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Capítulo 7| ¿Truco o trato?

Axel

Cuando vi a Hannah por primera vez supe que sería de esas personas que lo desordenan todo.

Y aunque es innegable que nuestro final no fue el mejor, ahora sé que tenía razón.

Hubo un tiempo en el que creía que había sido ella quien había traído toda la luz que siempre necesité. Porque estaba acostumbrado a vivir en blanco y negro, en la sombra, en la penumbra de lo que quería y no me atrevía ser. Y puede que, en cierto modo, fuera ella la que me enseñó que existían muchas tonalidades de gris. Que no todo eran polos opuestos y que, a veces, es por las grietas por donde se cuela el sol.

Puede que ella descubriera una parte de mí que ni siquiera yo sabía que existía.

Pero si pienso en la primera vez que sentí la vida en color, en mayúscula y con letras fluorescentes es otra chica la que se me viene a mente. Es una galería de arte, un cabello castaño y unos ojos celestes. Es Lexie cuando se mordisquea el labio inferior porque está nerviosa. Es Lexie suspirando de desesperación porque no dejo de sacarla de sus casillas. Es Lexie cuando la recojo al mediodía de la universidad o cuando huelo desde mi habitación el delicioso desayuno que prepara cada mañana. Es Lexie en pijama, con el pelo revuelto y un olor corporal bastante cuestionable, pero también es Lexie en este preciso momento vestida de la princesa más bonita de la historia.

Ella me ha devuelto el color. Ella. Y ojalá un día encuentre la forma de agradecérselo.

—¿Estás bien? Pareces ausente – dice Lex tras unos minutos sin mediar palabra. Empieza a conocerme demasiado bien.

—Perdona, hay mucha gente. Estoy un poco agobiado – nunca me han gustado las masas interminables de desconocidos – Vamos fuera, al jardín. Probablemente también estará desbordado, pero al menos respiraremos aire fresco.

Ella asiente y toma mi mano para no perdernos. Durante unos segundos me arrepiento de haberla traído. Todos los años ocurre algún pequeño incidente. Supongo que es lo que tiene que cientos de universitarios con poca ropa acaben con el quíntuple de la tasa permitida de alcohol en sangre. Sé que debería haberla avisado, que en cierto sentido estoy poniéndola en peligro. Sobre todo, después de lo que ocurrió el año pasado. Pero me daba miedo que cambiara de opinión, que acabara borracha en alguna fiesta cutre de cualquier fraternidad estúpida y descuidada. Aquí por lo menos puedo cuidar de ella, aunque me repita continuamente que no lo necesita, que ya es mayorcita.

Llegamos al exterior al cabo de unos minutos. Es increíble que esté en mi propia casa y no conozca ni a la mitad de los invitados. Muchas me suenan, son las amigas pijas y superficiales de mi hermana. A otras no las había visto en mi vida.

—¿Qué quieres de beber? – digo elevando la voz para que Lexie me oiga. Entre la música y el vocerío, no me extrañaría que en menos de dos horas este aquí la policía.

—Sorpréndeme – dice divertida – Preferiblemente sin alcohol, tengo malas experiencias – lo que pagaría yo porque me las contara, que pena que no vaya a pasar.

—Está bien, ahora vuelvo – le dedico una sonrisa juguetona y voy hacia la barra.

Mientras me dirijo a por las bebidas, una de las caras que me rodean se me hace conocida. No consigo ubicarla. Hago un repaso mental de todo lo acontecido en estos últimos meses, pero nada. Sé que la he visto antes, pero no dónde, con quién ni porqué. Me siento tan frustrado que sin meditarlo demasiado la abordo por la espalda.

—¿Nos conocemos? – es lo único que se me ocurre decir cuando estoy a su altura.

—Joder, ese es el truco para ligar más viejo -y malo- del mundo. ¿No has podido pensar algo mejor? – dice aún de espaldas.

—No estoy intentando ligar contigo – digo con franqueza. Ella me cree, pues abandona su pose de femme fatal y por fin me dedica su atención.

Cuando sus ojos se topan con los míos por fin lo recuerdo. ¡Es la camarera de la cafetería! La que me dio el número de su supuesta mejor amiga, esa a la que nunca llamé. Fue el mismo día que conocí a Lexie.

—Addison – siento que estoy teniendo un flashback – Eres la de la cafetería – concluyo aliviado por haber resuelto la incógnita.

—Me acuerdo de ti, te sentaste al fondo y te dedicaste toda la hora a examinar a los clientes. Mi jefe se puso de los nervios pensando que eras algún inspector de sanidad – sonrío involuntariamente por su ocurrencia – No me llegaste a decir tu nombre. Y tampoco llamaste a mi amiga. Es una pena, estoy segura de que haríais buena pareja. Aunque ella ahora mismo está algo distraída con otro chico, pero dudo que esa relación vaya a llegar a buen puerto.

Estoy a punto de desvelarle mi nombre cuando Lexie entra en mi campo de visión e interrumpe nuestra conversación.

—¿Addie? ¡Por qué no me has avisado de que ya estabas aquí! Tengo que presentarte a Axel – justo en ese momento reparara en mi presencia y su boca se abre de par en par de una forma más que cómica – No me digáis que ya os conocíais.

Las miro curioso. No es hasta que veo cómo las mejillas de Addison se tiñen de rojo cuando entiendo la situación. Son amigas. Lexie y la chica del bar son amigas.

—Por favor, Lex, dime que este no es Axel – le suplica ella con un murmuro asfixiado.

—Podría mentirte, pero no le veo el sentido – ella sonríe con normalidad, está claro que no comprende nada de lo que está pasando. Es totalmente ajena a lo que Addie y yo sabemos.

—Encantado, Addison. Bienvenida a mi casa. Es un gusto conocerte, Lexie me ha hablado mucho de ti – sé que estoy siendo cruel y prepotente, pero ella solita se lo ha buscado diciendo que lo mío con su mejor amiga no llevaba a ningún sitio.

Ella me fulmina con la mirada. Es obvio que mi actitud no le está haciendo la mínima gracia. Y es una pena, porque yo estoy disfrutando más de lo que voy a admitir.

—Voy a enseñarle un poco el sitio – interviene su amiga al palpar la tensión que se ha instalado en el ambiente – No tardaremos mucho, quédate aquí.

Soy consciente de que en cuanto se alejen unos metros comenzarán a cuchichear sobre mí. No obstante, no es eso lo que en este momento ocupa mi cerebro.

Siempre había estado ahí. Yo volviéndome loco para poder volver a verla y la tenía todo este tiempo a centímetros de mí. Guardada en el bolsillo de uno de mis vaqueros. Si tan solo hubiese sido un poco más curioso y hubiese marcado ese número. Esos nueve dígitos Suspiro sobrepasado. Demasiada información en poco tiempo. Será mejor que vuelva dentro unos segundos y me escape a un lugar tranquilo. Necesito pensar, respirar.

Cruzo la puerta de la terraza y voy rápidamente al cuarto de baño. Qué lugar más privado que ese, pienso. Sin embargo, no llegó a mi destino. De nuevo, alguien me intercepta por el camino.

—Anda, pero si es Axel – pronuncia una voz que proviene de tras de mí.

Me giro confundido. Solo hay una persona en todo Londres a la que puede pertenecer esa voz. Y no puede ser él. No debería.

—Ronan – digo una vez que se cumplen mis sospechas. Mi instinto me grita que salga corriendo de ahí. No le hago caso, esta vez no – ¿Qué parte de la frase orden de alejamiento no te quedó clara?

—No sabía que ibas a estar aquí. Además, el juez desestimó el caso. Tu hermana retiró la denuncia – me intenta recordar, como si no hubiese ni un solo segundo del día en el que no piense en aquella maldita noche.

—Me importa una mierda – le replico – Esta es mi puta casa y no debes estar aquí. ¿Crees que no llamaré a la policía? Porque lo haré. Me da igual que tengas todo el dinero del mundo. Pudiste comprar su silencio, pero nunca te harás con el mío – mis palabras son sólidas y mi tono es solemne. Ni si quiera se molesta en esconder su expresión de sorpresa.

—Venga tío, no hace falta que te pongas así. Ha pasado mucho tiempo. Solo estábamos jugando – intenta serenarme cuando comprende que esta vez no saldrá ileso en un enfrentamiento directo.

—Vete – prácticamente se lo estoy suplicando, solo falta que me ponga de rodillas – De verdad, no me hagas hacer algo que no quiero – digo enfadado a pesar de que ambos sabemos que estoy deseando partirle la cara.

Él levanta las manos en son de paz y accede a que lo acompañe a la salida. Por un solo segundo pensé que había sido sencillo. Incluso estaba orgulloso de mi. Y si ella no hubiese tenido como siempre el don de la oportunidad, quizás todo se habría quedado en eso: una conversación pasivo-agresiva de lo más incómoda.

—¡Lexie! – escupe su nombre con mala intención y le baila alguna letra. Es entonces cuando caigo en la cuenta de que está muy ebrio – Cuaaaanto tiempo. ¿Qué haces aquí?

—Prácticamente estoy viviendo aquí – dice ella confundida. Ronan abre los ojos con perplejidad.

—Vaya, y yo que pensaba que eras una zorrita más inocente. ¡Resulta que eres la nueva putita de Axel! Si que no te tienes respeto, con la de hombres que hay en el campus y lo escoges a él. Usad preservativo – comienza a hablar tan fuerte que es como si todo el ruido que había alrededor se apagara de repente – Se ha acostado con medio campus, dudo que quieras ser una guarra con sífilis.

Miro a Lexie. No sé en qué momento ha pasado, pero toda esa gente que hace un minuto estaba repartida por la instancia, ahora está a nuestro alrededor. Grabando, observándonos con morbo.

Cuando creo que he recuperado la calma y que soy capaz de controlar mis impulsos de reventarle la cabeza y estampársela contra el suelo, el indeseable vuelve a hablar.

—Tienes suerte de que te la hayas tirado tú antes, sino podría haber acabado como tu hermana – balbucea con maldad.

Cuento hasta tres, pero esta vez Ronan ha cruzado la raya. Ha superado mi límite. Cuando vuelvo a la realidad, él está tirado en el suelo con la cara ensangrentada mientras un coro de gente nos anima a que sigamos peleándonos. Lexie está disgustada, se está aguantando las lágrimas. Intento no mirarla. Sé que no debería haberlo hecho. Que he quedado como el estúpido con problemas de agresividad que no es capaz de mantener una conversación civilizada. En parte puede que hasta tenga razón, solo sé que hay heridas tan profundas que parece que nunca llegarán a cicatrizar. Y lo que ocurrió esa vez es una de ellas.

—Bueno – no sé de dónde me sale el hilo de voz. No sé de donde saco las fuerzas ni las ganas, pero entonces me sorprendo haciendo lo que nunca pensé – Supongo que esto es lo que querías, ¿Eh? Que te diera una paliza para que quedara como el matón, el malo de la historia. Enhorabuena, lo has conseguido. Puedes denunciarme o ir corriendo a contárselo a papá. Eso no va a cambiar la escoria que eres. Toda esta gente sabe lo que hiciste. Es más, te vieron haciéndolo. Y nadie te detuvo. Supongo que en eso sois todos iguales. Has conseguido aterrar a mi hermana, callar a mi familia. A mi no. ¿Me oyes, Ronan? A mi no. Te consejo que te vayas por voluntad propia de mi casa, si no quieres más problemas.

Le dedico una última mirada, sigue en el suelo, solo que alguien le ha ayudado a incorporarse. Se levanta como puede. Tiene los ojos hinchados y el labio roto. Le sale una barbaridad de sangre por la nariz. Por la imagen que proyecta casi siento pena por él. Casi.

Me doy la vuelta y salgo de casa lo más rápido que puedo. No sé si alguien habrá llamado a las autoridades, aunque tampoco me importa. No es que esté orgulloso de ello, pero no es la primera pelea en la que me meto. Mis abogados saben perfectamente que deben hacer.

Pienso unos segundos a donde ir. Opto por salir por el garaje y llevarme el coche. Conduciré sin rumbo hasta que me canse y tenga tanto sueño que me vea obligado a volver a casa. Bajo las escaleras con desgana. Ni si quiera me he atrevido a mirarla antes de irme. No quería ver su cara de decepción. No podía.

Sé que ella no lo entiende, no estaba aquí. No sabe lo duro que fue ver a Sarah en esas condiciones. El miedo que pasó. El miedo que pasamos todos. Hasta mi abuela tuvo que irse una temporada a la mansión que tienen mi familia a las afueras de Londres.

Cuando alcanzo la puerta de mi vehículo, oigo como alguien se acerca hacia aquí. ¿Es que no puedo estar solo ni un mísero segundo? La situación empeora al averiguar de quien se trata. Hannah.

—No. Sal de aquí. Ya he tenido suficiente hoy. Verte es lo último que necesito ahora – digo mientras me paso estresado la mano por el pelo.

—Vengo a enterrar el hacha, Axel. He visto lo que ha pasado, como todos imagino – reflexiona un segundo, estoy seguro de que va a echármelo en cara. Que va a reprocharme que por ella nunca hice algo así – No voy a decirte que has hecho lo correcto, no justificaría un acto violento jamás de los jamases – me doy la vuelta para subirme al coche, pero ella me detiene – Espera, déjame terminar. No lo justifico – repite – Sí lo comprendo. Se lo merecía. Se lo lleva mereciendo desde ese día. Te ha buscado continuamente las cosquillas y, la verdad es que has tenido mucha paciencia.

—Yo no quería hacerle daño. En serio – me excuso – Estaba prácticamente sereno hasta que la nombró. Hasta que ha reconocido lo que hizo después de meses tachando a mi hermana de mentirosa. Encima le ha quitado importancia. No podía, Hannah, no podía evitarlo.

Ella me sonríe con tristeza. Sé que me entiende. Antes solía hacerlo siempre. Por un segundo la siento, ahí esta de nuevo. La conexión que tanto nos caracterizaba.

—Tienes razón en todo lo que nos has dicho, Ax. Lo vimos, lo presenciamos. Y no hicimos absolutamente nada. Nos quedamos ahí parados, viendo, ya sabes, como

—No lo digas – le pido angustiado – No lo digas.

Nos miramos fijamente, como si pudiéramos ver el interior del otro. Hannah solía mirarme así después de hacer el amor. Cómo si supiera exactamente qué estoy pensando y qué hay dentro de mí.

Se acerca despacio y todas mis barreras vuelven a caer. Por un momento creo que va a besarme, que apoyará sus labios sobre los míos de forma cálida y suave, tal y como solía hacer. Qué triste es esa palabra y cuanto esconde. Repito en mi interior, solía.

Sin embargo, acaba rodeándome con sus brazos. Poso mi barbilla sobre su cuello, y soporto como puedo las ganas de llorar. Sin duda, hemos superado muchos de los obstáculos que se habían interpuesto entre nosotros. Pero no estoy preparado para volver a mostrarme vulnerable.

Me avergüenza admitir que es de los primeros abrazos que doy últimamente. Es algo que también perdí por aquel entonces. Y no era consciente de que lo echaba tantísimo de menos.

Lexie

—¿Habéis visto a Axel? – pregunto. Una vez más, sin respuesta.

Llevo diez minutos preguntándole a todo el mundo si ha visto por donde se ha ido. Quería seguirlo, pero me he quedado en shock. Y ahora se ha ido a saber dónde. No está en condiciones de conducir. Necesito hablar con él. No ha podido ni mirarme al salir. Por alguna razón eso es lo que más me ha dolido, que me haya esquivado. Como si no fuera mayorcita para escuchar a la gente antes de juzgarla. Como si fuera el tipo de persona que te condena por unos actos fuera de contexto. Eso también ha sido horrible y desagradable, todos parecían saber de qué estaban hablando. Todos menos yo.

Ahora entiendo esa conversación tan extraña que tuve con su abuela -claro que por entonces yo no sabía que lo era- en el cumpleaños de Sarah. Muchas cosas comienzan a tener sentido, pero no puedo tomar buenas conclusiones sin que alguien me explique qué está pasando. En cuanto a lo que a soltado sobre mí, no tengo mucho que decir. Solo quería provocarle, es evidente. Si no me importaba demasiado lo que pensaran de mi en Evershot que apenas sumábamos entre todos el número de personas de esta fiesta, no lo va a hacer lo que diga un gilipollas.

Ya me estaba dando por vencida cuando una chica con la que no me habré cruzado más de dos veces se para con un temblante preocupado delante de mí.

—Si buscas a Axel está en el garaje.

Le doy las gracias rápidamente y salgo disparada a esa misma ubicación. Si no fuera porque llevo semanas viviendo aquí, no sabría ni que existen esas escaleras.

Estoy nerviosa, no sé exactamente por dónde empezar. Según me voy acercando, siento que mi corazón late cada vez más deprisa.

Abro la puerta silenciosamente por si el ruido le ahuyenta. Con lo que me ha costado encontrarle no estoy para que vuelva a salir corriendo. Doy varios pasos con sigilo hacia el interior de la instancia subterránea. No es hasta que levanto la mirada que hasta ahora había permanecido perdida en ningún parte, cuando los veo. Axel y una chica rubia abrazándose. Parecen muy juntos. DEMASIADO juntos. Se me revuelve el estómago y la mente se me nubla. Me arde el pecho y me tiemblan las piernas. Todo me da vueltas. Nunca me había sentido así.

Subo las escaleras a toda prisa antes de que alguno de los dos me vea. Lo último que quiero es que piensen que les estaba espiando. Sin saber muy bien cómo, llego hasta el baño y me dejo caer sobre el suelo, justo delante de la puerta. Ahora sí, todo lo que llevaba semanas guardándome sale de golpe. Lloro y sollozo sin parar. Un poco por todo, un poco por nada. Creo que va a darme un ataque de ansiedad cuando el sonido de una notificación me devuelve al mundo real. La abro aún entre lágrimas, ni siquiera veo nítida la puñetera pantalla. Es un mensaje de Addison.

Lo leo. Una. Dos. Tres. Hasta cuatro veces. Mi cerebro no es capaz de procesar la información. ¿Estaré teniendo un cortocircuito? ¿No quería una explicación? Pues aquí la tengo. Y es mucho peor de lo que me esperaba. Mucho peor.

Addison: Tía, ¿A dónde has ido? Quería llevarte a mi casa para que habláramos de lo que ha pasado, pero has desaparecido. Sé que no debería contarte esto por mensaje, es demasiado serio. Pero no puedo esperar a mañana. Tienes que saberlo... Ronan abusó sexualmente de Hannah a principios de año en una fiesta de noche vieja que organizó la universidad.

Lo prometido es deuda. He tardado mucho en actualizar porque mi portátil ha muerto en extrañas circunstancias. ¿Es una señal para que me vaya cargando a alguien? Es broma. Lo que no es broma es lo intenso que ha sido este capitulo. Lo he escrito prácticamente sin pausa, del tirón. Une vez más, gracias por leerme. Un abrazo.

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