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Capítulo 23: Darling.

Shirayuki y Ryuu habían sido recibidos por un par de guardias y su antigua jefa, la adulta no había estado jamás tan feliz por ver a los dos pequeños de vuelta. Shirayuki sintió el abrazo con el que fue recibida como si fuese el de una madre, un nudo se formó en su garganta y quiso llorar. Ella jamás había conocido a su madre, había vivido en Tambarun con sus abuelos, hasta que el príncipe la había deseado como su concubina y huyó a Clarines. Había conocido a su padre, pero eso era una historia diferente.

Se apartó con una sonrisa melancólica.

Aunque se alegraba por volver a su antiguo hogar, estaba dolida. Zen no estaba ahí, aunque atribuyó sus pensamientos a que estaba ocupado y no había aparecido por esa razón.

Una parte de su corazón creía todo lo contrario.

Aún así, con nueva determinación tomó su maleta para entrar en el palacio.

—Bien.

Shirayuki se había dirigido a la ala este en donde dormía antes, y no se sorprendió al ver sus cosas tal como las había dejado. Todo estaba en su sitio, excepto algo, una frazada. Ella amaba con todo su corazón esa frazada de colores pastel, que había pertenecido a su abuela y que antes de morir, le había regalado.

—No puede ser—exclamó con un grito ahogado.

Con lágrimas en los ojos busco por toda su habitación la colorida tela, esperando que el día de su partida la hubiese puesto en otro lugar.

Nada.

Sintió un agujero en su pecho y se aventó en la cama sollozando. Sin darse cuenta, se quedó dormida.

Despertó antes de la cena, sus ojos seguían rojos e hinchados, pero haber dormido toda la tarde lo disimulaba.

Bajó sin ganas, hasta el comedor, donde encontró a Mitsuhide y Kiki, ni rastro de Zen.

Apenas y probó de su plato, aunque la comida se veía y estaba buena, la pelirroja no tenía apetito. Así que se retiró con una disculpa y una sonrisa forzada.

Todos en el comedor se dieron cuenta, más ninguno dijo nada.

A paso lento regreso a su habitación, a penas y cerró la puerta para irse a dormir cuando vió algo en la cama. Se acercó para tomarlo y su corazón dió un vuelco al leer el destinatario.

Para Shirayuki.

Con los dedos temblorosos y con su ritmo cardíaco como loco, abrió el sobre.

Su mente esperó muchas cosas, tal vez él ya no la quería. O se había arrepentido de estár con ella. Tal vez había decidido volver con la tonta princesa.

Pero lo que sus ojos leyeron fue totalmente diferente.

En la hoja blanca ponía:

Bienvenida de nuevo, cariño. Tú y yo tenemos una charla pendiente, así que no lo olvides.

Zen.

Tenía muchas preguntas, pero la más importante era; ¿desde cuándo Zen la llamaba "cariño"?

Hola, hola, hola.
Gracias por leer ésto, quien quiera que seas.

Annie.~✨

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