8 | Errores del pasado
Cuando se despertó aquella mañana todo parecía marchar como siempre. Salvo que el despertador aún no había sonando y que él llevaba despierto un par de horas. Al principio, había tratado varias veces de volver a conciliar el sueño, pero todo esfuerzo fue en vano, así que se acabó rindiendo. A su lado, junto a la mesilla de noche, descansaba un pequeño bote de pastillas.
Era la medicación de su madre. La que se empezó a tomar tras la muerte de Elliot para combatir la depresión que le diagnosticaron. Mientras todos se hallaban durmiendo en esa casa, él se había deslizado hasta la cocina y lo había tomado de uno de los pequeños armarios. Sabía que estaba ahí.
Dio varias miradas al bote mientras recordaba las palabras de Violet.
Él no era un cobarde, tan solo estaba cansado de que su vida fuera una mierda. ¿Por qué su amiga no entendía eso? De un momento a otro agarró el frasco y giró la tapa. Echó la vista hacia el fondo y lo vio lleno de pastillas.
¿Cuántas necesitaba tomarse para conseguir acabar con todo el dolor?
Ni siquiera tuvo tiempo de pensar porque la figura de su madre apareció en el marco de la puerta de su habitación. James no se dio cuenta de que se encontraba allí, pero sí fue consciente de su presencia cuando escuchó su voz alarmada.
—¿Pero qué haces, James? —Le quitó con rapidez el bote y volvió a poner la tapa. Su mirada era de pavor, pero también había cierta decepción en ella—. ¿Por qué ibas a hacerlo?
James tardó varios segundos en contestar. Parecía encontrarse en un estado de trance. Sus pensamientos más destructivos flotaban por su cabeza animándole a arrebatarle el bote de pastillas a su madre y tomárselas todas, pero al sentirse sin fuerzas, descartó esa idea. Temía levantar la mirada y posarla en ella, pero al fin lo hizo.
—Yo... Quería acabar con este dolor. No soporto levantarme cada día sabiendo que fui el culpable de la muerte de Elliot. No soporto tu mirada de odio. Siento que ya no pinto nada aquí, que no merece la pena seguir viviendo.
La señora Sullivan contemplaba a su hijo con demasiada tristeza. No era consciente de su sufrimiento hasta que le vio sosteniendo ese frasco de pastillas. Se preguntó si todo sería diferente si su comportamiento hacia él hubiera sido otro. Se llevó ambas manos a la cara para cubrírsela y ocultar sus lágrimas
—No sabía que te sentías así...
James se levantó de la cama casi de un brinco. Su estado había pasado de la tristeza al enfado.
—¡Claro que no sabías, mamá! —exclamó—. Me miras como si me odiaras, como si no valiera nada para ti. Sé que la cagué con Elliot y daría lo que fuera por volver a tenerle a mi lado, pero yo también soy tu hijo y estoy aquí. Vivo.
¿Tan mala madre había sido? Perder a Elliot fue lo peor que le sucedió en la vida, pero se hallaba tan consumida por ese dolor que prefería culpar a James antes que asumir que su hijo pequeño se había ido para siempre.
Odiar a James era su forma de mantener vivo su recuerdo.
—No quería que te sintieras así —murmuró—. Es solo que... Es muy difícil para mí, ¿entiendes? Cada vez que te miro me acuerdo de él. Internamente sé que no es tu culpa, pero no puedo olvidar ese día.
James hizo algo que llevaba demasiado tiempo sin hacer. Se acercó a su madre y la rodeó con los brazos. Pensó que esta rechazaría el abrazo, pero no fue así. Ambos permanecieron abrazados durante varios minutos hasta que fue la mujer la que se separó primero.
—Quiero arreglar las cosas. Tu hermano odiaría vernos así.
James miró a su madre a los ojos y una sonrisa se dibujó en su rostro cuando ya no vio odio en su mirada. Tan solo contempló esperanza.
Esperanza por volver a retomar la relación.
Esperanza por perdonarse todos los errores que habían cometido en el pasado.
Y esperanza por vivir.
Dos semanas pasaron hasta que Violet volvió a ver a James.
Se encontraba hablando con su hermana cuando un impulso le hizo girar la cabeza hasta la puerta del cementerio. Fue tal su sorpresa cuando lo vio caminando en su dirección, que se levantó a toda prisa y fue corriendo hasta él. James no tuvo la opción de reaccionar, porque esta se lanzó a sus brazos.
Estaba feliz de verle.
Notó la risa de James en su cuello haciéndole cosquillas y se apartó un poco para mirarle a los ojos. Las ojeras ya no eran tan notables como antes y eso le hizo preguntarse si algo había cambiado en su vida.
—No sabes lo feliz que estoy de verte. Creí que podrías haber hecho algo...
No tuvo tiempo de acabar, porque este le interrumpió.
—Estuve a punto de hacerlo, pero mi madre me detuvo.
Violet rompió por completo el contacto y analizó sus gestos. James ahora se hallaba serio. Se preguntó qué hubiera pasado si su madre no le hubiera detenido. Y la respuesta fue muy clara. James no estaría a su lado, sino bajo tierra. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante ese pensamiento.
—No sabes cuánto me alegro de que lo haya hecho —Golpeó su brazo—. Te dije que no intentaras hacer algo estúpido.
James estalló en carcajadas, lo que causó que Violet frunciera el ceño. A ella no le resultaba gracioso. Estaban hablando de algo importante y él parecía tomárselo a broma. Cuando vio el gesto de la chica, se contuvo un poco la risa. La había echado de menos y no quería volver a pelear con ella como la última vez.
—¿Vamos a nuestro lugar? —preguntó señalando las tumbas de sus hermanos—. Quiero contarte cómo están las cosas con mi madre. Han mejorado mucho.
Violet sonrió y entrelazó su brazo con el de James. Ambos empezaron a caminar hasta el lugar en el que podían ser ellos mismos. Donde los miedos quedaban al descubierto y los pensamientos podían volar libres.
¡Hola!
Siento actualizar algo más tarde de lo normal, pero ahora que he vuelto a la rutina tengo menos tiempo.
¿Qué os ha parecido el capítulo?
¿Creéis que James podrá recuperarse algún día?
Escribir este capítulo fue un reto para mí, la escena de James con las pastillas no fue muy agradable, pero en algún momento todo iba a estallar.
Espero que lo hayáis disfrutado. ¡Nos vemos la semana que viene! 💘
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