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...Agotados...

Normal:

Era una hermosa mañana en Tristain, un joven de cabello oscuro se despertaba de un sueño tranquilo y hermoso, sonrió al ver la cabellera rosa sobre la almohada, esparcida sin ningún control, más al momento la cama comienza a moverse o más bien lo hace nuestra peli-rosa, se acomodaba buscando seguir descansando, se gira en la cama y los rayos rebeldes del sol le dieron el la cara, comenzó a molestarle, comenzó a tallar sus ojos, esperando detener la luz.

- ¿Por qué debían darse directo a los ojos? - se quejaba Louise, molesta por haber sido molestada de manera tan abrupta.

Saito sonrió ante la queja tierna de su pareja, se acomodó mejor en la cama, le tapó la luz a Louise con su cuerpo y ella pestañeo observando cómo su amado la protegía del sol.

- ¿Mejor? - preguntó con aura de alegría pero un poco de preocupación.

- Si gracias - expresa Louise sonriendo con ternura - No me quiero levantar hoy - dijo Louise como una niña pequeña, inflo sus cachetes de manera inconsciente, con sus brazos se tapó los hombros que habían quedado descubiertos.

- No lo hagas - susurro Saito tomando la mano de Louise y observando el anillo que brillaba con fervor, la llevó despacio hacia su rastro, haciendo que le acariciara.

- ¿Qué ocurre? - pregunta Louise un poco preocupada, su mano se deslizó hacia la boca del muchacho en donde este le deposito un suave beso - Saito...

- Te amo y nunca me cansaré de decirlo - soltó Saito con los ojos cerrados, no quería que esa imagen tan íntima se fuera de su cabeza, Louise alejó despacio su mano del muchacho, se sentó en la cama dándole la espalda a la puerta principal.

- Yo también - expresa Louise viéndole con ternura, ella tampoco quería que esa imagen de ambos de esa manera tan propia, tan tierna, tan especial para ellos, se fuera.

"Tock""tock"

- ¿Pase? - cuestiona Louise viendo hacia la puerta, con algo de molestia por haber interrumpido su momento de paz.

- Disculpe hime, prepararé el baño para su ducha - expresa una sirvienta mientras hacía una reverencia, intentando no ver nada indebido, cuando no escucho nada incómodo, se volteo con la cabeza agachada y camino hacia el baño de la habitación, para iniciar su labor.

- Bueno, el deber llama - comentó Louise con cansancio, se movió hacia el borde de la cama, su pies tocaron el frío suelo, despertando la de golpe.

- Oye, tu aceptastes, sus consecuencias - soltó Saito sentándose en la cama, se volteó hacia ella, la vio caminar hacia él.

- Tú me convenciste - dijo Louise y le dio un beso corto, se separaron lo suficiente para hablar - Es tu culpa - comenta y vuelven a besarse - Tù lo hiciste - otro beso - Nos vemos en el comedor..- comento mientras se alejaba más de él.

Se alejó hasta un perchero en donde colgaba sus batas, ella se coloca la suya, comenzó a caminar hacia el baño, apenas llegó a este un intenso aroma a lavanda llenó sus fosas nasales, la muchacha se le acercó para prepararla, se metió en la tina, se sumergió debajo de los pétalos de flores que flotaban sin ninguna prisa, su piel se erizo cuando volvió a salir del agua, algunos pétalos se pegaron en su piel y cabello

- Bueno hime, le lavamos el cabello con esencia de vainila - explicó ella y comenzó a enjuagar sus manos.

Las llenó de la esencia y comenzó a frotar en el cabello de Louise, luego de lavarlo roció agua sobre la cabeza de la peli rosa, el agua se deslizaba desde la punta de su cabeza hasta la punta de sus pies. Al salir de la ducha le colocaron su bata y su cabello lo hizo un tomate suelto, suelto solo para sostenerlo, la sirvienta la guío hasta su ropero en donde comenzó a buscar el conjunto del dia, Louise sonrió tenían más ropa de la que puedo haber tenido en toda su vida hasta el momento junta, la vistieron y peinaron, le colocaron su tiara y la llevaron al comedor, Saito ya se encontraba ahí, el habia hecho su actividades de aseo en el otro baño de la habitación, sin ayuda, su ropa denotaba normalidad, él se negó a ponerse otra cosas que no fueran su sudadera azul y sus pantalones negros.

Saito:

Desayunaba solo en el comedor, había sido el que demoró menos en bajar, las sirvientas corrieron al verme aparecer en el salón, tuve que gritarles que no tenía prisa, aun asi no me hicieron caso, en cuestión de minutos ya estaba sentado alimentándome. Unos pasos fuertes, estruendosos se escucharon del pasillo, me volteé con la esperanza de que fuera Louise, pero no fue así, era la reina provisoria, Marianne.

Narrador:

- ¿Por qué no te colocaste la ropa de hoy? - preguntó ella algo molesta, al parecer alguien le había comentado sobre mi terquedad matutina.

- Porque me quedaré pero no me cambiaré mi vestuario habitual por sus prendas ajustadas he incómodas, si quiere para eventos especiales me pondré todo lo que usted desee, pero día a día no - sentenció Saito con convicción y seriedad, Tiffania apareció y se sentó frente a Saito, su vestido amarillo con un cinturón verde oscuro hacia lucir su figura alta.

- Buenos días Tiffa-chan - hablo para saludar cortésmente, pero también quería dejarla conversación en "Stand by", esto se estaba volviendo muy tedioso e incómodo.

- Buenos días Saito-san - respondió con amabilidad Tiffania - Oh, Louise-san..- suspiro Tiffania viendo hacia las escaleras, Louise llegó al comedor.

Sus tacones evidenciaron su presencia, más el bullicio de las empleadas que se detenían para admirar a la princesa pasar, detrás de ella se colocaban a cuchichear sus impresiones, sus manos sostuvieron su falda para que no arrastrara en la parte posterior, llegó finalmente al comedor, topándose con que todos estaban ya ahí.

- Buenos días, lamento la tardanza - dijo Louise tomando asiento al lado de Saito, sus manos se dirigieron hacia la mesa en donde sacó la servilleta del plato.

Saito la observa atónito, un aroma llega a él, en cuestión de segundos lo embriaga, comienza a analizar si el olor provenía de ella, cuando cayó en la conclusión de que si, su mente comenzó a indagar en cuál sería el aroma que desprendía su esposa, uno que lo tenía tan hipnotizado.

- Hueles a lavanda y vainilla - susurro Saito al lado de la oreja de su amada, su voz salió como un delicado y ronco soplido que impactó con cada palabra que soltó, Louise por su parte, recibió los estímulos que llenaron de color sus mejillas.

- ¡No me huelas en la mesa! - se queja en un grito inmediato, fue su forma de eliminar esa carga de emociones que la inundaron de golpe.

- Es inevitable - susurró con picardía - Por favor, déjame oler más - susurro Saito acercándose más al oído de su esposa, inconscientemente comenzó a bajar su nariz hacia el cuello de la fémina.

- N-o - susurro nerviosa y alterada al notar la dirección que tomaba el rostro de su esposo en su cuerpo.

- Saito-kun, Louise-san por favor modales - soltó Marianne molesta.

No le estaba agrandando mucho el azúcar que demandaba la pareja, ni la dulzura con la que se trataban, eso revelaba una falta de etiqueta evidente en los casados, cosa que la corona real no podía permitir entre sus tropas.

- Lo sentimos - dijeron ambos.

Uno sonó más molesto que el otro, dado que para ellos era normal tratarse así, claro en la soledad y tranquilidad de su hogar, por otro lado Louise estaba avergonzada por haber sido tan melosos frente a la reina, Tiffania por su lado soltó una suave y oculta risa, la pareja lucía avergonzados por su acto romántico.

Al terminar el desayuno, unas criadas se acercaron a Louise, cada una se posicionó a cada costado de la de cabellos color rosa, está al sentir esa presencia se espanto, su cuerpo se estremeció.

- Louise-sama, por favor síganos, la guiaremos a sus clases - dijo una de las criadas, su brazo se curvó en sus brazos.

- ¿Clases? - cuestiono confundida Louise observaba Marianne, quien no dejaba de arreglar sus mangas.

- Debes saber cómo actuar como princesa, lo cual es muy distinto a la nobleza - se excuso Marianne he hizo un ademán con las manos, las criadas agarraron a Louise y la sacaron de ahí a rastras.

- ¡No! ¡Espere! ¡Suelte me! ¡Saito! - gritaba Louise hasta desaparecer por el pasillo, Saito se levantó para ir por ella, pero quedó a medio pasillo cuando ya no las pudo ver.

- Me pregunto ¿Por qué? - se preguntó Tiffania interrogante, Louise era la noble más refinada que conocía, era extraño que necesitará más clases, otras criadas aparecieron pero estas estaban detrás de la media elfo.

- Tiffania-sama, es su turno - Dijeron e hicieron lo mismo con Tiffania, con la diferencia que ella no gritaba por el pasillo, se dejó arrastrar.

- Y usted Saito-san - la mirada de Marianne se iluminó, pero no de un color claro sino uno con maldad, se iba a vengar por la actitud desvergonzada que había tomado el muchacho durante esa mañana.

Saito trago duro, esto no sería para nada fácil, al pasar el día Saito llegó a su habitación y se tendió con cansancio, su cuerpo flotó, se sintió liviano, pero luego regresó a impactar contra la suave colcha, se sintió pesado otra vez, lleno de labores, etiquetas, problemas, su cabeza se acomodo buscando la postura perfecta para descansar todo el cuerpo.

- Esto no puede ir peor - bufo Saito mientras se estiraba.

- No, si puede ir peor - soltó Tiffania desde la puerta que él la había dejado abierta sin intención.

Sus ojos se abrieron despacio, pero al verla se sentó de la impresión, ella tenía algunos cortes en sus brazos y uno moretones en sus piernas, su ropa sucia y algo rasgada, era un mal aspecto para alguien que estaba en "clases", lo que lo hizo pensar en el tipo de clases que le podrían haber estado dando.

- ¿Qué te ocurrió Tiffania? - preguntó Saito preocupado.

Ella se apoya en la pared, se desliza hasta el suelo, recobro un poco la compostura, para explicar lo que le había pasado, tragó saliva antes de recordar lo acontecido, con detalles y todo.

- Me enseñaron magia para que pudiese protegerme en caso de que Julio falle, no me fue muy bien que digamos - susurro Tiffania, para iniciar su relato.

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- Bien Tiffania-sama, usted puede - dijo una criada emocionada, soltó ese grito de aliento mientras sus manos estaban cargadas de ropa que colgar.

Algunos criados y trabajadores comenzaron a arrojarle cosas, Tiffania debía de esquivarlas, todo marchaba sobre ruedas, pronto llamaron a Julio para que el la atacarse con su espada, fue un cambio tan repentino que la rubia no supo cómo reaccionar ante la prisa con la que el con heterocromía empleaba en ir hacia ella.

- ¡Alto! ¡No estoy lista aún! - grito Tiffania y comenzó a correr, fue su única manera de evitar los ataques veloces del familiar del vacío.

- Siempre debe estar lista Tiffania-san - suspiro Julio resignado, bajo su espada y la guardó en su estuche

Tiffania se detuvo frente a Julio, intentó recobrar su peso en la pierna que tenía menos dolida, pero resbaló en un escalón que había cerca y cayó por él, dio varias vueltas antes de detenerse, su cuerpo dolía horrores, con ayuda de Julio llegó a la enfermería, la vendaron, recetaron posiciones curativas, pero los dolores no cesaron, pero son soportables.

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- Por eso estoy así - dijo recordando que no fue tan malo, pero al menos Saito no tenía rasmillones.

- Y ¿Louise? - preguntó Saito al notar su ausencia en todo el día, ni siquiera se presentó a almorzar al medio día.

- ¡Cierto teníamos clases de danza! - gritó nerviosa Tiffania y comenzó a correr, Saito le siguió.

Llegó a un salón y se detuvo en seco, la imagen se impregnó en su cabeza y ahí se quedaría, Louise, su esposa, el amor de su vida bailaba con su instructor, se veían pegados, se podía sentir la presión, la sensación, incluso podría pensar en la atracción, la música sonaba, uno, dos, tres, uno, dos, tres, Tiffania tocó levemente la puerta, ambos dirigen su mirada hacia la puerta, en donde ambos esperaban, el instructor se separó de Louise.

- Tiffania-sama ¿Porque llego tarde? - dijo el instructor y vio las marcas en el cuerpo de Tiffania - ¿Que le corrió Tiffania-sama? - dijo y se acercó a revisar la.

- Estoy bien, no me duele - decía Tiffania al sentirse avergonzada.

Louise se acerca, observa a Tiffania y luego a Saito, se sintió un tanto confundida al verlos juntos en la puerta, algo en su interior volvió a nacer, algo que ella odiaba sentir, pese a las ganas que tenía de gritar, se lo guardó, no se sentía en las capacidades de hablar del tema, no era el momento ni el lugar.

- Bueno por favor, Saito-san, baile con nosotros, no puedo enseñarle a una y a la otra al mismo tiempo - rogó el instructor, Saito accedió.

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- No recuerdo que los bailes fueran así de complicados - suspira Saito tirándose en la cama, sus pies pulsaban del dolor.

- No lo son, al menos no normalmente - analizó Louise, se sentó en el borde de la cama, su mente estaba en otro lado, pero pensó que no debía hacerlo notar - Existe uno muy bueno, proveniente de otro continente, ahora no recuerdo su nombre ni origen - explicó Louise acostándose, se tapó con las mantas, no quería saber nada más de sus emociones por el dia.

- Y ¿Cuando lo bailaremos? - pregunta Saito curioso, tenía intenciones de acercarse a su esposa esa noche, por alguna razón la sintió tan alejada, tan apartada de èl y eso no le gustaba.

- No lo se, solo espero que esto no me agote mentalmente - rogó Louise a la luna, pero apenas terminó de hablar sus ojos se cerraron y su cuerpo se relajo.

Saito la noto dormirse al instante, decidió no molestarla, inconscientemente se recostó hacia el otro lado, algo andaba mal, pero no pudo reconocer que, lo que le molestaba, pues esa tensión y esa lejanía no la sentía desde hace ya mucho tiempo.

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