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Capítulo 15: La mañana de Navidad

Era el primer día de Navidad que Eira pasaba en Hogwarts, por lo que se emocionó al ver la cantidad de regalos que la esperaban a los pies de su cama. Se levantó rápidamente y fue hasta la cama de Daphne. Saltó sobre ella, despertándola al instante. Su amiga despertó sobresaltada, y comenzó a reír cuando se dio cuenta de lo que ocurría. Las risas despertaron a sus compañeras, que les lanzaron malas miradas.

—¿Cómo se te ocurre despertarme así? —preguntó Daphne entre risas.

—Vamos, levántate, que es Navidad —le dijo Eira.

No tardaron en estar todas levantadas y abriendo los regalos que tenían a los pies de sus camas.

Eira recibió un libro por parte de Hermione y golosinas por parte de Harry y de Ron. Su hermano le regaló un manual de hechizos de defensa que, por algún motivo, le pareció que tal vez necesitaría. Sus padres le regalaron un collar con una serpiente y un brazalete a juego. Y, para su sorpresa, la madre de Ron le envió un jersey verde tejido a mano que la hizo sonreír. Daphne y sus amigos de Slytherin también le habían hecho regalos. Y Luke, que le había regalado una fotografía de ambos en un marco con forma de serpiente y los colores de su casa. Solamente faltaba Orión.

—La madre de Ron me he hecho un jersey —comentó sorprendida dirigiéndose a Daphne. La prenda era incluso de su talla.

—No tienen dinero para nada mejor —dijo Pansy Parkinson en tono burlón.

—Al menos son generosos —replicó Eira—. Tú no puedes decir lo mismo, ¿no?

Cuando bajaron a la sala común, los chicos las estaban esperando para desearles feliz Navidad. Todos se mostraban emocionados, e incluso Orión tenía una pequeña sonrisa, algo muy poco habitual en él. Sin duda, aquel era un día especial para todos.

—¡Eira!

Luke se acercó a la joven cuando bajó las escaleras. La bruja se volvió hacia él, dispuesta a desearle feliz Navidad, pero él tenía otros planes y la sorprendió con un beso. La chica cerró los ojos, disfrutando del inesperado beso, sin importarle quien pudiese estar viéndolos. Sintió las manos de él alrededor de su cintura, su cercanía.

Cuando se separaron, con muchos de sus compañeros observando la escena, ella reía alegremente. Le había gustado aquella felicitación. Sin duda había sido la mejor.

Sus amigas sonreían, e incluso Orión parecía divertido.

—Ahora que me he ganado tu atención, puedo desearte feliz Navidad —dijo—. Si no lo hubiese hecho, mi felicitación habría pasado inadvertida entre tantas...

Eira soltó una carcajada al escuchar aquella excusa y le dio un suave golpe en el hombro.

—De modo que era necesario por un bien mayor...

—Exactamente —asintió el chico, tratando de permanecer serio sin mucho éxito.

Cuando Graham Montague bajó, Orión aprovechó el momento para acercarse a Eira. Luke, por su parte, se acercó a su hermano para dejarles algo de espacio.

—Feliz Navidad —dijo—. Quería darte mi regalo en persona.

Eira se sorprendió un poco al escuchar aquello. Por lo general, los regalos de Navidad no se entregaban en persona, pero a Orión no le importaba en absoluto cómo se hiciesen las cosas. Él lo haría a su manera, como siempre.

—Durante los últimos años, han pasado muchas cosas en Hogwarts. Y nos podemos encontrar de nuevo en peligro en cualquier momento.

Le entregó una pequeña caja, que Eira tomó con cuidado. Nada de lo que provenía de él podía ser normal, y estaba segura de que aquello tampoco lo sería. Cuando abrió la caja, encontró en el anterior un colgante con una fina cadena de la que colgaba una pequeña piedra negra.

—Muchas gracias... —comenzó a decir.

—Es mágica —explicó él—. Yo tengo una pulsera —agregó mostrándole una pequeña piedra igual a la de ella que llevaba en una pulsera de cuero en su muñeca—. Si estás en peligro real, la piedra se calienta, y lo mismo si yo lo estoy. Además, puede guiar hacia dónde la otra persona se encuentra, siempre y cuando esté en peligro. Si una muerte, ambas piedras se vuelven blancas.

Eira comprendió que, en aquellos momentos, era el mejor regalo que le podía hacer. La estaba protegiendo por medio de aquellas piedras. Sabía que probablemente llegarían tiempos difíciles en algún momento, y debía de tener miedo.

—Muchas gracias —repitió la bruja—. Orión... sabes algo que no me has contado.

La actitud de él había cambiado y la bruja sentía que le estaba ocultando algo.

El chico desvió la vista.

—Eira, no es el momento —se limitó a decir.

Ella decidió no presionarlo en Navidad. Al menos había conseguido que admitiese que ocultaba algo; no había mentido.

Cuando se acercaba a sus amigas de nuevo, dejando a Orión atrás, Luke regresó junto a él. Eira se detuvo, fingiendo buscar algo en su túnica, y escuchó la conversación que mantenían ambos tras ella. Tal vez a Luke sí le contase algo de lo que sabía, algo que no quisiese decirle a ella...

—Hace tiempo, pensaba que te interesaba Eira —oyó confesar a Luke. Pero no parecía en absoluto preocupado por ello.

La joven se sorprendió. Su relación con Orión en ningún momento había sido romántica. Había algo que se lo impedía. Aunque sentía una gran conexión con él que aún no estaba segura de a qué se debía. ¿Tal vez por hablar ambos pársel?

—No, no de esa manera —respondió Orión, tranquilo—. Es imposible.

—Espero que en algún momento nos puedas contar todo lo que sabes. O al menos a ella.

—Lo haré... pero no quiero que os ocurra nada a ninguno de los dos.

Orión había dicho con mucho convencimiento que una relación romántica entre ellos era imposible. ¿Cómo podía ser? Podría serlo si fuesen familia, pero estaba bastante segura de que no lo eran. ¿O tal vez se debiese a que sus padres lo trataban como si fuese su hijo y a que vivía en su casa? No lo sabía.

Tras el desayuno, pasaron casi toda la mañana en la sala común de Slytherin, disfrutando de los regalos y acompañándose entre sí, hasta que a Theodore se le ocurrió salir al exterior para hacer una pelea de bolas de nieve. Eira, Blaise y Daphne se apuntaron al plan de inmediato. Y, para sorpresa de todos, Orión también.

—¿Por qué no? —preguntó a todos los que se sorprendieron de su decisión.

No muchos de su grupo se unieron. De hecho, el único que lo hizo fue Luke, a quien pareció que el plan le gustaba.

—¿Y tú, Draco? —preguntó Eira volviéndose hacia su amigo de la infancia.

El rubio negó con la cabeza y dijo que se quedaría en la sala común junto a Pansy, Crabbe, Goyle y Bulstrode. No se atrevieron a decir nada en contra del plan por temor a lo que su primo pudiese decir. Sin embargo, Orión estaba de un extraño buen humor aquel día.

—Tú te lo pierdes —le dijo a su primo antes de salir de la sala común.

—¿Te ha ocurrido algo bueno hoy? —le preguntó con curiosidad Eira. No era habitual verlo así.

—Bueno... yo siempre he tenido regalos por Navidad, ¿sabes? Regalos caros, sobre todo de seguidores de mi padre que pretendían ganarse mi confianza y apoyo, y también de amigos. Pero el único que me importaba era el de Melody, porque era la única que parecía quererme de verdad. Y ahora, al recibir un regalo y una carta de Melody y de Thomas como si fuesen mis padres...

El chico parecía estar realmente emocionado. Eira supuso que, en el fondo, aunque nunca hablase de ello, debía de haber sido duro para él criarse sin el amor de una familia. Al fin y al cabo, la única familia que tenía era la de su madre, quien nunca había deseado tener un hijo.

Habían salido ya del castillo, y el paisaje a su alrededor estaba nevado. La bruja sonrió al verlo y al sentir el aire frío de la mañana golpeando su cara.

—Te quieren —le dijo Eira.

—Lo sé —asintió Orión—. Es lo que me ha emocionado.

Y, tras decir aquello, se agachó para tomar una bola de nieve y lanzársela. Eira trató de esquivarla, pero no fue lo suficientemente rápida e impactó contra su hombro.

—¡Eh! —gritó—. ¡Eso es trampa! ¡No habíamos empezado todavía!

Pero justo cuando terminó de hablar, otra bola de nieve impactó contra su espalda. Dio media vuelta a tiempo para ver cómo Luke lanzaba otra bola, esta vez a Orión, quien pudo esquivarla por poco.

—¿Acaso no sabes, Eira, que aquí no hay reglas? —se burló Luke.

—Ah, ¿no? Pues ahora verás.

En aquel momento, Theodore se atrevió a lanzar la primera bola de nieve, comenzando así una auténtica batalla donde no había nadie en quien se pudiese confiar y donde nadie estaba a salvo. Eira sonrió al ver la situación. No habría imaginado que incluso Daphne pudiese atreverse a enfrentarse a Orión, ni que éste estuviese tan integrado en el juego. Pero le gustaba verlos a todos de aquella manera, juntos y felices.

No tuvo mucho tiempo para contemplar la situación, sin embargo. En cuanto se distrajo durante unos segundos, una nueva bola impactó en su cabeza, mojándola por completo. Sacudió la cabeza para quitarse la nieve y ver quién había sido el culpable.

—¿Estabas descansando? —le preguntó alguien.

Eira negó con la cabeza y sacó la varita. Si no había normas, sus amigos iban a conocer lo que realmente era una pelea de bolas de nieve.

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