Capítulo 3
ANDÉN 9 ¾
La estación King's Cross estaba repleta de muggles. Eira caminaba junto a sus padres hacia el andén 9 ¾ , el correspondiente al Expreso de Hogwarts. Su madre le había hablado sobre todo lo relacionado con el colegio; Melody guardaba muy buenos recuerdos del mismo y esperaba que su hija tuviese también una buena experiencia.
Thomas se mostraba orgulloso de su hija aquel día. Afirmaba que sería una gran bruja, que destacaría sobre los demás y que sin duda entraría en el equipo de quidditch, aunque ella había insistido en que no podría hacerlo en primero.
—Eira, solamente debes confiar en ti misma —le dijo su padre—. Y, pase lo que pase, tu madre y yo siempre vamos a estar orgullosos de ti.
Aquellas palabras emocionaron a la chica, quien no estaba acostumbrada a escuchar algo así por parte de sus padres. Generalmente, se mostraban más fríos y no expresaban lo que sentían. Y aunque sabía que la querían, porque eran sus padres, escuchar que se sentían orgullosos de ella la hizo sentirse feliz.
Atravesaron la pared de la estación para pasar al andén 9 3/4 de manera natural, al contrario que varios niños que esperaban sin atreverse a acercarse. Los hijos de muggles, como cada año, se encontraban un tanto perdidos y no sabían cómo atravesar la barrera mágica o dudaban antes de hacerlo.
—Ahí está Draco —comentó Melody, señalando a la familia Malfoy, que estaba delante de ellos, a tan sólo unos metros de distancia.
Los Sayre se acercaron a ellos, y Draco pronto estuvo junto a Eira, ambos mirando con admiración el Expreso de Hogwarts, el tren en el que habían deseado ir desde que tenían uso de razón. Ambos habían deseado siempre ir al colegio del que sus padres tanto hablaban y por el que todos los magos nacidos en Londres pasaban.
Sus padres, mientras tanto, comenzaron a hablar entre ellos, y tanto Lucius como Thomas se quejaron de la cantidad de hijos de muggles que entraban en el colegio cada año. Narcisa estaba de acuerdo con ellos, aunque no se mostraba tan molesta como su marido y Thomas. Melody, en cambio, no estaba demasiado de acuerdo con el tema, y no estaba dispuesta a permitir que hablasen sobre aquello en su presencia, especialmente cuando su marido conocía sus circunstancias.
—Thomas, déjalo ya —le dijo en tono de advertencia—. No quiero que Eira entre en Hogwarts con odio hacia los hijos de muggles por tu culpa.
El hombre suspiró, consciente de que a su esposa no le gustaba el tema y de que tenía motivos para ello. Generalmente no hablaba sobre ello estando Melody presente, pero aquel día, con Lucius y Narcisa compartiendo su opinión y viendo la cantidad de hijos de muggles que los rodeaban, no había podido evitarlo.
—Lo siento —se disculpó el mago.
La mujer asintió y se volvió hacia su hija y el hijo de los Malfoy.
—Deberíais subir al tren —les dijo—. Os costará encontrar un compartimento libre si llegáis tarde.
Ellos asintieron.
Eira abrazó a sus padres, quienes le desearon suerte y le dijeron que debía escribirles una carta para informarles de la casa en la que habían quedado. Ella dijo que lo haría, y después subió al tren junto a Draco, quien también se había despedido de sus padres.
Ambos caminaron por el pasillo con sus baúles, hasta encontrar finalmente un compartimento vacío. Entraron y dejaron su equipaje para que nadie ocupase el compartimento en caso de que saliesen.
—Iré a buscar a Crabbe y Goyle —comentó el rubio—. ¿Me acompañas?
Eira asintió, y siguió al rubio por el pasillo mientras echaban un vistazo al interior de los compartimentos para tratar de encontrar a los amigos de Draco. Faltaban escasos minutos para que el tren se pudiese en marcha, pero no había rastro de los chicos.
Un alumno mayor se cruzó con ellos, y Eira lo reconoció al instante. Era el mismo con el que había hablado cuando se disponía a comprar el caldero, Luke Montague. Su hermano no estaba con él en aquella ocasión. Él se detuvo sonriendo al verla.
—Esperaba verte en Hogwarts —comentó—. ¿Habéis encontrado compartimento?
—Sí —afirmó la bruja—. Estamos buscando a alguien.
—Una lástima —dijo Luke—. Voy a buscar a mi hermano; está con varios alumnos mayores de Slytherin y con Orión Black.
Eira se sorprendió al escuchar aquello. Sentía cierta curiosidad por el hijo de Voldemort, dado que hasta el momento no se sabía de él más que su nombre. ¿Con quién se habría criado? ¿Compartiría las ideas de su padre? ¿Sería tan atractivo como su Melody afirmaba que había sido Voldemort en su juventud?
—¿Puedo acompañarte? —preguntó antes de pensar en lo que decía.
Luke la miró un tanto sorprendido por la pregunta, pero asintió.
—A mí también me gustaría ver al hijo del Señor Tenebroso —comentó Draco, a quien Luke no había prestado demasiada atención hasta el momento—. Draco Malfoy —se presentó—. Soy primo de Orión.
Realmente eran primos, porque sus madres eran hermanas, pero nunca se habían visto, pues Orión no se había criado con su familia biológica. De hecho, se rumoreaba que Bellatrix no había deseado tener un hijo, pero había aceptado por darle al Señor Tenebroso un hijo y heredero.
—Luke Montague —respondió el mayor—. De acuerdo. Seguidme.
El compartimento no estaba lejos de donde se habían encontrado. El mayor se detuvo ante la puerta y abrió. Eira y Draco se detuvieron a su lado con curiosidad, y la bruja no pudo evitar echar un vistazo a quienes se encontraban en el interior.
Un chico llamó su atención. Era el más joven de todos, de once años. Su cabello era castaño, y sus ojos marrones, de mirada fría como el hielo. Sin embargo, su atractivo era indiscutible. Orión Black.
Los demás alumnos eran mayores, de tercer curso como mínimo, e incluso había alguno que debía de ser de quinto o de sexto. Eira estuvo segura al instante de que todos ellos eran de Slytherin.
—Pasa, Montague —dijo Black, como si nadie pudiese entrar allí sin su consentimiento—. ¿Quiénes sois vosotros? —les preguntó directamente a Draco y Eira.
Luke tomó asiento junto a su hermano, y Draco se dispuso a contestar.
—Mi nombre es Draco, Draco Malfoy —dijo con cierto orgullo—. Soy hijo de Narcisa Malfoy, antes Black...
La expresión de Orión Black no cambió, aunque miró al rubio de arriba a abajo, como si no encontrase nada interesante en él. Parecía que no le importaba en absoluto que fuesen familia. Eira supuso que tal vez despreciase a los Malfoy por haber negado ser seguidores del Señor Tenebroso tras su caída.
—He oído hablar de tu padre —se limitó a comentar antes de volverse hacia Eira—. ¿Y tú quién eres? ¿Su novia?
Dijo lo último en tono burlón, y quienes se sentaban con él rieron, todos excepto Luke, quien miró a la chica arrepentido, tal vez por creer que no debía haberlos llevado hasta allí.
—Nadie que te importe —dijo Eira antes de dar media vuelta y alejarse de allí. No estaba dispuesta a que nadie se riese de ella, ni siquiera el hijo del mismo Voldemort.
Draco se despidió rápidamente y fue tras la bruja a la que consideraba casi una prima.
Todos quedaron paralizados al escuchar aquellas palabras, y Orión sonrió un poco, como si la respuesta le hubiese resultado entretenida. Era consciente de que él mismo la había provocado, pero no esperaba que nadie se atreviese a hablarle así.
—Una valentía digna de Gryffindor —comentó, aunque lo que realmente esperaba era que aquella chica quedase en su casa—. Montague, su nombre.
Luke lo miró. No deseaba fallar a Eira tan pronto, pero tampoco tenía otra opción. No deseaba tener a Orión Black como enemigo, porque presentía que el chico, a pesar de su corta edad, podía llegar a ser peligroso.
—Eira Sayre.
—Sangre pura, o al menos mestiza —murmuró Black, pensativo—. Su apellido me resulta familiar. ¿Ha dicho en qué casa cree que quedará?
—En Slytherin. Parece estar bastante segura de ello.
Orión no pudo evitar sonreír un poco al escuchar aquella respuesta. Era lo que deseaba. Presentía que era una bruja interesante.
—Black, estoy seguro de que Eira no quería contestar de esa manera —se atrevió a decir Luke—. Simplemente...
Orión le hizo un gesto para hacerle callar. Le resultaba curiosa la manera en la que Montague estaba dispuesto a pedirle que perdonase la osadía de Sayre, porque estaba seguro de que era aquello lo que haría. Sin duda la chica era atractiva, debía admitirlo.
Mientras tanto, Eira regresaba a su compartimento, enfadada por la manera en la que Orión Black la había tratado. Se había reído de ella, y no estaba dispuesto a que lo hiciese. Era posible que él fuese hijo de Voldemort, pero ella era una bruja de sangre pura, una Sayre. Y, a pesar de las advertencias acerca de que no hiciese enfadar a aquel chico, haría lo que considerase necesario para evitar ser humillada.
—Eira —la llamó Draco, que la había seguido—. Eira, ¿eres consciente de que...?
—Malfoy, si quieres seguir a tu primo y hacer lo que desee, no hay problema. Pero yo no voy a permitir que nadie se ría de mí.
El rubio se calló, porque iba a decirle que no era conveniente molestar a Black. Pero estaba claro que a Eira no le importaba lo más mínimo. En aquello se parecía demasiado a su madre.
—¿Estás segura de que no quedarás en Gryffindor?
Siempre había estado seguro de que su amiga quedaría en Slytherin, pero viendo su comportamiento en el tren, comenzaba a dudarlo. Y la posibilidad de que quedase en la casa de los leones tomó forma en su mente.
Eira dio media vuelta, quedando frente a Draco, que nunca la había visto tan furiosa como en aquel momento.
—Te aseguro, Malfoy, que quedaré en Slytherin.
Tomó uno de sus libros de pociones y comenzó a leer, mientras el rubio se marchaba para continuar buscando a sus amigos. Eira estaba tan absorta en la lectura que no supo que alguien la observaba desde la puerta el compartimento.
Orión Black había sentido tanta curiosidad por aquella bruja que no había podido evitar detenerse al pasar frente a su compartimento. Se dio cuenta de que el libro que estaba leyendo era uno avanzado, no el de primero, como había esperado. Pero ella parecía comprender todo, e incluso anotaba frases en los márgenes de las hojas, como si tratase de mejorar las elaboraciones.
El mago sacudió la cabeza y regresó a su compartimento, porque no quería que nadie saliese al pasillo y lo descubriese allí. Esperaba realmente que ella quedase en Slytherin.
Eira se levantó un rato después para caminar por el pasillo. Draco la conocía bien, y sabía que no debía molestarla cuando estaba enfadada, de modo que no había regresado. Probablemente estaría con Crabbe y Goyle. No se equivocaba.
Vio al rubio junto a sus amigos salir de un comportamiento rápidamente. Goyle se agarraba un dedo con fuerza, y se quejaba. Caminaban tan rápido que no se fijaron en ella, y Eira avanzó hasta el compartimento en el que los tres chicos habían estado. En el interior había una chica y dos chicos, uno de ellos, Harry Potter.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó—. He visto a Draco salir... ¿ha hecho algo?
Los tres la miraron, y Harry sonrió al reconocerla. Fue el pelirrojo quien habló.
—Se cree mejor que los demás... ¿Lo conoces?
—Sí —respondió Eira—. Eira Sayre.
—Ron Weasley —se presentó el pelirrojo. Eira había supuesto ya la familia a la que pertenecía, pues Lucius había hecho referencia a ella en varias ocasiones, despreciándolos por ser traidores a la sangre.
—Hermione Granger —dijo la chica.
Algo en ella le hizo saber a Eira que era hija de muggles. No sabía qué era, pero era un presentimiento extraño. No le importaba; la pureza de sangre no era algo que la preocupase.
—Yo me presenté en Madame Malkin —dijo Harry, sonriendo—. ¿De qué conoces a Malfoy?
Eira se sentó con ellos.
—Nuestros padres trabajan juntos y son amigos... hemos crecido juntos. Somos como primos. Aunque he de decir que nuestras ideas son bastante diferentes. No nos han educado de la misma manera.
Los chicos parecieron bastante aliviados al escuchar aquello, y ella sintió curiosidad por saber qué era lo que el rubio había dicho en aquella ocasión.
—Supongo que no quedarás en Slytherin, en ese caso —comentó Ron.
—Bueno... lo más probable es que lo haga —comentó Eira, omitiendo decir que era la casa en la que deseaba quedar, dado que ellos seguramente preferirían Gryffindor.
Hermione dijo que deberían cambiarse, porque estaban a punto de llegar a su destino. Después salió del compartimento.
—Supongo que os veré fuera —comentó Eira—. Hablaré con Draco, aunque dudo que cambie su actitud.
Regresó a su compartimento, que en aquel momento estaba vacío, y se cambió para ponerse la túnica. Justo cuando una voz anunciaba que debían dejar su equipaje en el tren para que se lo llevasen al colegio por separado, Draco apareció. Ya se había cambiado.
—¿Dónde estabas? —preguntó el rubio—. Esperaba verte aquí hace un rato, pero te habías ido.
—He ido a dar un paseo... ¿Qué les has dicho a Potter y Weasley?
Draco la miró un tanto sorprendido, pues no esperaba que ella supiese aquello.
—Le he dicho a Potter que debería elegir mejor sus amistades... parece que sigue el mismo camino que sus padres.
Eira puso los ojos en blanco al escuchar aquello. ¿Acaso era imposible para él dejar de insultar a los hijos de muggles y a quienes se juntaban con ellos? Era consciente de que su actitud se debía a la educación de su familia, pero a pesar de ello, no le gustaba.
—Draco...
—Sé lo que opinas, Eira, pero sabes que no me harás cambiar de opinión.
Ella no respondió. Cuando llegó el momento de salir del tren, lo hicieron juntos.
El guardabosques, un hombre grande de nombre Hagrid, comenzó a guiar a los alumnos de primer año por un sendero oscuro y estrecho. De pronto, al doblar una esquina, todos pudieron ver el castillo, impresionante, sobre una montaña. Frente a los alumnos había un lago con una flota de botes.
—¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid.
Eira subió a uno con Malfoy y, para su sorpresa, quienes se sentaron con ellos no fueron Crabbe y Goyle, sino Orión Black y un chico que se presentó como Theodore Nott. Y, cuando todos estuvieron listos, los botes se movieron solos por el lago. Eira tuvo en todo momento la mirada de Black sobre ella.
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