02
Pov Suga
Mi lindo y precioso Jimin no entendía el amor que yo le tenía, parecía ser ignorante con respecto a mis sentimientos o solo ignorarlos. Le veo huir de sus sentimientos por mí como si fueran lo peor del mundo cuando solo se trata de amor, amor puro y sincero.
Es cuestión de tiempo para que se enamore como es debido de su destino, es decir, yo.
— Pero Jiminnie, precioso, estás pálido, tienes que comer. — Insistí cuando me dejó sólo en la planta baja de su casa con un dolor en el estómago por la patada que me había dado.
Caminé a la cocina con algo de pesar y me coloqué mis guantes de cuero blancos. Estaba agotado, casi no había dormido al estar toda la noche y madrugada limpiando absolutamente toda la casa para que Jimin se pusiera felíz al verla impecable, sin embargo, solo actuó de forma malagradecida.
Coloco su sándwich sobre un plato de plástico, y subo lentamente las escaleras, a medida que me acercaba, escuché sus sollozos pero no les di importancia, quizás solo seguía quejándose como todo un malcriado. — ¿Jiminnie? Te traje tu desayuno.
— ¡No quiero tu asquerosa comida! — Gritó lanzándome su almohada al rostro, por suerte, mantuve el equilibrio y el plato en mi mano se mantuvo intacto.
— Cariño, si no comes tendré que obligarte a comer, y no quiero ser rudo contigo. Vamos. Se agradecido y come. — Me acerco con una sonrisa sosteniendo el plato y extendiendo este para que pueda sujetarlo y desayunar de una vez por todas. — Estás más pálido de lo normal, y sé que es a causa de tu hambre, por eso quería que comieras un poco más ant-
Me vi interrumpido cuando con su mano empujó el plato y por consecuencia el sándwich acabó en el suelo. Se volvió un completo desastre, el suelo que yo me había empeñado en dejar limpio, ahora estaba sucio de mermelada y migajas. Suspiré y me adelanté a recoger el sándwich ensuciando mi guante blanco, dejando una mancha de mermelada en el suelo de madera que luego limpiaria.
— Aléjate de mí. — Le escuché musitar. Al verlo, pude notar que estaba abrazando sus rodillas, hundiendo su rostro entre sus lindas piernas.
Una mueca se asomó a mis labios intentando no sentirme disgustado. Caminando fuera de la habitación, volví a las escaleras por el pasillo, al bajarlas, camino a la cocina para tirar el sándwich a la basura y dejar el plato en el fregadero. Me quité los guantes y los cambié por otro par limpio.
No es que quisiera hacerle esto a Jimin, pero era necesario castigarlo para controlar su actitud malcriada, la salud es lo principal, y si él no se preocupa por su salud como yo lo hago, lo nuestro no iba a funcionar en lo absoluto.
Subí a su habitación, y al acercarme, lo tomé del cabello sin cuidado alguno, arrastrándolo fuera por el pasillo con rumbo a las escaleras. Sin soltarle, bajé las escaleras escuchando sus quejidos y gritos mientras me tomaba del brazo dejando algunos molestos rasguños.
Al llegar al comedor, lo senté en una de las sillas frente a la mesa, y soltándole, le miré con seriedad, fijamente a sus ojos. — Tienes que comer, y te dije que si no colaboras, iba a obligarte por las malas. Compórtate. — Advertí antes de retirarme a la cocina donde volví a prepararle un sándwich con mermelada idéntico al que había preparado hace unos minutos, y se lo llevé en un plato. Lo dejé al frente de él esperando a que se lo comiera.
— ¿No lo envenenaste? — Preguntó tomándolo en sus manos, sorbiendo por la nariz y calmando su llanto. Parecía confundido mientras mantenía su mirada en el sándwich que tenía justo al frente.
— Por supuesto que no, precioso. Te amo demasiado, sería incapaz de acabar con tu vida, te necesito tanto como tú a mí. — Le expliqué sonriendo. Quizás si se lo decía directamente, él iba a comprender mejor los sentimientos de nuestra relación. — Si quieres le doy una mordida ¿Estaría bien para ti?
Asintió con la cabeza arrastrando el plato hacía mí. Dando vuelta a la mesa, me senté a su lado y sujeté el sándwich. Le mordí un poco y mastiqué lentamente sonriendo al ver cómo me observaba dudoso. No esperó más cuando tragué, tomó el plato y comenzó a comer desesperado como un pequeño ratoncito hambriento. Satisfecho, me alejo de él y me encamino a la cocina para prepararle más.
Dejo mis otros guantes remojando en agua con vinagre mientras me dedico a lavar el plato donde había puesto el sándwich anterior. Aparté un cubo de agua enjabonada con una esponja y subí con los mismos para limpiar el suelo de la habitación de Jimin. Me ocupé además de eso, de ordenar muy bien sus prendas, sábanas y clóset, para que pudiera estar cómodo al vivir conmigo.
Estaba feliz, sólo por el hecho de que mi pequeño Jimin ahora era mío.
Unos minutos me bastaron para terminar mi trabajo. Agarré la cubeta con la esponja dentro, y bajé las escaleras. Dejé los objetos en la cocina y me aproximé al comedor para ver si mi pequeño estaba bien.
Estaba sentado y quieto, viendo el plato vacío con la mirada perdida. — Tengo más hambre ¿No hay más? — Susurró sin intenciones de verme, cosa que me enojó pero de la cual no di queja alguna, quizás debía darle tiempo para que se acostumbrara a verme.
— Claro, para mi Jiminnie cuantos sean necesarios — Le respondí sonriente, acercándome y quitándome los guantes. — Pero primero tienes que agradecer como buen niño que eres ¿Cierto? — Le indiqué dejando los guantes en la mesa para poder acariciar su cabellera desordenada con detenimiento, peinándola al mismo tiempo. Ver su cabello, sus facciones, olerlo. Hacer todo eso de cerca era mucho más satisfactorio de lo que había fantaseado.
— Yo... Gracias por el sándwich — Le escuché decir al mismo tiempo que voltea a verme con una sonrisa realmente forzada. Me hizo pensar en lo muy malo que era disimulando sus extrañas emociones. Lágrimas salieron de sus ojos haciéndome sentir melancólico, me dieron ganas de besarlo tantas veces como fuera posible, pero al pensar en toda el hambre que debe estar sintiendo me alejé y suspiré. Primero él, primero debía comer y alimentarse bien para estar sano para mí.
— Iré a prepararte otros tres ¿De acuerdo?
Sin esperar respuesta, agarré mis guantes y me retiré a la cocina a prepararle más de su desayuno. Pese haber dicho la cantidad, quise excederme y le preparé cinco con queso blanco y mermelada. También le serví un vaso con jugo de naranja orgánico y serví unas galletas en otro plato. Ordené todo en una bandeja, la cual llevé al comedor y la dejé delante de dónde estaba él sentado, tomando asiento frente a él para admirarle comer.
Hermoso, mi pequeño Jimin era realmente hermoso. Sus manos delicadas, pequeñas, sus labios, su nariz, sus ojos, todo de él me hacía sentir cosquillas por dentro.
Él no me entiende.
Nadie me entiende.
Pero al ver que su hermanita tenía el privilegio de ser acariciada por él, me enfureció por completo. Yo también tenía el derecho de reclamar lo que es mío. Me ponía celoso ver como su madre le besaba en la frente, y cómo su padre le abrazaba al llegar. Jimin era mío, es mío, y ahora, nadie más tendrá el gran privilegio de tocar su blanca y delicada piel.
Nadie.
Tras perderme en mis pensamientos, comencé a recordar el cómo comenzó mi amor por él. Fue hace ya un par de años atrás. Cuando esa sonrisa hizo todo el trabajo en mi alma y corazón.
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Fue en una tarde tranquila, en la cual estaba trabajando en una tienda de una gasolinera a mitad de una solitaria y enorme carretera. Me encontraba llenando los tanques de gasolina de un par de autos junto a mi compañero Namjoon, quien me había dicho hace unos minutos que sus padres le habían comprado un pasaje a Miami para mudarse definitivamente. Me puse triste en sólo pensar lo sólo que me sentiría sin su presencia.
Namjoon se fue más temprano esa tarde, dejándome el poco trabajo de la tienda y gasolinera. No me molesté, me ocupé de hacer mi trabajo.
Estaba barriendo el cemento del piso al lado del tanque de gasolina, cuando vi un automóvil a lo lejos que bajaba su velocidad hacia mi dirección. Dejé la escoba reposando de un muro y caminé al graduador del tanque esperando a que el vehículo se detuviera.
— Buenas tardes, muchacho. Mientras dejas llenando el tanque ¿Puedes ir con mi hijo a buscar unas cosas? Le llevaré al campamento y debe ir bien equipado, tú me entiendes. — Más que una pregunta amable, el señor Park parecía darme una orden indirecta que no me molesté en cuestionar, tan solo obedecí y asentí dispuesto a ayudarle. Nada me costaba, menos si ya casi finalizaba el día y podía asegurarme una buena propina.
Asentí y le escuché llamar a su hijo.
Jimin.
Entonces lo vi salir tímido y con una sonrisa debido a un chiste que seguramente le estaba contando su hermana pequeña. Sin rechistar le seguí dentro de la tienda una vez dejando el tanque llenando. Me sonrió cálidamente, achinando sus ojos cuando entramos. — ¿En qué pasillo están las frituras?
Él parecía irreal, como un ángel bajado del cielo. Y es que pese a tener en claro mi nula experiencia con hombres, había algo que tenía más presente que ello, y era el amor a primera vista que sentía gracias a su natural encanto.
— En el tercer pasillo. — Musité hipnotizado por sus regordetas y sonrojadas mejillas.
— Gracias.
Le vi asentir con la cabeza e ir donde le había recién indicado.
Su voz, su dulce y un poco aguda vocecita, tan agradable, tan linda. Me pregunté cómo sería escucharla en su máximo esplendor.
Le seguí al pasillo y escaneé su cuerpo con la mirada. — ¿A cuál campamento irás? — Fue lo primero que se me ocurrió preguntar, quería saber más de él. Necesitaba saber más.
— Está a un kilómetro de aquí, no recuerdo exactamente el nombre. — Hablaba como si nada tomando varias bolsitas de frituras diferentes.
— Ya veo... ¿Vives muy lejos?
— A unas horas. Es la única casa grande en medio de un bosque. Tenemos un hermoso prado de flores. — Suspiró como si en ese momento pudiese oler aquellas maravillosas flores de las que hablaba. Me hizo suspirar de la misma forma. — ¿En dónde están los chocolates?
Señalé el pasillo de al lado y salió corriendo entusiasmado, se veía apresurado. Casi ni prestó atención a mi presencia, a mi rostro, estaba más concentrado en ver que se llevaría para el viaje que le esperaba, que en mí.
Le ayudé a llevar los productos a la caja y me pagó todo en efectivo, su familia parecía ser bastante estable económicamente. Lo ayudé a guardar todo en bolsas, y salimos de la tienda en dirección al auto familiar que le esperaba. El tanque del padre de aquel chico ya estaba lleno, por lo que cerré la tapa que lo cubría y extendí mi mano para recibir el pago por el tanque lleno. No fue una sorpresa para mí el recibir más de lo esperado.
En definitiva, esa familia tenía mucho más dinero que el valor de la gasolinera.
— Gracias, muchacho. Hasta luego — Se despidió el hombre de forma amigable mientras arrancaba lentamente.
— Hasta luego — Le sonreí repitiendo sus palabras lentamente, casi saboreando estas con gusto. Despidiéndole con una de mis manos, sonreí.
Eso no era suficiente, necesitaba más contacto con aquel chico, lo necesitaba más que a nada.
Necesitaba a Jimin.
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Parpadeé un poco el sentir como una mano sacudía mi hombro sacándome de mis pensamientos, era Jimin, que me estaba llamando para despertarme de mi pequeño trance.
— ¿Qué sucede, pequeño?
— No lo sé, estabas viéndome raro, y balbuceabas cosas. Me asusté y te sacudí, ya que no parabas de repetir mi nombre como un loco. — Explicó con una expresión de miedo en el rostro.
Odio que me vea así, lo odio. Pero al mismo tiempo, amo que me vea.
— Perdón por asustarte, pequeño. — Me disculpé. — Ve a dormir a tu habitación, me ocuparé en ordenar mientras duermes, así podré descansar luego.
Me levanté sin esperar a que respondiera, tomando la bandeja y utensilios que utilizó para comer su desayuno. Llevé todo, y esperé en el marco de la puerta del comedor a que se levantara para que me siguiera a nuestra nueva habitación.
— Prepararé la habitación en donde dormiremos juntos, cariño. Claro, mientras tanto, puedes dormir en la tuya hasta que te acostumbres. — Hablo subiendo las escaleras junto con él.
Tomé su muñeca y lo traje conmigo hacia la habitación limpia con cama matrimonial. Se veía todo blanco. Las sábanas, que estaban perfectamente planchadas, las paredes que había pintado de blanco igualmente, y apenas una mesita de noche del lado izquierdo de la cama.
— ¿Te gusta? — Pregunté viéndole con una sonrisa. Sentía emoción de solo esperar cómo reaccionaría a mi regalo.
— Se ve... diferente. No se parece en nada a la habitación de mis padres. — Dijo mirando alrededor mientras ingresaba en la habitación con una mueca que no supe predecir.
¿Padres? Claro que no se parece a la habitación de sus cochinos padres.
Entré y cerré la puerta detrás de mí con fuerza. Molesto y disgustado, me encontré frente a él frunciendo el ceño. ¿Cómo se atrevía?
Suspiré calmándome y caminé hacia él repitiendo en mi mente lo mucho que necesitaba a Jimin sano y salvo. — Es nuestra habitación, tus padres te abandonaron. ¿Recuerdas? — Al decir lo último sonreí, acorralando su cuerpo contra una de las paredes.
— Ellos no-
— Te dejaron junto a la pequeña y mocosa hermana que tenías. — Interrumpí juntando su cuerpo por completo a la pared mientras tomaba sus muñecas lentamente y las colocaba a los lados de su cabeza aún con delicadeza. — Ahora estás mejor conmigo, Jimin. Eres mío, y de nadie más. — Susurro en su oído con cautela, con ganas de gritar pero sin hacerlo para no dañarlo. Seguido a esto, comienzo a besar su cuello y dejar algunas lamidas. Su piel tenía un sabor exquisito, sabía tan bien, era tan deliciosa a mi paladar que no podía detenerme, y menos cuando en tan solo unos segundos ya me encontraba emocionado ahí abajo.
Detuve mis movimientos cuando chilló ante el chupón que le estaba dejando, eso bastó para endurecer mi miembro por completo.
— N~ No~ — Soltó un gemido dulce cuando apegué mi entrepierna a la suya, colando una de mis piernas entre las suyas, sin parar de devorar su cuello como si fuese mi última comida.
— ¿Qué sucede, pequeño? — Pregunté separándome.p
Divisé a un Jimin agitado con la respiración errática, las mejillas sonrojadas, el cuello rojo con morado a causa de mis chupones, y ojos levemente entrecerrados que me miraban fijamente mientras relamía sus labios como un impulso. Joder con ese maldito impulso de humedecer sus gruesos labios.
¿Acaso Jimin no tiene una pizca de respeto por mis hormonas?
— Suéltame~ Por favor~ No quiero~ — Habló con la voz temblorosa desviando el rostro colocándose más rojo. No entendía cómo es que me pedía una cosa pero su cuerpo parecía demostrar otra completamente diferente.
— Está bien. Disculpa — Suelto el agarre de sus muñecas y sonrío tranquilamente. Culpabilidad invadió mi pecho cuando le vi acariciar en donde le había agarrado, no debí sujetarlo tan fuerte. No puedo dañar a mi hermoso angelito. — Jimin ¿Te duele? No fue mi intención lastimarte, como lo siento. — Preocupado tomo sus manos acariciando sus muñecas con delicadeza con ayuda de sus pulgares.
Jimin realmente era tan sensible y delicado, más de lo que esperaba.
— Iré a dormir. — Fue lo único que alcanzó a decir separándose de mí lentamente caminando fuera de la habitación. Le seguí, caminando por el pasillo hacia la habitación que estaba justo al frente de la suya, ambas justo al final del pasillo. Tan solo le vi entrar a su habitación y cerrar la puerta.
No lo iba a presionar demasiado, estaba claro que necesitaba su tiempo para acostumbrarse a mi amor. Y también, a amarme.
Ingresé a mí habitación y me recosté en la cama tendida en blanco. Cerré mis ojos colocando ambas manos entrelazadas sobre mi abdomen recordando esa noche cuando me sentí aún más atraído por mi querido Jimin.
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Era ya de noche. Posterior a la visita del padre de Jimin junto a su familia, me dispuse a organizar y limpiar la tienda antes de irme. Al acabar, cerré todo con llave e ingresé en mi automóvil. Fue cuestión de llamar y preguntar, ser amable y sonreír a las ancianas de algunas casas cercanas para saber cuál era el campamento más cercano, al parecer era el único a un kilómetro, tal y como me había comentado el pequeño chico.
Estacioné al llegar, y caminé entre el obscuro bosque sin ningún miedo, directo a donde sabía que estaba ubicada la cabaña principal. Noté las fogatas casi apagadas y las numerosas tiendas que se esparcían en el lugar. Fue fácil conseguir al pequeño peli naranja, pues estaba hablando con un chico. La luz que me ayudó a divisar era de una pequeña fogata a tan solo un par de metros de ellos. Yo estaba tras un árbol observando fijamente.
Mi cuerpo sintió ganas de estrangular a aquel chico con el que hablaba, solo porque le estaba haciendo reír tan fácilmente. ¿Qué le estaba diciendo? ¿Quién se creía que era?
Apretando los puños, fruncí el ceño. No podía soportarlo, pero debía hacerlo.
— Jimin ¿No quieres ir a otro sitio? Ya todos están dormidos — Escuché que le dijo acercándose a él. Eran los únicos haciendo algún tipo de ruido, imposible no escucharlos.
Se levantaron. Caminaron entre arbustos y risas, tomados de la mano. Les seguí sigilosamente, hasta llegar a un lago en el cual se reflejaba la luna. ¿Qué planeaban hacer? ¿Porque se había llevado a Jimin tan lejos?
Todo se hizo claro en cuestión de segundos cuando vi como comenzaron a besarse, a tocarse, y a desvestirse, a medida que se recostaban en una piedra lisa a la orilla del lago. No dejaban de comerse como desesperados ¿Ese sería el novio de Jimin?
Me escondí de ellos a espaldas del árbol, recostándome de este con la respiración algo agitada. No sé qué le estaría haciendo, pero comencé a escuchar sus dulces gemidos, eran música para mis oídos. Mi entrepierna endureció cuando sus gemidos aumentaron uno tras otro.
Sin pensarlo, solo cerré los ojos desabrochando mi pantalón y bajando un poco mi bóxer, para así tener mi miembro en mano, comenzando a estimularlo. Se sentía tan bien al escucharlo jadear, y a la misma vez, imaginar que estaba metiéndoselo hasta el fondo. Dios, Jimin era tan delicioso en mi mente, tanto que hasta se sentía real.
Bastaron unos minutos más para escuchar cómo estaba a punto de correrse debido a sus chillidos agudos y desesperados. Aumenté la velocidad de mi mano y me corrí en ella realmente agitado.
— Jimin estuviste tan~ tan bien~ — Jadeó con voz ronca el chico con el que estaba. Me molesté y guardé mi pene abrochando mi pantalón. Miro mi mano llena de semen y saco un pañuelo para limpiarla.
— Vamos~ a la tienda. Van a sospechar~ — Respondió Jimin, con su voz agitada. Me conmovió y estremeció la manera en la que habló, pero no pude evitar enfurecer al razonar sólo una cosa, ese chico debía ser yo. Jimin debía ser mío, completa y únicamente mío. Y solo a mí debía hablarme de esa manera.
Esa noche me devolví sobre mis pasos para irme de ese campamento muy, pero muy lejos.
Llegando donde había dejado mi auto, ingreso y me quedo unos minutos en silencio con los ojos cerrados y las manos en el volante. Tan solo una hora de reflexión me fue suficiente para decidir solo una cosa: Investigar todo sobre la vida de Jimin, dónde se graduaría de preparatoria, quienes eran sus padres y sus amigos, todo.
Me tomó un año aprender todo sobre su vida y la de su familia. Unos meses examinar su entorno y casa. Y tan solo unas semanas para espiarlo mientras estaba en su habitación, o saliendo y entrando de su hogar, bien sea a verse con sus amigos o jugar en el patio con su hermanita.
Cada día que lo observaba, me quería adelantar al plan de enamorarlo y tener sus atenciones sólo para mí, porque si una persona merecía a Park Jimin, era yo, y solamente yo, Min Yoongi.
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Abro mis ojos y me siento en mi lugar algo agitado, me había quedado dormido recordando cosas del pasado. Sin dejar de mencionar la molesta erección que ahora se encontraba entre mis pantalones, la cual tuve que resolver mientras me duchaba.
Como odio tener que amarte de la manera en la que lo hago.
~o~
¡Gracias por leer!
Besos
[ Capítulo Corregido ✓ ]
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