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07

Antes de la masacre en casa de Hoseok.

Pov Suga

El amigo de mi pequeño Jimin se había ido. Todo sucedía a la perfección. Tal y como lo había planeado. Le había dicho a mi ayudante que plantara un somnífero en la bebida de Hoseok que debía estar sobre la mesita de noche a un lado de su cama.

Mi hermoso Jimin estaba dormido en la cama. Esperé a que fueran las once de la noche para colocarme un cubre bocas, un gorro azul y unos guantes azules de látex. Salí de la habitación y busqué sedante en el almacén de medicinas más alejado a nuestra habitación para que no fuese obvio. Regresé a la habitación y lo inyecté en la intravenosa de Jimin. Fue cuestión de unos minutos para que hiciera efecto.

Sonrío satisfecho metiendo los guantes, la bata, el cubre bocas, la jeringa y el gorro en una bolsa negra de plástico. Cargo su cuerpo sobre mi hombro con delicadeza para no lastimarlo. Salgo de la habitación cerrando con llave a mis espaldas, todo gracias a que le había quitado la llave a la enfermera encargada mediante coqueteos y elogios. Miro a los lados con cuidado para cerciorarme de que no hubiese algún testigo cerca. Menos mal había apagado el sistema de cámaras de seguridad, así no habría registro de nuestra temporal ausencia.

Una vez fuera, lo metí en la parte trasera de mi auto. Lo vi asegurándome de que iba a dormir durante nuestro pequeño viaje. Al sentarme en el asiento del piloto, suelto un suspiro, soltando la bolsa negra en el asiento del copiloto. Giro la llave encendiendo el motor y arranco de inmediato. No tenía mucho tiempo. Todo estaba contado. Cada minuto y cada segundo.

Tras unos diez minutos de recorrido veloz por un atajo en el bosque, llegamos a mi casa, no muy lejos del hospital. Estaciono justo al frente y salgo del automóvil para cargar a Jimin que parecía removerse un poco entre sueños.

Entro a la casa y subo las escaleras. Jimin pesaba un poco pero no era problema para mí, mi casa no era tan grande. Llego a mi habitación perfectamente ordenada y lo recuesto en la cama. Se veía lindo con solo la bata de hospital. Se la quité y me senté a su lado, observándolo.

— Eres tan hermoso, precioso. — Susurro dejándome caer de espaldas a su lado. Tenía algunos minutos libres para reposar.

— Yoongi, Yoongi. — Me llama moviéndose en medio del sueño. Parecía estar inquieto, nervioso. Abre sus ojos lentamente y se sobre salta al verme. Me senté en mi lugar, sonriendo apacible ¿Cómo era posible que Park Jimin fuese tan perfecto sin importar lo que hiciera?

— Hola, precioso. Estaba esperando a que despertaras. — Me levanto y camino hasta el cajón de la mesa de noche a un lado de mi cama. Saco un frasco y lo destapo. Me mira desconfiado, pero me tomo la molestia de sujetarlo no tan bruscamente de la nuca para atraerlo e invitarlo a que lo huela. — Calma. Sólo huele. Te hará bien.

Se acercó escaneando con los ojos el frasco y olió con miedo. Relamió sus labios procesando el aroma, y tras unos segundos, se acercó y volvió a aspirar con gusto. Para que no se excediera, alejé el frasco rápidamente y lo tapé.

Pude notar sus mejillas rojas, sus pupilas dilatadas, y posiblemente su consciencia en otro sitio menos en el mundo real.

— ¿Qué es eso? Huele tan bien. Me recuerda a esa vez que me castigaste en el comedor y en el baño. — Esta vez se veía más sincero, desvergonzado, liberado. Si tan solo pudiera drogar su cuerpo más seguido. Mordió su labio inferior buscando con la mirada alguna cosa. Se notaba que ya no estaba muy consciente de lo que hacía o decía. — Yoongi.

Me sorprendí cuando analicé mejor sus palabras. Nunca antes le había castigado en esos lugares. Claramente se refería con castigo al sexo oral que le hice por primera y única vez en su cama ¿Estaba alucinando o había sido algún sueño que él mismo había tenido? Desde ese día yo no le había hecho sexo oral.

Joder, porqué tenía que reaccionar así ante la fragancia. Tan solo pensaba ponerlo eufórico, no hormonal.

Suspirando me acerqué y lo besé en los labios. Recibí una bofetada débil y sonreí ante su atontado actuar. — Vaya, pequeño. Creo que no te das cuenta ¿No recuerdas que acabamos de hacerlo? — Si él estaba confundido e inventando recuerdos ¿Por qué no aprovecharme de eso?

— Hacer qué ¿Tener sexo? — Preguntó no muy convencido intentando recordar. — No recuerdo eso.

— ¿En serio? Pero si recuerdas cosas que realmente no sucedieron.

— Si sucedió. Dejaste marcas en mi cuello. — Se quejó realmente molesto como si lo estuviera tratando como idiota ¿Qué pasa con él? ¿Sería producto de la fragancia? No iba a tomarme tiempo analizando lo que sea que sucedía con su mente, no estaba dentro de mi cronograma perder el tiempo de esa forma.

Aunque.

Tenía que proseguir. Confundir su mente, por lo menos más de lo que ya estaba. Tan solo un poco más.

— Vamos, Jimin. Recuerda. Me decías que se sentía tan bien, que me querías tan adentro. Decías mi nombre. — Susurro en su oído pasando mis dedos por su clavícula. — Te envolvió el deseo y gemiste tanto. — Lamí su lóbulo y lo sentí estremecer bajo mi leve toque.

— No lo recuerdo. Ya basta. — Intentó apartarme pero rocé mis labios con los suyos. Yo sabía que él me deseaba, que me amaba, sólo no lo admitía.

— Tú deseas que te haga recordar lo bien que te hice sentir ¿No es cierto? — Hablé a medida que lo iba recostando de espaldas en la cama mientras me posaba sobre él. — Sabes que quieres. Sentirme tan duro y grande dentro de ti. Tan hinchado por tu culpa. Se sentiría bien ¿Verdad? — Asintió jadeando en respuesta.

Ese era el Jimin que deseaba.

Mis dedos vacilaron sobre sus pezones, jugando con ellos. Él sólo jadeaba y cerraba los ojos tomándome de los hombros para empujarme levemente. Negué con la cabeza y una de mis manos bajó por su abdomen hasta llegar a su miembro.

— Yoongi, no. Mhn. — Sujetó mi mano entre gemidos negando con palabras pero aceptando cada toque con empujes. Comencé a bombear su miembro sin quitarle la mira de encima. Me tomó por sorpresa cuando su mano se deslizó por mi brazo hacia arriba hasta mi hombro. Tanteó mi cuello y clavícula buscando con el tacto algo que era desconocido para mí. Solo sonreí y presioné su glande con mi pulgar.

— Me deseas, Jimin. Deseas que siga con esto. — Apresuré el vaivén de mi mano. Sus jadeos se convertían en gemidos. Su mano se sujetó de mi nuca enterrando sus uñas y se sostenía en la colcha con el otro brazo, apoyando su codo en ésta.

— Si, Se siente bien.

Eso bastó para desconectarme de mi realidad. Me incliné a besar sus rosados labios mientras lo bombeaba cada vez más y más rápido. Me desvistió desesperado aruñando mi blanca piel en el proceso. Yo no era capaz de lastimar a Jimin (muy gravemente o si no era necesario) o de tratarlo mal. Como mucho, para reprenderlo, le jalaba el cabello o lo arrastraba para que se comportara, era un tanto malcriado, pero ¿Capaz de golpearlo o sacarle un poco de sangre con la más mínima e inocente herida? No, nunca.

Ingreso dos de mis dedos en su interior. Me recibieron con gusto al igual que el chillido de su parte. Bajó su mirada con los labios entreabiertos. Moví como tijeras en su interior disfrutando de sus gemidos y jadeos.

— Eso es, Jimin. Gime por cada cosa que te hago, precioso. — Animé cerca de su cuello. A estas alturas tenía más de un rasguño suyo en mi espalda y nuca. No importaba, en lo absoluto.

Mordí mi labio inferior sacando mis dedos de su interior sintiendo la leve humedad en estos.

Ambos estábamos desnudos y frotando nuestros cuerpos entre sí empujando nuestras caderas con la respiración agitada. Nos besamos como nunca chasqueando con nuestras bocas el empuje húmedo entre lenguas. Por primera vez sentí a Jimin con ganas intensas de tenerme. Claro, todo era a causa del afrodisiaco que aspiró tan solo un poco. Sólo fue un trampolín para que dejara salir todos esos sentimientos y deseos oprimidos.

Me miró a los ojos separándose del beso. Su mirada llena de deseo me estaba llevando a besarle los pies mentalmente.

Joder, Jimin. No me mires así, estoy intentando controlarme.

— Yoongi, hazme recordar. Quiero sentirme bien. — Pidió sobre mis labios abrazando mis caderas con sus piernas atrayendo mi pelvis a él. Sostuve el peso de mi cuerpo con mis brazos. Él tomó mi propio miembro y lo posicionó en su entrada.

Estaba sorprendido, pero al mismo tiempo me sentía tan satisfecho de verlo tomar la iniciativa en nuestra intimidad.

Me ingresé en él lentamente sin dar espera a más, debíamos apurar.

Jadeó con dolor clavando sus uñas con fuerza en mi blanca piel. Seguro me estaba sacando sangre. Yo era demasiado masoquista como para negarme a que me maltratara, más si se trataba de la persona que yo amo.

Me ingresé más en él hasta llenarlo por completo. Me moví un poco hacia atrás antes de empujar con la misma lentitud. No quería lastimarlo. Se sentía tan bien, estaba tan apretado. Fue inevitable. Fue cuestión de segundos para que mis muslos chocaban con los suyos al comenzar a efectuar los embistes contra su pequeño cuerpo. Mis testículos golpeaban su culo y su erección se frotaba en mi abdomen. Se sentía irreal, pero definitivamente era mucho mejor que alguna de las muchas fantasías que había tenido.

Jimin gimió entre embestidas sobre mis labios. Estaba jadeando y mi cuerpo tan sudoroso como el suyo era víctima de sus uñas. Jaló el cabello de mi nuca con fuerza provocando que me excitara (aún más) y mordió mis labios sin intenciones de hacerme daño.

— Estás tan apretado. Te amo, Jimin. — Susurro extasiado, moviendo mi cadera con más fuerza. Los jadeos roncos me traicionaban y salían de mi boca sin mi permiso. Nuestros cuerpos hacían un choque sucio de pieles que me estaba comenzando a encantar. No hizo falta minutos de más, Jimin se corrió antes que yo aprisionando mi pene sin avisar. Tomé su cadera con ambas manos arrodillándome sobre el colchón y atrayéndolo más hacia mí, continué.

Arremetí con más fuerza, empujando rápido y con dureza mi miembro dentro de su asfixiante orificio. Bastaron otras cinco estocadas más para venirme en su interior. Temblé entre espasmos leves y me incliné hacia adelante, soltando después su cadera. Apoyo mi peso colocando mis manos a los lados de su cintura en el colchón y suspiro con la respiración agitada.

Lo vi al rostro. Su mirada estaba perdida. Ambos teníamos la respiración agitada y mantuvimos el silencio. Salí de su interior con lentitud me acosté a su lado. Quise mirarlo, pero se mantenía dentro de su propio trance. Suspiré y me levanté.

— Tenemos que irnos. Aún hay que preparar varias cosas. — Lo tomé de la muñeca y lo jalé levantándolo de la cama. Lo llevé al baño junto conmigo e ingresé en la ducha prácticamente arrastrándolo. — ¿Qué te pasa, Jimin? Mantente de pie. — Reclamo al sentirlo caminar con torpeza entre tambaleos. Tomo su rostro y le obligo a verme. Me miró sin emitir palabra. Alzó los hombros con desinterés haciéndome enfurecer. Gruñí y tomé su cabello con fuerza. Chilló y cerró los ojos con fuerza. —  Te pregunté algo ¿Vas a comportarte como un niño malcriado sólo porque te consentí? — Apreté con más fuerza el agarre en su cabellera pegándolo contra la pared de cerámica de la ducha.

— Duele, Yoongi. Duele. — Se quejó abriendo sus ojitos llorosos.

Mi debilidad.

Suspiré y lo solté.

— Lo siento. — Me disculpo apartándome.

Giro la perilla y el agua sale del grifo de la ducha. Se sentía deliciosa y tibia. Mi espalda se relajaba al igual que todos los músculos de mi cuerpo. Limpié el cuerpo de Jimin con jabón y su cabello lo restregué con un poco de champú. Al terminar de asearnos, salgo y le entrego una toalla para que se seque. Me miro al espejo y sonrío notando todos los rasguños rojos en mi piel. Le vi de reojo esperando alguna aclaración pero solo recibí un sonrojo de su parte.

— Me gusta que me marques, se siente bien tener parte de ti en mi cuerpo. — Comenté secando mi cabello. No obtuve respuesta. No me importó, no esperaba una. Tenía que preocuparme por continuar con el plan.

Salimos del baño y me coloco ropa negra de la cabeza a los pies. Un cubre boca negro y una gorra negra hicieron falta para completar mi vestimenta. Jimin estaba todavía desnudo sentado en la cama. Guardo la ropa que llevaba puesta en una mochila negra para llevarla al auto.

— ¿Y mi ropa?

— ¿Ropa? Tienes que ponerte tu bata de hospital, no hay más. — Solté una ligera carcajada y le extendí la bata azul. Negó con la cabeza frunciendo el ceño, escudriñandome de pies a cabeza con la mirada.

—  Es eso o vienes desnudo. Y créeme, no me importará sacarte desnudo por ahí a mitad de la noche, Jimin. — Amenacé con una expresión seria dejando la bata a su lado sobre la cama.

Obviamente la tomó y se la puso con molestia.

Caminamos fuera de la habitación, cuelgo la mochila en mi hombro y lo cargo como bebé en mis brazos. — Tendré que llevarte así, no queremos que ensucies tus hermosos pies, acabas de darte un baño, bebé. — Sonreí y bajé las escaleras hasta salir de la casa. Lo metí en el asiento del copiloto del auto, subí al vehículo en el del piloto y dejé la mochila en el asiento de al lado. Giré las llaves encendiendo el motor y aceleré. Iba unos minutos tarde.

Tras conducir unos cuarenta y ocho minutos llegamos a la parte de la montaña en donde seguía un sendero a un lado de la carretera que se adentraba al bosque. Me detuve y salí del auto. Abrí la puerta de Jimin y me coloqué mis guantes de cuero negros.

— Baja del auto. — Ordené sacudiendo mis manos.

— ¿No dijiste que me cargarías? El suelo está sucio, hay ramas, hojas y bichos. Estoy descalzo y- —Miró con asco el pavimento debajo de nosotros.

— Camina. — Interrumpo. Lo sujeto del cabello sacándolo a arrastras del auto, cierro la puerta y lo empujo al comienzo del sendero. Cayó de rodillas y se levantó entre quejidos. Caminó cuando se lo ordené por segunda vez, al menos no hizo falta una tercera.

Le seguí sacando un arma que tenía guardada. Se tensó cuando volteó y me vió. Niego con la cabeza y señalo en sendero con mi barbilla dándole a entender que prosiguiera. Caminamos por el sendero hasta ver a lo lejos una cabaña.

— ¿No es la casa de Hoseok? — Preguntó extrañado.

— Eres observador. — Respondí en seco. Antes de estar lo suficientemente cerca de la cabaña o casa, lo que sea. Saco una bolsita de plástico de mi bolsillo con pastillas blancas en ésta. — Mastica tres. — Se la entregué en las manos.

— ¿Por qué? ¿Qué es esto?

— Mastica. Tres. Y te las tragas. — Levanté la voz.

¿Acaso no se daba cuenta de que estaba contando los segundos?

Sin protestar abrió la bolsita y metió tres en su boca. Comenzó a masticar, su rostro se frunció en asco mientras cubría su boca con una mano, con la otra me extendía la bolsita llena de las pastillas blancas restantes. — Ni se te ocurra escupir o vomitar. — Amenazo agarrando la bolsita guardándola en mi bolsillo de nuevo.

Negó con la cabeza sujetando ahora su cuello mientras tragaba, dejándolas pasar. Se estremeció sacudiéndose como si tuviera frío y relamió sus labios. Lo sujeté del brazo apresurando mi paso junto con él. Pronto se sentiría débil y no recobraría las fuerzas necesarias para caminar por si solo.

Entramos en la casa de Hoseok abriendo la puerta. Su madre salió de la cocina algo alarmada. Palideció al verme y subió sus manos al ver el arma apuntarle.

— ¡Siéntese en el sofá! — Grité a la mujer de la casa que corrió a obedecerme de inmediato.

Si tan solo Jimin fuera así de obediente.

Jimin estaba en el limbo en este momento. Era como si de un pequeño zombi se tratara. Tenía que drogarlo o estorbaría dentro de mi plan.

Entro a la cocina para tomar un cuchillo de cocina grande. Vuelvo a la sala de estar y se lo entrego a Jimin. Lo sujetó tal cual como un muñeco muerto en vida.

— Jimin, cariño ¿Qué sucede? ¿Quién es este hombre?

¿Cariño?

Alzando una de mis cejas arrebaté el cuchillo a Jimin y la apuñalé una y otra vez en el abdomen mientras le gritaba. — QUIEN MIERDA TE DIÓ EL PERMISO DE LLAMAR A JIMIN ASÍ! ¡MALDITA PERRA DE MIERDA! NADIE LLAMA A JIMIN DE ESA MANERA MÁS QUE YO. — Me alteré. Esto no estaba dentro del protocolo. Pensé que sería sencillo.

Guardo el arma de fuego detrás de mí entre mi cuerpo y mi jean negro en la parte baja de mi espalda, y le devuelvo el cuchillo a Jimin.

Con la respiración agitada arrastro a la mujer casi al pie de las escaleras, me aparto y dejo caer su cuerpo en el suelo de madera del living. Me relajo un poco más haciendo estiramiento de mis brazos.

Tras darle una mirada a Jimin, niego con la cabeza y voy a la cocina. No había servido la cena, seguro fue porque Hoseok aún se encontraba realmente dormido. Apenas y eran las doce y cuarenta y cinco de la noche. Me encontré en el pasillo al salir de la cocina con mi fiel compañero el cual apenas iba entrando.

— ¿Qué tal, Mark? — Saludo al verlo pasear por el pasillo con desinterés en los cuadros colgados en las paredes.

<<⠀Decidí que sería Mark de NCT, Lo amo.⠀>>

— Bien. Ese idiota sigue dormido arriba. Su padre está con los oídos completamente cubiertos, no escucha nada. — Ríe peinando su cabello hacia atrás. — ¿Y su madre? ¿Ya está lista para el abono?

Asentí con la cabeza y suspiré. — Traje a Jimin conmigo — Avisé con calma.

— ¿En serio? Quiero ver.  — Iba a asomarse a la sala pero lo detuve tomándolo del hombro.

— No puede verte. Es peligroso, te puede delatar. — Advertí. Me miró algo confundido y cedió a mi orden. Sabía que le daba igual y que debía obedecerme, de lo contrario se metería en problemas.

— De acuerdo ¿Matarás al padre?

— Tengo planeado algo mucho mejor. — Una sonrisa aparece en mis labios y juego con mis manos enguantadas en cuero negro. — Cuando Hoseok despierte y baje por las escaleras, no puede verte. Luego de que vea a Jimin querrá huir de mí, y seguro subirá a su habitación a buscar su arma, en ese momento necesito que cargues a Jimin y lo lleves a mi auto lo más rápido posible. Me esperarán allí ¿De acuerdo?

— De acuerdo. Me esconderé bajo las escaleras. — Asentí con la cabeza.

Camino al living en donde sigue Jimin en la misma posición y me acerco para besarlo en los labios. Quito el cuchillo de sus manos y lo sujeto. — Perdón por drogarte, cariño. Pero era la única forma. Luego estaremos juntos y nadie podrá separarnos, eso te lo aseguro.

Veo el reloj en mi muñeca y noto que estaba marcando la una y veinte de la madrugada. No pensé que pasara el tiempo tan rápido. Subí las escaleras corriendo y cambié sigilosamente la hora del reloj de la pared a las siete y cincuenta de la tarde, así cuando Hoseok despertara, viera que eran las ocho, tendría una beneficiosa confusión. Entré a su habitación, rebusqué en su cajón el bote de pastillas. Lo intercambié por uno idéntico pero con un contenido diferente. Visualicé un arma que tenía guardada, asegurándome de que tuviera balas.

Al bajar, esperé con ansias en el living. Estos nueve minutos que me sobraron milagrosamente, me los tomé para pensar y razonar un poco con respecto a la actitud de Jimin. Antes me había dicho que lo había castigado en otros lugares como en el comedor o el baño. Era imposible, si la primera vez que le practiqué sexo oral fue apenas el día de ayer. ¿Estaba comenzando a alucinar realmente? ¿O todo formaba parte de su imaginación, sueños y fantasías? No me asustaba que fantaseara conmigo pero, me preocupaba que comenzara a perder la cabeza. Luego hablaría con él y lo haría razonar. Quiero dominio de su mente, no que se le zafen los clavos y que el cerebro se le vuele.

Salgo de mis pensamientos al escuchar la voz de Hoseok llamar a su madre. Su sombra en la pared se vió bajar lentamente por las escaleras, fue lo que noté de reojo. Entró a la cocina y caminé al pasillo para encontrarme con él cuando saliera de ésta.

—  ¿Tienes hambre? — Pregunté realmente entretenido con su expresión de terror, pude apreciar cada gesto. - Porque tus padres no te esperaron para comer. - Miro hacia donde conduce el living.

Me causó gracia verlo correr. Le seguí tranquilo. Se agachó al mísero cuerpo de su madre, no paraba de temblar como perro asustado. — ¿Qué le hiciste? ¿Quién eres tú? — Gritó cuando mis carcajadas no pudieron contenerse.

— Yo no hice nada, niño. — Dejé de carcajear tan solo un poco. — Fue Jimin. ¿Verdad? Tú la mataste para que no siguiera sufriendo — Miré a mi hermoso Jimin que estaba en el mismo estado vegetal, sentado en el sofá con el cuchillo aún en su mano.

— Mentira. — Musitó volteando a verle. — Jimin no fue capaz de-

— ¿Asesinarla? — Interrumpí. — Claro que lo hizo. — Me acerqué sacando el cuchillo ensangrentado de las manos de Jimin antes de acercarme a Hoseok, mostrándoselo para espantarlo un poco. En efecto, funcionó. Salió corriendo como si su vida dependiera de ello. No tenía que hacerlo, no estaba dentro de mis planes matarlo, solo espantarlo un poco.

Subió las escaleras con rapidez y fuerza. Mark salió de su escondite y corrió a cargar a Jimin entre sus brazos como un bebé. Lo dejé solo porque estábamos en una circunstancia delicada. Corrió fuera de la casa por la puerta principal desapareciendo de mi vista.

Veo de nuevo el reloj en mi muñeca y cuento hasta cinco. El padre de Hoseok entra desde el patio por otro pasillo. Lo escuché perfectamente desde el living. Seguramente aún tenía sus oídos cubiertos, pues tiró la puerta y sus pasos eran exageradamente pesados y lentos. No se molestó en pasar por la sala de estar o la cocina. Para mi suerte y buena planificación, subió a la habitación de su torpe hijo que seguro rebuscaba en su gaveta su arma de emergencia.

Descuelgo el teléfono local conectado a la pared de la sala (justo a mi lado en un mueble), marco emergencias, lo coloco en altavoz y espero a que conteste la operadora.

Está llamando al 911, exprese su emergencia.

No faltó tanto para que un fuerte disparo del piso de arriba se hiciera presente seguido de los gritos de Hoseok. Dejé el teléfono descolgado y sonreí mientras me encaminaba a las escaleras con cuidado de que no se escucharan mis pasos. Comenzando a subir las escaleras sin soltar el cuchillo ensangrentado en mi mano, escucho como si algo cayera al suelo de manera seca. Me encontré con el cuerpo inerte de su padre justo inerte en la entrada de su habitación. Realmente, no creí que lo mataría, pero al parecer lo subestimé.

— Lo mataste ¿Acaso no sabías que la policía viene en camino? — Pregunté divertido.

— Q- Qué quieres. — Dijo temblando como un conejito arrinconado.

— ¿Yo? nada. Eso deberías preguntárselo a Jimin, él fue quien te hizo esto. — Mentí acercándome a él.

Deslizo el filo del cuchillo por su clavícula y luego coloco el mango del mismo en su mano. Estaba tan asustado de que lo matara que no se dio cuenta de cómo la punta afilada rozó sobre la tela de su pantalón.

Empujo el cuchillo hacia abajo en su pierna, justamente en su muslo, recibiendo un chillido o especie de grito de su parte. Me aburrió tanto ver como se retorcía que me alejé. Después de todo no tenía mucho tiempo a disposición.

— Creo que eso bastará. — Susurro alejándome.

Salgo con cuidado de evitar contacto con la sangre en el suelo. Salgo, corriendo lo más rápido que pude fuera de la casa. Evité tropezarme con arbustos y demás en mi recorrido. Llego justo a tiempo al auto e ingreso en el asiento del piloto. Mark y Jimin estaban en los asientos de atrás, Mark estaba atento al camino y Jimin adormilado. Arranco enseguida escuchando los autos policiales a lo lejos. Menos mal que mi auto, estaba estacionado en un punto ciego de una curva bajo la sombra de un árbol.

Con la adrenalina recorriendo mi cuerpo seguí el recorrido para dejar a Mark en una gasolinera en donde le estaba esperando un taxi. La gasolinera estaba abandonada, no habría rastros de algún testigo.

Bajó del auto y avancé de nuevo para retomar mi camino al hospital en donde dejaría a Jimin.

Tras unos veinte minutos de recorrido, llego a la parte trasera a eso de las dos y media de la madrugada. Estaciono justo donde había aparcado mi auto esta mañana para no levantar sospechas.

Bajo del auto cargando a Jimin en mis brazos como una ligera pluma. Evitando que me vieran entre los pasillos, avanzo rápido. Llego a su habitación e ingreso al baño en donde me encargué de lavarle bien los pies que estaban un poco sucios por lo agresivo que fui al obligarlo a caminar en el bosque. Lo dejo limpio y lo acuesto en su cama. Lo arropo, peino su cabello para que se vea presentable y vuelvo a colocar su intravenosa. Seguido a ello, dejo la bolsita de pastillas que le había dado bajo su colchón.

Entro a su baño y dejo el frasco pequeño con la fragancia que antes le había dado para oler (el afrodisíaco) en el suelo, bajo el lavabo. Salgo del baño cubriendo mi cabeza con la capucha de mi suéter.

Salgo de su habitación corriendo por el pasillo hacia mi auto para cambiarme de ropa y colocarme lo que traía puesto antes. Faltaba poco para que el próximo turno de enfermeras llegara a laborar. Por lo que me encargo de meter en la bolsa negra que seguía en el asiento del copiloto, todo lo que traía puesto, a excepción del arma que cargaba, esa la dejé en la guantera.

Cargo la bolsa en mi hombro y entro de nuevo al hospital. Miro el reloj de mi muñeca mientras bajo por el ascensor hacia el sótano (en dónde estaba el incinerador). El elevador se detiene una vez ahí, dejo un carro de metal que estaba cerca en medio de las puertas para asegurar que no se fuera el elevador y saliendo, camino al incinerador. Lanzo dentro la bolsa y lo enciendo para que comience a deshacerse de la evidencia.

Vuelvo al ascensor rápidamente, marco el piso correspondiente a donde estaba la sala de espera y espero unos segundos. Al llegar, salgo y me siento en la silla en donde me había despedido del doctor. Me acomodo cruzando mis brazos en mi abdomen y cierro mis ojos para dormir el par de horas que me quedaban.

Todo era agotador. Sabía que el doctor llegaría a las cinco de la mañana y tocaría mi hombro para despertarme pensando que de seguro estuve toda la noche durmiendo en una sala de espera esperando a que mi novio se mejorara. Sí, claro.

Y tal como planeé a la perfección, descansé un poco, eso sentí. Pues al rato indefinido, un peso en mi hombro y un mal humor invadir mi cuerpo, estaban haciéndome despertar de nuevo.

¿Tan rápido habían pasado las dos horas y tanto?

— Buenos días, muchacho. — Volteé ver aquel hombre que al parecer (y según mi plan) debía ser el doctor encargado del turno de la mañana. Cuando me fijo en el rostro, y la placa en su mano, se trataba de un policía que amigable me sonreía. — ¿Podemos hablar?

Estaba sorprendido. Esto no era exactamente lo que esperaba.

~o~

¡Gracias por leer!

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