Nora se aferró a la vida hasta el último soplo de aire que salió de sus labios.

Violet siempre había admirado a su hermana, y cuando le detectaron cáncer de mama, su admiración hacia ella tan solo creció más al ver la fuerza con la que enfrentaba cada momento difícil. Nunca la abandonó. Estuvo con ella en las citas con el oncólogo, cuando la ingresaron en múltiples ocasiones a causa de varias recaídas y cuando la vio por última vez.

Aún recuerda el tacto de su mano, como poco a poco la calidez fue abandonando su cuerpo para ser reemplazada por el peor frío de todos, el que anuncia un trágico final. Sus ojos se iba apagando y su corazón dejó de latir para siempre. Justo en ese momento pensó en las miles de oportunidades perdidas con ella y en todas las cosas que le hubiera gustado vivir juntas.

Su lista de sueños se había evaporado de un momento a otro.

Nora le había dejado, y tras su marcha un vacío se instaló en su pecho que a día de hoy sigue sin ser capaz de llenar.

Pasaron varias semanas hasta que volvió a toparse con el chico del cementerio. Cuando caminó hacia la tumba de Nora, lo vio recostado en la hierba. Sostenía un libro entre sus manos y parecía enfrascado en la lectura, así que no quiso molestarle.

Como cada vez que visitaba a su hermana, depositó una rosa en la lápida. Justo al lado de la frase que adornada el mármol. Una que eligieron juntas pocos días antes de su muerte y que tenía demasiado valor para ambas.

Aunque mi corazón deje de latir, te seguiré queriendo.

Sabía que era cierto. Que aunque Nora ya no estuviera a su lado, era capaz de sentirla. De alguna forma ella seguía formando parte de su vida. Su amor no murió con ella. Por eso a veces no se sentía tan sola, mientras mantuviera vivos los recuerdos con su hermana, siempre permanecería ahí.

Se secó un par de lágrimas que se deslizaron por sus mejillas.

Era la única de su familia que visitaba a Nora con tanta frecuencia. Su madre se mantenía alejada de aquel lugar, y todavía no había asumido la pérdida de su hija. En cambio, su padre estaba tan enfrascado en su trabajo que ni siquiera tenía tiempo para pensar en esas cosas. Pero Violet sentía que no visitar a su hermana tan solo iría aflojando el lazo que las unía y no estaba preparada todavía para soltarlo.

Sabía que en el momento en que la dejara ir, Nora ya no exitiría.

Levantó la mirada del suelo y la fijó en el chico de su lado. Él también había apartado la vista del libro y ahora la tenía puesta en ella. Fue consciente de las ojeras que adornaban sus ojos. Ella misma pasó una época en la que apenas dormía cuando tuvo que estar junto a Nora en el hospital. El insomnio no era algo nuevo para ella.

—Hola —se atrevió a decir.

El chico en un primer momento no reaccionó, más bien se aturdió un poco por el saludo, como si no se lo esperase, pero después recobró la compostura.

—Hola. —Su voz pareció temblar un poco. Estaba nervioso por el inusual interés de esa chica en él. Estaba demasiado acostumbrado al silencio.

—Me gusta ese libro —Señaló la cubierta del libro que aún seguía en sus manos—. Se lo regalé a mi hermana hace varios años. A ella le encantó también. Después de que muriera, lo conservo como un tesoro.

James miró a la joven y después observó la tumba justo enfrente de ella. Leyó el nombre de Nora en ella y antes de apartar la vista, le llamó la atención la frase que había escrita.

—Aunque mi corazón deje de latir, te seguiré queriendo —pronunció en voz alta—. Me gusta.

Violet le dedicó una mirada algo nostálgica. Esa frase significaba demasiado para ella y ahora ese chico lo sabía. Eso le aterró un poco.

—Fue idea de Nora —Pasó la mano por encima de la frase—. Y tiene razón. La siento cada día aunque ya no esté conmigo. No me ha abandonado, al menos no del todo. ¿Tú también sientes a tu hermano?

James no supo qué responder a eso. ¿Lo sentía? Él lo único que sentía era la culpa. Esa sensación de ahogamiento cuando llevas demasiado tiempo corriendo. Su pasado iba tras él a cada paso que daba, pero Elliot... ¿Le odiaría incluso estando muerto? Nunca sabría eso.

—Supongo —dijo escueto.

Tampoco quería contarle sus pensamientos a una extraña. No eran recuerdos agradables para compartir, además, no se sentía cómodo hablando de su hermano. Era un tema demasiado complicado.

—No nos hemos presentado —habló Violet cambiando de tema al ver como la tristeza se había adueñado del muchacho—. Soy Violet. —Le tendió una mano.

James le devolvió el saludo.

—James. Encantado.

Violet dirigió su vista a lo lejos perdiéndose en sus pensamientos, y durante unos minutos ninguno de los dos se atrevió a hablar. No era un silencio incómodo, por eso nadie quiso llenarlo con palabras.

—Tú también lo sientes a veces, ¿no? —preguntó de pronto Violet. James se quedó descolocado al principio porque no entendió a qué se refería ella, por eso esta añadió al ver su gesto contrariado—: El peso de los recuerdos. Siempre están ahí, vayas donde vayas ellos nunca te dejan. Cuando murió Nora, mamá se liberó de ellos, por eso guardó sus fotos y metió su ropa en cajas. Hizo como si no hubiera existido, al menos esa era la impresión que quería dar al resto del mundo, aunque luego se encerrara en su cuarto a llorar. Pero yo no puedo hacer eso, ¿sabes?

Tomó un poco de aire antes de continuar hablando:

»Yo no puedo hacer como si nada. Me es imposible no pensar en mi hermana, por eso a veces es tan doloroso. Sus recuerdos me torturan, me susurran cada vez que me meto en la cama. Me recuerdan que no va a volver. Por eso duele tanto, porque soy consciente de la realidad.

¡Hola!

Tenía muchas ganas de que fuera miércoles para publicar un nuevo capítulo. Como siempre, quiero dejaros varias preguntas:

¿Qué os ha parecido el capítulo?

¿Alguna vez os habéis sentido como Violet o James?

¿Os pesan vuestros recuerdos?

Muchas gracias por estar ahí, y nos vemos la semana que viene con un nuevo capítulo.