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7 | Todos sufrimos recaídas

Todos sufrimos recaídas en algún momento.

Violet sabía eso a la perfección. Desde que a su hermana la diagnosticaron cáncer de mamá, su vida había dado un giro de 180 grados. A partir de entonces, todo se basaba en visitas al hospital, ya sea para el tratamiento de la quimioterapia, para revisiones o simplemente porque la enfermedad estaba empeorando.

Su madre no iba muy a menudo y Violet no podía comprender eso. Era su hija y lo estaba pasando mal, pero sabía lo débil que era la señora Lowell, y enfrentar esas visitas podría resultar la cosa más complicada del mundo. Por otro lado, Nora siempre iba con una sonrisa en la cara pese a que el dolor le estuviera consumiendo por dentro. Era algo que admiraba de ella: su valentía para enfrentar cualquier situación de la vida.

Aún recordaba el día que la diagnosticaron.

Aunque ambas estaban aterradas, cuando el médico pronunció la palabra cáncer, Nora miró a su hermana como si lo que acabara de decir no lo cambiara todo, y sonrió. Le sonrió como si su vida no pasara a estar en la cuerda floja. Le sonrió sin saber que un par de años después su corazón se detendría para siempre en una fría habitación de hospital.

Le sonrió pese a que ahora la muerte formaba parte de su vida.

Las charlas le estaban sentando de maravilla.

Veía las miradas curiosas de la gente, sus preguntas y él se sentía orgulloso de poder hacer algo por los demás. En esos pequeños momentos se consideraba alguien de valor. Pero luego llegaba a su casa, contemplaba la mirada de su madre y volvía de nuevo a la realidad.

Por eso sus visitas al cementerio fueron más continuadas. Ni se hubiera imaginado hace tiempo que aquel lugar le iba a ofrecer la paz que tanto buscaba.

Cuando llegó aquel viernes por la tarde, se encontró a Violet sentada enfrente de la tumba de Nora. Se encontraba recostada en la hierba y unos cascos cubrían sus orejas. Sus gestos parecían relajados cuando llegó hasta ella. No quiso romper su tranquilidad, así que imitó su postura y se tumbó junto a la tumba de Elliot.

Así permanecieron varios minutos hasta que Violet se dio cuenta de su presencia. Cuando le vio, sonrió. Se quitó los cascos y los depositó sobre la hierba. Luego se incorporó y se cruzó de piernas. James la imitó.

—Es un buen lugar para escuchar música —murmuró cuando fue consciente de que la atención del chico estaba puesta en ella.

—Yo también lo creo.

—Últimamente vienes muy a menudo por aquí —puntualizó la joven. Llevaba un par de semanas viéndole por el cementerio con mucha frecuencia. En varias de ellas no coincidieron, pues cuando él llegaba, ella se marchaba, pero le hacía muy feliz saber que todo estaba empezando a cambiar.

James se encogió de hombros.

—Estoy más a gusto que en casa, la verdad.

Violet le dedicó una mirada triste. Conocía algo de la situación de James, y sabía que la relación con su madre se encontraba hecha un desastre. Quiso preguntar si había sucedido algo en especial, pero él fue más rápido y la sorprendió con una pregunta.

—¿La has superado? —preguntó James tratando de mantener alejados sus pensamientos.

—¿La muerte de Nora?

El muchacho asintió.

—No sé, supongo que es algo que no se supera del todo. Tan solo te queda aprender a convivir con el dolor de su pérdida —murmuró Violet mientras sus manos se encontraban arrancando un pequeño trozo de hierba. Era algo que le ayudaba a calmar sus nervios y pese a que la pregunta de James no le resultó incómoda, siempre que su hermana se cruzaba por su cabeza tenía una sensación extraña—. ¿Y tú? ¿Has superado la muerte de Elliot?

James apartó la vista de la joven. Su mirada se encontraba perdida en la lejanía. ¿Había superado él la muerte de su hermano? ¡Claro que no! La culpa le impedía avanzar, y pese a que la ayuda de Violet había hecho que disminuyera un poco sumando las charlas que daba, todavía seguía teniendo pesadillas por la noche.

—Tal vez nunca la supere. No sé, necesito tiempo.

Violet decidió no insistir, así que habló de ella y de su hermana. Hablar de Nora era como traerla de nuevo a la vida y se sentía muy bien notar su presencia aunque solo fuera en forma de recuerdos.

—Yo también recuerdo a la perfección el día de la muerte de mi hermana —Eso captó la atención de James, que había posado su mirada en ella. Sus ojos reflejaban interés, por eso continuó—: Hay algo que creo que nunca se me va a ir de la cabeza. Un sonido que me ha dejado marcada para siempre.

—¿Un sonido?

—Sí. Creo que es el peor sonido que he escuchado en mi vida. El último día de vida de Nora, las cosas estaban tranquilas. A media mañana se empezaron a complicar. Me encontraba sentada en un sillón junto a su cama, tenía mi mano alrededor de la suya, cuando vi como empezó a convulsionar. Sabía que su corazón estaba débil porque días atrás había sufrido algo similar. Me levanté corriendo y llamé a las enfermeras que vinieron enseguida. Nora estaba sufriendo una taquicardia. La máquina que indicaba el ritmo de los latidos de su corazón comenzó a pitar. Yo no dejaba de observar los movimientos de las enfermeras y los médicos tratando de mantenerla con vida. Vi en sus ojos las ganas de luchar —Tomó un poco de aire y continuó—: Pero todo fue en vano. Diez minutos después había muerto. La máquina ya no pitaba. Tan solo había silencio. Ese silencio es el peor sonido que he escuchado, porque significaba que Nora ya no se encontraba conmigo. Se había ido.

No se percató de las lágrimas que escapaban de sus ojos hasta que James las limpió con un pañuelo. No supo qué responder a eso. Si soltaba lo que estaba pensando, quizá Violet pensaba que era un egoísta, por eso prefirió callar. Al ver su silencio, fue ella quien habló:

—¿No vas a decir nada?

Tal vez se arrepentiría después cuando pronunciara las siguientes palabras, pero era un pensamiento que le había acompañado durante tanto tiempo, que de alguna manera necesitaba librarse un poco de él.

—Quise morir.

Violet no se esperaba esa respuesta en absoluto. Sus ojos se habían abierto de par en par por la sorpresa. Ni siquiera supo qué responder a eso, por ello fue James quien siguió hablando.

—Cuando salí de la cárcel quise acabar con mi vida, ¿sabes? Me hallaba perdido, y mi familia me había dejado de lado. No soportaba las miradas de mi madre, así que me dije que por qué razón debía seguir viviendo. Intenté quitarme la vida. Supongo que a día de hoy, hay momentos en los que me siento así. La culpa me pesa demasiado y siento que algún día no podré más y acabaré mandándolo todo a la mierda.

—Eres un egoísta —le acusó Violet—. Y un cobarde, James.

James se levantó de inmediato del suelo. ¿Por qué Violet se comportaba así con él? ¿Por qué le acusaba de ser un cobarde? Sabía que lo mejor hubiera sido mantener la boca cerrada, pero ahora ya era demasiado tarde para volver atrás.

—¿Qué soy un cobarde?

Violet comprendió que el joven se había enfadado con su comentario, pero él no entendía. No era consciente de la situación. De sus palabras.

—Lo eres. Por tener ese pensamiento estúpido.

—Tú no entiendes nada —escupió esas palabras con asco. Se estaba enfadando y de un momento a otro quiso largarse de allí. Así que se levantó del suelo y sacudiéndose los pantalones, se dispuso a irse.

Violet le retuvo agarrándole de la muñeca.

—Mi hermana quiso vivir incluso cuando estaba casi muerta. Tú estás vivo y quieres abrazar a la muerte. No seas un cobarde, James. No hagas algo estúpido.

James no respondió. Ni siquiera se dio la vuelta para contemplar a la muchacha. Tan solo liberó su muñeca y caminó sin mirar atrás.

Violet sintió una extraña sensación en el cuerpo. Deseaba que ese contacto con James no fuera el último de su vida.

—Ojalá no hagas nada estúpido James —susurró para sí misma cuando vio a su amigo perderse a lo lejos.

¡Hola!

Qué ganas de tenía de que fuera miércoles para actualizar esta historia. Me va a dar pena cuando llegue el final 😢

Como siempre, os hago varias preguntas:

¿Qué os ha parecido el capítulo?

¿Tenéis algún recuerdo tan doloroso como el de Violet?

¿Qué creéis que hará James?

¡Nos vemos la semana que viene! 💘


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