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...Aquel objeto...

Narrador:

Todos salieron afuera a ver qué era el supuesto regalo de Julio para las mages del vacío, el sol los deslumbró por un momento, pero una máquina enorme, cubierta por una capa negra captó su atención por completo, a su lado había lo que debían ser los restos de otra igual, rastros negros de una explosión, tierra removida por lo mismo.

- ¿Qué es eso? - preguntó el director Osmond algo confundido, nunca en su vida había visto algo así, le causaba terror y a la vez ansiedad, curiosidad que también sentía, todos comenzaron a acercarse con lentitud, pero uno se detuvo de golpe al observar lo.

- Ojalá no sea lo que creo que es - dijo Saito, se abrió paso entre las personas hasta quedar frente a frente con aquel objeto, temía por la razón de estar esa máquina en Tristain.

- Es algo que nos ara volar o así me dijeron - expresó Julio acercándose al objeto, era exactamente lo que le habían dicho, pensó que seria un excelente regalo para sus compañeras.

- Es interesante - menciona Tiffania acercándose al objeto, se sintió atraída por la forma del objeto, puede ser por pura curiosidad.

- Espera Tiffania, intentaré comprobar algo - susurro Saito y se acercó, tocó al objeto su mano izquierda, las runas en ella brillaron con fuerza, quitó su mano de golpe - Julio ¿Donde sacaste esto? - pregunta Saito en un susurro que solo su compañero pudo oír.

- Me lo dio un anciano y bueno decidí traerlo, dijo que era inofensivo - explica Julio viendo preocupado a Saito, pero cuando Julio lo tocó por una segunda vez se percató de la razón por la que su compañero estaba preocupado.

- No es bueno que esto esté aquí, es peligroso - confiesa Saito en un susurro, el rubio asiente, ambos concordaban en eso ahora, pero Julio no entendía realmente el origen de esa preocupación.

- ¿Saito? ¿Ocurre algo? - pregunta Louise preocupada, el semblante serio de su esposo la había angustiado.

- No nada de nada, con Julio nos llevaremos esto a otro lado, vuelvan a la fiesta - dijo Saito y comenzó a empujar esa máquina.

- Andando colega - comenta Julio y le ayuda a empujar la máquina.

- Saito ¿Podríamos ayudarte? - comentó Louise acercándose, ella quería ser de ayuda para su esposo.

- No, no te preocupes Louise, vuelvan a dentro nosotros ya vamos - dijo deteniéndose a observar a su esposa, la observó de pies a cabeza, así se decidió que hacia lo correcto - Diviértete, es tu día - sonríe Saito y Louise asiente con una hermosa sonrisa.

- Bien, solo no se metan en problemas si - dice Louise sonriendoles a ambos familiares, quienes seguían con su vista fija en la maga.

Todos volvieron adentro, comenzaron a alejarse del patio, en el salón comenzaron a repararlo, los maestros se encargaron de arreglar el salon, la fiesta debía continuar, pero nadie se dio cuenta de la ausencia del profesor Colbert en el salon, el nombrado decidió seguir a ambos familiares del vacío hasta un bosque, alejado de la academia de magia.

- ¿Qué es esto realmente? - pregunta Julio cansado de empujar, se detuvo para descansar un momento, el espadachín a su lado lo observó serio, ambos estaban igual o peor que el otro, Julio supo cómo funcionaba pero no entendía su origen - Podíamos haber aceptado la ayuda, esta máquina pesa demasiado para que dos la carguen.

- No Julio, por más tentadora que haya sido la idea no, hay que alejar esta máquina de todos o podrían salir lastimados - respondió Saito en seco, era verdad.

- ¿Por qué Saito? Acaso ¿Tú sabes que es? - pregunta Julio sentándose en un tronco, ya habían empujado esta máquina por mucho tiempo se merecían un descanso, ambos, entonces Saito se sentó en el mismo tronco que Julio.

- Si lo se, es un arma de mi mundo, se le llama bomba, se activa con algún radio y explota, puede quitar cientos de vidas en solo un par de segundos, tiene una magnitud de destruir todo a su paso dentro de un radio de kilómetros amplios - explicó Saito levantándose del tronco - Por eso no quise que Louise y Tiffania nos ayudará, si algo le pasara a alguien por qué no supe protegerlas y la bomba explotó asesinando a alguna no me lo perdonaría, ellas o cualquiera que haya querido ayudar, mi respuesta habría sido la misma - Vio el rostro confuso de Julio - Nosotros sabemos como funciona, cuando se active podremos saber cuánto va a destruir y poder escapar, pero ellos no, por que se activa y alcanzan a pasar solo algunos segundos antes de que todo explote - Se detuvo para observar su anillo, radiando en su dedo.

- Pero ¿Se puede detener cierto? - pregunta el profesor Colbert saliendo de su escondite, su bastón lo ayudó a caminar entre las piedras en donde se había ocultado.

- ¡Profesor Colbert! - gritaron ambos sorprendidos por la presencia del mayor en esa zona que creían desierta o al menos creían que estaban solos en ese momento.

- Si se puede detener, solo que cuesta mucho trabajo encontrar a quien lo activa y detener su control sobre la bomba - explicó Saito, una vez se calmó de la sorpresa.

- Bueno y ¿Qué hace aquí un arma con esa? - pregunta a Julio para retomar la conversación, si esta arma era tan seria y peligrosa como su colega profesaba, no era nada bueno que estuviera en manos de personas que no sabían ni su función ni su finalidad.

- No lo sé, pero siempre que encuentro algo de mi mundo, algo malo ocurre en este- dice Saito observando la bomba - Esto no puede significar nada bueno.

- Andando, tu esposa debe estar preocupada por - comenzo a hablar Julio molestando a su camarada, pero este se apresuró a terminar su frase

- Por mi, si ella se preocupa por mi - completa Saito con aires de triunfador, su mirada retadora empujó a Julio a responderle.

- No, creo que sea tan así, tal vez se olvidó de ti ¡Baila con otro! - exclamó Julio, lo que realmente hizo enojar a Saito fue que hablara de ella como si la conociera de toda la vida.

- Ella no es así - se queja Saito, comenzaban otra discusión un tanto infantil sobre a quién preferiría Louise de los dos, caminaron un par de metros hasta que los dos notan la ausencia del mayor - Oh ¿Profesor Colbert? - se giraron buscando al maestro, pero recién venía detrás de ellos, intentando alcanzarlos, siguieron su ruta entre disputas y palabras infantiles, causando la risa al angustiado profesor.

Èl se había sentido observado, regreso a revisar pero no encontró nada, tampoco quiso molestar a los jóvenes familiares con una idea que podría ser una alerta falsa, poco a poco dejó de lado esa angustia y siguieron su ruta, el intentando mantener la paz entre los dos jóvenes, pero lo que descarto, nunca debió haberlo hecho, pues a lo lejos una sonrisa macabra se podía distinguir entre las sombras, algo o alguien que había escuchado la explicación que dio Saito sobre la máquina peligrosa con la que se encontraron.

- Con que se activa y mata a cientos de personas - dijo una voz masculina que poseía la sonrisa macabra, oculta entre los árboles, junto a la oscuridad del atardecer.

- Mi señor no creo que - Le comentaba una voz femenina a su lado.

- ¡Silencio! Deberías calmarte, esto se ha puesto entretenido - dijo la misma voz masculina, solo que riendo un poco, apenas terminó de hablar un polvo morado los cubrió y desaparecieron entre los rayos del bello atardecer.

Mientras en la fiesta, Louise buscaba a Saito pero no lo lo encontraba por ningún lado, llevaba un buen rato esperando por èl, estaba decidida a ir a buscarlo fuera del salón pero cuando estaba apunto de salir una mano le tomó por sorpresa, la habían detenido, se giró y se topó con un chico de primer primer año, quien la observaba de manera avergonzada, lo que la sorprendió de sobre manera, pero lo disimuló lo mejor posible.

- ¿Oh?- pregunta Louise algo confundida, no había razones para que él la detuviera como lo hizo, por eso se encontraba confundida.

- Puedo, digo, podría yo no, ¿Podría usted aceptar un baile conmigo? - preguntó el chico nervioso, sus cabellos eran castaños y tenía unos ojos azules brillantes, se veía buen mozo, sería de mala educación dejarle con la mano extendida y la invitación hecha.

- No encuentro a mi pareja pero no haría daño una baile - respondió Louise sonriendo, el muchacho la observó sorprendido y ella asintió confirmando su respuesta.

- ¿¡Es encerio!? Me ha aceptado - Grito alegre y emocionado, se gira y hacia sus compañeros, él aún parecía no poder creerse lo, algunos le miran y otros se burlan, pero una chica de cabellos color naranja le mira furiosa, él pareció no notarlo, pero la peli-rosa la divisó enseguida.

Comienza el baile y ambos bailan al compás, dieron vueltas y vueltas, un cruce de brazos, cambio de lugares hasta una zona en el que la música les permitiera hablar tranquilamente, pero que pudieran seguir bailando.

- Emm, la chica que me mira con ganas de arrancarme la piel ¿Quién es? - Pregunta Louise en medio del baile, la mirada algo aterradora que la chica le arrojaba a nuestra protagonista, Louise necesitaba saber si debía protegerse de ahora en adelante.

- Es mi mejor amiga Anastasia - comenta el chico sonriendo, pero parecía restarle importancia a su mejor amiga.

Cosa que no pasaría desapercibida de no ser por los ojos furiosos posados sobre ella, haciéndola sentir como una intrusa.

- Oh perdón, no he preguntado tu nombre, que descortés de mi parte - Comenta Louise algo apenada.

Su mirada se inclinó levemente hacia abajo, él la observó detenidamente, parecía hipnotizado por la presencia frente a él, pestaño con rapidez, su saliva se abrió paso por su garganta, una vuelta, lo hizo observar bajo la tenue luz, decidió responder.

- Soy Kido, Kido Liche Caín Velásquez, de los Velasquez dueños de las tierras del sur - dijo èl chico sonriendo amablemente.

Se alejó levemente de ella para hacer una reverencia ante la fémina, la música se había acabado, la pieza de baile se había terminado, era momento de que las parejas se apartasen y buscarán otra para la siguiente.

- Es un placer Kido - responde Louise para hacer una reverencia y despedir el baile del que habían disfrutado hace un momento.

Ella se quiso apartarse, pero él de manera busca tomo su mano, no sabía si fue porque quería seguir bailando o le hablara de alguna otra cosa, no quiso ser descortés y se volteo hacia él esperando a que hablara, cuando captó su atención, el jugo nervioso con sus dedos, abrió la boca para soltar la primera palabra cuando un grito se abrió paso por el salòn.

- ¡¡Oye tú!! - Alguien grita del otro extremo del salón.

Nuestros jóvenes comienzan a buscar al dueño de esa voz cargada de ira, rabia contenida que explotó sin previo aviso, se giran para encontrar a aquella voz, pero Louise suelta un suspiro al reconocer la voz, entre los invitados se asomaba un cabello azabache de ojos azules, a su lado un rubio cuya sonrisa burlona no pasaba desapercibida, al parecer habían hablado de algo realmente gracioso antes de ingresar al salón, apenas el observo aquello que le había causado la rabia repentina, su sonrisa se borró

- ¿Cómo te atreves a tocar a mi esposa? - grita Saito mientras mira a Kido con el aura oscura.

Todos comenzaron a observar con curiosidad la escena, se separan dejando un pasillo recto hacia la pareja que observaban al azabache en la entrada, los susurros no se hicieron esperar, el muchacho apretó los puños con fuerza, quiso contenerse, de verdad que si lo intento, pero no fue suficiente.

-P-Perdone - comenta Kido temblando.

El miedo que le provocó la voz del muchacho de ojos azules, fue tanto que las palabras se le amontonaban antes de salir y no sabía si había podido formular las palabra correctamente, le costaba armar oraciones coherentes en su cabeza y que estas se dirigieran correctamente a su boca, sus manos comenzaron a acariciarse nerviosas, la peli-rosa en un acto inconsciente elevo su mano para tirarlo hacia atrás, que quedara detrás de ella, aunque el movimiento fue leve y sin fuerzas, no fue suficiente para cubrirlo.

- La vi sola y - Las palabras dejaron de salir cuando vio que este dio un paso decidido a ir en contra de él.

- Quisiste aprovecharte de ella - dijo Saito mientras avanzaba, cegado por la ira, cegado por los celos - Mal jugado amigo - su voz cargada de emociones llegó a sonar bastante ronca, lo que hizo que muchos desconocieron su timbre de voz.

- No fue eso lo que quise explicar - decía nervioso el joven Kido.

Sus manos temblaban, se colocaron frente a él para alejar al muchacho que ya había llegado ante él, entonces finalmente Louise pudo apartarlo de su esposo, lo colocó detrás de sí completamente, hizo de barrera protectora.

- ¡Saito debes controlarte! - grito Louise, sus manos delicadas se posicionaron en el pecho de su esposo, intentando que su tacto lo hiciera reaccionar.

Uno cargado de ira, otro cargado de nervios y terror, entre uno que conocía perfectamente y otro que apenas había comenzado a conocer. Ella sabía que apenas el muchacho la viera detendría su paso, fue justamente lo que ocurrió, se detuvo frente a ella, la rabia con la que había iniciado este se comenzó a aplacar, hasta quedar en nada, se enfadó consigo mismo por ser tan susceptible con ella pero la amaba, la amaba con tanta fuerza que se llenaba de angustia al no ser lo suficientemente bueno para ella, que en cualquier momento podía llegar alguien más digno que él y quitársela, él no podría soportar no tenerla en su vida, se había acostumbrado tanto a tenerla que el no hacerlo, lo mataría por dentro.

Lo sabía, pero hacía unos días que él había comenzado a tener desbordes de emociones, emociones que se vieron multiplicadas de manera extraña, a diario se despertaba asustado, confundido y lleno de miedo, ese miedo no se apartaba al verla dormir a su lado, no, salía a entrenar, mantenía oculto un pequeño sitial con troncos, desbastados y cortados por los golpes que le daba con espadas, cortesía de la corona de Tristain.

- Pero èl, yo no quise, no pude controlarlo - se quejaba Saito, esta vez ella tenía razón, por eso se molesto.

No había ocurrido nada indecente, solo habían bailado, nada fuera de lo extraño o de eso se quiso convencer.

- Que poca confianza me tienes, tanto tiempo juntos - se enojó Louise, se giró y se alejó furiosa del salón, palabras que soltó con rabia mientras salía del salòn.

La rabia no era como tal, sino vergüenza, ella sabía que el muchacho no tenía la culpa de nada, recibió una intimación de manera desenfocada.

- ¡No esperes! ¡Louise! - le siguió Saito, angustiado por haberla hecho enfadar.

No perdió el tiempo y la busco con prisa, dejando en completo silencio al salón completo, quienes presenciaban en silencio la disputa de ambos amantes, todos querían escuchar la conversación y en que se terminaba el drama.

- Estos dos siempre animan las fiestas no es así - dijo Kirche alejándose de la pista de baile para acercarse al profesor Colbert, quien estaba serio pensando en muchas cosas.

- Sí, sí es - suspira el profesor Colbert algo nervioso por la repentina cercanía de la peli-roja.

- Louise - suspira Henrrietta viendo como su mejor amiga salía del salón.

Lucia frustrada, decepcionada o tenía una mezcla de otras emociones, ella no pudo descifrar ninguna, Louise siempre fue una caja de sorpresas para ella, no sabía que debía esperar de la peli-rosada, al ser tan imponente, llevada a sus ideas, hacia que fuera difícil prever qué haría después.

- Es momento de que me vaya - comenta Charlotte haciendo reverencia ante la princesa Henrrieta.

Cuando la princesa le respondió a su despedida, ella caminó despacio hacia la salida, cuando una guardia llegó y expresó que la princesa estaba en manos de su familiar la princesa soltó un suspiro de alivio, a los pocos minutos el dragón alza vuelo pasando por el ventanal del salón, como era invitada a un evento de importancia, debían resguardar su seguridad en todo momento, un grupo de guardias la siguió por medio del barco volador, para protegerla hasta la frontera.

- Su alteza ¿Quiere que nos retiremos? - pregunta Anies con la cabeza inclinada.

- No, aun no, quisiera ver que Louise está bien - expresa Henrietta levantándose del asiento en el que se encontraba reposando, su escudo de armas asiente ante su petición y comienzan a seguirla.

Todos comienzan a dispersarse, algunos bailaban, otros disgustaba el festín, los restantes comenzaron a retirarse, mientras en una habitación entraba Louise, abre su maleta que estaba en la cama y comienza a guardar sus cosas, coloca el título de mages, la melancolía la recorre y se quiebra, todo el valor que mantuvo firme durante todo el dia, se rompio como cristal.

- Es extraño dejar este lugar - solloza Louise una lágrima cayó por su mejilla, a la par sus piernas se debilitaron, cayó de rodillas, su mano se mantuvo sobre su cama, sus lágrimas saladas ya no tenían freno, su llanto no era capaz de ser oculto.

- ¡Louise! - grita Saito en el pasillo y al los instantes aparece en la puerta - ¿Louise? - aparece agitado al verla ahí, de rodillas, derrotada - ¿Qué ocurre?

Entrando en la habitación, angustiado, el verla llorar logró estrujar su corazòn, cuando se encontró cerca, su mano tocó el hombro de la chica, quien tembló ante su tacto.

- Nada - expresa Louise mientras limpiaba sus lágrimas, se levantó del suelo sintiéndose miserable.

- Louise - Suspiro Saito, cuando ella se alejó de la cama lo suficiente.

Èl corrió hasta estar detrás de ella y poder abrazarla por la espalda, sus brazos la rodearon completamente, su calor inundó el cuerpo de ella, dándole un sentimiento de confortaciòn que necesitaba en ese momento, sentimiento que no espero tener en ese momento.

- Tranquila, yo sí confío en ti, jamás lo pongas en duda, yo te entrego todo mi ser porque confío en ti y en lo que tenemos - suspiro creyendo que aquellas lágrimas habían sido su culpa.

El sentimiento de originar pena en un ser amado, estaba siendo tan horrible como el peor de los castigos, prefería estar encerrado sin comer ni beber, pero que su amada no sufriera ninguna pena.

- Perdón - se disculpó Louise - Es que, Solo que dejar esta habitación - explicó Louise mirando por la ventana - Siento que dejo atrás mi pasado, no quiero eso, siento que en cualquier momento despertaré y no estarás ahì - Louise comenzaba a sollozar otra vez.

- Louise - suspiró con melancolía.

Saito la voltea y la abraza, sus manos la cobijan, ella temblaba entre sus brazos, temia entre sus brazos, él debía darle tranquilidad y soporte, se sintió responsable de no haberse dado cuenta de esto, a pesar de haber sido evidente, a pesar de haberlo tenido enfrente.

- No abandonas tu pasado, solo irás a otro lado - comentó Saito, èl también extrañaría ese lugar, estaba tan cargado de momentos en su vida que era difícil irse sin llorar - En cuanto a mi, escucha bien Louise - dijo de manera pausada, pues las emociones estaban apareciendo, la melancolía se abrió paso.

Ella iba a elevar el rostro para mirarlo a él, prestarle atención a lo que fuera a decirle, pero con sus manos evitó que se moviera, con su cabeza empujó la de ella hacia abajo, inhalo mucho aire, soltó con dificultad, colocó su boca junto a su oído izquierdo y prosiguió a hablar con suavidad.

- Louise, escucha atentamente, yo siempre estare a tu lado, sin importar que suceda - elevo su rostro, con sus brazos la apretó contra sí, su oído de manera inconsciente a cabo en su pecho - Escucha mi corazòn, solo hazlo por favor, cada vez que dudes de mi presencia, cada vez que te aterre, solo hazlo, recordarás que sigo aquí por ti, que mi corazón late por ti

Ella cerró sus ojos y pudo escuchar el latido de su esposo, justo al lado de su oreja, sintiéndose tranquila asintió levemente, las lágrimas comenzaron a disminuir, su cuerpo comenzó a relajarse, su respiración se calmó.

- ¿Puedo con eso no? - sonrió ahora ya más tranquila, elevo su rostro para ver el de su esposo, la luna lo iluminaba de manera magnífica, el corazón de la muchacha latió con fuerza contra su pecho - Soy Louise.

- Eso quería escuchar Louise - dijo Saito y volvió a abrazarla, esta vez entregando amor, calor y tranquilidad, una cobija para esos momentos de desesperación.

Una sonrisa a sus espaldas, se giró y salió de ahí, encontrándose con su escudo de armas, le habían dado espacio y privacidad a la pareja, ella se coloco sus guantes otra vez, podía estar tranquila, su amiga no podía estar en mejores manos que en las de su esposo, el chico que ella también ama y que ahora tendrá que amar en silencio.

- Veo que estás bien Louise - suspiro la reina Henrrietta mientras bajaba esa escalera interminable, a paso delicado hasta su carruaje y tomar ruta hasta la capital.

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Ya tarde se despedían todos, se seprarian otra vez pero prometiendo encontrarse y mantenerse en contacto, nuestro grupo se subió a sus transportes, todos tenían que ir a algún lado, un nuevo objetivo que cumplir, un nuevo horizonte que alcanzar, algo que festejar luego de haber acabado este ciclo.

- ¡¡Nos vemos!! - gritaba Louise despidiéndose de aquellos amigos que deseaba volver a ver en el futuro.

- Louise-san - menciona Tiffania sonriendo.

Ante la alegría que profesaba la peli-rosa mientras corría hacia ellos, alegría que le contagió a ella luego de haber llorado por la separación, se detuvo antes de llegar con su grupo, se giró hacia el grupo que aún no partía rumbo a su destino, les dedico una mirada cargada de ansias, sentimientos que espero contagiar de manera positiva, estos se despidieron de ella con la mano para comenzar a marcharse, Louise dio dos pasos de manera lenta, con miedo, angustia, se detuvo de nuevo.

- ¿Nos vamos? - pregunta Saito extendiendo le su mano a Louise, ella asintió contenta.

Se subió y montaron en el caballo negro como la noche, Spartan, a su lado Tiffania quien montaba a Pegaso, ella les acompañaba por que se quedaría en casa de Saito y Louise. Esto se dio por muchas cosas pero la principal es que Tiffania no quería volver a su antigua casa y como terminó la academia no tiene donde quedarse, marcharse a Albion para tomar su lugar en la corona, no se sentía lista para tomar esa responsabilidad aún, sabía que su familia lo estaría haciendo bien, de no ser así Henrrieta se lo hubiera dicho hace un momento.

¿Pero no se separan tan pronto? o ¿Si?

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