10. Testigos de nada.
Pasó todo un día después de que fui a casa de Natasha. Ahora estaba igual de abrumada que antes, sin embargo tenía en claro lo que quería: La muerte de Natasha no pasaría desapercibida. Tenía que buscar a quienes la hayan conocido y sólo los encontraría en esa escuela.
-¿No te quedó claro? Te dije que no me pidieras que te llevara a ese lugar de nuevo.
-Bernard, solo quiero...
-¿Saber más de ella, acaso? ¿No es suficiente saber su nombre completo o haber puesto flores en su tumba?
Había recurrido una vez más a mi amigo. No entiendo por qué Bernard odia ese lugar, ni siquiera ha dicho quienes eran sus enemigos en la escuela o algo por el estilo. Sé que Bernard no siempre ha sido el más tranquilo, pero tampoco es un delincuente que aún sea perseguido por un grupo de vándalos escolares. De hecho Bernard ni siquiera habla de sus padres, o de su infancia, no habla de cómo era la vida en la otra ciudad y cómo es que terminó aquí.
Pero no podía sin su ayuda.
-Ayer fui a la que era la casa de Natasha...
Bernard me miró sorprendido y molesto a la vez. Me pidió la dirección y luego me preguntó cómo la había conseguido, entonces tuve que explicarle lo que había hecho, sobre cómo conseguí los papeles de Natasha y lo que había visto el día anterior.
-¿Eres tonta o te pasas de lista? No tenías por qué hacer eso. Alessa, si alguien llega a saber lo que has hecho sería algo muy malo.
-¡Nadie lo sabrá! Esos papeles los pudieron haber perdido en cualquier momento, es una escuela, no una cárcel.
-¿Y qué me dices de ti? ¿Planeas permanecer fuera de su casa como un perro hambriento o algo así? ¿Qué cosa tengo que hacer para que dejes de hacer esto?
-No tienes por qué impedir que haga esto, lo hago porque lo necesito... No sé, hay algo que aún no me termina de encajar en esta historia. Hay algo pendiente todavía.
-¿Por qué estás tan segura? La gente muere a diario, ¿por qué justamente está chica tiene que llamar tu atención?, ¿por qué te preocupas por alguien que, de no haber sido por este accidente, no hubieras llegado a conocer en toda tu vida?
-No lo entiendes. No es la casualidad del accidente, fue ella... -inhalé con fuerza, finalmente tenía un par de palabras que definirían esta situación-: Fueron sus ojos, fue su forma de pedir ayuda, y también creo que fui yo, la que sin querer entendió la señal.
Bernard miró al suelo. Esperaba que comprendiera lo que durante todo este tiempo había mantenido en secreto. No era todo lo que sentía, pero era todo lo que podía expresar por ahora.
-Solo será un día, y juro que si con esto no te basta...
-Solo será esta vez. Lo prometo: no volveré a pedirte me lleves de nuevo a ese lugar.
Estaba en casa de Bernard, había llegado a la hora en la que su tío sale al taller y él se encarga de hacer pedidos de los repuestos que necesitarán después. Por ahora, Bernard solo tenía que limpiar el garaje.
-¿Y no piensas ir a la escuela? Este es el último día, que yo recuerde.
-Ya entregué todas las tareas, no tengo que ir ya.
-¿Olvidas el examen?
-Dijeron que sería el próximo martes. -Lo del examen era cierto, pero el resto de cosas no.
-Está bien, solo espérame un momento.
***
Pasaron las horas de camino a la otra ciudad y llegamos pasada la hora del almuerzo. Comimos de nuevo en la misma cafetería y luego, después de muchas excusas, entramos a la escuela. Los alumnos del matutino estaban a punto de salir, y lo único que me quedaba era preguntar a cualquiera que conociera a Natasha lo suficientemente bien el por qué estaba haciendo lo que hacía antes de morir.
El timbre sonó, y los del aula B aún estaban encerrados dentro. Cuando salieron parecían una estampida, sin embargo habían quienes caminaban lenta y pacíficamente a pesar de que iban tarde.
Bernard me ayudó a hacer unas cuantas preguntas a todos los estudiantes que pudimos, sin embargo todas las versiones de Natasha variaban de boca a boca.
"Zorra"
"Rara"
"Tenía problemas mentales"
"Era invisible"
"Vivía lejos"
"Vivía cerca"
"Desapareció"
"La secuestraron"
"Se escapó de casa"
Todo podía ser verdad como mentira. Nadie conocía a Natasha. No tenía amigos. Todos eran testigos de nada, y por lo visto, nadie sabía de su muerte aquel 21 de noviembre.
-Es todo -dijo Bernard y se sentó a mi lado en una de las gradas de la escuela.
-No sé qué pasa... Creí que encontraría al menos a una sola persona que la conociera, pero no hay nadie. Esto es peor que volver al inicio, es como perder el rumbo justo cuando casi llegas a la meta.
Vimos a un chico que bajaba las gradas, era lento, alto y un poco gordo, y tenía el cabello medio largo, por lo que su peinado parecía las páginas de un libro abierto. Era agradable a la vista a pesar de que tenía la apariencia de pocos amigos.
-No hay nadie que sepa nada de Natasha Borges -dije haciendo enfasis en su nombre.
Él se dio media vuelta y me miró a los ojos. La suya era una mirada dura, una que confunde y a la vez descifra.
-¿Por qué buscas a Natasha? -dijo con celo, como si él fuera el único que pudiera mencionarla, como si él era el único que sabía algo sobre ella.
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