7
No había pensado un plan de acción para cuando Seokjin, el impostor, se levantó. Notando que eran las dos de la madrugada, este le consultó por qué no volvía a la cama:
–Estoy enfermo –mintió.
La sonrisa del impostor fue calcada a la de su pareja y cuando lo rodeó con sus brazos, Jimin cerró los ojos y notó lo fácil que era confundirlos. Si no estuviera enamorado, de seguro no se hubiera percatado de nada, de los pocos detalles atípicos. Si no estuviera enamorado, podría haber seguido el juego. ¿Hasta dónde sería capaz Seokjin de continuar con esto? ¿Acaso era alguna clase de retorcida prueba de efectividad de su proyecto? Y él que, tan orgulloso, festejaba los logros científicos de Seokjin ahora, junto a uno de carne y hueso e igual apariencia de su pareja, no podía sino hundirse en la desazón. En la grave realidad: Seokjin jugó con él. Se burló de él, abusó de su experimento y creyó salirse con la suya.
Pero su cerebro se tropezó sobre un pensamiento que no tuvo antes, ¿qué de este impostor? ¿Acaso eran falsas las demostraciones de afecto? ¿Tan buen actor era, o tan falto de emociones como para no confundir el deber encomendado por su creador con lo real? ¿Y si –tragó saliva– el impostor desarrolló afectos por él? ¿Cómo sería cuando se separen? Y enseguida tuvo que contener el vómito cuando reparo en que se sintió mal esa idea. ¿Él correspondía atenciones sentimentales al impostor? ¿Y cómo –se removió en el abrazo, hundiendo la cara en el pecho del otro– no hacerlo? ¿Dónde explicar al corazón que no estaba ante su amor real, sino una burda copia?
Eran dos víctimas de un solo rufián. Y llegó así el valor que no tuvo antes para hacer frente a lo que ocurría.
+
El clon de Yoongi recibió una llamada y el sonido de esta alteró los latidos de Seokjin que, aunque llevaba horas de pie, se sentía despierto como si hubiera ingerido peligrosas cantidades de cafeína. Y supo que era la angustia de no entender qué ocurriría con Jimin, ensalzada con culpa, lo que lo mantenía en sus cabales.
Nunca lamentó tanto algo como ahora que vio lo sencillo que era descartarlo. Hacerlo a un lado y quitarle lo que más ama. Y podría ser un canalla, era su deber admitirlo, pero no existía dimensión alguna en la que fuera posible negar su amor por Park Jimin.
–Está vivo –dijo Yoongi clon, dirigiendo su mirada de Seokjin al suelo–, el otro no creo. No me quedó alternativa. Así lo mencionaste, pero no estabas acá para ayudar. Lo sé, no te echo en cara el trato, solo... ¿Ah? ¿No será sospechoso? Es cierto, claro. Entrá por la puerta de emergencia.
Colgó y regresó al catre, donde se recostó y cerró los ojos. La pacífica expresión fue más asustadora que la anterior satisfacción de ver el miedo en Seokjin al comentarle sus planes. Planes que Seokjin deseaba impedir a como dé lugar, aunque era absurdo pensar que podría hacer algo más que magullarse las muñecas con las bridas. No cuando no logró romper ni una de las cuatro que el clon se aseguró de atarle.
–Él vendrá a hacerse cargo de vos –comentó casual el clon. Seokjin no le regaló respuesta–. No entiendo por qué sintió necesario ir con tu pareja. Aunque no he sentido eso que él se esmera en decir amor, ¿cómo sabe que lo es? ¿De qué manual lo leyó?
–Pero sentís –repuso ahora Seokjin–. Como sentís odio hacia nosotros, podrías sentir amor por alguien.
–Son extrañas las emociones para mí –confesó el clon, abriendo los ojos y buscándolo–. Vos naciste con ellas, y aunque no tuviste instrucción al respecto, llevás ventaja en procesarlas. Yo... solo no puedo controlarlas.
–No hay control en ello, aunque te esfuerces. Sentir es la libertad humana más absoluta –le pareció que era un escenario de tragicomedia tener que hablar de ello con su captor, pero continuó–. Podés dominar tus reacciones, enmascarar y pretender, pero no alterar tus emociones.
–¿Sabés que sos el menos indicado en hablar de eso? Le mentiste a tu amado, usaste a mi compañero para que entretenga al tuyo. ¿Es así de vano el amor?
–No. Lo que hice fue horrible.
–Y ¿por qué lo hiciste?
–Porque soy un estúpido –admitió, mordiéndose los labios–. Eso no resta que ame a mi pareja.
–¿Te amará él si descubre la verdad?
Seokjin apretó la boca, estremeciéndose y no volvió a hablar.
+
Un cuerpo yacía en medio del pasillo y Jimin casi se tropieza con él. A tiempo detuvo sus pasos y su grito de miedo. Aunque no pudo comprobar si es que este vivía porque un jalón en su brazo lo enderezó y lo hizo andar.
–Lo siento –dijo el impostor de Seokjin, a quien Jimin trató de patear.
No había sido un viaje tranquilo, porque si bien pudo reducir a Jimin no significó que este dejara de luchar para escapar. Y si sus esfuerzos menguaron al llegar al laboratorio de Min fue apenas porque el trayecto hasta allí lo hizo en el baúl y el encierro junto a la mordaza le impidieron respirar adecuadamente. El mareo fue otro factor de su cese en el forcejeo, y decidió así guardar energías para lo que ocurriera dentro del lugar.
Intuía qué sucedía y cuando escuchó la voz de Seokjin necesitó recordar que nada podría hacer por los dos si el impostor volvía a noquearlo. En sí, había fallado en mantener la compostura ante la admisión del impostor de que no era el verdadero Seokjin sino un clon, pero no perdía la esperanza de que esto no diera en derroteros trágicos.
–Shhh –susurró el impostor, rozando su boca en el oído de Jimin que se echó hacia atrás en la pared–. Haz caso, por favor.
¿Moverse? Jimin rezongó durante el viaje en la cajuela del coche por librarse de la cinta de embalaje. Una gruesa capa de encintado que le apretaba las muñecas y las rodillas. Su movilidad consistió en pasos cortos, irrisorios de ser visto en otra situación, por lo que darse a la huida o al ataque serían apenas actos imprudentes. Restaba que esté atento a cualquier oportunidad de arremeter sin fallar.
Sin embargo, se paralizó más por la sangre que vio en el suelo que por la advertencia del impostor.
+
–¿Qué te llevó tanto tiempo? –reclamó el clon de Yoongi ni bien vio al de Seokjin.
–Tuve que resolver algo antes.
–¿Y esa herida?
Encogiendo los hombros, el clon de Seokjin no respondió. Vio al suelo, evitando la mirada de su creador, y encontró el menudo cuerpo desnudo del jefe del proyecto Egomet. Una mueca le afeó los rasgos, pero se repuso a tiempo de escuchar a su compañero.
–Es todo tuyo, hacelo rápido y vámonos. Tengo las llaves de la camioneta de Min...
–Está muerto –sonó a pregunta, y la risotada del clon de Yoongi retumbó en el cuarto.
–Sí –se regocijó, viendo a Seokjin con picardía–, y ahora es tu turno, dale.
El clon de Seokjin miró a su creador, que no pareció entender qué insinuaba Yoongi. En su rostro había el reproche silencioso de un cómplice y el clon tuvo que morderse la lengua para no pedir disculpas por cómo acabó todo. Si es que había sido otra la idea de Seokjin para él, lamentaba que no fue posible. Y podría ser que esté, como decía su compañero, condicionado por la sensación innata de gratitud para el creador, pero no sentía hacia Seokjin una especial aversión. Más bien comenzó a sentir que este era un amigo. No hablaban demasiado desde que le encargó suplantarlo, pero antes, cuando lo instruyó en la vida nueva que ocupó desde que consiguió cuerpo y cumplió el proceso de clonación, compartieron horas de conversación.
Kim Seokjin era atento a sus necesidades, solía responder todas sus dudas con paciencia y nunca le negó la verdad. Como clon supo desde el momento cero que vino al mundo por aberración del milagro de la vida, él era esa excepción a reglas sacras que la humanidad trató de nunca romper, pero ellos, los científicos, no se detuvieron a contemplar cuando notaron que trasgredir las normas implicaba avances importantes para la sociedad. Y sí, pudo incorporar datos de una vida prestada, pero también recibió herramientas para procesar cuestiones que ya eran propias de él como ser concreto. Y así, en ese espacio de libertad concedido, en el favor a su creador, conoció a Park Jimin.
–Te das cuenta de que esto es una locura –dijo Seokjin, atrayendo la atención de su clon otra vez–. Yo... yo no creí que estuviera tratándote mal, te di el respeto que cualquier humano merece.
–No soy humano –dijo el clon, con su idéntica voz–. Soy un cuerpo sintético, una imitación.
–Eres independiente, no eres mi copia –rebatió el científico, notando por rabillo de ojo un movimiento en la entrada.
–Es lindo escuchar eso, señor –intervino el otro clon, adelantándose hasta situarse junto al de Seokjin–, pero no lo hace menos culpable. Nos usaron. Y si no fuera porque de repente consiguieron otros deberes para nosotros fuera del laboratorio, hubiéramos vivido encerrados aquí soportando tratamientos, procedimientos y cuanto quisieran probar con nosotros para sus beneficios académicos. No trate de disfrazar sus culpas con concesiones miserables como tratarnos con dignidad cuando nunca nos llamaron por nombres, ni nos refieren a nosotros con términos de igual a igual. Somos cosas, somos sus cosas, sus creaciones y nada más. Antes desecharon a quienes no cumplieron sus demandas y harían lo mismo con nosotros si de pronto entienden que no les somos de utilidad.
¿Qué podía decir Seokjin para defenderse ante tan certeras palabras?
Pero no pudo atinar siquiera a convencerlos de lo contrario cuando alguien irrumpió en la habitación a trompicones y se lanzó sobre el clon de Yoongi. Este, sorprendido, no pudo esquivar el primer golpe del extintor. Aunque sí el segundo, porque la fuerza con que ejecutó Jimin el ataque lo desbalanceó y permitió al clon sujetar el extintor. Sin embargo, y ante la atónita mirada de Jimin y Seokjin, el clon-Seokjin arrebató el objeto mientras avanzaba y se interponía entre el clon de Yoongi y Jimin.
–Basta, no podemos hacer esto, es muy arriesgado –trató de razonar clon Seokjin.
–¿Qué no podemos? ¡Lo hicimos ya! ¿Crees que podés arrepentirte ahora? –una maníaca sonrisa adornó la acusación–. Sos mi cómplice, ¿pensás que vas a salir sin castigo? ¿Y por qué querrías? ¡Podrías ser libre! Lo hemos discutido ya, lo soñamos. Vivir fuera de aq...
–No, no así. No si tendremos esta carga con nosotros.
–Nadie tiene que saberlo –y para horror de Seokjin, el clon de su jefe repuso sus palabras de hace días–: en el resguardo del secreto nada vale más allá que aquello que dicen sus conocedores.
–¿Eras vos? –preguntó el científico, inquieto, y Jimin, moviéndose con lentitud, se le acercó para cubrirlo con su cuerpo.
–Por supuesto, ¿vas a felicitar mi actuación? –aunque no se entretuvo demasiado con él, sino que dirigió su rabia a quien consideró traidor–. Si así lo querés, que conste que intenté hacerlo bien para los dos.
Y lo siguiente fue una lucha mano a mano en la que era imposible quedar fuera ya que el reducido espacio los confinó allí. Jimin tuvo que anclarse en su lugar, atajando los golpes y dando un par sin comprender si estaba del lado del impostor de su pareja o si no había lado para apoyar. Solo quería salir de allí y para eso debía detener al clon de Yoongi. Encontró el modo cuando este trepó sobre el impostor, que cayó al suelo de rodillas. Lo atrapó del cuello, apretándolo en una llave ajustada sin importarle que este se defendiera con patadas y puñetazos. No lo dejó ir aun cuando fue rasguñado, cuando terminó en el suelo de lado y con un cuerpo escurridizo tratando de que lo suelte.
Pero no podría resistir demasiado ya que el sujeto con el que peleaba no era del todo humano, sino que traía en su organismo partes artificiales y sintéticas que lo dotaban de fuerza extra. Sin embargo, y a punto de rendirse, fue a su auxilio el impostor, dándole una patada en la cara al clon de Yoongi, y otra y otra hasta que la sangre salpicó el suelo y a los involucrados.
Luego el silencio no se asentó apenas porque las respiraciones agitadas de Jimin y el impostor coparon el cuarto y lo despojaron del ambiente fúnebre que dos cuerpos muertos intentaron imponer.
–Jimin –llamó Seokjin, preocupado por la expresión aturdida de Jimin y viendo de reojo a su clon levantarse–. Chim, oye, mirame a mí, ¿sí?
Jimin obedeció, con la vista algo desenfocada hasta que parpadeó y dejó rodar un puñado de lágrimas. Todo había terminado, pero, ¿qué sucedería con ellos? Solo queno pudo soportar el bajón de tensión y cayó antes de liberar a Seokjin.
Fin.
Nota:
Bueno, hasta aquí Egomet 2, lo que sigue es el epílogo.
Quejas:
:)
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