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3. La escuela

Desperté con el corazón a punto de salirse de mi pecho y un grito que dejó rastro en el aire. La pesadilla de anoche la protagonizaban aquellas palabras, la chica de ojos azules —ahora blancos— repetía aquella frase durante horas y horas mientras yo dormía. No pude evitar despertarme a media noche por la falta de oxígeno y después volverme a dormir como si me hubieran golpeado la cabeza.

Pero una reacción involuntaria fue lo que me despertó definitivamente. Miré el celular por tres segundos, lo suficiente para comprender que ya era demasiado tarde para ir a la escuela. Eran las 4:00 p.m.

Me levanté y noté que la toalla estaba en el suelo, así que me vestí con lo primero que encontré a tientas y tomé mis libros para ponerlos en la mochila. No iba a tomar otra ducha, ya era demasiado tarde para eso, así que solo me encargué de usar suficiente perfume y llegar lo más pronto posible.

Tomé el autobús, aunque cuando esperaba por este en la estación mi mente me recordó lo de ayer y quería desistir en el cometido que llevaba, pero no podía, era mi única oportunidad para salvar mi año escolar. Llegué en unos quince minutos y el portero me reconoció. Aquel señor era el único que me sonreía cuando me veía, y no sé por qué, pero ese detalle me causó un sentimiento horrible que me dejó con el rostro rojo y los ojos con lágrimas. Es ridículo sentirse excluido en un mundo donde todos viven una falsa aceptación, la cual siempre juzgo, pero hoy sentí que mi coraza estaba mal puesta, y todo, hasta la más pequeña partícula de polvo, dolía.

Como era de esperarse, los pasillos estaban solos, no como el resto del año que eran toneladas de personas caminando por el mismo lugar. Yo era de esas alumnas que quedan atrapadas como ojuelas inservibles en el colador de la harina al final del año, en clases de refuerzo.

—Profesor Rucks —dije al abrir la puerta de su clase, donde el viejo ordenaba unas papeletas sobre el escritorio—. Lo lamento, no pude llegar a su clase.

Esperaba que fuera comprensivo conmigo, pero sabía que había hecho tantos desastres en su clase durante todo el año, que no podía esperar mucho. Suficiente le era darme clases de refuerzo.

—¿Qué fue lo que pasó, Alessa? —a pesar de todo, era el único profesor que me tenía paciencia.

—Lo siento —dije tratando de ocultar el nudo que no me dejaba hablar.

—¿Trajiste tu tarea?

—No —suspiró frustrado, seguramente esperaba más de mí y yo no pude con la tarea y el estúpido factoreo-. Puedo hacerla hoy mismo, no tardaré mucho.

—No —dijo sentándose en su silla—. No se trata de la tarea, se trata de ti. ¿Qué sucede contigo? Has estado todo un año aquí y no has hecho nada, no te gusta participar en clases y tratas a los demás como si no fueran nada. No voy a recibir tu tarea, yo sé que eres inteligente y que no necesitas repasar las clases de factoreo, pero no me sirve todo lo que sabes hacer con tu cerebro, si lo que importa realmente es lo que haces con el corazón. No necesitas repasar lo que ya sabes, sino lo que no sabes.

En un día normal aquellas palabras hubieran volado por el aire sin que me importaran lo suficiente como para escuchar, pero esta vez estaba prestando demasiada atención a todo... Nunca me comporto de esta forma, pero busqué el primer asiento y me desplomé sobre él, oculté mi rostro entre mis brazos y me forcé para no llorar.

—¿Y ahora qué hago?

—Alessa, faltan solo unos días para que acabe este año escolar y hasta ahora haz entregado la mitad de todas la tareas que corresponden. No puedo hacer mucho, así que... ¿Qué sucede?

Estaba llorando y no podía aguantar más. El profesor Rucks apartó mi cabello y levantó mi rostro, yo no quería dar explicaciones de nada, no quería hablar de esa chica, ni tampoco sobre mi comportamiento en clases. Era inútil.

—Es que ocurrió algo —le dije—. Una chica iba en la calle y luego el autobus apareció... y no sé cómo...

Mis palabras fueron rápidas y torpes, se tropesaban sobre mi lengua antes de salir.

—¿Hablas de la chica de ayer?

—Sí.

—¿Qué sucede con ella?

—Es que... —sus ojos me estaban pidiendo algo, algo que no sabía qué era, yo no la conocía pero creí por tan solo un momento que sabía todo sobre ella, vi sus ojos azules tornarse blancos, vi su sangre en el pavimento, sus dedos rotos, y escuché sus palabras inaudibles decir que yo también estaba muerta—. No lo sé.

—Eso, Alessa, es lo que me sucede contigo... Pide al director que te de un porcentaje de tus notas y luego veremos cómo arreglamos esto, pero no creo que puedas hacer mucho con tan poco tiempo.

—Gracias.

Salí de aquella aula e hice todo lo que el profesor Rucks me había dicho.

A pesar de que no me gustaba estudiar, ahora estaba en una de las bancas de la escuela, mirando el camino al parqueo por donde caminaba uno de los chicos de refuerzo, con una camisa con mangas y cuello de tortuga de color blanco, su cabello risado caía sobre sus hombros como hilos de oro. Le rompí la nariz en febrero por lo que me llevaron a la dirección y pasé haciendo horas de castigo limpiando la vieja bodega de los recuerdos.

No me detendré en los detalles, la vieja bodega es rídicula y ese chico también es patético, pero sentí por unos segundos, mientras aquel chico subía a su pick up negro y se marchaba, que había tenido el mejor año de todos pero no lo noté hasta este día, donde todo se fue a la mierda. ¿Cómo es que la vida puede terminar así de fácil? ¿Por qué esa chica tuvo que morir de esa forma? ¿Dónde vivía? ¿Quién era ella en realidad? Había llamado mi atención de forma estúpida y de la misma forma no me dejaba tranquila.

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