PRÓLOGO
Melody esperaba tranquilamente en la casa, con la certeza de que aquella noche recibiría una visita muy especial. Se encontraba sola, pues Thomas aún no había llegado del trabajo. Aquel día había habido demasiado que hacer en el Ministerio, y él se retrasaría varias horas. Pero a la bruja poco le importaba la demora. De hecho, ni siquiera se preocupó cuando una fuerza desconocida abrió la puerta de la casa de manera brusca.
Se encontraba sentada en el sofá, enfrascada en la lectura de una novela que había comenzado aquel mismo día. Al oír el ruido y mirar por la ventana, se percató de que la Marca Tenebrosa brillaba sobre su casa. Sin embargo, en lugar de tratar de huir, se levantó y con tranquilidad caminó hacia la entrada, donde se encontraba un hombre que inspiraba temor, vestido con una túnica negra y portando una varita.
Supo quién era al instante. De hecho, tal vez la reacción más lógica habría sido tener miedo, pero en lugar de ello, Melody se detuvo frente a él, mirándole a los ojos.
—Te esperaba —comentó ella, sonriendo levemente al reconocer al intruso.
El hombre había levantado la varita, y estaba dispuesto a atacar a quien había supuesto que sería su próxima víctima. Sin embargo, al escuchar aquellas palabras se detuvo, y la maldición asesina no salió de sus labios. Bajó la varita un poco, lo suficiente como para poder entablar una conversación sin que ella se sintiese amenazada.
—En ese caso, sabrás que morirás esta noche —dijo fríamente, sin saber cómo una simple bruja podía hablar con aquella tranquilidad al mago tenebroso más temido. No estaba dispuesto a consentir aquella actitud.
—Nada más lejos de mi intención —aseguró la anfitriona—. No esperaba tal falta de educación por tu parte, Tommy... Siempre fuiste un alumno educado y amable.
El mago, sin apenas poder creer lo que acababa de escuchar, guardó la varita en su túnica y observó detenidamente a la mujer que se encontraba frente a él. Solamente una persona en todo el planeta podría atreverse a llamarlo de una manera semejante sin ser asesinada al instante, y era ella, Melody. Su compañera de Hogwarts, aquella con quien siempre competía. La única bruja que conocía que tenía un poder semejante al suyo, la única capaz de enfrentarse a él, exceptuando a Dumbledore.
—Melody —susurró, estupefacto—. Creí que habías muerto.
—No —negó ella—. Como ves, sigo viva, y mi aspecto es mejor que el tuyo, por lo que veo.
La bruja aparentaba tener treinta años, lo cual estaba lejos de la realidad. El mago, en cambio, había perdido su antiguo atractivo, y lucía desmejorado. Melody no pudo evitar sentir una extraña pena por él, porque distaba mucho de ser el chico al que había conocido en el colegio. Aquel alumno que llamaba atención de todas las chicas, aquel a quien los profesores querían en sus clases. Ya no eran los adolescentes que una vez habían sido.
—¿Qué hiciste? —le preguntó él.
—Cuando salí de Hogwarts, viajé por el mundo estudiando Pociones. Deseaba encontrar una que me hiciese vivir más años, manteniéndome joven, y encontré cerca de Bulgaria a un hombre que buscaba lo mismo que yo. Como ves, conseguimos nuestro objetivo... y poco después nos casamos.
La bruja sonrió al pensar en Thomas. Era quien la había acompañado durante aquellos años, quien la había apoyado. Sus padres adoptivos habían muerto hacía muchos años, siendo ella una adolescente, y no tenía más familia. Tampoco se había molestado demasiado en encontrar a su familia biológica, porque suponía que estarían muertos, y no quería comprobarlo. Prefería evitar aquel dolor.
—Nunca te interesó ningún chico de Hogwarts, no más que para divertirte, al menos —comentó él.
—Me gustaban los hombres, Tom, no los niños que estudiaban en el colegio —respondió ella riendo—. Thomas es completamente diferente a todos ellos. Me da lo que necesito.
—Me alegro —comentó el mago, dándose cuenta de lo mucho que su antigua compañera había cambiado durante aquellos años.
—Por tu aspecto, deduzco que optaste por los horrocruxes... y que hiciste varios —comentó Melody.
Ella misma había estudiado el tema y había realizado uno para sí misma, al igual que su marido, pero ambos eran consciente de los riesgos de aquella magia, y no habían continuado. La ambición de Tom, sin embargo, le había llevado a abusar de aquella magia hasta un punto sin retorno.
—Deduces bien, como siempre.
Melody asintió.
Ella había tenido noticias de lo sucedido en Inglaterra durante sus viajes. Había sabido cómo Tom se había hecho llamar Lord Voldemort, cómo había reclutado mortífagos que deseaban la supremacía de los sangres pura, cómo la gente había comenzado a temer utilizar su nombre... Estaba al tanto de las muertes que él y los suyos habían provocado, y de cómo tenía aterrorizada a toda la comunidad mágica de Gran Bretaña. Pero ella nunca le había temido, no a él.
—Puedo ayudarte a recuperar tu aspecto, si lo deseas —ofreció—. Hemos creado pociones con las que nadie puede soñar...
El mago rechazó la oferta negando con la cabeza. Su aspecto no era algo que le importase realmente. Tal vez le había importado en el pasado, pero hacía tiempo que no lo hacía.
—Puede que algún día, pero por ahora no necesito ninguna poción —comentó—. ¿Por qué has vuelto después de tantos años, Mel? —preguntó con curiosidad.
La bruja suspiró, consciente de que no podía mentir.
—Quería formar una familia, y quería hacerlo en mi tierra natal. Quiero criar aquí a mi bebé.
Acarició su vientre con suavidad, y la vista del mago se desvió hacia aquel lugar, dándose cuenta de que se encontraba embarazada. Por un momento, no logró articular palabra. No lograba asimilar que Melody pudiese estar esperando un bebé, no había esperado una noticia semejante. No ella. No la había visto desde el último curso de Hogwarts, y en su mente, aún continuaba siendo aquella joven.
—¿Un bebé? —preguntó varios segundos después.
—Sí, Tom, un bebé. Tendré un hijo, o una hija.
—No muchos magos habrían tomado una decisión semejante; cada día tengo más poder en Gran Bretaña, y los padres temen por sus hijos —comentó el mago.
—Pero no dañarás a mi bebé.
El mago se disponía a replicar cuando una acción de la bruja le interrumpió. Ella tomó la mano del mago y la entrelazó con la suya. Tom estuvo tentado a echarse atrás, pero no lo hizo; algo en él le impidió separarse. Melody apuntó a la unión de sus manos con la varita y comenzó a pronunciar palabras en latín. La magia comenzó a fluir entre ambos magos, como si se tratase de algo vivo, acumulándose en el vientre de la mujer. Ambos podían notar el poder que corría entre ellos como nunca antes lo habían sentido. Y, tan pronto como había comenzado, todo se detuvo y pudieron separar sus manos de nuevo.
—Ahora eres su padrino, Tom. Estás unido a mi bebé por magia antigua; no podrás hacer nada para dañarlo... y a mí tampoco, mientras lo lleve dentro.
El mago sonrió un poco al escuchar aquello.
—¿Acaso creías que os dañaría? —le preguntó—. Sabes que no lo haré, de modo que... ¿Por qué me has elegido como padrino?
La bruja suspiró.
—Íbamos a escoger como madrina a la hermana de Thomas, pero no pude hacerlo; el hechizo no funcionó. Según este hechizo, un padrino debe ser alguien en quien la madre confíe, alguien a quien confiaría su vida y a quien realmente aprecie. Y el único nombre que me venía a la cabeza era el tuyo.
Él no supo qué decir. Hacía años que no veía a aquella bruja con la que tanto tiempo había pasado en Hogwarts, pero debía admitir que, de tener que escoger a alguien de plena confianza, la escogería a ella. Tenía a sus mortífagos, pero a ninguno de ellos le confiaría su vida. No como a Melody. Nunca se habían demostrado afecto mutuamente, pero estaban tan acostumbrados a la presencia mutua que no era necesario.
—¿Tu marido está de acuerdo?
—Por supuesto. Él ha oído hablar sobre ti... Su familia está relacionada con Gellert Grindelwald, de modo que el hecho de que seas un mago oscuro no es algo que le intimide.
Tom no pudo evitar sonreír al escuchar aquello. No le resultaba extraño que Melody hubiese terminado contrayendo matrimonio con alguien relacionado con Grindelwald; aquella chica, a pesar de no estar interesada en la magia oscura y el poder, siempre terminaba relacionada con personas que lo estaban.
—Gracias, supongo —comentó—. Ahora deberé proteger a dos bebés...
La bruja le miró con interés, esperando a que le diese alguna explicación sobre lo que acababa de decir.
—¿Dos? —preguntó con curiosidad.
—Tendré un hijo en un mes —comentó el mago, sin demasiado interés en el asunto—. La madre es Bellatrix Lestrange, que se ofreció, aunque se niega rotundamente a criarlo, por lo que seguramente lo haré yo.
Melody le observaba sorprendida por la noticia. A él nunca le habían gustado demasiado los niños, y no lo imaginaba siendo padre o cuidando de un bebé. Además, había oído hablar sobre Bellatrix, una mortífaga que mostraba gran devoción por Voldemort, más que ningún otro. En opinión de Melody, no era más que una loca.
—En ese caso, se conocerán en Hogwarts, supongo —comentó, sonriendo—. Aunque espero que no sean como nosotros...
—Si tu bebé es niña, no me cabe duda de que lo serán —dijo Tom, pensativo—. Y deberíamos tener cuidado, porque parece que la historia se repetirá con nuestros hijos...
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