Cuando Zen se fue, sintió un gran vacío en su corazón. Lo amaba por sobre todas las cosas, y el aún no se lo decía.

¿Sería que en realidad sólo fingía para que ella no cuestionara nada más? No lo sabía, y tenia miedo de conocer la respuesta. Pero, al mismo tiempo, su orgullo (aunque no era del todo por esta causa) me imploraba que se lo preguntase.

¿Que pasaría si por azares del destino, llegaba alguien que lo hiciera sentir diferente? Era obvio que había muchas personas mucho mejores que emma, muchas más princesas con las cuales su compromiso sería aceptado. Tal vez Zen se sentía comprometido a fingir que la amaba, y después de algún tiempo él decidiría casarse con una de todas ellas. Le dolería demasiado el seguir trabajando como una farmacéutica real, ver cómo le dice: «te amo» a una persona que no era ella.

Es claro que jamás hizo el examen y se esforzó sólo para agradar al segundo príncipe del reino de Clarines, sinó que lo hizo porque ansiaba trabajar en ello. Quería aprender y ser mejor en la herbolaria.

Sin poder evitarlo (de nuevo) su vista se volvió borrosa a causa de las lágrimas que querían salir de sus ojos.

¿Qué había hecho ella? Sólo quería que dijera esas dos sencillas palabras, no pensaba presionarlo para que lo hiciera, pero ansiaba oírlas.

—Zen...— susurró.

Sus manos se aferraron a la frazada, y las lágrimas ya recorrían su cara hasta caer por su barbilla. Ella, Shirayuki, la que sólo sabía sonreír, estaba llorando por dos simples palabras.

Siguió llorando, mientras poco a poco el sueño se apoderaba de su cuerpo.

Hello from the other side.

Gracias por leer esto, quién quiera que seas.

~Annie. ✨