• Interés •
Incliné las piernas hacia la puerta, evitando que siguiera tocándome. Aunque, sentía su mirada cada cierto tiempo en mí, algo que, evidentemente, me incomodaba.
Acompañarlo a donde quiera que vaya, es darle luz verde de hacer lo que le plazca y no estaba dispuesta a ceder. Todavía quiero guardar la esperanza de que esto solo se trata de una pesadilla, o tal vez una broma de mal gusto.
¿Por qué aparece alguien de la nada, alguien de quién ni conocía su existencia, ahora alegando que está interesado en alguien como yo?
Es absurdo.
Entramos a una tienda de ropa para mujeres de talla grande, entre ellas había variedad de uniformes de oficina. Nunca había venido, pues en realidad, no es que sea una tienda con precios tan accesible para alguien con un sueldo bajo.
—Ese blazer vino tinto que está por allá se ve bien. Encuentre una falda del mismo color y de su talla, que resalte bien su figura—enseñó sus dos manos, haciendo el gesto de agarrar y soltar—, sobre todo, que encaje en ese masivo y divino poder que trae atrás.
Las dos empleadas sonrieron, asintiendo con la cabeza.
Es tan vergonzosa la forma tan desvergonzada en que se expresa.
—Enseguida, Sr. Moore. Acompáñenos, señora.
¿Qué estoy haciendo?
Estoy aceptando estas cosas de un completo desconocido, de otro hombre que no es siquiera mi esposo. Si alguien conocido me ve con él, pueden ir con el chisme a mi marido y me vería en serios problemas, pues dudo mucho que me permita explicarle. Aunque, intenté hacerlo varias veces ayer y él no permitió que le contara.
¿Qué pensaría Martín si se entera? ¿Se enojaría? ¿Me dejaría? ¿Sentiría algo al verme en compañía de alguien más?
En cierto modo, siento algo de curiosidad al respecto.
Me observé frente al espejo y me costaba reconocerme a mí misma. Es increíble el cambio que puede haber con solo cambiar de forma de vestir. Me siento más fresca y rejuvenecida.
Salí en compañía de las empleadas, cualquiera diría que eran mis escoltas. El Sr. Moore estaba en una llamada, pero cuando levantó la mirada, alejó el teléfono de su oreja.
—Ya mismo te devuelvo la llamada— guardó su celular en el bolsillo de su pantalón—. ¿Te das cuenta? Eres una reina. Jamás me equivoco. Desde que entramos por esa puerta supe que este era tu color ideal. Date una vuelta.
Di una ligera vuelta, acomodando mi cabello hacia la espalda.
—Empaquen todos los diseños que tengan disponibles que sean del mismo color y talla que este.
—¿Cómo se le ocurre? ¿Qué le hace pensar que aceptaré esto?
—Háganlo de inmediato—les sonrió a ellas y luego me miró—. No recuerdo haberte preguntado, mi reina. Como mi asistente, debes vestirte adecuadamente, según las reglas de tu oficio y mis exigencias.
—Yo no he firmado el contrato todavía, solamente ese acuerdo fraudulento en el que me envolvió y resultó ser un engaño.
—Me encanta tanto cuando te comportas como una fiera, ojalá fueras igual de avispada con tu marido y te deshicieras de esa basura que tanto te estorba y te menosprecia. Mereces algo mejor; algo como yo— me hizo un guiño.
¿Cómo sabe todo eso?
—Eres demasiada mujer para ese imbécil. Tan bella que eres, pero luces tan insatisfecha e infeliz a su lado.
—¿A usted quién le ha dado el permiso de meterse en mi vida o el derecho a opinar sobre mi relación?
—Las mujeres siempre prefieren al tipo de hombre que las maltratan y las menosprecian, a esos que no moverían ni un solo dedo por ellas. Yo jamás te maltrataría, a no ser que sea por placer o acuerdo mutuo. Ya sabes, algunos azotes, nalgadas, apretones de cuello o agarrarte por el cabello. Aunque, para ser honesto, yo también prefiero que me maltraten, siempre y cuando seas tú. No lo sé, piénsalo.
Parpadeé varias veces seguidas, intentando procesar todo lo que había dicho sin ningún tipo de pudor.
—Me encanta lo hermosa que te ves con ese uniforme, me pones como carpa de circo. No puedo esperar para verte sin nada.
Las empleadas se acercaron con varias bolsas en mano.
—¿Se llevará también estas prendas? —cuestionaron, refiriéndose a la ropa que traje puesta.
—Sí… —me interrumpió.
—No, deshágase de ellas. Esa ropa no le luce a mi hermosa asistente. Es tiempo de que actualicemos un poco tu forma de vestir. En poco tiempo tendrás tu armario repleto de ropa nueva. Ya sabes que tenemos otra cita pendiente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro