Parte 4
- No hacía falta que cogieras la antorcha, con mi móvil bastaba...-comentó Fran sacando el móvil mientras lo encendía.
- Ahórratelo, necesitamos batería si necesitamos ayuda - replicó la chica.
- Ya.. pero si nos adentramos más, habrá menos señal... - señaló Ariel. El más mayor asintió ante su comentario, mostrando que ya no había señal.
- Porras...-musitó la joven sin que nadie le escuchara.- Pues... volvamos...
-No se puede, la puerta se cerró, ¿recuerdas? -comentó el menor, y tenía razón. La chica abrió los ojos como platos, ¿Y ahora que iban a hacer? Tragó en seco.
-Entonces buscaremos una salida, pero antes volvamos atrás, ya que había otro...-miró hacia atrás y vio que solo había un gran muro de piedras- ...pasillo.
Ariel y Fran se miraron preocupados, ¿y si no volvían nunca? Ambos tragaron saliva. El mayor agarró la antorcha que sostenía la pálida chica y empezó a caminar por el pasillo. Ariel y Lucía se quejaron inmediatamente, pero tuvieron que seguirle, ya que sin él estaban sin luz.
Pasó una media hora y los chicos seguían caminando por ese largo, y frío pasillo.
-Chicos...-los nombrados se voltearon a ver a la pequeña sirenita.- ¿Creéis que los profesores estarán buscándonos? -Lucía asintió.
- Seguramente, y más Héctor...-los tres jóvenes suspiraron al escuchar su nombre. Ese hombre era el profesor más querido, y él quería mucho a esos niños. Los chicos, desanimados, siguieron caminando.
Una hora más tarde-o eso creían ellos-, casi con todas las esperanzas perdidas, la joven muchacha gritó "ALLÍ". Los tres sonrieron al ver lo que había delante suya: unas escaleras que llevaban a una pequeña trampilla.
-¡Sí! Al fin -celebró Lucía. Fran la miró con seriedad.
-Aún no celebres pequeña, no sabemos a dónde lleva.-Lucía miró la trampilla y suspiró mientras asentía. Pero uno de ellos no estaba de acuerdo.
-¡¿Qué?! ¡Venga ya chicos! Es lo único que hemos encontrado en todo este tiempo. ¿Cómo no va a ser eso la salida?-Ariel se cruzó de brazos, enfadado e impactado por la reacción de sus compañeros, que le miraban fijamente. Uno, serio y firme y la otra; triste y con el ceño fruncido.
-No sabemos que hay ahí Ariel, pero eso no significa que no vayamos a investigar. -la muchacha asintió con la cabeza, corroborando a su amigo.- Iré yo primero. Lu, sujeta la antorcha.- la chica volvió a asentir mientras sostenía la antorcha.
-Ten cuidado-dijeron los menores a la vez. Fran sonrió y abrió la puerta. Una luz cegó a los tres.
- ¡Síiii! ¡Estamos fuera chicos! -sonrió el mayor. Ariel subió las escaleras rápidamente, sonriente. - Ten cuidado con los libros sesos de alga.- el aludido asintió feliz.
Pero, justo antes de que Lucía saliera, Ariel le dio un golpe a la puerta, haciendo que se cerrara. Fran inmediatamente intentó abrirla, mientras la joven hacía lo mismo desde abajo, pero no se abría.
-Se atascó...-Fran miró enfadado a Ariel, pero ese enfado se esfumó cuando vio esos ojos marrones cristalizados, viendo la trampilla cerrada. Chasqueó la lengua y se acercó a la trampilla. -Luci...¿Me escuchas?- escuchó un leve <<Sí >>. - Vale, vamos a buscar ayuda, por lo que más quieras no te mueva de ahí. -escuchó otra afirmación.- Adiós enana...- se levantó y miró a Ariel, que ya estaba llorando en silencio. Instantáneamente lo abrazó. -Vamos anda, cuanto menos tiempo perdamos más rápido veremos a nuestra amiga.
Ariel asintió aún triste mientras miraba alrededor. A lo lejos vio algo que le llamó la atención.
-¿Sabes dónde estamos, sirenita? -preguntó su amigo. Él solo asintió y le hizo una señal con la cabeza para que le siguiera y, en seguida, comenzó a correr.- ¡Eh! ¡Por lo menos dime dónde estamos! -se rió y empezó a correr con él.
- Estamos en el patio trasero de mi casa de las vacaciones. -dijo el muchacho cuando vio que el otro llegaba a su altura.- Nunca pensé que hubiera uno en mi casa.
-Sí, es raro y a la vez sorprendente...-Fran pensó durante unos segundos.- Espera, espera ...¿tu casa de vacaciones? ¿La que está a 2 días del instituto?
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