14 de agosto del 2018...

  Todos son iguales. Piensan que solo ellos, son los que sufren...

  Yo estaba sentada en la orilla de la parte superior del tejado del colegio, mi largo cabello revolotea fuertemente a causa del viento que hace aquí arriba. Era de noche, no tenía ganas de regresar a casa, por eso me quede mirando las estrellas unas horas.

  De todas formas nadie me extrañará, mis padres no regresarán hasta dentro de unas semanas...

  De pronto siento que alguien llega, pero estoy en una parte donde la persona no me puede ver, así que no me preocupo. Pasan algunos minutos y siento sus lentas pisadas que resuenan en todo el lugar. No pude aguantar la curiosidad y miré hacia donde estaba la persona.

  Era un chico alto. Sus ojos no los podía descifrar a causa de la oscuridad que nos rodeaba. Estaba mirando hacia abajo, mis ojos me permitieron ver como unas pequeñas gotas caían de su rostro, estaba llorando.

  Estaba vestido completamente de negro. Sobre su cabeza estaba la capucha de su suéter, por lo cual no me permitía ver quién era.

  De pronto se acerca a la barandilla. Se asoma hacia abajo. Se incorpora otra vez...

  Siento que suspira lentamente, como si estuviera cansado de tanto llorar, de tanto sufrir. En cierta forma lo entiendo perfectamente, muchas veces me he sentido así, impotente, con ganas de mandar todo a la mierda y dejar de vivir de una vez por todas, dejar de sentir tanto dolor. Pero, nunca lo hago...

  Y sacándome de mis pensamientos. Paso lo que menos quería en estos momentos: salto del tejado...

Nota de la autora:
Hola, gracias por leer esta historia. Espero que te este gustando. Agregala a tu biblioteca si es así, por aquí abajo dejaré el link de mí Instagram, un beso y un gran abrazo 🤗

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