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15. Yo soy el testigo.

Pasaron uno y dos días, no podía con esto. Quería que alguien dijera las cosas, quería que alguien se levantara para hablar, pero nadie hacía nada, incluyéndome.

Pensaba mucho en los hermanos de Natasha, ¿qué estarán haciendo ahora? ¿Quién los estará cuidando? ¿Qué estará pasando en esa casa? Sé que no son mis hermanos, ni siquiera mis parientes o amigos, pero al cabo de un tiempo pensando tanto en ellos, les tomé cariño. No me atrevía a llamar a la policía y contarles todo porque yo no soy la víctima de nadie, y si Bernard no habla no hay mucho que hacer, podía mostrar el diario, pero yo no soy la dueña de él. ¿De dónde lo conseguí? ¿Por qué lo tengo yo ahora? Tenía que dar demasiadas explicaciones y aunque quería hablar, también había caído en este juego del silencio.

Después del día del examen me había levantado tarde, pero ahora me sentía un poco más tranquila, así que decidí llegar al restaurante de mamá. Tenía hambre al fin y quería comer algo rico.

Fue allí donde me encontré a Alicia, sentada en una mesa diferente, una más retirada del resto. Quería estar con ella, así que le pregunté si podía comer en la misma mesa, a lo cual aceptó sin ningún problema.

—Dime, ¿siempre vienes a comer a este lugar? —preguntó.

—No, o al menos no del todo. Mi mamá es la dueña. No sabía que siempre venías por aquí —fingí que no sabía que era una cliente frecuente.

—Mira qué pequeño es el mundo —sonrió—. Conocí este lugar hace no mucho, pero la cocina de tu mamá es realmente increíble. ¿Por qué casi nunca te veo aquí?

—No suelo venir, tan solo para el fin de año en la mayoría de casos, o sino cuando ya no tengo tantas tareas o cosas que hacer en casa.

—¿Te sientes mejor? Sobre lo que me contaste el otro día —Alicia cambió el tono rápidamente de su voz a uno más grave, preocupada seguramente por mi.

—Eh… —¿Será buena idea decírselo? Apenas nos conocíamos, no podía confiar ciegamente en ella.

—Te ves distinta: Cómo si te hubieras librado de algo, pero no del todo. Aún hay rastros de lágrimas en tus ojos hinchados —dijo acercando su dedo a mis párpados.

—Tengo un diario, era de Natasha. Solo confirmó lo del embarazo.

—¿Un diario? ¿Natasha tenía un diario?

—¡Por favor no preguntes de dónde lo conseguí! —me apresuré a decir antes de que Alicia continuara. Ella resultó curiosa a mis palabras y gestos. Sólo pude disculparme con una sonrisa tímida.

—Está bien, no preguntaré eso. Podemos cambiar de tema si te molesta…

—¡No! —Estaba nerviosa, no podía controlar mi tono de voz—. Quiero decir… Hay algo más en ese diario…

—¿Algo más? ¿Cómo qué cosa?

—Fue algo grave, y es lo que no me ha dejado dormir desde que lo sé, porque Natasha quería librarse de algo… de alguien más bien.

—¿Estás diciendo que estaba huyendo?

—Así es. Pero ella no solo quería salvarse a sí misma: tiene dos hermanos y están en peligro.

—¿Cómo sabes eso? ¿Eso lo dice el diario?

—Solo te lo diré a ti, pero espero que no me delates, no quiero parecer una usurpadora…

“Cuando busqué acerca de Natasha me di cuenta que vivía en la ciudad vecina —todo fue extraño, una búsqueda guiada nada más por la intuición—, y cuando fui allá busqué en la escuela donde ella estudiaba, admito que sí robé unos papeles del registro de estudiantes, pero esos papeles me llevaron a su casa, donde conocí a sus dos hermanos.

“Uno de ellos, el más grande, me dijo que Natasha se había ido de casa para buscar un lugar donde vivir solos. Natasha quería sacar de ese lugar a sus dos hermanos…

—Y no pudo… —Alicia estaba consternada, ahora comprendía también que sus palabras habían tenido mucho sentido para mí en su momento, en especial cuando en tan poco tiempo las cosas toman el rumbo de tienen que tomar.

—Así es. Creo que era ese “peso” que Natasha llevaba consigo aquel día.

—Alessa, me pareces increíble: Nadie se preocupa por el resto de gente, nadie pregunta nombres, nadie pregunta razones… Nadie en este mundo suele ser tan humano. Debes decir todo lo que sabes.

—¿Pero a quién? ¿Crees que alguien le haría caso a alguien como yo? No conozco a esos niños, ni a todos los que participaron en esta historia, apenas sé sus nombres, pero no tengo el derecho de contar todo esto, yo no he sido la víctima de nadie, yo no he sufrido las cosas que ellos sufrieron, ¡yo no soy nadie! —mis lágrimas salieron de lo frustrada que estaba.

—Sí eres alguien —dijo suavemente—: Eres un testigo, y la voz del testigo es la voz de la víctima que no se pudo escuchar.

“Te ayudaré a cumplir con el propósito de Natasha.

Estaba sorprendida. Jamás había pensado en que yo soy la única que sabe de esta historia, yo soy la detective, yo soy el testigo, y es hora de que comience a hablar de esto…

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