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• Conflicto •

Kylian

Rocié de mi colonia en la muñeca, perfumando mi cuello y el rostro. El cabello lo peiné hacia atrás, manteniendo solo dos flecos hacia al frente. Ajusté mi corbata delante del espejo, había perdido la cuenta de todas las veces que lo había hecho, en el afán de que todo saliera y estuviera perfecto.

Estaba encargándome de culminar con los últimos retoques antes de que mi diosa personal pusiera un pie en su divino altar. Todo debía estar en su lugar antes de que el reloj diera la hora de nuestra cita.

Y ahí me encontraba, dando vueltas de un lado a otro en mi apartamento, con sus platillos favoritos ya servidos y todo organizado, mirando el reloj inquieto, pues solamente a ella le permito que me haga esperar más del tiempo que establezco.

«Es una chica mala, justo como me gustan».

Su escultural y voluptuoso monumento llegó casi veinte minutos por encima de lo acordado.

En mi cabeza tenía grabadas sus medidas. 19 de brazo. 38 de muslo. 55 de cintura. 59 de cadera. 50 de busto. 60 de glúteos. Eran medidas que, a un hombre tan hambriento y glotón como yo, le encaja bien.

—Por fin llegas. Estaba ansioso.

—Lamento llegar tarde.

—Lo bueno se hace esperar. 

Esta noche no permitiré que regrese a su casa.

Desnudé sus piernas de las medias que las cubrían. Aunque se ve muy sexi en ellas, me encanta apreciar su desnudez. Sus piernas tenían la dosis perfecta de aceite frutal. Era una mezcla hipnotizante y colosal, le daban el brillo perfecto, donde se remarcaban sus deliciosos hoyuelos en los que me había perdido hace rato. 

He tenido el placer de profanar cada lonja infinita de su apetecible cuerpo. No puedo tener suficiente de esto.

No puedo esperar al día que no tenga que compartirla más con ese viejo tan repulsivo del marido. Ella es demasiado para alguien con tan poco calibre. Me encantaría tenerla todo el tiempo conmigo.

Estaba de rodillas frente a ella, mientras permanecía sentada en el sofá con las piernas abiertas. Acomodé mi cabeza entre sus muslos, tomándolos por ambos extremos y presionándolos.

—Asfixiame con tus muslos— le pedí.

Es tan entretenido y placentero ver sus reacciones. Son tan genuinas y tímidas, aunque se torna perversa cuando le hago este tipo de propuesta tan indecente.

—¿Estás seguro? No quiero hacerte daño.

—¿Has dicho algo, mi diosa?

Se tragó las palabras y apretó los muslos, pero no lo suficientemente fuerte.

—Anda, no te contengas. Con semejante cuerpo, lo más que te sobra es fuerza.

Cerró los ojos, mientras apretaba un poco más, pero aún no era suficiente para mí.

—¿Eso es todo lo que tienes? 

En esta ocasión sí me acortó el aire, justo lo que quería. Esa presión de sus gelatinosos y esponjosos muslos en mi cuello y parte del rostro era tan jodidamente placentero.

Abrazar a la muerte entre sus piernas sería una verdadera dicha.

Alguien tocó el timbre con insistencia, interrumpiéndonos en el mejor de los momentos y espantando la erección que solo mi diosa era capaz de provocar.

«¿Quién demonios se atreve a interrumpir mi diversión?».

Me peiné el cabello que yacía alborotado y me arreglé el pantalón, poniendo todo en su lugar.

No esperaba encontrarme con mi sobrino a estas horas. No logré pronunciar ni una sola palabra, cuando me agarró por el cuello de la camisa.

—¡Eres un imbécil! Tú sí tenías mucho que ver con Luna y me mentiste. ¿Creíste que no iba a descubrirlo?

Solo era cuestión de tiempo para que lo descubriera. Había olvidado este conflicto entre mi hermano y mi sobrino. 

—¿Otra vez por aquí, sobrino? ¿Qué te hace pensar que tengo algún interés por escuchar de nuevo sobre tus líos amorosos? Estás interrumpiéndome y sabes que me pongo de mal humor cuando lo hacen.

—No me importa. Tú y mi padre están confabulados. Son quienes han estado ocultando a Luna. Yo sabía que ella no tenía a quién acudir, pues no conocía a nadie más que a mí, y de la nada desapareció sin dejar rastro alguno. Dejó su antiguo trabajo de la nada, cuando le costó tanto encontrarlo. Eso no era algo que ella haría, sino fuera que hubiera tenido la ayuda de alguien más.

—Ya te lo he dicho muchas veces, no me metas en tus líos amorosos, sobrino—le repetí.

—Ella está trabajando para ti. La vi hace unos días por la ciudad, saliendo precisamente de la galería.

—Tu papá me pidió que la contratara. Solo hice lo que tenía que hacer, tenderle la mano a un ave caído, quién ha emprendido un sorprendente vuelo en el poco tiempo que lleva trabajando.

—Despídela.

Me tomó desprevenido oír semejante petición de alguien como mi sobrino, siendo alguien que se jacta diciendo ser alguien justo y correcto.

«¿Quién lo diría?». Los dos están enamorados de la misma mujer. Esto va a terminar muy mal, pero no seré yo quien lo diga. Eso no es asunto mío.

—¿Estás intentando sabotear a esa muchacha, acudiendo a algo tan bajo para que regrese a esa “única persona” que puede ayudarle? ¿Qué está ocurriendo contigo, sobrino? Eres malévolo, me gusta—reí—. Lamentablemente no puedo ayudarte con eso. Con quién menos deseo tener problemas es con tu papá. Además, no tengo nada contra la muchacha. Ni siquiera le he visto la cara, pero su rendimiento, funcionamiento y el compromiso que ha demostrado con la compañía, es quien habla por ella. No puedo despedir a alguien que cumple con sus deberes en el oficio. Sería demasiado injusto. Si tanto quieres que regrese a ti, deberías ir de frente, eso es lo que un verdadero hombre hace.

Mis palabras parecieron hacerle entrar en razón, pues dejó ir el cuello de mi camisa y suspiró, percatándose de la presencia de Rachel y abandonando el apartamento. 

—¿Qué opinas de esto, mi diosa? Padre e hijo enamorados de la misma mujer. ¡Qué bárbaro! —cerré la puerta, negando con la cabeza. 

Aunque no quiera meter mis narices en esta situación, tarde o temprano tendré que hacerlo. Mi hermano, cada vez que habla de ella se escucha muy interesado. Nunca abogó para que le diera este trabajo para aprovecharse de ello, todo lo contrario, él no quiso intervenir en el proceso, fui yo quien decidió darle una oportunidad a ciegas, a sabiendas de que era la primera vez que mi hermano me pedía algo. Este lío puede complicarse ahora que mi sobrino dio con la ubicación de esa muchachita. 

—Kyllian… 

Mi atención fue hacia mi diosa. 

—Dime, mi diosa. 

—Tal vez no sea el momento, pero necesito tu ayuda en algo. Necesito encontrar a un buen abogado. 

—¿Al fin tomaste la decisión?

—Sí, pero se nota que él no va a desistir. Ahora le ha dado con decir que me ama y no quiere divorciarse de mí. 

—Oh, ¿sí? 

¿Cómo se atreve? Miserable rata. 

—Yo tengo una solución más eficaz de sacarlo del medio.

—¿Solución?

No, mejor no, dejaría de ser divertido. Necesito darle a probar mejor de su propia medicina. Después de lo que le hizo a mi diosa por tantos años, merece sufrir lentamente y me encargaré personalmente de eso. 

Mi hermana la puede ayudar con eso del divorcio. Aunque hace tiempo no nos vemos y la comunicación entre ella y yo es poca, sé que no dudará en ayudarme con esto. Después de todo, a eso se dedica. 

Este es solo el comienzo de lo que le espera a ese inútil. 

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