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2. Mamá.

Entré a casa, pero las llaves estaban en las manos de Bernard. Él me había ayudado a abrir la puerta dado que mis manos estaban temblando demasiado. Había insitido en buscar ayuda, pero le dije que no todo este tiempo. No quería pasar por algo así, ni tampoco tenía la necesidad de contarle a nadie las cosas que vivo.

Mamá era dueña de un restaurante al otro lado de la casa, así que posiblemente estaría dando órdenes en la cocina o regañando a una de las meseras. Por lo general no notaba mi presencia, y yo no me esmeraba en que ella lo hiciera, pero hoy estaba desesperada por contarle lo que había visto.

No es que tengamos la mejor relación de madre a hija, pero creo que esta vez sí me prestará la atención que merezco, esta vez debe reconocer que también yo tengo cosas que decir.

Estaba detrás de la caja registradora, mirando hacia la calle tras la puerta de vidrio que comenzaba a llenarse de autos. Me saludó sin verme siquiera a lo cual ya estaba acostumbrada, así que comencé a hablar con un poco de duda, pensando si realmente me escucharía o me pasaría por alto.

—Hubo un accidente frente a la casa de Bernard.

—¿Ah, sí?

—Sí, vi todo lo que ocurrió. Fue un autobus que atropelló a una chica.

—Qué horror —dijo de diente al labio y continuó contando el dinero.

—Fue muy grave y creo que cerrarán la calle.

—Eso es bueno —esta vez me miró sonriendo-. Quiere decir que los que quieran ir por esa calle tendrán que pasar por aquí, y ya que es la hora del almuerzo, quiere decir que habrán más ventas. Les diré que preparen más filetes de carne.

Cerró la caja y dio media vuelta rumbo a la cocina, pero antes la detuve.

—Mamá —sus ojos cruzaron con los míos a medio pasillo y dije con la voz quebrada—: Fue muy feo... —sentí como las lágrimas se quedaban atrapadas en mis párpados, pero mamá se acercó con una sonrisa ligera

—Tranquila. Pudiste ser tú y no lo haz sido, la gente muere todos los días, no es algo de lo que te debas sorprender.

No pude decir nada ante eso. Más que un remedio eso era fuego sobre la herida: cauteriza, pero solo lo repara por encima. Mis lágrimas se consumieron en mis propios ojos, sin tener la libertad de deslizarse sobre mis mejillas como anteriormente lo habían hecho frente a Bernard. Las cosas con mamá siempre son así, solo que a diferencia de todas las otras veces, esta vez yo realmente necesitaba decirlo.

Quería decirle lo que vi, lo que sentí por aquella desconocida en la calle, lo que me dijeron sus ojos, pero en cambio un nudo en mi garganta se había apoderado de mi. Mamá siguió con su propósito y yo me quedé sin decirle nada, fingiendo que solo estaba asustada y que el tema no pasaría a más. De todos modos, así lo había hecho todo el tiempo.

Fui a mi habitación, tomé una ducha fría y caí sobre la cama cual enfermo inválido. Hundí la cara sobre la almohada y lloré a modo de que mis sollozos no se escucharan por fuera. El agua que escurría de mi cabello se confundía con el agua que brotaba de mis ojos, sentía que todo giraba y a la vez lo estático del momento.

Qué frustrante es llorar por algo que no tiene sentido, porque sino tiene sentido, tampoco remedio, seguramente.

Entonces, poco a poco mis párpados fueron cayendo, las luces de la calle se habían encendido, los mensajes de Bernard se acumularon en la bandeja de entrada de mi celular y olvidé por completo la tarea que tenía que hacer esta noche. Estaba totalmente perdida en aquel momento.

"Estás muerta".

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