Capítulo 22: La tercera prueba
Había llegado el día de la tercera prueba. Bill y Molly Weasley habían ido a Hogwarts para apoyar a Harry, al igual que las familias de los demás campeones. Al saber que sus tíos se encontraban en el colegio, Eira no había tardado en reunirse con ellos, dado que hacía tiempo que no los veía.
—¡Tía! —había exclamado al ver a la hermana de su padre. Su marido, el tío de la joven, era más serio, y aunque también lo quería, no actuaba con él con tanto entusiasmo como con su tía.
—Eira. —La mujer había sonreído abiertamente al ver a su sobrina.
Había pasado un buen rato hablando con sus tíos y con Viktor antes de marcharse, dejando a los padres a solas con su hijo.
Habían terminado ya todos los exámenes y se encontraban en aquel momento en las gradas del campo de quidditch. Los campeones estaban a punto de entrar en el laberinto. Eira se había sentado junto a Luke, entre los miembros de su casa. Su novio, que sabía que estaba enfadada con Orión, se había sentado a su lado. Pero la joven tenía un mal presentimiento.
Los campeones entraron en el laberinto por orden de puntuación a la señal de Ludo Bagman. Primero lo hicieron Harry y Cedric, entre vítores y aplausos, después lo hizo Viktor y por último lo hizo Fleur. Los cuatro se perdieron entonces de vista en el laberinto.
—Espero que todo salga bien —comentó dirigiéndose a su novio.
Luke, aunque asintió con la cabeza, estaba tenso.
A su alrededor, todos hablaban con emoción sobre quién pensaban que ganaría la prueba, y había quienes incluso hacían apuestas de última hora.
Pasaron minutos sin saber nada de lo que estaba ocurriendo, hasta que vieron que aparecían chispas rojas en el aire. Todos se preguntaban quién se habría rendido y qué habría provocado que uno de los campeones se rindiese en la última prueba.
Quien apareció fue Fleur, y Eira suspiró aliviada al saber que Harry y Viktor continuaban bien. Además, la francesa parecía encontrarse en buen estado.
Poco tiempo después, las chispas rojas volvieron a aparecer. Krum llegó entonces acompañando a la profesora McGonagall. La bruja parecía muy preocupada, y Viktor no tenía buen aspecto. Llamaron de inmediato a Dumbledore y a Karkarov para hablar con ellos.
Algo iba mal, muy mal.
Eira miró a Orión, pero el chico no la miraba a ella. De hecho, no la había mirado en toda la noche. Tal vez estuviese enfadada, pero aquel comportamiento era sumamente extraño. Y Luke estaba bastante tenso.
—Alguien ha atacado a mi primo en ese laberinto —dijo, preocupada—. Luke, ¿está Harry en peligro?
Su novio no respondió. No podía hacerlo. No podía contarle nada.
Entonces Eira volvió a mirar hacia el lugar en el que se encontraba Orión. Había algo extraño, algo que no le gustaba. De no ser por su apariencia, diría incluso que se trataba de otra persona...
Soltó una maldición y miró a Luke, dándose cuenta de lo que realmente estaba sucediendo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Cómo era posible que no lo hubiese visto?
—¿Dónde está tu hermano? —preguntó.
No obtuvo respuesta, pero vio la mirada de disculpa de su novio.
—Ha tomado poción multijugos, ¿verdad? Se está haciendo pasar por Orión ahora mismo.
Había acertado. La expresión de Luke hablaba por sí sola, pero estaba claro que no tenía permitido decir nada, y Eira no quería presionarlo aún más.
Se puso en pie.
—No puedes irte —le dijo él.
—Te recomiendo que no intentes detenerme si no quieres terminar aturdido y llamar la atención de todos —dijo ella en voz baja—. Todo el mundo sabrá lo que Orión ha hecho.
No le gustaba amenazar de aquella forma a Luke, porque lo quería, pero era la única solución que veía para que la dejase marchar. Además, estaba dispuesta a cumplir su amenaza si su novio no dejaba que fuese en aquel mismo instante en busca de Orión. Funcionó. Él asintió con la cabeza y ella se marchó, fingiendo que no estaba ocurriendo nada fuera de lo normal. Una vez que estuvo a una distancia prudencial de las gradas, echó a correr hacia el castillo.
No había nadie en el colegio, por lo que, si Orión estaba allí realmente, no necesitaría esconderse. Se dirigió hacia las mazmorras, hacia su sala común, deseando encontrarlo allí. Acertó. El chico se encontraba pensativo en una butaca, con un viejo libro a su lado.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó al ver a Eira—. Luke debía vigilarte.
Pero no parecía realmente sorprendido, como si hubiese tenido en cuenta la posibilidad de que ella lo descubriese.
—Lo sé, pero no ha podido hacer mucho cuando lo he amenazado con aturdirlo y contar que Graham estaba utilizando poción multijugos para hacerse pasar por ti. ¿Creías que no me daría cuenta? Era evidente que no eras tú. Y cuando Viktor ha llegado mal y los profesores se han preocupado, me he dado cuenta de todo.
El chico escuchó atentamente y asintió con la cabeza, sin hacer comentario alguno al respecto.
—Sí, había tenido en cuenta la posibilidad de que me descubrieses, pero necesitaba que Dumbledore y el resto de profesores pensasen que no estaba involucrado en nada. Aún lo necesito. Cuando todo ocurra, cientos de alumnos podrán confirmar que no me he movido de mi lugar en las gradas.
—¿Qué es lo que va a ocurrir?
—Ya es tarde para detenerlo... el plan estaba en marcha incluso antes de comenzar el curso, ¿sabes? Y cuando supe de qué se trataba... no hay manera de pararlo ahora. Es demasiado tarde.
Eira comenzó a estar desesperada y se acercó a él aún más. No comprendía por qué se encontraba tan tranquilo allí, esperando a que algo sucediese sin moverse. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Se comunicaría alguien con él a través de la chimenea, como hacía Sirius? Algo debía de estar a punto de ocurrir.
—¿Detener qué? —preguntó.
—Eira, aléjate.
La voz de Orión había adoptado un tono extraño notar la cercanía de ella. La bruja no entendía nada, hasta que reparó en el libro y en el viejo reloj que había sobre la chimenea. Entonces lo comprendió todo. Orión no estaba esperando a que nadie se pudiese en contacto con él. Estaba esperando para marcharse.
La piedra del collar de Eira comenzaba a calentarse, y supo que algo no iba bien.
Justo en el momento en el que el chico tocó el libro, ella lo sujetó de la muñeca, y sintió que una fuerza tiraba de ambos, sacándolos del colegio.
Al no haber estado preparada, cayó al suelo al llegar a su destino. Orión, en cambio, se encontraba de pie a su lado, mirándola con incredulidad. No cabía duda de que aquello no estaba en sus planes.
—No sabes lo que has hecho —dijo, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse.
Y, ciertamente, ella no sabía lo que había hecho. Solamente había pensado en que Orión se iba a marchar, en el calor de la piedra y en que era su única oportunidad de descubrir lo que realmente estaba sucediendo. No podía desaprovecharla.
Eira miró a su alrededor una vez que estuvo en pie. Se encontraban en lo que parecía ser un cementerio, pero no estaban solos. Frente a ellos había una buena cantidad de magos encapuchados. Eira sintió que un escalofrío recorría todo su cuerpo cuando se dio cuenta de que todos ellos la apuntaban con sus varitas.
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