haces— le advertí.

—No haré nada que no me haya ganado por haber sido un buen perro y soportar tus golpees. Toda reprensión que asuma, debe tener al final su recompensa—movió mi cuerpo de lado, yéndose por delante de mí y levantando mi blazer junto a la camisa, dejando al descubierto mi barriga y lonjas.

Noté que se quitó el anillo y lo puso a un lado nuestro.

—¿Q-qué haces?

Sentí su ardiente, poderosa y latente hombría acomodarse entre mis lonjas y deslizarse entre ellas. Se percibía resbaladizo. Era lo más extraño que alguna vez me hubieran hecho. Me sentía avergonzada.

—Son perfectas. Definitivamente tú has sido creada para mí— mordió sus labios.

Lo hacía tan rápido que sentía cosquillas más abajo de mi vientre. Era una sensación extraña y era vergonzoso admitir que estaba sintiendo tantas cosas por algo tan loco como esto.

Luego de un tiempo, tomó mi mano izquierda y no tuve tiempo de reaccionar, pues la verdad es que no sabía sus intenciones, solo sé que sentí su ardiente descarga sobre mi mano. Cubrió mi anillo e incluso parte de mi uniforme con su explosión.

—Así de mucho me importa tu marido—rio fatigado—. Esto ha sido solo una pequeña prueba de lo que nos espera juntos. Seremos tan felices, mi diosa.