━𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐈𝐕
Glosario del capítulo
Nattveror: es la segunda comida, la que no se tomaba al mediodía, sino a última hora de la tarde. Por lo general incluía pescado o carne, y verduras
Drakkar: embarcaciones vikingas.
Sköl: esta popular frase significa "Buena salud" o esencialmente "Salud" y es originaria en los países Escandinavos".
Máni: La personificación de la luna.
Valhalla: es el Salón de los Caídos, es el reino de la eternidad donde habitan los héroes muertos en combate.
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LAS MIRADAS DE LOS HABITANTES DE KATTEGAT SE CENTRAN EN MI AL SALIR DE LA HABITACION DE LA REINA. Mis pasos resuenan, siendo lo unico que se escucha en el silencioso recinto.
Es el momento del Nattveror.
Aslaug camina delante de mi, sosteniendo una copa de hidromiel en una mano. Al llegar al trono, se coloca frente a el y abre la boca para dirigirse a su pueblo.
—Mi pueblo, quiero presentar a Eira. —Aslaug tendió su mano, y no dudo en aceptar su gesto. Ella me posicionó a su lado—. Quien salvó la vida de su Reina, ella demuestra la importancia del conocimiento de una curandera. Lo importante que son nuestras curanderas para Kattegat—Aslaug giro su rostro para enfocarse en mí—. ¡Sköl por Eira!
—¡Sköl! —Repiten todos con alegría.
—Aslaug. —Una voz femenina entre el público llama nuestra atención. Observó a una bella mujer acercándose hacia nosotros con una gran sonrisa en su rostro.
—Helga —susurra la reina, bajando los pocos peldaños que separan el trono de la mujer—. Me alegra verte.
Examino a Helga, algo de ella me resulta familiar. La conozco, no se donde, pero se que he visto su rostro alguna vez.
—Supimos que estabas enferma, y hemos venido a ver tu estado.
La mujer habló en plural.
—Estoy mejor, gracias a ella. —La reina gira su cuerpo para enfocar su mirada en mí por unos momentos—. ¿Y Floki?
—Con tus hijos —contesta Helga enfocando su mirada en mí—. ¿Te conozco? —me pregunta frunciendo su ceño.
Bajo los peldaños para llegar a la figura de la amiga de la reina, quien no retira su mirada en mi rostro.
—Tal vez —digo, observando el rostro de ella—. Quizás conocía a mis padres —digo ante la única idea que llegó a mi cabeza.
—¿Quiénes son sus padres? —pregunta Helga aun con su ceño fruncido.
—Hija de los guerreros Erik y Neisha.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta Helga intrigada al escuchar el nombre de mis padres.
—Eira Eiríksdóttir.
Su boca se abre por la sorpresa.
—Lo recuerdo —murmura—. Recuerdo a tus padres. Pensamos...
—¿Helga?
Una voz masculina llega a nosotros. Giro mi rostro, al igual que Helga, para observar a quien parecer es su esposo. Los hijos de la reina aparecen por mi costado, deteniendo su paso detrás de mi cuerpo.
—Floki, ella es Eira Eiríksdóttir, la hija de Erik y Neisha —apunta Helga a mi cuerpo—. Pensamos que todos los hijos...
—Habían muerto —Floki terminó la oración de su esposa al momento que sus piernas se empiezan a mover a mi dirección. Sus pasos no se detienen, y obligan que mi cuerpo retrocedan. Mi figura choca con alguien, y con tan solo el tacto de mi espalda con el torso de la persona indica claramente quién es—. Supongo que eres la menor.
El cuerpo de Ubbe encaja a la perfección con el mío. Sus manos se apoyan en mi cintura con firmeza, impidiendo que mi cuerpo siga retrocediendo
Asiento con mi cabeza.
—Recuerdo que tu madre ocultó su embarazo para luchar en Inglaterra.
Gracias a las manos de Ubbe en mi cintura, evito desmoronarme por las palabras de Floki.
Nadie debe saber la verdad sobre mi origen.
Asiento con mi cabeza, ante la mentira dichas por mi madre adoptiva.
La mano de Floki se alza para agarrar mi barbilla con suavidad.
—Lamento la muerte de tus padres. Fueron buenos amigos, y buenos guerreros. Estoy segura que están en el Valhalla.
—Estoy segura que así es —expresó incómoda ante el tacto de Floki.
—¡Angrboda! Ven, quiero presentarte a alguien.
Giro mi rostro para seguir la mirada de Floki. Mis ojos se posan en el rostro de una de las mujeres más bellas que he visto. Al acercarse, puedo observar su piel blanca con pequeñas pecas tan que parecen estrellas diminutas. La chica sonríe al llegar a nosotros, iluminando el lugar. El lugar se ilumina.
No pude evitar me sentirme opacada ante su belleza nórdica.
Mi posición es frente al príncipe Ubbe en la mesa principal del salón. Sus ojos se posan en los míos cada vez que mis labios tocan la copa. En la mesa, solo quedamos nosotros dos, mientras los miembros de la familia real desaparecen con el transcurso de la noche.
—Es un bonito vestido —señala Ubbe Ragnarsson.
—Es de su madre —apuntó bajando mi mirada para observar el bello vestido que la reina me entregó para lucir en el banquete.
—Luce aún mejor en usted.
Observó el momento que el príncipe levanta su copa en dirección a mi cuerpo, y luego bebe el contenido de ella.
—Gracias.
Su elogio me hace sonreír, siento el calor subir a mis mejillas. Sin embargo, no son las palabras dulces lo que incita que mis mejillas se sonrojen, es la mirada lasciva que entrega el príncipe a mi cuerpo, pero lo siguiente que sale de su boca detiene todo el calor.
—¿Qué ha decidido tu pueblo? ¿Decidieron abandonar Kaupang para vivir en Kattegat?
—¿Qué? —preguntó confundida—. ¿De qué habla?
—Lo siento. Pensé que Lambert o Eivor le habían informado sobre el motivo de nuestra llegada a su pueblo —aclara Ubbe alzando su voz borrando en su rostro aquella lasciva mirada.
Enfoco mi mirada en la de él. Su rostro está severo.
—¿Por qué debemos abandonar nuestro pueblo? —pregunto, confundida por sus palabras.
—Por los ladrones —apunta Ubbe con obviedad.
—Hemos luchado con ladrones por años. ¿Qué es diferente ahora?
—Kaupang ya no tiene la fuerza para luchar. Los pocos que quedan en el pueblo morirán si permanecen un año más en el campo. No tienen las armas, ni las provisiones para aguantar un saqueo más. —Las palabras de Ubbe fluyen una tras la otra. No titubea en su voz. Se que tiene razón, pero el hidromiel nubla mi capacidad de aceptar su consejo.
—¿Qué sabes del campo? ¿Qué sabes de nuestras provisiones? ¿Qué sabes de lo que somos o no capaces de aguantar?
Lanzo una pregunta tras otras sin importarme que estoy hablando con uno de los hijos del gran Ragnar Lodbrok. Levanto mi cuerpo furioso por la idea de salir de mi tranquilo pueblo. Pero mi cuerpo se tambalea, y mi visión de Ubbe se borra para ser reemplazada por el techo del salón.
No llego a tocar el suelo porque las manos de alguien evitan que caiga.
—La servidora de los dioses está borracha... —Reconozco la voz de Floki.
—No lo estoy —murmuro molesta, alejando mi figura de sus manos.
Una risa escapa de la boca del constructor de barcos mientras me muevo entre la multitud. Necesito encontrar la salida. El ruido, el calor, las miradas lascivas del príncipe, y la idea de salir de mi pueblo confunden mi cabeza.
Es un alivio sentir el aire entrando por mi la nariz, logrando que mis pensamientos se aclaren. Y el calor de mi cuerpo disminuye al momento que mis pies se dirigen al muelle de la ciudad. En cada paso que doy un alivio recorre mi figura al sentir la brisa marina.
Kaupang ya no tiene la fuerza para luchar. La voz del príncipe llega a mi cabeza una y otra vez, impidiendo que logre disfrutar el paisaje del mar.
¿Es tiempo de abandonar Kaupang? Por el bien de los pocos habitantes que quedan, y del bienestar del pequeño hijo de Eivor, la respuesta afirmativa llega a mi cabeza. Pero no quiero partir. Mi bello y solitario pueblo es un refugio.
—Lo siento. No ha sido mi intención causarle alguna inquietud. —La voz del príncipe llega a mi oído, borrando la tranquilidad que había logrado sentir unos momentos antes. Su presencia me perturba de una forma extraña.
—No se preocupe. Creo que es el efecto del hidromiel lo que ha causado mi molestar —añado, tratando de tranquilizar al príncipe. El tono de su voz es de lamento.
—Nuestro plan solo busca su bienestar, y el de su pueblo —señala el príncipe detrás de mi cuerpo. Se que está detrás de mí, un calor se expande en mi espalda ante la cercanía de su torso.
—Lo sé. Se que es un buen plan... —Quise continuar hablando, pero mis palabras se quedaron en mi garganta.
Tardé tantos años en volver, que la idea de partir es dolorosa.
—Tendrá mi protección. Usted y su pueblo estarán protegidos detrás de estas murallas.
La mano del príncipe se posa en mi hombro, al parecer intentando reconfortarme. Pero su tacto y su suave voz logra lo contrario. Mi cuerpo se inquieta a su lado. No quiero girar mi cuerpo y observar sus ojos. Aquella mirada que provoca que mi mente viaje años atrás.
Su mano aún seguía en mi hombro, quemando mi piel con su calor.
—¿Estás bien? —Su pregunta me conmueve. Algo en su voz denotaba preocupación.
Giro mi cuerpo para observar los bellos ojos del príncipe de Kattegat.
—¿Está bien? —repite la pregunta, dando un paso hacia mi cuerpo. Con cualquier otro hombre habría dado un paso atrás de forma inmediata, pero con él, es diferente. Me quedo en el mismo lugar, sin dejar de observar su mirada azul.
—Debo volver a casa.
—Es peligroso. Anochecerá en poco tiempo —señala el príncipe al momento que fruncía su ceño—. Deberías partir mañana.
—No. He recorrido caminos más peligrosos —admito, moviendo mis pies para alejarme del príncipe—. Si la reina tiene algún problema, no dude en buscarme.
—No puedo permitir que se marche sola.
—No necesito su permiso —añado rápidamente al escuchar sus palabras. Tengo la intención de detener mis pies, pero las manos del príncipe son más rápidas. El tacto de Ubbe se posa en mi brazo.
—Esperaba que necesitara mi compañía.
Oh.
Siento como mis mejillas se sonrojan por su comentario.
—No es necesario.
—Ha sanado a mi madre, es lo menos que puede hacer por usted —señala el príncipe, suavizando su tacto en mi brazo—. Una mujer no debe viajar sola.
—No sería mi primera vez.
Una sonrisa se extendió por el rostro de Ubbe al escuchar mi comentario.
—Espero que algún día me relate sus aventuras.
—Podría llamarse de varias formas, pero jamás aventuras. —Su sonrisa desapareció—. No he tenido una buena vida.
—Lamento lo que hayas tenido que pasar. —Sus ojos son sinceros al igual que su voz. No existe la ironía en ellos, no como su hermano menor. Ivar, es totalmente diferente a él—. Me gustaría escoltarla hasta su hogar.
—¿Mi bienestar es parte de sus deberes como príncipe?
Su sonrisa apareció nuevamente.
—El mejor de los deberes.
A medida que nos alejamos de la ciudad, los rayos del sol desaparecen, pero su hermano Máni aparece para tomar su lugar. Montada en el caballo, puedo observar el hermoso rostro del dios de la luna.
—¿Kaupang es un refugio para usted? —El príncipe Ubbe susurra en mi oído mientras el caballo cabalga con tranquilidad por el bosque.
Nuestra postura se repite a la de mi llegada a Kattegat. De la misma forma que llegue, es la forma que estoy regresando a mi pueblo.
—Lo es —contestó, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda—. Es el lugar donde mis padres me criaron. Fui feliz allí.
—Espero que encuentres la felicidad en Kattegat. —Su mano suelta una de las riendas para posarse en mi cintura. Su fuerte mano afirma mi cuerpo que empieza moverse hacia al lado—. Apriete las piernas. No me gustaría verla caer.
Una risa escapo de mi boca, liberando el nerviosismo que se había creado por el tacto de Ubbe.
—Lo hago, pero es difícil.
—¿No cabalgas con regularidad? —Niego con mi cabeza.
—Solo tenemos un animal. Y lo utilizo una vez al mes, cuando venimos a buscar provisiones a Kattegat.
—Es extraño...
—¿Qué? —pregunto cuando el príncipe no finaliza su frase.
—Nunca la vi.
—Kattegat siempre está llena de gente, ¿Por qué me verías? —Su mano que aún está en mi cintura ejerce presión en su agarre.
—Porque eres hermosa.
No logro escuchar si salen más palabras de la boca del príncipe. Su voz en mi oído, y su mano en mi cintura está logrando que pierda la cordura arriba de un caballo. Mi cuerpo clama por un contacto mas intimo con el hombre que esta detrás de mi.
Después de aquel comentario, el camino transcurrió en silencio. Ninguno de los dos abre su boca.
Nuestro viaje finaliza cuando el caballo ingresa al pueblo. Solo se escucha las pisadas del animal, y nuestra respiración. El pueblo está en silencio. Un silencio que favorece a cualquier grupo de ladrones que decidieran robar nuestras provisiones.
—No es un lugar seguro, están desprotegidos aquí —señala el príncipe al percatarse que nadie sale de sus casas para verificar quien es el intruso que ha llegado al pueblo.
—Estaba pensando que es la noche perfecta para atacar.
—¿No son así todas las noches?
—Lo son.
El príncipe se baja rápidamente del caballo cuando este se detuvo frente mi hogar. Alzó su mano para que la tome.
No dudo en aceptarla.
—Gracias —murmuró cuando mis pies tocaron el suelo.
—No debe agradecerme. Ha sido un placer acompañarla.
De forma involuntaria, mi boca soltó un suspiro ante las dulces palabras del príncipe. Y algo dentro se removió, algo que ha estado muerto tanto tiempo atrás. La atención de un hombre está en mí, y tenía el poder de que sucediera algo más. La mirada de Ubbe me indica que lo espera, o que no rechazaría el roce entre mis labios y los suyos.
¿Debo invitarlo a mi hogar? Se lo que sucederá si él llega a dar un paso en mi casa. ¿Quiero eso? ¿Estoy preparada para estar con un hombre? ¿Estoy lista para olvidar a Alessio?
La respuesta surge sin esfuerzo.
No.
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Nota de la autora:
Capitulo doble. Lamento el retraso se me ha dificultado escribir una historia nueva entre Eira y Ubbe. En mi cabeza ellos ya tienen tres hijos.
Las ideas de como cambia la historia llegan a mi cabeza sin parar, pero se me ha dificultado plasmar la idea en la escritura. Quizás con esta nueva versión los haga sufrir mas. Pido las disculpa de antemano.
Muchas gracias a los leen y vota.
Gracias a los antiguos y los nuevos lectores <3
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