1
¿Vida eterna?
Cien años atrás, los científicos desistieron de intentarlo. Vapuleados por la sociedad, los intelectuales a cargo de investigaciones competentes a la longevidad debieron discontinuar proyectos de real valor académico. Algunos, impelidos por las tecnologías obsoletas que no acompañaron a las mentes prodigios. Otros, desesperanzados tras fracaso y fracaso. Pero, aun así, cada uno de estos cerebros visionarios regó esperanza allí donde la árida tierra aguardaba con semillas curiosas y ambiciosas de crecer.
Una de estas semillas, Min Yoongi, floreció en el campo génico trayendo consigo la póstuma vanagloria a los intelectuales surcoreanos que se atrevieron a explorar la clonación por primera vez allá por entre 1998 y finales del 2006. Su contribución a una investigación cancelada y archivada sirvió de base para financiamientos de interés médico, como también, y no iba a ser sorpresa, militar. Desde ese fondo generoso que cosechó tuvo la gracia de convocar a más científicos, genetistas, e incluso costear un par de abogados por si las demandas eclesiásticas y civiles tratarían de frenar la investigación.
Kim Seokjin había sido uno de los elegidos para incorporarse al equipo de investigación. Y ya siendo su segundo año en el laboratorio, había ganado la confianza del director de proyecto que le confió su más grande secreto. Pero el precio de tal cercanía, casi camaradería profesional, fue el silencio y la labor extra. No que Seokjin pusiese queja al respecto. Él ama trabajar en laboratorios, desde sus tiempos en el colegio donde la visita al salón de equipamiento técnico lo cautivó como para dedicarse a ello y obtener su especialización en genética.
–Son las cinco, Kim –dijo su compañera, Ahn Hyejin.
La voz se oyó rígida debido a que cargaba una caja que rezaba frágil, conservar a –196°. Le asintió para hacer notar que la escuchó y levantó una mano cuando se despidió y lo dejó solo. El salón de trabajo selló el ingreso una vez su colega salió. El cuarto se sumió en un silencio anestesiante que le permitió relajar los hombros y continuar sus observaciones. Ahora, en voz alta:
–Los telomeros –decía, hablando del ADN– no presentan cortes. Las células de la segunda replicación conservan el tamaño de la célula originaria.
Parecía tedioso, pero Seokjin era puntilloso respecto a sus anotaciones. La observación minuciosa de la replicación celular era parte de su investigación mayor. Él había sido confiado a descubrir cómo detener efectivamente el envejecimiento celular. Ya existían algunos experimentos, fallidos, pero registrados, que utilizaron el selenio para retrasar el envejecimiento. Sin embargo, Seokjin pensó que la mejor manera de retrasar el envejecimiento estaba en lograr dividir las células sin los cortes de sus extremos. Así el ADN replicado sería exacto en cada aplicación.
–La tercera replicación está en maduración, pero los bordes presentan irregularidades que indican una futura ruptura del ADN –tensó la mandíbula–. La muestra será descartada.
Una alarma interrumpió su escritura nerviosa. Su humor agriándose ante otra muestra echada a la basura. Pero no era tonto de desanimarse y renunciar. Un logro, por pequeño que se viese, era otro paso más cerca de conseguir que el tiempo dejase de correr por sobre la vida. Mucho de la ciencia era simple utopía, pero, ¿qué era el hombre sin ellas? ¿Cómo marcha el mundo sin un sueño al que perseguir?
La alarma volvió a sonar y fue consciente de que había pospuesto el primer toque hace cinco minutos. El tiempo, al que intentaba burlar, no existía dentro del laboratorio. Pero fuera de él, sí. Estaba allí recordándole eventos que no debería de perderse –aunque muchos lo hace, porque su trabajo lo absorbe–, pendientes que cumplir y citas a las que ir.
Miró la pantalla del teléfono, viendo que tendría que salir ya para tomar la carretera principal sin tanto tráfico. Pero volvió los ojos a la mesa de trabajo donde el lote de células sin revisar emitía el vaho de su conservación criogénica. Estudiar cada una le llevaría alrededor de una hora extra, pero tenía que pasar por Jimin a las cinco y cuarto cuando este salía de la facultad. Hoy verían la casa donde pensaban convivir y no podía posponerlo más. Llevaban semanas postergando el recorrido inmobiliario no porque dudase de la decisión de mudarse con su pareja, sino porque estaba preocupado por los plazos del proyecto en manos dado que la Conferencia de Ciencia sería en tres meses y la entrega de su trabajo tenía que ser enviado un mes previo.
Se mordió los labios, buscando cómo resolver este inconveniente. Lo que en otros sería sencillo, guardar las muestras para después e ir por su amante, en Seokjin se tornaba un problema complejo por las variables. Si iba a buscar a Jimin sin observar el desarrollo celular, Min Yoongi lo sancionaría porque esperaba la tablilla de observación fechada y firmada para ese día antes de las ocho. Si se quedaba, Jimin volvería a verlo con aquella sonrisa decepcionada que últimamente parece aguarle la felicidad cuando lo ve.
Entonces, tuvo una idea. Descabellada, pero que funcionaría.
+
El coche rojo de su pareja frenó y Park Jimin, que lo esperaba en la banca fuera de la Facultad de Seúl, se levantó de prisa para subir a él.
–Lamento la demora –dijo Seokjin, sonriendo avergonzado.
–No te preocupés, viniste –soltó, sin disimular su alivio de que no volviera a dejarlo plantado.
Jimin lo atrajo para besarlo, con fuerzas, rodeándolo con los brazos para estrecharlo. Se besaron por largo rato, húmedo y desordenado, y cuando se separaron tuvo que suspirar porque ese había sido un buen modo de pedir disculpas.
–¿Estuvo bien? –preguntó Seokjin y Jimin casi creyó que este en serio quería saber su desempeño, pero lo empujó para otro beso.
–No seas fanfarrón –dijo, extasiado por la enorme sonrisa con que Seokjin lo observó–. ¿Vamos?
–Escuchá, Jim...
El suspiro de Jimin salió sin que él pudiera detenerlo.
–Hoy tampoco, ¿no? –Se abrochó el cinturón, reuniendo piezas de paciencia para no discutir con Seokjin–. Llevame a la casa y podés volver al laboratorio, será en otra ocasión.
Un silencio espeso que Seokjin rellenó con tamborileos de dedos sobre el volante. Luego, como una ocurrencia, apenas el semáforo dio luz verde dobló la esquina y tomó otro camino. El GPS al encenderlo configuró una dirección que Jimin leyó, confundido.
–Me quedo con vos, no es necesario que vuelva al trabajo.
Más extrañado aun, Jimin preguntó:
–¿Por qué no ir a ver casas, entonces?
–Solo... –la súplica en su tono fue clara–, quiero descansar, estar con vos.
Lo aceptó. Jimin tomaría cualquier cosa que Seokjin lanzase a él dado cómo habían sido separados por sus ocupaciones las últimas semanas. Lo extrañaba demasiado aunque lo veía cada semana, pero no las suficientes veces que él quería. Y si enamorarse de un cerebrito era un movimiento arriesgado para cualquiera, para alguien tan emocional y romántico como Jimin pues... sí, no quería ser un tonto dependiente, lo sentía si fracasaba su intento.
El trayecto a casa de Jimin fue ocupado por la conversación de este, relatando su día y cómo de indignado se sentía porque los subsidios estatales fueron reducidos y los que, como él, estaban estudiando con becas, tenían dificultades para costear el total de sus materiales de estudio. Seokjin lo oía atentamente, manejando con bastante más cuidado que otras veces que llevó a Jimin.
–Lo siento, ¿querés que me ocupe de ello? ¿Cómo te puedo ayudar?
–No es necesario, puedo tomar más horas en el taller y pagar con ello –se encogió de hombros Jimin, conmovido por la preocupación de su pareja.
Seokjin era un hombre generoso y respetuoso. Cuando comenzaron a salir fue bastante evidente que Jimin no contaba con el estatus social que Seokjin, quien temprano se había independizado de sus padres y trabajado en empleos de medio tiempo para ahorrar. Según vio Jimin, el sacrificio de años dio frutos cuando lo llamaron para integrarse al equipo de investigación de Min, donde recibió un sueldo portentoso con el que vivir cómodamente, aunque sin lujos.
De ahí que pensaban convivir pronto. Solo que Jimin tenía que asumir el control de su economía cuanto antes, y obtener trabajos estos días era casi imposible cuando la exigencia de experiencia laboral te descartaba de inmediato. Jimin no tenía más experiencia laboral que arreglar coches junto a su padre. Por suerte, sí encontró el taller de Jeon. Su ex. No que le comentase a Seokjin ese detalle.
Cuando estacionó, Seokjin soltó el volante y respiró hondo. Parecía algo tenso, pero Jimin lo tomó de la mano y le sonrió.
–Te extrañé estos días –dijo, sonando un tanto estúpido cuando su voz flaqueó al final–. Lo siento, monopolicé la charla. Contame, ¿cómo vas con tu proyecto?
Seokjin le devolvió un apretón, pero no respondió. Sino que se inclinó para otro beso que, gustoso, Jimin le dio. Tontearon un poco, todavía sin que el coche apagase el motor, y cuando las manos de Seokjin algo más cautas que otras veces masajearon su espalda, decidió que debían continuar esto en un lugar más cómodo. Preferiblemente suave, mullido.
–¿No hay nadie en casa? –preguntó Seokjin, siguiéndolo de cerca.
–Sabés que los fines de semana me quedo con la casa porque Namjoon vuelve con su familia.
–Oh, sí, sí, claro.
–¿Todo en orden? –dudó Jimin, mientras ya había dado una vuelta de llave.
–Por supuesto, solo estoy...
Jimin se le colgó del cuello, obligando que lo sostenga.
–Te voy ayudar a relajar, cariño mío –dijo juguetón, lamiendo el cuello de Seokjin, que tembló y lo apretó más cerca–. Solo dejame a mí, me voy a ocupar de vos.
Nota:
Las menciones de procesos científicos son tomadas de páginas y artículos del tema, aunque me veo en la obligación de adaptar e inventar en función de la historia.
Capaz resulta aburrido leerlo en un fic, pero a mí me entretuvo mientras lo hacía jaja
Comentarios, quejas, aquí:
:)
nota280122: solo estoy agregando los banners, no editando o corrigiendo. Eso será... luego jaja
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro