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• Acuerdo •

Haber sido elegida, sin duda alguna era una noticia que había cambiado por completo mi estado de ánimo. Aunque planificaba contarle a mi esposo cuando llegara del trabajo, al final preferí no hacerlo, pues en el fondo tenía el presentimiento de que no iba a estar muy contento al respecto y me bajaría de la nube en la que me encontraba.

Me fui a la cama temprano para descansar lo suficiente para mañana levantarme con mucha energía. Eso planeaba, pero no podía dormir pensando en que faltaban pocas horas para reunirme de nuevo con el Sr. Kyllian Moore. Jamás había visto unos ojos tan destellantes y expresivos. Creo que la falta de salir a explorar más el mundo exterior me está pasando factura.

Desperté bien temprano para prepararme el desayuno y dejar preparado el de mi esposo. Él se quedó roncando en la cama, ni siquiera se dio cuenta de que me bañé, me cambié de ropa en la habitación, me maquillé y salí. Cuando cae, cae como una piedra.

No sé si es parte de la emoción, pero todo se ve tan distinto a mi alrededor. El sol brillaba en todo su esplendor, iluminando las calles y los edificios.

Hace mucho tiempo no experimento lo que es la adrenalina de hacer algo a las espaldas de alguien más, pero ese sentimiento es tan refrescante.

He estado mucho tiempo encerrada en una maldita cápsula. Era tiempo de salir, despejar la mente, respirar aire fresco y vivir.

Estacioné el auto y me bajé mirando la pantalla de mi celular. Seguramente mi marido no se dé cuenta de que salí. No sé por qué estoy pensando que le va a importar saber dónde estoy.

Vi en la entrada al Sr. Moore. Tenía puesta una camisa azul oscuro, muy elegante y de mangas largas que estaban abotonadas. También se ajustaban en sus muñecas por unos gemelos con detalles en diamantes. Su pantalón era gris y le hacía relucir bastante bien sus atributos.

Ayer no lo vi mucho tiempo de pie y con lo nerviosa que estaba ni siquiera me fijé en lo alto que es. Me atrevo a calcular que su estatura debe ser de aproximadamente unos 6'2 pies o un poco más.

Su cabello lacio se ve diferente, quizá porque en la parte superior de este tenía abundantes mechones bien cuidados y algo largos, sin llegar a lo extremo. Su gel le jugaba mucho a favor a su peinado hacia un lado con mechones que casi estaban secos y que le caían de una forma muy sensual en la frente. Posee una elegancia bastante envidiable y llamativa.

—Buenos días, Sra. Rachel— se adelantó, mientras en sus labios se dibujaba una amable sonrisa.

—Buenos días, Sr. Moore— le sonreí, intentando disimular esos nervios que me invadieron al notar lo observador que estaba siendo.

Sé bien que estaba analizando mi vestimenta, porque sus ojos me recorrieron de pie a cabeza. Intenté vestirme con lo más profesional que encontré en el armario y que solía usar en mi otro trabajo.

He subido bastante de peso, ya no me queda como antes, pero al menos me cubre lo suficiente y no se ve gastada.

Lo acompañé con mucho gusto a su oficina. En su escritorio estaban los documentos de lo que me habló ayer. Fueron esos mismos los que me entregó para que me pusiera al tanto de todo y los firmara.

El acuerdo confidencial tenía ciertos detalles de los que tuve que consultarle, pues no entendía muy bien y tenía que estar clara antes de firmar. Decía que tenía que actuar con sumo cuidado en el manejo de la muñeca, cualquier daño que sufra, estaría arriesgándome a recibir una sanción. Ajeno a eso, por ningún motivo o circunstancia, podía compartir con terceros cualquier detalle o información de ella. De hacerlo, no solo corro el riesgo de pagar una exagerada y exorbitante cantidad de dinero, sino que el propietario, viniendo a ser él, es quien tomaría la decisión de someter cargos legales, arriesgándome a una imposición de más de quince años de cárcel, dependiendo de la gravedad del asunto y de la regla que infrinja.

Eran más de cuarenta documentos, los cuales leí con cuidado, pero me tenían la cabeza saturada y la vista.

«¿Todo esto por una muñeca?», pensé.

Ni que fuera una muñeca perteneciente a la familia real.

Iba a asegurarme de no dañar esa propiedad tan sagrada y valiosa. No estaba dispuesta a perder esta gran oportunidad de empleo por una simple muñeca.

Terminé firmando los documentos, dejando mis iniciales en cada uno de ellos. La anulación del mismo se haría cuando ambas partes estemos de acuerdo. No creo que en ese aspecto haya algún problema.

—He firmado todos los documentos.

—¿Tiene alguna duda por el momento?

—¿Cuándo podré ver a la muñeca? Me ha generado mucha curiosidad.

—En este instante la llevaré a conocerla.

Lo dice como si estuviéramos hablando de una persona.

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