• Entrevista •
ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE HISTORIA ESTARÁ TOCANDO TEMAS SENSIBLES Y PARAFILIAS UN TANTO FUERTES, POR LO QUE SUGIERO QUE, SI TE CONSIDERAS SENSIBLE A ESE TIPO DE TEMAS, ABANDONE LA LECTURA.
ESTE ES EL CUARTO LIBRO DE LA TETRALOGÍA PRELUDIO.
ESTARÉ ESCRIBIENDO SOBRE LOS TRES LIBROS A LA PAR PARA NO PERDER EL HILO Y BLOQUEARME O DEJARLO INCOMPLETO.
DISFRÚTALO.
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Hay errores que pueden cambiarte la vida.
¿Mi peor error? Haber confiado en que tenía todo bajo control y actuar precipitadamente por la necesidad de salir de esas cuatro paredes que alguna vez llamé hogar, pero que se habían convertido en un infierno.
¿Cómo todo esto comenzó?
Debo regresar a hace un año atrás, cuando había creído que mi vida estaba en un punto donde no había forma de que pudiera empeorar más.
Mi “feliz” matrimonio se convirtió en un martirio. Había caído en el abismo de una fuerte y oscura depresión que me tuvo encerrada en la habitación durante meses.
Me sentía devastada. Mi relación desde mucho antes había estado atravesando un mal momento, pero todo empeoró cuando me dieron la noticia de que por condiciones de salud, era incapaz de convertirme en madre.
—Si eres incapaz de darme un hijo, no hay razón para perder el tiempo acostándome contigo.
Las hirientes palabras de mi esposo, una vez más hicieron mi corazón trizas. Mi mundo se vino abajo, junto a todos mis sueños y esperanzas.
Mi gran anhelo era convertirme en madre, pero la vida es tan injusta que me arrebató esa posibilidad.
Mi esposo dejó de tocarme. Dejé de existir para él, pese a vivir bajo el mismo techo y dormir en la misma cama.
Mis padres me dieron la espalda, igual que mis suegros, al enterarse de que jamás les daría el privilegio de tener nietos. Su única hija y su única esperanza de convertirse en abuelos se esfumó. Dicen que soy una deshonra para la familia, mientras que mis suegros dicen que debo darle las gracias a mi marido por no haberse divorciado de mí.
Me di cuenta de que me había quedado completamente sola, sin familia, sin esperanzas, sin amigas, sin consuelo.
Pensé que estabilizarme emocionalmente, tener un cambio físico radical, tal vez bajar algo de peso y conseguir un empleo me ayudaría a recuperar a mi esposo y esa vida que llevábamos durante los primeros meses de casados. Siempre pensé que era yo quien estaba mal, quizá porque me lo repitió tantas veces que me lo creí.
Él trabaja como camionero, por lo que pasa muchas horas fuera de la casa. Aunque no haría mucha diferencia si pasara más tiempo en casa, pues incluso cuando está, me siento igual de sola.
Luego de tantos meses sin trabajar, asistí con la mejor disposición a una agencia de empleos. No pasaron ni dos días cuando me llamaron para que me presentara en una entrevista para un puesto de asistente. Lo que más me llamó la atención fue el sueldo. Las tareas eran sencillas y no eran exigentes con los requisitos. Lo vi como una oportunidad para volver a empezar y levantarme.
Era una oferta de trabajo imposible de rechazar. Me sentía lo suficientemente capacitada para cubrir el puesto. Ajeno a mis estudios y la experiencia que he tenido como asistente por los pasados nueve años, esta oferta de trabajo me devolvió las ganas de dar lo mejor de mí.
Había más candidatas que, al igual que yo, habían sido citadas para entrevista. Lo que noté es que las cinco de nosotras teníamos algo en común; éramos voluptuosas.
Era la última citada. No quería quebrantarme o perder las esperanzas de ganar este puesto antes de tiempo, por eso traté de darme ánimos y levantar un poco la confianza en mí misma. Todas ellas se veían seguras, dispuestas y sonrientes, no podía quedarme atrás.
Cuando llegó mi turno, inhalé hondo y exhalé, dejando a un lado las malas energías, negatividad e inseguridad. Debía encontrar la manera de destacar entre ellas.
Creí que quien iba a entrevistarme sería una mujer, pues me pareció haber escuchado a una señorita entrevistando a una de las candidatas, pero quién me recibió en su oficina fue un hombre.
En mis treinta y dos años, jamás había visto un hombre tan apuesto y varonil. Pude apreciar sus bellos ojos verdes, nariz perfilada, esa barba alineada y bien cuidada. Sus labios se veían carnosos y humectantes. Lo más que me llamó la atención fue su perfecta dentadura. No era tan delgado, tampoco obeso, más bien, tenía sus proporciones bien esparcidas. Especialmente en los brazos, no hacía falta verlo sin camisa para notarlo, pues el gabán le quedaba algo ajustado en esa parte.
Me presenté educadamente, del mismo modo que él lo hizo. Kyllian Moore era su nombre. Ese apellido lo había oído antes. Si no mal recuerdo, la familia Moore estaba compuesta de una famosa escritora y actriz llamada Marilyn Todd y su esposo Adrien Moore, quien era un conocido actor y artista de renombre. ¿Serán familia?
Me invitó a tomar asiento y fue ahí donde necesitaba disimular los nervios que me carcomían por dentro. Mantuve la espalda recta, cabeza en alto y mirada fija, aunque me costó mucho mantener la mirada, pues esos ojos claros eran demasiado hermosos y me analizaban sin disimulo.
Tenía una voz gruesa, como un hombre de carácter fuerte. Estaba escuchando atentamente todo lo que tenía que decir y respondía a cada una de sus preguntas, de la forma más eficaz y calmada posible.
—Estoy en busca de alguien confiable que esté dispuesto a cumplir con cada una de las tareas establecidas en el contrato. Que sea discreto, responsable, comprometido y que no me haga perder mi valioso tiempo. No hay un horario definido. Lo único que exijo es que en el momento de ser llamado, se presente a trabajar sin excusas. Acepto errores, siempre y cuando estos no perjudiquen mi imagen o la del museo. El pago se duplicará después de cumplir con el primer mes de prueba.
¿Duplicarse? ¿No es demasiado dinero para unas tareas tan sencillas?
—Hay una tarea importante, en la cual deberá firmar un acuerdo confidencial antes de comenzar.
Lo dice como si ya me hubieran elegido para el puesto.
—¿A qué tipo de tarea se refiere, Sr. Moore?
—Como verá, en el museo tenemos diversidad de colecciones de valor, unas que son más importantes y costosas que otras, pero hay una en particular de la cual deberá hacerse cargo personalmente del mantenimiento.
—Cuando dice mantenimiento, ¿a qué se refiere?
—A mantenerla en buen estado. Encargarse de la limpieza, cambio de filtro, que la temperatura sea la correcta, entre otras tareas menos complejas.
—¿De qué se trata esta colección de valor?
—Es solo una muñeca.
—Entiendo.
No, no lo entiendo. ¿Desde cuándo se le hace un cambio de filtro o de temperatura a una muñeca? Suena como sacado de una película de terror.
—¿Tiene alguna otra duda respecto a sus responsabilidades, Sra. Rachel? Es momento de aclararlas.
¿Mis responsabilidades? Pues no creo que sea difícil cumplir con las tareas que mencionó. Aunque limpiar una muñeca no estaba en mis planes, no creo que sea nada de otro mundo.
—Hasta el momento estoy bastante clara. Gracias, Sr. Moore.
—Bien. Entonces comenzará mañana.
—¿Disculpe?
—Mañana a primera hora la espero aquí, con el acuerdo de confidencialidad y con la lista de sus tareas.
Honestamente, no esperaba que fuera así de fácil y rápido. O sea, claro que me interesa el trabajo y el puesto, pero no esperaba obtenerlo de una. Creí que me harían esperar. Después de todo, había varias candidatas.
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