Shirayuki sonrió y aspiró fuertemente, el olor de las flores y el pasto con el rocío mañanero seguía presente en el ambiente.

Sus manos se aferraron aún más a la pequeña pieza de tela de seda que sostenía entre los dedos y una sensación de anhelo se instaló en su interior.

Los bosques de el Reino de Clarines siempre le habían parecido preciosos, como si alguien fuese ahí y cuidara de éste. Y el bosque le recordaba a el segundo beso con Zen, sólo de pensarlo sus mejillas se coloreaban de un tierno rosa. Aunque claro estaba que su beso preferido era el último que habían compartido ella y el ojiazul. Ese beso había encendido en ella una pequeña llama, que pronto identificó como deseo. Deseaba saber qué tanto eran capaces de hacer ella y su príncipe, aunque la idea desaparecía rápido. Ella y Zen aún no eran nada. No podía, no, no, no. No debía imaginar cosas como esas cuando el peliblanco no había definido sus sentimientos por ella.

Obi la sacó de sus pensamientos.

—Señorita. Ya hemos llegado.

Lo que causó más nervios en la jovencita, que estuvo a punto de desmayarse.

—Oh, vaya. Gracias, Obi—, suspiró fuerte para tomar valor y salió de la carroza que la transportaba.

La luz del radiante sol la cegó momentáneamente, y cuando pudo enfocar de nuevo su vista su corazón se estremeció y casi dejó salir una lágrima de sus ojos color jade.

Zen no se encontraba ahí.

Hello. Bueno, kill me. I deserved it. Anyway, el capítulo es corto porque quiero contar que pasa desde el punto de vista de Zen. So, capítulo en un rato más.

Gracias por leer ésto, quien quiera que seas.

Annie.~✨