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06

Pov Hoseok

Jimin estaba demente, definitivamente iría aunque sea para un psicólogo.

Caminé por el pasillo y avisé a su novio que podía entrar. Me senté en la sala de espera con los brazos cruzados.

¿Ahora qué haría con Jimin?

Yoongi me había comentado que tenía un amigo que sabía de un psiquiátrico muy bueno, además se ofreció a pagar todo. Me contó que estudiaba medicina en una universidad muy reconocida de la cual alguna vez mi madre me había hablado.

Pasaron algunos minutos en los que estuve dentro de mi cabeza buscando una manera menos precipitada para ayudar a mi amigo. Me sobresalté al sentir una mano en mi hombro. Volteé notando que se trataba de Yoongi, se veía desanimado.

— ¿Cómo viste a Jimin? — Pregunté levantándome.

— Está inestable. Me besó diciendo que me quería y luego me empujó insultándome. Está terrible. El doctor me autorizó a que me lo llevara apenas estuviera cicatrizada su herida. ¿Has pensado lo del hospital psiquiátrico? — Me miró dudoso metiendo sus manos en los bolsillos de su jean negro.

— Creo que es lo mejor, intenté pensar en otra cosa, pero no he tenido éxito. — Rasco mi nuca con frustración. — ¿Me aseguras que se curará de esa forma? — No quería hacer pasar a Jimin un mal rato con esta decisión.

— Si, se le estará permitido las visitas a los seis meses de terapia. Será hecho bajo profesionales, no hay que preocuparse por eso. — Sonrió para tranquilizarme posando una de sus manos en mi hombro.

— Confío en que será así. Sólo quería estar seguro. — Sonreí y suspiré.

Me daba tanta pena el pobre Jimin. Deprimido, confundido con la realidad y la fantasía que creaba su imaginación.

Ya que Yoongi insistió en quedarse para cuidar a Jimin, pedí un taxi para que me llevara a casa.

No estaba tranquilo, mi interior me advertía sobre algo peligroso amenazando con destruir mi vida. Lo vi exagerado, era nada más la ansiedad de no tomar mis calmantes. Mordí mi labio inferior cuando el taxi se detuvo al frente del sendero que iba directo a mi pequeño hogar que compartía con mi madre y padre. Era una linda y humilde cabaña.

Le pagué al chofer y le agradecí. No fue muy amable pero alcé los hombros con indiferencia. Caminé unos cuantos metros por el bosque pisando algunas hojas y ramas secas mientras silbaba con las manos en los bolsillos de mi abrigo. Ingresé en la casa. Mi mamá estaba cocinando algo que olía realmente delicioso y mi padre arreglaba el motor del auto en el patio.

Entro a la cocina viendo la cantidad de ollas desprendiendo humo y varios vegetales extendidos alrededor de la tabla de madera para picar. Levantó la mirada dejando el cuchillo a un lado y aproximándose mientras secaba sus manos con el delantal. Me tomó del rostro dejando un sonoro beso en mi frente. Tomé sus muñecas con suavidad para que me soltara, no me gustaban mucho las muestras de cariño exageradas de mi madre.

— Cariño ¿Tienes sed?— Negué con la cabeza, no quería agobiarla mientras preparaba la cena.

— Tranquila, madre. Estaré arriba, te dejaré hacer lo que estás haciendo. — Dejo un beso en su frente. La veo suspirar y volver a lo que hacía. Tan solo salgo de la cocina perdido en mis pensamientos.

Juego con las llaves que saqué de mi bolsillo girándolas con rapidez alrededor de mi dedo índice viendo la hora en el reloj de pared. Llegué a dónde estaba mi padre. Le saludé con un abrazo. Le intenté hablar pero no me escuchaba, señaló unos grandes cascos cubre orejas que traía para protegerse del gran ruido que producía al martillar algunas piezas del motor del auto. Le sonreí asintiendo con la cabeza y me alejé palmeando su hombro para que continuara con su trabajo.

Subí a mi habitación y al entrar vi un vaso de jugo encima de la mesita de noche a un lado de mi cama, seguro mi madre lo puso allí para que me refrescara un poco. Lo tomé y engullí hasta dejar el vaso vacío. Suspiré satisfecho y me recosté en la cama. Escuché música hasta el cansancio con los audífonos que recién hace unas cuantas semanas me había comprado, mis parpados se cerraron de inmediato.

Sentí que pasó el día rápido en lo que se suponía era un corto descanso, pero al despertar ya había oscurecido, sólo pasaron unas cuantas horas ¿porque parecía que era tan tarde?

Me levanté rápido quitando mis audífonos dejándolos junto al mp3 sobre mi cama. Salí del cuarto para bajar a la cocina, ya era la hora de cenar según el reloj en mi pared marcando las ocho de la noche.

Escuché el grifo del fregadero de la cocina dejando salir el agua a toda presión. Me asomé cuando escuché que la llave del grifo se cerró lentamente chillando en su eje hasta trancar por completo el paso del agua.

— ¿Mamá? — La llamé ingresando a la cocina pero no había nadie. La cena estaba perfectamente hecha en las diferentes ollas tapadas. Parecía estar intacto todo así que supuse que mis padres me esperaban para comer.

Salí de la cocina rascando mi nuca mientras caminaba al comedor. La mesa estaba puesta para una sola persona. Ya no comprendía a que se debía todo esto ¿Acaso era parte de mi imaginación o seguía soñando?

— ¿Tienes hambre? — Preguntó una voz carrasposa y muy grave detrás de mí. Mi piel se erizó y volteé asustado. Estaba vestido de negro de pies a cabeza. Hasta el cubre boca y la gorra eran negros. No detallé ningún rasgo ya que además la capucha de su suéter le ayudaba a mantener su identidad secreta. — Porque tus padres no te esperaron para comer. — Miró al pasillo que conducía a la sala de estar.

Corrí con el respirar agitado y me sostuve del marco de la puerta con una mano mientras que la otra cubría mi boca conteniendo el vómito que quería salir por la impresión. Mi madre estaba en el suelo inconsciente con un charco de sangre rodeándola.

Me agaché para tomarla entre mis brazos y palmeé su rostro sin recibir respuesta. La llamo una y otra vez pero no responde. Es entonces cuando le toco el pulso.

No tenía.

— ¡¿Qué le hiciste?! ¡¿Quién eres tú?! — Grité volteando a ver cómo se carcajeaba, el sujeto veía sus propios guantes como si fueran lo más entretenido.

— Yo no hice nada, niño. — Cesó su risa. — Fue Jimin ¿Verdad? Tú la mataste para que no siguiera sufriendo — Espetó de nuevo con esa voz gruesa viendo al sofá en dónde me percataba estaba Jimin con la mirada perdida. Era escalofriante la manera en la que Jimin me miraba. Parecía un muñeco sin vida. Sus pupilas estaban muy dilatadas y su piel pálida.

Ahora no podía razonar con claridad, de mis ojos se desprendían lágrimas y mis labios temblaban a medida que me alejaba del cuerpo de mi madre dejándolo en el suelo. Retrocediendo cubrí mi boca con ambas manos. Debía estar soñando.

— Mentira. — Musito volteando a verle. — Jimin no fue capaz de-

— ¿Asesinarla? — Interrumpió. — Claro que lo hizo. — Se acercaba lentamente sacando un gran cuchillo por detrás de la espalda de Jimin, estaba lleno de sangre la cual suponía era de mí madre. No sabía exactamente cuál era su expresión pero me imaginaba una no muy agradable.

Me levanté y corrí para que no me alcanzara. Parecía no tener prisa por seguirme. Agitado subí las escaleras a mi habitación. Saqué los cajones rebuscando bruscamente entre ellos chocando las cosas entre ellas, saqué algunas cosas hasta encontrar por fin el arma que guardaba en caso de emergencias.

Sentía mi piel pegajosa del sudor. Sujeté el arma apuntando hacia la puerta. Mis brazos temblaban a medida que retrocedía lentamente escuchando lentos pasos aproximarse a mi habitación. Mi vista se veía borrosa gracias a las lágrimas que amenazaban con salir. Mis labios estaban separados soltando jadeos agitados, uno tras otro a la velocidad que mi pecho subía y bajaba.

Nunca antes había usado un arma, tenía miedo, mucho miedo. Una sombra se asomó a la pared al frente de mi habitación anunciando a aquel chico que seguro venía confiado a matarme, pero no sucedería. Ese maldito había asesinado a mi madre y yo jamás se lo perdonaría.

Me sentía débil, el sudor frío, me estaba ahogando en una sensación asfixiante. Mi manzana de Adán se movió de arriba abajo tragando un poco de saliva al sentir mi garganta seca, sentía la necesidad de deshacerme de alguna forma de las náuseas que se presentaban, combinado con el hambre que me mareaba. Parpadeé y tiré del gatillo asustado con los ojos cerrados cuando la persona que formaba esa sombra se asomó por el frente de mi puerta abierta. Caí hacía atrás sentado en mi cama.

Dejé caer el arma al suelo luego de que aquel cuerpo se desplomara como un saco de papas pesado. Yo aún tenía los ojos cerrados con fuerza. Lo había matado, lo había hecho.

— Lo mataste. ¿Acaso no sabías que la policía viene en camino? — Habló aquella voz.

¿No era parte de mi cabeza? ¿Por qué se escuchaba tan real?

Una pesadilla, seguramente era una pesadilla.

Abrí los ojos para confirmar lo que mis oídos habían captados. Mi respiración se aceleró. Inhalaba y exhalaba tan rápido que casi sentí que me desmayaría al ver que era mi padre quien había caído. Apreté las sábanas con una mano y comencé a gritar con fuerza una y otra vez. Mi otra mano temblaba el doble intentando cubrir mi boca. Levanté la mirada del cuerpo extendido e inerte en el suelo para fijarme en el hombre de antes.

— Q- Qué quieres ¿Porqué me haces esto? — Me dirigí a él que se aproximaba con cuidado de no pisar el charco de sangre. Caminó jugando con el cuchillo en sus manos enguantadas con cuero negro.

— Yo nada, eso deberías preguntárselo a Jimin, él fue quien te hizo esto. — Se agachó vacilando con el afilado objeto en mi clavícula. Me vi reflejado en el pulido cuchillo y levanté la mirada cruzándome por fin con sus oscuros ojos. Eran profundos, aún más que la noche. Parecía un agujero negro.

Sujetó mi muñeca y me hizo tomar el mango del cuchillo. Lo apreté por inercia.

Aterrorizado, era un término que se quedaba corto al sentir que podía morir en cualquier momento a manos de un desconocido. Chillé apretando los dientes bajando la cabeza mientras cerraba los ojos, el ardor y la punzada de dolor de mi pierna me hizo gritar.

Lágrimas se escurrían sin permiso cayendo en la tela del jean que traía puesto combinándose con la sangre que brotaba de la herida en mi muslo. El cuchillo estaba más que hundido en mi muslo y mi mano aún apretaba el mango negro del arma blanca.

— Creo que eso bastará. — Escucho que dice mientras se aleja desapareciendo de mi vista. Esperé a que bajara las escaleras para concentrarme ahora en alguna idea para salir de aquí.

Al bajar la mira pude ver como sangre salía cada vez con más intensidad a medida que jalaba hacia arriba el cuchillo entre quejidos y gritos.

Mi garganta desgarró mis cuerdas vocales al por fin desprender el filo por completo. Lo lanzo al suelo e intento cubrir la herida con mis manos para que dejara de sangrar. Dolía, dolía mucho. Punzaba junto a mi pulso que no ayudaba a controlar mi agobiante respiración.

Me alarmé al escuchar sirenas y autos frenar sus llantas alrededor de la casa. Era la policía. Agradecí porque llegaran tan pronto. Me levanté y caí de rodillas al no poder sostenerme. Agarré el arma para estar prevenido por si ese sujeto volvía a aparecer. Un gran golpe de algo cayendo al suelo en seco en el piso de abajo me dio a entender que la puerta fue derrumbada. Pasos apresurados de más de una persona subían las escaleras.

Sonreí aliviado al ver a dos policías asomarse a mi habitación viéndome con asombro por unos segundos. Intenté levantarme de nuevo pero caí esta vez de costado sobre mi hombro.

— Jung Ho Seok. Tiene derecho a un abogado. Todo lo que diga será utilizado en su contra. — Habló uno de los uniformados aproximándose a mí mientras iba sacando unas esposas de su cinturón a sus espaldas. Se agachó a un lado y con firmeza colocó mis manos detrás de mi espalda. No lo creí real hasta sentir el metal frío alrededor de mis muñecas.

— P- Pero fueron ellos. Búsquenlos. ¡Ellos estaban aquí! ¡Él mató a mi madre e hizo que matara a mi padre! — Grité cuando me levantó logrando que me pusiera de pie por la fuerza con la que sujetaba mis brazos.

— Si, claro. Lo dice el que se mete pastillas de desconocida procedencia y asesina a sus padres a las dos de la madrugada. — Interrumpió su compañero sacando de entre mi cajón con un guante de látex mi frasco de pastillas.

Bien, es cierto que las tomo de vez en cuando. Me las recetaron hace un par de años y las seguí tomando para relajar mis nervios, solo era un tranquilizante. ¿Qué daño podría tener la valeriana en pastilla?

Un momento ¿Dos de la madrugada? Imposible.

— No. Eso es valeriana. No es lo que creen. — Me defendí viendo el frasco de plástico color naranja en su mano lleno por la mitad de pastillas blancas. ¿Blancas? No recuerdo que fueran así.

— Llévatelo, es ruidoso. — Su compañero hizo un ademán con la mano buscando en mi cajón más cosas.

¿Qué sucedía? ¿Por qué no atraparon al verdadero culpable? No debería estar muy lejos

Caminamos escaleras abajo y salimos entre tropiezos de la casa por la puerta principal. Me metieron con mala gana en una de las patrullas entre dos uniformados. Uno de ellos abordó en el asiento del piloto.

— ¡ALLÍ ESTÁN! ¡ATRAPENLOS! ¡TIENEN QUE CREERME! — El policía giró el retrovisor hacia abajo para fijar su mirada en mí. Sus cejas se querían unir por completo arrugando su entrecejo.

— Ya cállate, niño. Molesta que actúes como loco. — Se quejó.

¿Loco? ¡Yo no estaba loco! ¡Todos ellos estaban locos!

Sollozo con fuerza bajando mi cabeza. La herida en mi muslo casi no dolía pero mi pantalón estaba empapado en sangre en la pierna herida. Esto no podía estar pasando. Esto no era real.

¿Me estaba volviendo loco después de todo? No estaba loco, el retorcido aquí era Jimin. Considerando su posición mental actual, podía esperar cualquier cosa de él. Sabía que había sido él, pero ¿Por qué? ¿Yo tenía la culpa de que él estuviera trastornado? ¿Por qué tenía que pagar por su inestabilidad mental?

Algo me decía que faltaba algo, alguna pieza no encajaba en medio de este rompecabezas. La encontraría, buscaría la forma de encontrar la verdad tras de todo lo que estaba pasando, porque yo no podía estar loco.

~o~

¿Quién está más jodido? ¿Yoongi o Hoseok?

¡Gracias por leer!

Besos

[ Capítulo Corregido ✓ ]

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