Capítulo 5: Regreso a Hogwarts
Peeves comenzó a tirar globos llenos de agua a los alumnos cuando entraban en el castillo, empapándolos. Éstos se empujaban en un intento por salir de la línea de fuego, y Eira no pudo ocultar la risa al ver la situación. La profesora McGonagall llegó corriendo para detener al poltergeist, quien arrojó varios globos más antes de marcharse.
Los alumnos entraron entonces en el Gran Comedor. Eira se dirigió hacia la mesa de su casa y se sentó junto a Orión, quien le había guardado un sitio. Luke se encontraba frente a ella y, no demasiado lejos, Daphne, Blaise y Theodore. Saludó a sus tres amigos con la cabeza.
—Buenas noches —saludó el Barón Sanguinario, deteniéndose junto a Orión—. Buen verano, espero.
El mago asintió con la cabeza. Mantenía buena relación con el fantasma, una relación de respeto mutuo. No solamente lo respetaba el Barón Sanguinario por ser miembro de la familia Black y el mismísimo Salazar Slytherin, sino también por haber demostrado ser un gran mago, al igual que Eira.
El Sombrero Seleccionador comenzó a cantar su canción y, después, tuvo lugar la Ceremonia de Selección. Eira no conocía a ninguno de los nuevos alumnos, de modo que apenas prestó atención.
El tema principal de la comida fue lo ocurrido durante los mundiales aquel mismo verano. Había alumnos que tenían la esperanza de que Orión supiese algo al respecto y, cuando él admitió no saber nada más que el resto, se decepcionaron notablemente. Draco, por su parte, no quería hablar del tema, y Eira sabía que el motivo era que su padre había participado como encapuchado atacando a la familia de muggles.
Justo cuando Dumbledore comenzaba a explicar que no se jugaría la Copa de quidditch, alguien entró en el gran comedor. Era un hombre extraño, la piel de su rostro parecía una cicatriz, y le faltaba un trozo de nariz. Uno de sus ojos era azul, eléctrico, y se movía sin cesar en todas direcciones, como si fuese independiente de su ojo normal. Se acercó a Dumbledore y, tras saludarlo, tomó asiento en el lugar que permanecía vacío en la mesa de los profesores.
—Un auror —le explicó Orión a Eira en voz baja—. Ojoloco Moody.
El director confirmó sus palabras unos segundos después.
—Os presento a nuestro nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras: el profesor Moody.
—Alastor Moody encerró a muchos buenos mortífagos —explicó Orión sin apartar la mirada del nuevo profesor, como si estuviese analizando su comportamiento—. Lo obligaron a retirarse debido a su creciente paranoia.
Eira siguió la dirección de la mirada de su amigo, y comprobó con sorpresa que el ojo mágico del nuevo profesor estaba fijo en Orión. Tal vez supiese de quién era hijo y desease mantenerlo vigilado, dado que en un pasado había sido auror.
—Te mira demasiado —comentó.
—Dicen que no está bien de la cabeza —intervino Luke—. Deberías tener cuidado, Black, y avisar a Dumbledore si tiene algún comportamiento sospechoso para contigo...
Orión asintió con la cabeza, aunque no parecía demasiado preocupado por la posibilidad de convertirse en el objetivo del profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Tengo el presentimiento de que éste será un curso interesante —se limitó a comentar.
Dumbledore explicó entonces que solamente podrían presentarse al Torneo de los Tres Magos aquellos alumnos que fuesen mayores de edad, lo cual provocó numerosas quejas. Luke, en cambio, sonrió.
—Puede que me presente —comentó—. Soy mayor de edad...
Eira lo miró con sorpresa. Era cierto que había cumplido ya los diecisiete años, de modo que podía presentarse si lo deseaba. Sin embargo, ella ni siquiera había pensado en aquella posibilidad.
—Yo lo haría si pudiese —comentó Orión—. Pero mis tíos dicen que las medidas de seguridad para evitar a los menores de edad son fuertes, de modo que no merece la pena intentarlo.
Melody y Thomas Sayre le habían dicho durante los últimos días de verano que, dado que viviría con ellos durante bastante tiempo, podía llamarlos tíos. Al fin y al cabo, deseaban que el chico se sintiese lo más cómodo posible con ellos, y de aquella manera se sentiría más integrado en la familia.
—Lo serán, si Dumbledore se ha encargado de ponerlas...
El director continuó explicando que los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang llegarían en octubre, y Eira sonrió al pensar en que tal vez pronto volvería a ver a Krum. Si bien era cierto que lo había visto en los mundiales, no había podido pasar con él el tiempo que le hubiera gustado para ponerse al día. Le alegraba saber que podría verlo todos los días durante el tiempo que durase el Torneo de los Tres Magos.
—Estoy seguro de que los Weasley intentarán presentarse —se burló Draco no muy lejos de donde ellos se encontraban—. Un premio de mil galeones debe de ser una auténtica fortuna para ellos... puede que así puedan dejar de vivir en esa...
—¡Déjalo ya, Draco! —lo interrumpió bruscamente Eira, captando al instante la atención de la mayor parte de los presentes—. ¿Acaso crees que por tener más dinero que ellos eres mejor?
Era la segunda vez que se enfrentaba a él aquel día, y estaba claro que Draco no lo había esperado. Antes de darle siquiera tiempo a pensar una respuesta ocurrente, fue Orión quien habló.
—Quienes no pueden presumir de talento, presumen de dinero —dijo en voz no demasiado alta, sin importarle si Malfoy llegaba a escucharlo o no—. Aún no alcanzo a comprender cómo es posible que seamos primos.
—En realidad no es malo —dijo Eira—. Es solamente que algunos de sus comportamientos... Si le dieses una oportunidad... Es tu primo, tu familia.
—Ahora mismo, vosotros sois mi familia, y no necesito más —replicó Orión—. Mi madre ni siquiera deseaba tener un hijo, y no me quiso. Fue mi padre quien se ocupó de mí. ¿Por qué debería considerar familia a mi familia materna?
Eira no pudo evitar darle la razón. Ella nunca había vivido algo así, no imaginaba lo que debía suponer para él saber que su madre nunca lo había querido y que su padre, quien sí lo había querido, hubiese muerto o al menos desaparecido y fuese el mago tenebroso más temido.
—Lo siento —se disculpó—. Sabes que nosotros estaremos cuando lo necesites, ¿verdad? Nos importas, Orión.
El joven la miró fijamente y le sonrió. No fue una de aquellas sonrisas frías que dedicaba a quienes le seguían, sino que fue una sincera, real.
—Lo sé, Eira, lo sé.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro