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━𝘾𝙖𝙥í𝙩𝙪𝙡𝙤 𝙄





Glosario:

Ostara: Es la celebración vikinga del regreso de la luz, también conocida como el equinoccio de primavera

Krytill: La túnica que se utiliza en la época vikinga.

Eir: La diosa de la salud.

Sól: La personificación del sol.

Hati: En la mitología nórdica, Hati era un lobo que perseguía a Máni (la luna) por el cielo todas las noches.

Nornas: Las nornas tejían el destino de dioses y vikingos según la mitología nórdica.

Jarl: En la cultura nórdica, jarl es el equivalente al título de conde o de duque.

























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EL OLOR DE LAS HIERBAS RECIÉN CORTADAS PENETRA EN MI NARIZ CON FUERZA. Sus particulares olores logran transmitir paz y tranquilidad. Ahí en medio de mi huerto nada malo sucedía. Allí, preparando mis pociones tengo el control.

La diosa Sól nos alumbró con los rayos de su cabello desde que su hermano fue devorado por el lobo Hati. No existen nubes arriba de nosotros. Solo la diosa nos acompaña en este día.

—Es un hermoso día para tus plantas. —La voz de Eivor es la primera que escucho en el día. Casi siempre es la primera, o a veces su pequeño hijo Einar me acompañaba en las mañanas. Hablando sin parar.

—Lo es —admito bajando mi cuerpo para que mis rodillas toquen la humedad del barro—. Esperan todo el año para la llegada de Ostara.

Al igual que tú —señaló Eivor entrando a mi pequeño huerto. Su cuerpo se arrodilló junto al mío—. Has logrado salir de casa, en un logro.

Aunque han pasado tres inviernos desde mi partida de Constantinopla, mi cuerpo aun no se adapta al frío de Noruega. Cada invierno era peor que el otro. El frío me impide salir, apenas podía mover mi cuerpo en aquellos días sin luz.

—Es un hermoso día —repetí las palabras de Eivor—. Debo disfrutarlo.

—Tienes razón, debes disfrutarlo, pero no aquí. —La mano de Eivor señaló a unas de mis plantas. La que empezaba a brotar unas pequeñas flores blancas—. No aquí en el huerto.

—¿Dónde quieres ir? —preguntó al intuir que Eivor desea salir del pequeño pueblo de Kaupang.

A Kattegat —respondió al momento que me levanto del barro para caminar a casa con unas hojas en mis manos. Eivor imito mi acción.

—¿Para qué? Ya viajamos a buscar provisiones, tenemos suficiente para celebrar Ostara —señalo mientras dejaba las hojas en mi pequeña mesa para volver al huerto.

—¿No te aburres de este lugar? —Su pregunta provoca que detenga mi andar.

—Me gusta estar en mi pueblo, es el lugar donde mis padres me criaron. No anhelo nada más.

Aunque Eivor es mayor, su personalidad es infantil. Un extraño gesto aparece en su rostro descontenta por mi respuesta.

—Lo dices porque has viajado más que cualquier vikingo. Cualquier guerrero quiere su tiempo de paz y de silencio. Se que volverás anhelar viajar.

—No será hoy. Viajo porque es necesario, no por gusto. Kattegat es ruidosa, y sabes que prefiero...

—El silencio. Lo sé.

Observó cómo sus ojos se colocan blanco por unos momentos.

—Este pueblo cada día es más aburrido que el anterior —murmura Eivor descontenta.

—¿No tienes trabajo? —preguntó volviendo a mover mis pies para volver a mi huerto. Escucho el sonido de los pasos de Eivor detrás de mí.

—Deberíamos practicar. Los asaltantes cada vez son más agresivos. Debes aprender a luchar, todos lo que tengan la fuerza de alzar una espada deberían aprender.

—Sabes que no lucho —apunte girando mi rostro para ver las cicatrices de Eivor en su piel. Ella había batallado para el ejército de Ragnar, en su momento de apogeo.

—Deberías.

—Soy servidora de Eir, soy una curandera. Matar no es parte de mi —explico volviendo a tocar el suelo con mis rodillas, pero se que esa no es la verdad. Ser servidora de Eir, no evita que matara, es otra cosa.

El sonido de las espadas me recuerdan a Alessio. No podía evitar imaginar su cuerpo moviéndose ante una práctica con sus hombres. Me encantaba observar aquella imagen. Su figura moviéndose con agilidad, esquivando cada golpe que intentaban darle sus hombres. Era una danza, que solo él lo realizaba a la perfección.

—Se que ese no es el motivo —murmura Eivor bajando su cuerpo para quedar a mi altura—. Sé que ocultas algo. Algo importante —señala la antigua escudera con unos de sus dedos el collar que colgaba en mi cuello—. Algo relacionado con ese collar.

—¿Qué quieres saber? ¿Qué fue el regalo de un hombre? —pregunto sin dejar de observar mis plantas.

—¿Cómo se llamaba? —Logró captar que despierto la curiosidad de mi amiga. Giro mi rostro para observar cómo sus ojos brillan ante la nueva información que obtiene de mi pasado.

—Alessio.

Es la primera vez después de un largo tiempo que dictó su nombre en voz alta. Siempre lo he dicho en mis sueños, en mis pensamientos, pero jamás en voz alta.

Duele.

—¿Cómo era?

Tardó en responder. Mi mente se quedó atrapada en la figura de Alessio, se quedó atrapada en su cabello rubio, y la belleza de su rostro. Su piel morena siempre brillaba a la luz del sol.

—¿Eira? —La voz de Eivor provoca que la figura de Alessio se esfume en mi cabeza.

—Era el mejor guerrero de Constantinopla. Estoy seguro de que te agradaría.

—¿Qué tan bueno? —Aquello llamó mucho más su atención.

—Los hombres le temen. No existe rival para él. Su destreza vale por cien hombres. Y créeme no lo digo por el amor que siento por él...

—Hablas en presente. ¿Cómo estás segura de que está vivo?—Su pregunta interrumpió las siguientes palabras que quisieron salir por mi boca

—Simplemente, lo sé.

Freyja, lo prometió.

—¿Por qué lo dejaste?

Un inevitable suspiro salió de mi boca al escuchar su pregunta. La respuesta es muy larga para querer resolver la duda de mi amiga. Larga y dolorosa, pero mi boca de igual forma iba a responder...

—¡Madre! —El gritó del pequeño Einar detiene el movimiento de mis labios. Un suspiro de frustración sale de la boca de Eivor.

—¿Qué sucede? —grita la madre de Einar.

Aún en el suelo observo como el pequeño Einar corre tan rápido que la tierra se mueve dejando un polvo en el aire.

—¡Los hijos de Ragnar!

Einar se detiene delante del huerto para girar su pequeño cuerpo y apuntar con unos de sus dedos a dos hombres que caminaban al lado de sus caballos.

Observó el andar de los dos hombres, y me percato de sus bellos rostros al momento que llegan al lado de Einar.

—Buscamos al líder del pueblo —dicta uno de ellos.

La mirada del que habla se posa en Eivor, se que ella abre su boca para responder, pero no logro escuchar que sale de ella. Mi mirada, mi concentración recayó en el otro hermano. Uno de ellos, el más alto, enfoca su mirada en mí, y su mirada logra que mi mente viaje al pasado. Su mirada azul es similar al hombre que deje atrás.

Nunca pensé encontrar otros ojos tan hermosos como los de Alessio.

El destino, las nornas se burlan de mi.

Allí en el suelo, aquella figura del hombre se ve tan grande. El tiene tanto poder, que bajo mi mirada por el respeto ante un Jarl. Es hijo de Ragnar, es un gobernante de Kattegat ante la ausencia de Ragnar Lodbrok.

No la vuelvo a levantar. Escucho como los hombres se mueven por las indicaciones de Eivor. El líder de Kaupang está en la casa comunal.

No me atrevo a observar una vez más aquellos ojos azules.

En este día el pasado ha llegado a perturbar mi tranquilidad.








Se que debo ir a la casa comunal para ayudar a las mujeres del pueblo. Debo estar en medio del fuego ayudando a preparar el banquete para los príncipes de Kattegat, pero la mirada de uno de ellos me ha desequilibrado. Algo cálido dentro de mí se ha removido. Algo que había muerto hace bastante tiempo atrás ha vuelto a surgir.

Y mi cuerpo se atemoriza al recuerdo tan vivo del hombre que vive en Constantinopla.

—¿Eira?

Una voz masculina interrumpió mis pensamientos. Una voz que no conocía, pero intuía quién podría ser el dueño. Levanto mi mirada del fuego de mi casa para ver al dueño de esa sensual voz.

El hombre esta en la puerta. Su vestimenta es un simple Krytill de color azul. Uno de los colores de la realeza. Su túnica combina con el color de sus ojos. Y esa calidez vuelve a surgir al momento que conecto mi ojos con la mirada del príncipe de Kattegat.

—¿Eres la curandera?

Solo pude asentir con mi cabeza.

—Mi nombre es Ubbe. Ubbe Ragnarsson —dicta su nombre al momento que su cabeza realizaba una reverencia a mi dirección—. Lambert me ha indicado que puedes ayudarme con mi herida. Dijo, que eres la mejor curandera de Noruega.

Sonreí.

—Por favor, siéntese —indico el pequeño asiento que está a mi lado. Me levanto del mío al momento que el príncipe se sienta—. Me gustaría ver su herida —señaló mientras saco agua para limpiar la zona afectada.

—Creo que es un poco comprometedora la zona de mi herida. —Ubbe me indica su zona con unos de sus dedos, el cual indica que su lesión esta poco más debajo de su entrepierna.

Quiero reír, pero el nerviosismo es más grande que la diversión de sus palabras.

—Soy una curandera creo que puedo manejarlo —aseguró tratando de que mi voz no flaquee por los nervios.

Por supuesto que no podía manejarlo. No he visto la virilidad de un hombre desde que estuve con Alessio. Ha pasado tanto tiempo que ni siquiera soy capaz de recordar la forma de esa parte del cuerpo de un hombre.

Ubbe se levantó del asiento para bajar su pantalón con confianza dejando ver su parte intima perfectamente a la altura de un príncipe.

Estoy incómoda, lo sé por el nerviosismo en mis manos, pero aun así realizó el trabajo que es encomendado por mi diosa. Me arrodille para tener más visión de su herida, y de su virilidad.

Limpio la herida con cuidado, y luego debo aplicar ungüento de manzanilla y Aloe vera. Mientras lo realizaba Ubbe alza la voz.

—El que te llames Eira y seas curandera ¿Es casualidad?

—Solo tuve la suerte de tener el nombre correcto —respondo levantando mi mirada y clavándola en sus ojos azules.

—Tienes un delicado tacto —murmura el príncipe.

—Gracias —le agradecí al momento que bajo mi mirada para aplicar el ungüento en su herida. Un quejido de dolor salió en la boca del príncipe—. Lo siento —murmuró alejando mis manos de su herida.

Levanto mi mirada para ver el estado del príncipe.

—Estoy bien —respondió Ubbe dándome una pequeña sonrisa. Se que me quede un tiempo observando sus ojos. Tienen tanta similitud con...—. ¿Estás bien? —Su rostro se muestra confuso.

—Si —contestó bajando mi cabeza a su herida—. Mañana no debería tener nada, estuvo apunto de tener una infección —declaró con seguridad ante mi trabajo.

—¿Dónde están los jóvenes de este lugar? —pregunta Ubbe ignorando mi advertencia de su infección. Levanto nuevamente mi mirada para posarla en su rostro—. Eres la más joven de este pueblo.

—Hay tres personas más jóvenes que yo —aclaro al momento que me levanto para lavar mis manos de la poca sangre que había brotado de la herida de Ubbe—. Los jóvenes fallecieron en Inglaterra o Frankia, quedaron muy pocos de aquellas batallas. Solo quedaron sus padres, y abuelos.

—Pero tú sobreviviste —menciona Ubbe sin dejar de buscar mi mirada. Al parecer no se percataba que aún estaba desnudo de la cintura para abajo.

—No estaba en Noruega cuando Ragnar gobernó como Rey. —Ubbe frunció el ceño al instante por mis palabras—. Después de la muerte de mis padres viajé por muchos lugares... antes de volver viví unos años en Constantinopla.

—¿Dónde queda eso? —pregunta Ubbe al momento que empezaba a ordenar la mesa. No podía soportar su intensa mirada.

—Bastante lejos —contesto volviendo a posar la mirada en el príncipe. El cual estaba en la misma posición—. Puedes subirse los pantalones —le sugiero bajando mi mirada a su virilidad. Ubbe abrió la boca para mencionar algo, pero no salió nada de ella. Cerró su boca con una sonrisa para luego subir su pantalón.

—Gracias Eira. —Agradeció el príncipe ordenando su túnica y su pantalón.

—Es un honor atender a un hijo de Ragnar Lodbrok.

Nos quedamos en silencio. Él no deja de observar mi rostro, trato de evitarlo, mirando el fuego o la mesa, pero al volver sus ojos siguen en el mismo lugar. De la misma forma que Alessio me miraba.

Freyja, ¿Qué clase de juego es este? ¿Por qué juegan conmigo? ¿Por qué recordarme el pasado de una forma tan abrupta?

—Eres hermosa.

El calor de la habitación aumentó con esas palabras. Con esas dos palabras mi cuerpo reacciona. Logro sentir una corriente en mi entrepierna, una sensación que no había sentido hace tres inviernos atrás.

—Gracias —agradezco caminando con dirección a la puerta tratando de no observar su rostro. Quiero que salga de mi casa. Que mi inquieto corazón tenga la tranquilidad que tenia antes de su llegada—. Debería volver. Estoy segura que lo están esperando.

Escucho los pasos del príncipe, pero antes de salir de la puerta se detuvo al frente de mi. Tan cerca, que logró respirar su fragancia.

Mi rostro queda a la altura de su cuello. Allí donde desprende esa mezcla de madera con el dulce hidromiel.

¿No vendrá?

Mis ojos dejan de observar su cuello para enfocarme en sus ojos, en sus labios y en sus mejillas.

Aquel hombre tiene un rostro atractivo.

—Prefiero el silencio.

El príncipe asintió con su cabeza ante mi comentario.

—Espero volverte a ver, Eira la curandera.

Esta vez es mi turno de asentir con mi cabeza.

—Adiós, príncipe de Kattegat

Antes de partir el bello hijo de Ragnar sonrió. Una sonrisa que se queda grabada en mi mente, e incluso después que Ubbe desapareció de mi vista.

Sus ojos azules y su virilidad perturbaran las siguientes noches.






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