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Capítulo 7

Por la mañana, la noticia hizo sonreír a todos los alumnos de primero, incluso Orión Black parecía de mejor humor. Las clases de vuelo comenzarían el jueves, y las compartirían con los de Gryffindor. La mayor parte de alumnos de Slytherin habían volado en escoba, pues procedían de familias de sangre pura, de modo que estaban impacientes por volar. Draco no dejaba de repetir a todo el que quisiese escuchar que los de primero deberían poder tener escobas propias.

—Genial —comentó Theodore en cuanto leyó el anuncio—. Aunque dicen que, de vez en cuando, hay accidentes en las primeras clases.

—¿Accidentes? —se extrañó Eira.

—Sí. Siempre hay quienes vuelan por primera vez y no saben manejar una escoba.

Pero aquel no era el caso de ninguno de los de Slytherin.

Cuando Eira habló con Ron y Harry, le contaron que Hermione estaba tratando de leer todo lo posible acerca de vuelo antes de la clase, haciendo que Eira estallase en carcajadas. La idea le parecía demasiado absurda.

—No se puede estudiar para volar —dijo, riendo—. Además, no es complicado. Yo monté en escoba con cinco años y no ocurrió nada. Es sencillo, en realidad.

—Eso no es normal —murmuró Ron.

Harry la observó con admiración. Apenas sabía nada sobre quidditch o sobre escobas, pero el hecho de que alguien hubiese aprendido a volar con cinco años le parecía increíble. Eira, en cambio, no lo consideraba una gran hazaña, dado que su familia era buena en quidditch y todos habían demostrado gran talento. Simplemente quería tranquilizar a Harry.

La mañana del jueves, Eira estaba entrando en el Gran Comedor junto a Daphne cuando vio a Draco cogiendo algo que acababa de recibir Neville. Se trataba de una recordadora, una esfera de cristal que se teñía de rojo cuando el portador había olvidado algo. Harry y Ron se pusieron en pie al instante, pero antes de que la profesora McGonagall tuviese tiempo de acercarse, Eira intervino.

—Déjalo, Draco —le dijo—. Vamos.

El rubio dejó la recordadora y la siguió hacia su mesa junto a Crabbe, Goyle y Daphne, Al llegar, Parkinson le lanzó a Eira una mirada cargada de envidia que ésta ignoró.

Los alumnos de Slytherin se encontraban ya en el claro en el que tendrían lugar las clases de vuelo cuando los de Gryffindor llegaron. Las escobas estaban en el suelo, ordenadas, y todos se situaron junto a una cuando la profesora, la señora Hooch, les ordenó hacerlo.

Las escobas del colegio eran viejas, y tenían las ramitas torcidas en ángulos extraños. Eira estuvo segura que, si su padre las viese, las criticaría de inmediato y opinaría que el colegio debería renovar las escobas. Draco miraba a suya con cierto desprecio.

—Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y decid «arriba».

—¡Arriba! —gritaron todos.

La escoba de Eira subió de inmediato, al igual que las de la mayor parte de sus compañeros de casa. En cuanto a los de Gryffindor, Harry sostenía su escoba, pero Hermione Granger no lograba que la escoba subiese, y la de Neville ni siquiera se había movido.

La profesora les indicó la posición que deberían mantener en la escoba y les fue corrigiendo. A Malfoy le dijo que lo había estado haciendo mal, por lo que Eira rio, ganándose una mirada de fingido odio por parte del rubio.

Después, la profesora les indicó que deberían comenzar a volar cuando ella les diese la señal. Pero antes del pitido del silbato, Neville dio una patada y comenzó a elevarse sin ninguna clase de control. Comenzó a ascender cada vez más, se deslizó hacia un lado de la escoba y, de pronto, cayó a la hierba. La escoba fue sola hacia el Bosque Prohibido.

—La muñeca fracturada... —murmuró la señora Hooch cuando se acercó a él, y se volvió hacia el resto de la clase—. No debéis moveros mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejad las escobas donde están o estaréis fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardéis en decir quidditch. Vamos, hijo.

Se marchó con Neville, quien lloraba y se sostenía la muñeca, aún asustado por lo ocurrido.

Malfoy no tardó en soltar una carcajada.

—¿Habéis visto la cara de ese gran zoquete? —preguntó burlonamente.

La mayor parte de los de Slytherin rieron, pero Eira no dijo nada, y Orión puso los ojos en blanco al ver la manera en la que se comportaba su primo.

—¡Cierra la boca, Malfoy! —gritó Parvati Patil, de Gryffindor.

Eira vio la rabia de Pansy ante el comentario. Definitivamente, defendería al rubio. Parecía completamente obsesionada con él.

—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

Pero todos dejaron de prestar atención a la conversación cuando Malfoy se agacho en el lugar en el que Neville había caído y tomaba algo del suelo. Eira reconoció la recordadora que había visto en el desayuno.

—¡Mirad! Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.

—Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma.

Eira se preparó para intervenir. Conocía lo suficiente a Draco como para saber lo que haría, de modo que sujetó la escoba con fuerza, preparada para utilizarla de ser necesario.

—Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué os parece... en la copa de un árbol? —Draco sonrió con malignidad.

—¡Tráela aquí! —rugió Harry.

Pero Draco ya se había elevado de la escoba y volaba, diciéndole a Harry que fuese a buscar el objeto. Eira, sin pensárselo dos veces, montó en su escoba, dispuesta de ir a por Malfoy. No le gustaba lo que estaba haciendo.

—No —dijo Orión, acercándose.

La chica no comprendía por qué su compañero de Pociones trataba de impedir que volase para recuperar la recordadora, pero poco le importó. Se elevó del suelo y salió hacia Malfoy al mismo tiempo que Harry, pero alguien la empujó a medio camino, haciendo que se desviase. Orión volaba a su lado e intentaba obligarla a descender.

—¡¿Qué haces?! —preguntó ella, furiosa.

—Te he dicho que no lo hicieses.

Eira aceleró y descendió por debajo de Orión para luego adelantarlo, pero él no le permitió recuperar altura. Ambos hicieron piruetas en el aire, Eira tratando de alcanzar a Malfoy y Black tratando de hacerla retroceder. Los alumnos les miraban desde abajo, impresionados. Justo cuando parecía que uno de los dos iba a caer, se recuperaba y volvía a enfrentarse al oponente.

Apenas se dieron cuenta de que Harry había recuperado la recordadora, y lo único que les hizo regresar a la realidad fueron los gritos de los profesores.

—¡Harry Potter! —gritó McGonagall.

—¡Orión Black! ¡Eira Sayre!

Era Severus Snape.

Los Slytherins descendieron a unos metros de Potter, frente al jefe de su casa, quien se volvió hacia el castillo y les hizo seguirle. Los dos alumnos aún llevaban sus escobas consigo.

Orión no pudo evitar mirar a Eira, admirando la manera en la que había volado. Nunca había visto a nadie que pudiese igualarle sobre la escoba. Pero parecía que aquella chica le sorprendería en varios aspectos.

—¿Estamos expulsados? —preguntó con preocupación Eira.

—No expulsaría a los dos alumnos más prometedores de Slytherin —dijo Snape—. Pero este año habrá que introducir nuevos jugadores en el equipo de la casa, y habéis demostrado tener gran dominio de la escoba. Seréis los candidatos perfectos.

Orión se apresuró a negar con la cabeza.

—Profesor, no me interesa formar parte del equipo —comentó—. No este año, al menos.

—Suponía que lo dirías, aunque es una lástima —dijo el profesor Snape—. ¿Querrías ser cazadora, Sayre? —preguntó volviéndose hacia la chica.

Ella asintió con la cabeza, emocionada. Sabía que no había ninguna chica jugando en el equipo de Slytherin, y sus padres, especialmente su padre, se sentirían muy orgullosos si ella entraba.

Snape continuó andando hasta llegar a una clase, e indicó a los chicos que esperasen fuera. Poco después, regresó con un chico alto de sexto curso, al que presentó como Marcus Flint y que era capitán del equipo de quidditch de Slytherin.

—Te he encontrado una cazadora —le dijo el profesor—. Y Black podría formar parte del equipo, pero no está interesado.

Flint miró con cierto desprecio a Eira y se disponía a replicar cuando Orión la lanzó una mirada de advertencia que él captó. Black había visto por sí mismo el talento de Eira. y por algún motivo, no deseaba que nadie la menospreciara por su edad, sexo o aspecto menudo. Él había comprobado lo hábil que era.

—Es buena —fue lo único que dijo.

—De acuerdo —aceptó Flint—. Aunque necesitará una escoba propia, profesor. No podemos pretender ganar con las escobas del colegio.

—Harry Potter entrará en el equipo de Gryffindor; estoy seguro de que Dumbledore permitirá que ambos tengáis escobas propias. ¿Tus padres podrán comprarte una? —preguntó Snape.

—Tengo una Nimbus 2000 en casa, mi padre me la enviará en cuanto le envíe una carta —respondió la bruja.

—Bien.

***

Ron miraba a ambos sin dar crédito a lo que oía. No solamente uno había entrado en el equipo de quidditch, sino los dos. Apenas podía creerlo. Harry y Eira le habían contado lo ocurrido antes de entrar en el Gran Comedor para cenar.

—Seréis los jugadores más jóvenes en un siglo —dijo.

—Sí —confirmó Harry—. Pero Wood quiere mantenerlo en secreto; no se lo digáis a nadie.

Flint, en cambio, no estaba interesado en mantenerlo en secreto, y Eira lo descubrió cuando se acercó a la mesa de Slytherin. Luke fue el primero en acercarse a ella para felicitarla.

—Te lo mereces —afirmó—. Me han contado que has volado genial. Yo soy bateador.

Eira sonrió al oír aquello. Había esperado no conocer a nadie en el equipo de Slytherin, y saber que estaba Luke la animaba.

—Bien —dijo—. No conozco a nadie, y tengo la sensación de que no le gusto demasiado a Flint...

—No te preocupes por él —dijo Luke—. Mi hermano Graham es también cazador; si alguien te molesta, solamente tienes que avisarnos.

Eira le sonrió. Luke parecía más simpático que su hermano gemelo, Graham. Físicamente se parecían, sin embargo.

—Malfoy estaba seguro de que te expulsarían —comentó Luke mientras comenzaban a servirse comida en los platos—. Decía que hablaría con su padre, que no permitiría que te expulsasen.

Ella sonrió. Draco y ella siempre habían sido unidos, a pesar de las recientes amistades de cada uno. Eira defendería al rubio en cualquier caso siempre que él lo necesitase.

—¡Eira! ¡Felicidades!

Daphne acababa de llegar junto a Blaise y Theodore, y los tres se sentaron cerca de ella mientras la felicitaban por su incorporación al equipo de quidditch.

—Era imposible que no te cogiesen después de cómo has volado —comentó Nott.

—Sin duda ganaremos —opinó Zabini—. ¿Y Black?

—No quiere unirse al equipo por el momento.

—Una lástima. Tendríamos la victoria asegurada con él.

Varias personas la felicitaron durante la cena, y ella sonreía cada vez que alguien lo hacía. Graham se acercó a ella también.

—Felicidades —le dijo—. Si necesitas algo, yo estoy en el equipo.

Después se sentó junto a su hermano, quien le dijo algo en voz baja.

Mientras tanto, varios trataban de convencer a Orión de unirse al equipo. Su vuelo y el de Eira habían sido muy comentados, y todos los de Slytherin querían contar con ambos para ganar la copa también aquel año.

—Por el momento, no lo haré —comentó Orión—. Me uniré se me necesitáis en algún momento... Por Slytherin.

Todos aplaudieron, suponiendo que Black saldría al campo en caso de que la temporada no fuese demasiado bien.

Eira se fijó entonces en que Draco estaba hablando con Harry y Ron en la mesa de Gryffindor. El rubio estaba acompañado por sus dos inseparables amigos, Crabbe y Goyle, y seguramente no estaría haciendo nada bueno. Eira frunció levemente el ceño al verlo.

—¿Preocupada? —preguntó Luke.

—No —respondió la bruja rápidamente—. Solamente... no me fio de Draco. Odia demasiado a Harry.

—Muchas personas lo odian. Black lo odia, y al igual que él, varios de Slytherin también lo hacen. Mi hermano, por ejemplo, no le tiene demasiado aprecio. No hay más que ver cómo sigue a Black...

—¿Y tú?

Luke se encogió de hombros, restando importancia al tema.

—Me mantengo cerca de él, pero no demasiado. Tiene ideas interesantes y es un buen mago. Pero no apoyo todo lo que dice, y él lo sabe.

Eira asintió. Se estaba dando cuenta de que Orión tenía una habilidad especial para hacer que todos lo apoyasen y para convencerlos de que lo que él decía era lo correcto. Por suerte, Luke parecía tener claras sus ideas.

Tras la cena y las felicitaciones, Eira se acercó a Harry y Ron, interceptándolos cuando salían del Gran Comedor. Ellos se detuvieron para hablar con ella.

—Os he visto con Draco —comentó la bruja sin perder el tiempo—. ¿Qué quería?

—Me ha retado a un duelo a medianoche —respondió Harry.

Eira puso los ojos en blanco. Conocía lo suficiente al rubio como para saber que no se arriesgaría a que lo pillasen en un duelo en mitad de la noche. No era su estilo. Seguramente solo buscaría hacer algo por fastidiar a los dos Gryffindor.

—No deberíais ir —comentó—. No deberíais confiar en Draco.

—Vamos a demostrarle que no somos cobardes —dijo Harry, decidido a acudir al encuentro con el Slytherin aquella noche.

Hermione Granger miró mal a ambos chicos cuando pasó junto a ellos saliendo del Gran Comedor.

—Sabe que iremos al duelo y dice que haremos que resten puntos a Gryffindor —comentó Ron, quien no parecía haber congeniado demasiado con su compañera de casa.

—Creo que no...

—Eira.

Orión estaba justo tras ella, y parecía saber exactamente qué era lo que iba a decir. Por algún motivo, la bruja no se atrevió a terminar de hablar y decir que Draco no iría al duelo. Algo en la mirada del Slytherin la disuadió.

—Te contaremos todo mañana —le aseguró Harry antes de marcharse con Ron.

Cuando Eira se volvió hacia Orión Black, el chico se estaba alejando por el pasillo.

No podré volver a actualizar en unas semanas probablemente por falta de tiempo.

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