4. Rojo.
En mi habitación repasaba algunas cosas de la clase. Tenía un puntaje muy bajo y tenía que hacer varias actividades, más de las que pensé que serían. Por ratos contestaba los mensajes de Bernard. A menudo los leo todos, pero esta vez ignoré la mayoría porque todos repetían el asunto de la chica y el autobús.
No pude contarle nada a mamá, ni al profesor Rucks, tampoco con Bernard pude hablar del tema. ¿Qué cosa me pasaba? No soy de dar explicaciones, pero cuando quiero decir algo lo digo sin rodeos, sin embargo esto es algo diferente, es más que un simple nudo en la garganta, es toda una travesía desde mi estómago hasta mis dientes, mis labios, el vello de mi piel y todo mi torrente sanguíneo que me impedían hablar.
Cuando cayó la noche mamá regresó como de costumbre, llamó a mi nombre y yo le respondí diciendo que ya estaba en casa. Escuché que encendió la televisión, con el volumen siempre al doce y la cafetera cayendo, preparando dos tazas de café. Solo éramos nosotras dos, pero era peor que vivir con desconocidos, no porque tuviéramos diferencias grandes, sino porque éramos totalmente iguales. No lo creí malo durante todo este tiempo, hasta ahora que me siento sola.
Mamá me enseñó a ser rutinaria y fría como ella misma, pero hoy la rutina pesaba y algo muy adentro de mí no podía seguir como si nada después de aquel evento, no podía ser fría ante la muerte de alguien... Odio admitir que no me siento bien, que de vez en cuando también necesito un poco de afecto.
Desde mi habitación escuchaba perfectamente lo que se miraba en la televisión, mamá miraba las noticias tiempo antes de que dieran la novela de Catalina Azul, y fue en ese momento donde escuché la voz de alguien que me parecía familiar. La voz de esa periodista.
Fui a la sala de estar y me coloqué detrás de mamá, poniendo mis manos en el respaldo del sofá.
"Tres lamentables muertes este 21 de noviembre" se titulaba.
Alicia estaba en pantalla, hablando desde su silla blanca donde siempre contaba lo que había visto. Hablaba sobre estas tres personas que habían fallecido el día de ayer y mencionaba que nadie había visto el accidente al ocurrir, sino hasta después del estruendo y la cortina de humo.
¿Cómo que no hubo testigos? Yo fui el testigo, yo vi todo, yo estuve allí. ¿Y cómo que tres personas? Yo solo vi dos, no había nadie más. Estoy segura.
Rojo.
La voz de Alicia se desvaneció y formó parte del sonido al que no se le presta atención y como una lluvia de imágenes venían todas las escenas del accidente. No podía ver eso, así que voltee el rostro en otra dirección. No quería recordarla, no quería saber nada de ella, no quería, por todo en esta tierra, ya no quería ver sus ojos plasmados en mi mente.
—¿No te sentarás? Ya casi dan Catalina Azul —dijo mamá, pero yo estaba llenándome de rabia. Toda esa noticia era mentira.
—No, tengo pereza, creo que me iré a dormir —dije dándome la vuelta y caminando hacia mi habitación.
Rojo.
Pensé que en el pantalón de ayer de seguro había quedado esa tarjeta. La busqué hasta que la encontré y miré el número de Alicia al cual llamé sin importar que fuera a decir alguna idiotez, que fuera tan tarde o que aún estuviera al aire. No importaba, de todas formas siempre he sido así.
—Buenas noches —contestó.
—Eres una mentirosa —dije con furia.
—¿Disculpe?
Yo lo ví, yo estuve allí, no eran tres personas...
Rojo.
—No es cierto... —dije, pero algo dentro de mí estaba a punto de colapsar. Aquella chica volvió a aparecer frente a mí y aquel choque eléctrico hizo que mi cuerpo entero cayera, que la claridad de mis ideas se revolvieran como las repuntas revuelven el agua cristalina de los ríos serenos. Me mordí la lengua. No podía.
Rojo, otra vez, rojo.
Mis lágrimas comenzaron a salir de nuevo.
Más rojo.
—Yo... —estuve allí. ¡Dilo!
Rojo.
Un espasmo se formaba en mi pecho, ya no sentía el resto del cuerpo, sino esto.
Rojo. Respiración. Rojo.
—Yo...
Rojo. Parpadeo. Rojo.
El teléfono cayó al suelo y yo sobre la cama sin fuerzas para protestar en contra de nada, escuché un zumbido, las cosas se deformaban a mi alrededor, la luz de mi cuarto parecía cada vez más radiante...
Y todo era rojo.
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