━𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 XII
Glosario del capitulo:
Laugardagr : Dia sábado para los vikingos. Era el día de baño para la cultura de los nórdicos.
Jarl: Titulo similar a conde.
Al-Ándalus: es el nombre que en la dieron los musulmanes a la península ibérica.
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EL SOL ALUMBRA CON FUERZA ARRIBA DE NUESTRAS CABEZAS. El mar brilla invitándonos a zambullirnos dentro de ella y la brisa marina acaricia con suavidad mi rostro. Cierro mis ojos disfrutando el frescor que me entregaba el mar. Mis pies se mojan con el agua del mar, allí en la orilla de la playa Estaba en calma, en paz, un sentimiento extraño después de tanto tiempo viviendo como esclava. Era libre, tan libre como decidir si quería bañarme en el extenso mar del mediterráneo.
—Buenos días.
La voz grave de mi libertador llega a mi oído. Su figura morena se posiciona al frente de mis ojos como una perfecta ilusión. Creo que no había conocido un hombre tan apuesto como él.
Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás, dejando a la vista su bello rostro. Una túnica azul cubre su cuerpo. Un color que combinaba con sus ojos.
—Buenos días —susurró acercando mis labios a los suyos. Aunque aquel día Alessio no había estado en el mar aún así logró saborear la sal en sus labios. Era como si el mar fuese parte de él.
—Ven a bañarte conmigo —pidió Alessio observando de reojo la belleza del mar.
—Debo trabajar —contesto—. Me has conseguido un trabajo, y no puedo fallar.
—Ven conmigo, dulce Eira —pidió nuevamente mientras sus manos se posicionaron en mi cintura para acercar una vez más sus labios junto a los míos.
Sus labios se movían sobre los míos con experiencia. No existe la duda, ni la timidez en él. Su lengua entra a mi boca con confianza. Se mueve lentamente, disfrutando el tacto de nuestras bocas.
—Vamos —murmuró a poca distancia de mis labios.
Era una preposición que no era capaz de negarme. Una sonrisa traviesa se posa en su rostro, mientras sus manos empezaban a liberar su vestimenta.
La imagen de Alessio desnudo en la playa era la mejor de las visiones.
Me despoje de mi vestido para ir en su búsqueda. Su cuerpo musculoso me esperaba con sus brazos abiertos, y una gran sonrisa lo acompañaba.
—Eres libre, Eira. Puedes decidir lo que quieras —expresó Alessio cuando mi cuerpo desnudo llegó a su lado.
Nunca me sentí tan libre, como en aquel momento.
Hoy es el día de nuestro baño. Laugardagr llega a Kattegat con un día soleado, como si la propia diosa fuese capaz de observar que es el día de lavar nuestros cuerpos. Nuestro recorrido al arroyo es acompañado por la figura de la reina.
La segunda esposa de Ragnar Lodbrok decidió acompañar a las mujeres que viven en su casa comunal en este especial día. Pero alguien más nos acompaña, alguien que no es parte de nuestro pueblo. Torvi, la esposa de Bjorn camina a mi lado.
—Es un bonito día para el Laugardagr —musita Torvi junto a mi.
—Lo es —concuerdo con sus palabras.
Giro mi cabeza para admirar la belleza de la esposa de Bjorn. Torvi tiene el cabello rubio, y tan largo que en unos años más llegará al suelo. Su rostro es fino, al igual que el largo de su cuello. Tardó en reconocerla, pero una imagen del pasado llega a mi mente.
—Eras la esposa de Jarl Borg —señaló, logrando sorprender a la mujer.
—Eso fue hace bastante tiempo —comenta Torvi, frunciendo su ceño—. Aslaug mencionó que no viviste aquí mientras Ragnar gobernó.
—Como rey, pero como Jarl, si estuve —aclaró—. Recuerdo que su esposo gobernó por un tiempo Kattegat, cuando Ragnar partió a Inglaterra. Te recuerdo embarazada.
Ella borra su ceño fruncido para entregar una sonrisa.
—Tienes buena memoria.
—La tengo.
Nuestros pasos se detienen cuando llegamos al arroyo. Observó como la reina empieza a despojar su vestido para ingresar junto con Eivor al agua. Las demás mujeres imitan la acción de ellas.
—Guthrum —menciona Torvi a mi lado.
—¿Qué?
—Guthrum, es el nombre de mi hijo con Jarl Borg —aclara Torvi llegando a mi lado con su cuerpo desnudo—. Hali y Asa son los nombres de mis hijos con Bjorn.
Por Odín, tres niños. Y por un momento envidio su suerte.
Tengo la misma edad que Torvi, y ella ya ha dado a luz tres niños.
Si el vidente vio en mi futuro hijos, estoy segura que aquella visión está apunto de desaparecer. El tiempo avanza y mi cuerpo empieza a perder la juventud.
Sus palabras y su vida me desconciertan. No puedo dejar de sentir intranquilidad.
No quiero irme, y tener que volver a formar una vida de nuevo.
El tiempo se me está escapando.
—¿A dónde vas? —pregunta Torvi cuando mis pies se alejan del lugar del arroyo.
—Caminar —contestó sin añadir nada más.
Necesito pensar.
Mis pies me llevan por el bosque en las afueras de la ciudad de Kattegat, trazando caminos sin un destino claro. Camino lo suficiente para dejar de escuchar las risas y las voces de las mujeres.
Mis pies no se detienen, ni siquiera cuando una pequeña pendiente me obliga a devolver o descender. Decido lo segundo. Un río me espera al final de la pequeña colina.
El caudal es suave, así que me acercó a mi cuerpo para mojar mis manos. Aquella frialdad que me entrega el agua apacigua mi intranquilidad.
Quizás es el momento de partir. Sin nada y sin nadie. Ese es mi destino.
Por Odín, nunca me he sentido tan perdida como ahora.
—Es asombroso como todos los caminos que he tomado recientemente me llevan hacia a ti.
No es necesario que girar mi cabeza para saber quien pronuncia esas palabras. La voz profunda del príncipe de Kattegat trae calma a mi inquieto corazón.
—¿Está seguro? ¿No será que me esta siguiendo? —preguntó, sin poder evitar esbozar una sonrisa. Giro mi cabeza para ver cómo el príncipe ríe.
—Quizás ese sea el motivo —responde Ubbe, sin quitar esa sonrisa en su rostro—. No he tenido la oportunidad de estar con usted, así que le pregunté a mi madre, y me dijo que está pensado partir de Kattegat.
Mi sonrisa se esfumó de inmediato.
—Madre, no quiso traicionar su confianza, pero está desesperada por encontrar la manera de que decida quedarse.
—No depende de mí.
Ubbe decide descender de la pequeña colina con paso firme. Sus pies lo llevan frente a mi cuerpo.
—Madre no entro mucho en detalle sobre su historia, pero creo que los extranjeros que llegaron están involucrado. ¿Has decidido volver con... él? —pregunta Ubbe apuntando con uno de sus dedos el collar de mi cuello.
Niego con mi cabeza.
—¿Entonces? ¿Por qué quiere partir? —pregunta Ubbe, buscando mi mirada con sus ojos.
¿Debería hablar Hablar o no? Estoy segura que no encontraré una solución, pero quizás algún alivio.
—Puede confiar en mí —dice el príncipe, llevando una de sus manos para acariciar con suavidad mi mejilla. Ese gesto derrumba cualquier duda sobre contarle mi pasado. Una grieta se abre en mi coraza con ese pequeño tacto.
Mi labios sueltan las mismas palabras que pronuncie frente de la reina y de Eivor. Ubbe escucha con atención, no interviene en mi relato. Espera con paciencia que termine.
—Puedo defenderte de aquellos extranjeros. No debes temer por ellos —ofrece el príncipe.
—No les tengo miedo. Tengo la fuerza para luchar contra ellos, pero no la tengo para combatir con un ejército de Constantinopla.
—¿Estás segura de que él vendrá por usted?
—Si no es él, vendrán un centenar de mercenarios en busca del dinero que el emperador ofrece por mi.
—Puedo defenderte de ellos —insiste el príncipe.
Niego con la cabeza rápidamente.
—No deberías. No tienes ninguna obligación de cuidarme —afirmo.
—No lo hago por obligación.
Mi cuerpo retrocede confundido por sus palabras. La historia con Alessio vuelve a repetirse. Ubbe cuidándome de la misma forma que mi antiguo amor lo hizo.
—Jamás le pediría que hicieras algo por mi. No es su deber...
—Es mi deber de príncipe cuidar a cada uno de mis habitantes —interrumpe Ubbe mis palabras—. Es mi deber cuidar de ti.
—¿Y qué harás? ¿Formara un ejército para defender Kattegat en caso de una guerra?
Ubbe duda unos momentos antes de sentir con su cabeza.
—¿Y crees que los hombres lucharán por mi? Soy una simple curandera. Lo que dices no tiene sentido alguno.
Ubbe decide callarse, al parecer frustrado por mis palabras. Su cuerpo se mueve inquieto, y deja de mirarme por unos momentos.
—Me gustas —dice sin observarme. Sus ojos están en la corriente del caudal—. Y yo te gusto.
Sus palabras me sorprenden. Habla con tanta seguridad de mi sentimiento que mi cuerpo reacciona con enojo.
—No puedes saberlo —bramo.
El príncipe de Kattegat gira su cuerpo rápidamente y se acerca a mi con grandes zancadas. Los latidos de mi corazón se aceleran en respuesta, y se alborota aún más cuando sus labios chocan con los míos. Su boca se mueve con urgencia, y su lengua se entrelaza con la mía. Mi cuerpo, y mi boca reaccionan por si solos. No puedo pensar mientras su lengua baila con la mía en una exquisita danza. El príncipe es joven, pero tiene la experiencia de un hombre mayor.
Cuando nuestros labios se separan, ambos recuperamos el aliento.
—Sé cómo reacciona su cuerpo cuando la beso—murmura el príncipe a escasa distancia de mi boca—. Su piel se eriza —añade, mientras una de sus manos se alza para acariciar con suavidad mi mejilla. Las yemas de sus dedos rozan mi piel, y baja con lentitud por el largo de mi cuello. Sus dedos se detienen al inicio de mi escote.
Y anhelo que sus dedos sigan bajando más y más.
—Sé el efecto que tengo en usted —continúa el príncipe—, y usted sabe el efecto que tiene en mi. No tenemos que engañarnos. Lo he sentido desde la primera vez que la vi.
Nuestros rostros se acercan para tocarse, me quedo quieta inhalando su exquisito aroma. Sus manos viajan para llegar acariciar los bucles de mi cabello.
—Ubbe... —suspiro su nombre sin poder evitarlo.
—No quiero que se vaya —declara.
—No quiero irme —admito.
Ubbe esboza una bella sonrisa.
—Buscaremos la forma de que te quedes.
No se si son las palabras o tal vez la seguridad de su voz, pero por unos momentos, creo en ellas. Y el sentimiento de sentirme perdida desaparece.
Los hijos de Ragnar Lodbrok se han reunidos en la casa comunal. Junto a ellos se encuentra la reina Aslaug, algunos habitantes de Kaupang, Torvi y yo. El banquete transcurre con normalidad, interrumpidos ocasionalmente por algunas risas entre los hermanos. Sin embargo, la presencia de Bjorn añade una singular seriedad al ambiente.
Recorro la casa comunal con una copa de hidromiel en mis manos. A pesar del extraño ambiente que está presente, una sonrisa está en mi rostro desde mi encuentro con Ubbe. Mis pasos me llevan alrededor de los hermanos, especialmente del cuerpo de Ubbe, cuya sonrisa se amplia al verme.
—¿Estás seguro de confiar en un mapa de los romanos? —Escucho la voz de Ivar, pero la palabra "romanos" llama mi atención. Retiro mi mirada del rostro de Ubbe para observar con detención el mapa que tiene el mayor de los Ragnarsson.
Un pequeño mapa está extendido en la mesa, la que muestra una pequeña parte del Al-Ándalus, la región gobernada por el califato musulmán.
—¿Cómo puedes estar seguro que existe? —pregunta esta vez Hvitserk.
—No lo estoy, por eso he venido a verlos.
Los hermanos se quedan en silencio al saber lo que significan esas palabras. Bjorn desea organizar una expedición a aquellas tierras jamás visitadas por los vikingos, tierras aun más lejanas que el territorio sajón. Su expedición sería más ambiciosa que la de su padre.
—No sabes si esas tierras realmente existen—manifiesta Sigurd frunciendo su ceño—. Sería una muerte segura. Los romanos podrían haberse equivocado.
Y mi boca reacciona antes que mi mente.
—¿Qué? Por supuesto que no —bramó indignada antes las palabras de Sigurd—. Los romanos nacieron en esas tierras.
Siento que todos posan su mirada en mí, pero mis ojos no se despegan del mapa de Bjorn. Quizás, tan solo quizás, podría unirme a la expedición del hijo mayor de Ragnar. Me alejaría de Kattegat, pero al mismo tiempo estaría rodeada de mi pueblo.
Quizás no tendría que partir sola.
—¿Conoces aquel lugar? —Es la primera vez que Bjorn se dirige hacia mí. Observó su rostro, tiene su ceño fruncido y su mirada demuestra desconfianza.
—No —contestó—, pero conocí gente proveniente del Al-Ándalus.
Levanto mi mirada después de dar mi explicación. Mis ojos se encuentran con la imponente figura de Bjorn Ironside, cuyo ceño aun permanece fruncido.
—Estuve viviendo por mucho tiempo en un lugar del mediterráneo. Sé de lo que hablo.
—¿Puedes ayudarme a llegar allí?
Esta vez niego con mi cabeza.
—No se nada sobre rutas marítimas, solo se que debe navegar por Francia. No está tan alejado de aquel lugar. Conozco su cultura, religión, milicia y del idioma que hablan. Es lo único que puedo ofrecerte.
Bjorn se mueve alrededor de la mesa y señala uno de los asientos cercanos a él.
Suelto un suspiro y accedo a sentarme a su lado.
—Es una tierra que ha sido gobernada por el califato musulmán.
—¿Musulmán? ¿Qué es eso? —me pregunta Bjorn Ironside.
—Es una religión. Ellos creen en un solo Dios y además en el profeta Mahoma como Mensajero de Dios —explico, recordando los libros que leí en Constantinopla—. Para ellos, Jesús, el hijo de Dios, no significa lo mismo que para los cristianos —señaló apartando mi mirada del rostro de Bjorn para enfocarme en el mapa que aún está extendido en la mesa—. Tienen tareas obligatorias; como las oraciones diarias prescritas, el ayuno del mes de Ramadán, el pago de una contribución sobre la riqueza y la peregrinación a los lugares santos.
—¿Son buenos guerreros? —preguntó Ironside, ignorando mis palabras anteriores.
—Lo eran los musulmanes de Constantinopla —recuerdo las miles de veces que Constantinopla estaba bajo ataque por tropas del imperio Otomano—, pero desconozco a los musulmanes del Al-Ándalus.
—¿Cómo luchan? —Pregunta Bjorn al parecer es la pregunta más importante.
—La gran mayoría son esclavos guerreros. Tiene un código tácito del honor, de la virtud, de la caballerosidad y de la gallardía. En ellos predomina la infantería, y portan casco metálico y cota de malla completa —explique—. El emirato conduce ataques constantes contra los reinos cristianos del norte, por lo que prácticamente no existen cristianos en aquel territorio. —Mi dedo viaja para apuntar el mapa—. El emirato de Córdoba es el mas poderoso y rico de esa región, y se ha convertido en un centro de cultura.
Levanto mi mirada para encontrarme con la de Bjorn Ironside. Su ceño sigue fruncido. Nadie habla, hasta que la boca de Bjorn se abre.
—¿Cómo sabes todo aquello?
—Recibí una educación en Constantinopla. Aprendí a leer y escribir. —Me encojo de hombros para decir lo siguiente—. Y me gusta estudiar.
Bjorn se queda en silencio sin dejar de mirarme, su mirada fija en mi mientras parece reflexionar sobre algo.
—Buscaré aliados, guerreros y al constructor de barcos de Kattegat... si aquello funciona, ¿viajarás conmigo?
Es la pregunta que esperaba, la que quiero escuchar. Una posible solución a mi dilema, pero aun así, no tengo la fuerza para responder. Sim embargo, no necesito hacerlo, alguien responde por mi.
—No puede —declara Ubbe con seguridad en su voz, captando la atención de todos en la sala.
Ubbe permanece sentado, sosteniendo su copa de hidromiel en sus manos.
Antes de que pueda preguntar, Bjorn interviene.
—¿Por qué no puede?
—Porque se convertirá en mi esposa —declara Ubbe, fijando su mirada en su hermano mayor.
¿Qué?
—¿Qué? —preguntan sus hermanos y la reina de Kattegat—. ¿De qué estas hablando, hijo?
—No he tenido oportunidad de anunciarlo, pero esta mañana pedí su mano, y ella... —Ubbe busca mi mirada antes de continuar—. Y ella aceptó.
Mi mente se queda en blanco.
Soy incapaz de pensar.
No tengo palabras.
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Solo puedo preguntar, ¿Le gusto? 🙊🙊🙊
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Gracias y mil gracias. ❤️❤️
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