13. La ultima nota.
No había recibido respuesta de Bernard, y algo me hacía sentir preocupada. No hubieron buenos días, tampoco buenas noches, solo una ausencia que no era habitual. ¿Por qué Bernard hace esto? Quería contarle lo que había descubierto de Natasha, pero no encontraba cómo comenzar a decirlo cuando él no contestaba mis saludos.
“Bernard, supe algo de Natasha. Es importante.” escribí.
No tardó cinco minutos cuando respondió:
“Deja de revolver el pasado de las personas. No sigas con esto.”
¿Revolver el pasado? ¿Por qué dice eso? No estaba revolviendo el pasado de nadie, al menos no de alguien que esté vivo. No veo qué hay de malo en saber sobre Natasha, de hecho fue mejor hacerlo, Marcos sabía lo ocurrido, además.
No respondí ese mensaje. Él no comprende lo importante que ha sido esto para mí, así que no perdería tiempo explicándole las cosas. Ya era tarde y mañana tenía que hacer el examen final, así que estudiaría hasta olvidar el asunto de Bernard.
Mientras repasaba algunas clases —las pocas clases que había apuntado en mi cuaderno— en mi mesa de noche noté que algunos recortes se habían salido del diario de Natasha. No había leído ni una sola hoja desde el viernes pasado, pero la curiosidad me atrapó.
Abrí el diario después de aquella última página que leí. Las que le seguían estaban en blanco, pero en medio de ellas salió una en especial con un examen médico que comprobaba que Natasha estaba embarazada. Después de revisar el examen vi una nota escrita.
La última nota:
No sé cómo te llamarás, no sé si tendré que comprarte vestidos de flores o pequeños pantalones, si serán muñecas o carritos para que te diviertas, pero sea como te llames, sea quien vayas a ser, espero poder estar contigo todo el tiempo que me sea posible.
Buscaré la forma de que nada te haga daño, buscaré un lugar solo para nosotros dos, y espero que ese lugar sea tan bello como el mismo cielo.
Te amo.
Pensar que Natasha había muerto y que su deseo en aquella nota había sido la razón de toda esta historia me conmovió de modo que no pude evitar llorar un poco. ¿Por qué este dolor continúa dentro de mí, aún habiendo aclarado las cosas que sentía en un principio por este accidente? La historia de Natasha había acabado el día de su muerte, pero…
“Ahora es también parte de tu historia” recordé.
***
El siguiente día me preparaba para el examen por la mañana. A diferencia de las clases, el examen se haría temprano, así que tendría la tarde libre. No iba a buscar nada sobre Natasha, ya sabía todo, y me quedaba cierta congoja luego de esta búsqueda. ¿Qué se supone que haga ahora? Pues aún no me siento mejor.
Durante el examen compartí salón con varias personas con las que no me llevaba bien. Ahora pienso ¿qué cosa era la que me hacía sentir tan enojada con todos? Nada importa en este momento. Yo ya no estaba al tanto de lo malo que dijeran de mí, ni de lo que sentía por personas que ya estaban por desaparecer. Me importaba Bernard, me importaba aprender a estar con mamá más tiempo y hacer algo bueno con mi vida. Ya no quiero pensar en el resto más de lo que debería, ellos no son parte de mi historia.
No entendía nada del examen, como me solía suceder desde pequeña. No he sido la mejor estudiante, así que solo espero pasar a raya y poder salir de la escuela ya, de todas formas, Bernard ya no estará el siguiente año conmigo, así que espero que nos quede más tiempo para estar juntos si es que eso llega a tener lugar en el futuro.
Bernard…
Salimos del salón y yo me dirigí al baño. Estaba sudando tanto que tenía que refrescar mi rostro si quería soportar el calor del resto del día. Cuando quité mi rostro del agua y finalmente me vi al espejo, una sombra a mi espalda que esperaba llamar mi atención hizo que me estremeciera.
¿Ahora qué estaba haciendo allí?
Estaba de pie detrás mío. Yo la miraba a través del espejo y ella a mí a través de él, pesada y cargada de sentimientos extraños que yo no era capaz de comprender. Estaba vestida como el día del accidente, pero sin heridas y con sus ojos azules. Mantenía la vista sobre mí y comenzaba a llenarme de escalofríos.
Lentamente me di la vuelta, y cuando iba a pronunciar su nombre me di cuenta que ya no estaba.
—¿Qué sucede? —dije con la voz en un hilo.
Las puertas de los sanitarios se cerraron por la fuerza de un viento repentino que hizo eco en todo el lugar, haciendo que gritara y de un salto me acercara a la puerta para salir. La luz comenzó a parpadear y cuando volví la vista al espejo Natasha sólo era una sombra oscura que aparecía y desaparecía al ritmo de la luz.
La puerta no abría. Sacudí la manija en un intento desesperado por salir de allí, pero era inútil. Todo a mi alrededor comenzaba a hacer ruido. Las puertas rechinaban y se golpeaban con los marcos de estas mismas, escuchaba un enjambre de abejas afuera que producían un zumbido ensordecedor, las dos llaves de agua se abrieron solas y la mirada de Natasha, ¡Dios! Eso era lo peor. Era otra vez esa mirada, era otra vez el accidente, eran otra vez todos estos secretos y todas estas verdades nunca dichas.
Comencé a temblar y traté de escapar al momento que la sombra de Natasha comenzó a caminar en mi dirección.
“No lo entiendes”.
Cuando sentí esas palabras en lo profundo de mi cabeza, todo comenzó a dar vueltas. Las cosas giraban y de tanto girar ya no parecían cosas. Las cosas se volvieron manchas a mi alrededor, figuras cada vez más abstractas, espectros en medio de un remolino que daba miedo. Fue entonces que pude sentir un poco de fuerza en mi cuerpo nuevamente y traté de correr, pero cuando lo hice, algo que me tenía atada a la puerta me detuvo con tal fuerza que mi espalda se quedó pegada a ella.
Miré mi mano y noté que estaba amarrada a la manija con un salta cuerdas. Tenía la sensación de estar acostada y no de pie, la inercia me llevaba hacia atrás, y de pronto, de donde estaba Natasha apareció un hombre que jamás había visto en toda mi vida. Era pálido, con ojeras, bigote, el cabello negro y una horrible mirada oscura sobre mí.
Ya no sentía miedo, sentía algo más que eso. Sentí el palpitar de mi corazón resonando en todo mi interior; fuego en mi rostro y hielo en mis piernas. Algo: una corriente eléctrica que viajaba por mi garganta, una corriente demasiado fuerte que parecía vidrio quebrándose, dejando heridas, dejando su propio rastro.
El hombre comenzó a bajar su pantalón y cuando traté de levantarme de nuevo, vi que contaba tan solo con una camiseta, y estando casi desnuda ya no tenía el mismo ímpetu de un principio. Él se acercó a mi cuerpo, sentía su peso sobre mi y mientras besaba mi cuello mis lágrimas comenzaron a salir sin ningún pudor.
No quería esto.
Trataba de quitármelo de encima con patadas que eran esquivadas, y poco a poco, luego del llanto y gritos que daba al viento, ya no tuve más fuerza. Había perdido. Pero cuando creí que iba a suceder lo esperado, una gota de agua fría cayó en mi frente y me hizo despertar.
Estaba sola… y a salvo.
El zumbido desapareció, las llaves de agua estaban cerradas, las luces iluminaban todo. Escuché a unos niños jugando afuera, ¿por qué? Afuera solo había una calle, no es un lugar donde frecuentan niños. Me dirigí a una ventanilla en lo alto, poniendo los pies sobre el sanitario y vi.
Eran dos niños que jugaban y corrían por un jardín —no había ninguna calle—, el sonido de sus risas eran como una lluvia suave que tranquiliza. Entonces uno de ellos me miró. Era su hermano, era el hermano de Natasha con quien antes había hablado en aquella casa.
“Llévalos lejos”.
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