—Dios... ¿qué fué lo que te pasó?— cuestiona Mitsuhide una vez que la ve.

—Un corazón roto.

Sonrío con melancolía y observa al peliverde. Sabe que su aspecto no es el mejor de todos, en realidad, es el peor que ha tenido jamás, pero no puede evitarlo, su corazón está hecho trizas. Cuando Zen y la "princesa Aleida" llegaron, su corazón latía muy deprisa a causa de que una pequeña parte de él, seguía creyendo que esto era una broma.

No podía estás más equivocada.

Después de que bajaron del carruaje en el que viajaban, la morena no dejó el brazo de su... albino. Era como una lapa. Ambos recorrieron la larga fila de servidumbre del castillo, en la que ella estaba incluida. Su cuerpo se dobló haciendo una reverencia y de repente las náuseas la invadieron.

No podía ver a Zen. No del brazo de otra mujer, aunque debía aceptar que era muy hermosa. Tenía una larga cabellera castaña que caía hasta su espalda baja, ojos grandes de color azul verdoso delineados por largas pestañas negras, rasgos finos y labios pequeños tan rojos como su cabello, cuerpo delgado y busto enorme, piel tan blanca como la de Kiki y caderas anchas.

Ella era perfecta.

Y Shirayuki no era nada en comparación con ella.

Levantó la mirada, posándola en la pareja. Otra arcada surgió en su garganta al pensar en la palabra «pareja».

Y cometió un grave error. Sus ojos jade se encontraron con los ojos zafiros de su adorado principe. Sólo el contacto la dejó sin aliento.

Los ojos que más amaba la observaban con anhelo y amor. Se vió a través de sus ojos. Y descubrió lo que su mirada le decía.

Aún había esperanza. La historia entre Zen y ella aún no había terminado.

Hola, sweeties.

Salí de vacaciones, ¡Por fin!
Estaré publicando más capítulos en esta semana. ;)

Gracias por leer esto, quién quiera que seas.

~Annie. ✨